Capítulo LXVIII

 —Desperté al cabo de lo que me pareció una eternidad, gracias a que la sensibilidad de mi piel se reanimó para dejarme sentir el suave pelaje de un Pokemon sobre el que yo estaba recostada...

— ¡¡Date prisa!! ¿Era Diamond?

— ¿Cuál es la urgencia?

— ¡¡Siempre me haces esperar!!

—Ya voy, ya voy...

Desperté al cabo de lo que me pareció una eternidad, gracias a que la sensibilidad de mi piel se reanimó para dejarme sentir el suave pelaje de un Pokemon sobre el que yo estaba recostada. Abrí lentamente los ojos, dándome cuenta de que no había amanecido aún o de que quizá había vuelto a anochecer. Logré ver la reacción alérgica al veneno que había invadido antes mi torrente sanguíneo. Mi piel estaba cubierta de pequeños puntitos de color rojo similares a los de la varicela. Mi cabeza dolía a horrores y estaba tan hambrienta que podía haber comido un caballo entero.

Me incorporé, dándome cuenta de que el pelaje del Pokemon que cuidaba de mí pertenecía a Ninetales. Él me miró con indiferencia y yo hice otro tanto, dedicándole además una leve caricia en el morro que él rechazó tajantemente. No podía culparlo, pues no podía decir que ambos fuésemos grandes amigos.

Intenté levantarme, aunque por poco vuelvo a desmayarme al escuchar aquella voz aguda que me preguntó desde el fondo de la cueva:

— ¿Estás segura de que quieres levantarte?

Giré lentamente sintiéndome un poco aturdida. No pude creer lo que mis ojos veían, pero no había ninguna otra explicación que pudiese parecer coherente. Un gato similar a un siamés de pelaje azul y que poseía dos colas se acercó a mí, contoneándose como si hubiese sido parido por los dioses. Saltó a una roca que le sirvió como asiento, se sentó sobre sus patas traseras y me preguntó con un dejo de inocencia:

— ¿Cómo te sientes, humana?

— ¿Qué cosa eres...?

De alguna forma supe que era un Pokemon, pero no podía terminar de averiguar a qué especie pertenecía. Jamás vi a ninguno como él.

El gato hizo un gesto similar a encogerse de hombros y miró durante una fracción hacia la entrada de la cueva.

—Aún es de noche —me dijo—. Quizá deberías descansar hasta el amanecer.

—Puedes hablar... ¿Cómo?

Él suspiró cansinamente, como si yo hubiese hecho la pregunta más estúpida de la vida.

— ¿Estás hambrienta? —me preguntó—. Tengo un poco de carne. Está cruda, pero quizá Ninetales podría cocinarla.

Sentí que estaba alucinando, pues ese gato hablaba como si hubiese sido una persona más. Todo era demasiado confuso y él no parecía tener intención alguna de responder a cualquiera de mis preguntas. Tuve que encontrar otra manera de obtener información, preguntando lo primero que llegó a mi cabeza.

— ¿Qué estoy haciendo aquí?

— ¿No lo recuerdas? Tú llegaste a mi cueva después de que esos cretinos te atacaron.

—Recuerdo que luché contra algunos de mis compañeros, pero...

—Nunca terminaré de entender por qué los humanos quieren que nosotros peleemos para ustedes. Parece que los humanos no pueden luchar por sí mismos.

— ¿Eres un Pokemon? Te has referido a ti mismo como uno.

Él asintió.

—Creo que deberías comer algo —me dijo de nuevo con inocencia—. Estás un poco pálida.

—No tengo hambre.

—Bueno, seguramente tendrás frío. Deberías quedarte cerca de Ninetales.

— ¿Qué está haciendo él afuera? ¿Hay alguien más aquí que lo haya liberado?

—Yo lo hice.

— ¿Tú lo hiciste? ¿Cómo?

—Eres demasiado curiosa —me espetó él y su pelaje se erizó un poco—. Te he salvado la vida, ¿y es así como me lo agradeces? —En ese momento debió darse cuenta de lo que decía, pues al instante sacudió la cabeza y decidió corregir—: ¡Bueno, no es como si yo hubiese querido salvarte! Es sólo que esos humanos iban a encontrar mi cueva y yo no habría podido dormir tranquilo si ellos no se iban. En realidad no me he preocupado por ti.

Yo sólo pude reír.

El gato me recordaba un poco a mi mejor amiga.

Y el pensamiento de Jackie fue el que me hizo darme cuenta de la ausencia de un Pokemon en especial.

De un Pokemon y de una persona.

Sí... Del dueño de mis suspiros.

— ¡¡Lo has dicho!! ¡¡Qué emoción!!

—No sé de lo que estás hablando.

— ¡¡No puedes negarlo ahora!!

Miré en todas direcciones y al no encontrar a quienes buscaba, sólo pude preguntar:

— ¿Has visto a un Bulbasaur o a un chico de ojos azules cerca de aquí?

—No. No he salido de la cueva. Estuviste enferma y tuve que quedarme contigo.

La resignación me hizo asentir con la cabeza en silencio.

El gato bajó de la roca de un salto y se dirigió a toda velocidad hacia la mochila que reposaba abandonada en un rincón de cueva. Metió su cabeza a la mochila y salió de ella al instante, con una barra de cereal entre sus fauces. Dejó el bocadillo sobre mi regazo y volvió a su roca.

—Come —me dijo—. Supongo que necesitarás energías.

Yo me negué.

Mientras no me hubiese asegurado de que Devon estaba con vida, no podría comer ni un solo bocado. Quería mantenerme optimista. Devon y Bulbasaur no podían haber muerto.

— ¿Cuál es tu nombre? —me preguntó el gato.

—Skyler, pero todos me llaman Sky.

Él asintió y me pareció ver que dibujaba una sonrisa.

—Mi nombre es Diamond.

— ¿Eres un Pokemon de hielo?

Él negó con la cabeza.

—Soy eléctrico —dijo él—. Es sólo que me gustan los lugares fríos.

—Ya veo... Entonces, ¿tú vives aquí?

Él negó con la cabeza nuevamente.

—Estoy aquí porque he venido a visitar a Lugia.

— ¿Lugia? ¿Conoces a los Pokemon exóticos que esperan en la cima?

— ¿Exóticos? Ellos son como cualquier otro. Tienen tanto derecho de ser libres como los demás.

—Necesito tu ayuda —le supliqué—. Tengo que llegar con Lugia. Es parte de la prueba que tengo que superar.

— ¿Prueba? ¿Qué prueba?

De inmediato supe que él estaba casi tan confundido como yo.

—Por ahora sólo me importa reencontrarme con mis amigos.

—A mí también. Quiero descubrir por qué están todos estos humanos invadiendo la montaña de Lugia. No sé lo que está pasando, pero la presencia de tantos humanos me pone los pelos de punta. Tengo que asegurarme de que Lugia estará bien.

—Diamond...

—Tú deberías comer —insistió él dedicándome lo que me pareció ser una cálida sonrisa—. Te sentirás mejor. Puedes quedarte esta noche aquí. Dormir también te sentará bien.

Al instante me golpeó el sentimiento de culpa, aunque no supe la razón en ese momento.

Si nosotros, mis compañeros y yo, sólo estábamos siguiendo instrucciones... ¿Por qué Diamond parecía estar tan angustiado?

Me habría encantado meditar ese asunto, pero al instante escuché la voz que me devolvió todas las esperanzas.

— ¡¡Sky!! ¡¡Sky, respóndeme!!

De alguna forma encontré las fuerzas para arrastrarme hacia la entrada a la cueva, dándome cuenta de que Devon, Eevee, Bulbasaur y una chica pelirroja estaban en uno de los barrancos superiores.

Esa chica era Lilly Lawler.

— ¡¡Devon!! ¡¡Devon, aquí abajo!!

Él sonrió cálidamente en cuanto me vio, haciendo notar el corte que se había abierto en sus labios luego del derrumbe. Me saludó agitando ambos brazos. Bulbasaur y Eevee corrieron y saltaron emocionados, teniendo cuidado de no llegar al borde. Lilly parecía no poder caminar correctamente, pues se inclinaba hacia el lado izquierdo y debía sujetarse a los muros de piedra dejando un rastro de sangre a su paso.

Vi a Devon lanzar el gancho para bajar hacia donde yo estaba. Miré hacia el interior de la cueva para pedirle a Ninetales que permaneciera dentro y en ese momento me di cuenta de que Diamond había desaparecido.

— ¡¡Diamond era tan lindo!!

—Sí... Eso creo.

—Apuesto a que ustedes fueron grandes amigos luego de ese encuentro.

—En realidad, no fue así.

— ¿De qué hablas?

—Ya llegaremos a esa parte de la historia. Sólo te diré que... A pesar de lo que la Elite hizo con su memoria... Hubo cosas que jamás pude perdonarle.

— ¿Qué?

—No es importante por ahora. Lo que realmente importa es lo que pasó durante los siguientes días.

-Gw;x

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