Capítulo LXVII
—No sé cómo fue que pude actuar tan rápido, quizá fue uno de esos momentos críticos en los que obtienes la fuerza o la capacidad de hacer ciertas cosas que antes no habrías podido...
— ¡Sólo dilo! ¿Qué pasó con Devon?
—Respira. Vas a desmayarte.
No sé cómo fue que pude actuar tan rápido, quizá fue uno de esos momentos en los que obtienes la fuerza o la capacidad de hacer ciertas cosas que antes no habrías podido. El caso es que al escuchar que Devon gritaba, algo dentro de mí me empujó para sujetar su brazo derecho con toda la fuerza que fui capaz de reunir. Él venció a su propio temor para levantar el brazo restante, intentando sujetarse de los bordes de la plataforma donde yo aún me encontraba. Él esbozaba una mueca de valentía y determinación. Estaba totalmente indispuesto a morir en ese lugar.
— ¡Bulbasaur, ayúdanos!
Mi Pokemon acató mi orden al instante, sujetando a Devon por la cintura con sus lianas. Jackie y Max dieron un gran salto para situarse cerca de nosotros y poder ayudarnos igualmente. Devon pudo subir de vuelta gracias a nuestras fuerzas en conjunto. Eevee corrió hacia él y se levantó sobre sus patas traseras para apoyar sus patas delanteras sobre las rodillas de mi mejor amigo. Al mirar a su Pokemon, Devon sólo esbozó media sonrisa y acarició la cabeza de Eevee de la misma forma que habría hecho con un cachorro. Acto seguido, Devon dejó salir un silbido y pasó una mano por su cabello antes de decir con cierto dejo de alivio que intentó ocultar:
—Nada como una descarga de adrenalina para mantenerte despierto durante toda la noche.
Jackie respondió a eso con una bofetada.
—Imbécil —dijo Jackie—. Hiciste que me preocupara por ti.
Se sonrojó levemente, aunque quizá ese color en sus mejillas pudo deberse al frío que aún nos rodeaba y que comenzaba a hacerse cada vez más intenso.
—Bueno, esto sí que es una sorpresa —se burló Devon abrazando a Jackie por los hombros—. Jackie Roosevelt, ¿admites que me quieres?
—Por supuesto que no, idiota —respondió ella—. Sólo estoy utilizándote.
—Yo también te quiero —dijo él y besó la mejilla de Jackie para hacerla rabiar.
Al ver eso, puede ser que yo haya sentido una pequeña pizca de celos.
— ¡No me toques, Paltrow! —exclamó ella y se apartó de Devon con un empujón.
Devon reía a carcajadas.
Para volver a centrarnos en lo verdaderamente importante, Max avanzó hacia nosotros y dijo:
—Los ataques cesaron. Sea lo que sea lo que haya ocurrido, creo que deberíamos volver al refugio. Ya hemos pasado afuera mucho tiempo.
—Sí —asintió Devon—, Vayamos ahora antes de que el derrumbe llame la atención de los demás y nos encuentren.
Lo siguiente que ocurrió fue que Devon comenzó a preparar las cuerdas para volver a nuestro propio refugio, asegurándose de que utilizaríamos arneses de color negro. Fue en ese momento cuando algo en la distancia llamó mi atención. Algo que, por alguna razón, hizo sentir todo mi cuerpo adolorido. Igual que el día que recibí aquella paliza. Se trataba de una silueta que nos miraba, que me miraba, a un par de kilómetros de distancia. Estaba situada cerca de la entrada a una pequeña cueva que irradiaba un poco de luz. La ventisca dificultaba mi visión, pero no lo suficiente como para impedir que yo pudiera ver bien de quién se trataba, Una niña mucho menor que yo en edad, mucho más baja de estatura, Tenía el cuerpo de una niña de dos años, pero me miraba con la fría indiferencia de un adulto resentido con la vida. Ella iba vestida con ropas de color oscuro, entalladas y nada demasiado ostentoso a pesar del frío que hacía en ese lugar. Sus ojos eran de color verde, no me preguntes cómo es que lo sé. Y su cabello era rubio que resaltaba por su leve tonalidad rosada. Llevaba una Pokebola en la mano. No quise decir más nada a mis amigos, pues no quería darles otra preocupación más. Sólo puedo decir que aquella chica misteriosa me señaló con el dedo índice de la mano que tenía libre, para luego pasar ese mismo dedo de forma horizontal sobre su cuello. Entendí la señal al instante. Esa chica quería deshacerse de mí.
Cuando volví a mirar, la chica había desaparecido.
Llegamos de nuevo a nuestro escondite, dándonos cuenta de que algo extraño había ocurrido. Había manchas de sangre fresca que alguien había dejado en la entrada de neustra cueva. Devon extendió un brazo para impedirnos el paso y se acercó a las manchas de sangre. Las miró de cerca y se alejó un poco de la cueva para mirar en todas direcciones. Soltó un pesado suspiro y llamó a Eevee con un chasquido de los dedos, diciendo:
—Esperen aquí.
Devon entró a la cueva por su propia cuenta. Recuerdo que en ese momento sentí mucho temor, pues ignoraba por completo lo que podría pasar con Devon si se atrevía a entrar a la cueva con la única compañía de Eevee. Cada segundo fue una tortuosa eternidad. Y el alivio llegó pronto, pues Devon salió de la cueva para reunirse con nosotros.
—No hay nada —dijo él en susurros y mostrándose demasiado confundido.
—No puede simplemente no haber nada —respondí con el mismo tono de voz—. Algo grave tuvo que haber pasado. Esa sangre simplemente no pudo haber aparecido ahí.
—Es posible que alguien esté herido —propuso Max con indiferencia.
Una señal de alarma se encendió dentro de mí.
— ¡Tenemos que ir a ayudar a quien sea que esté herido! —exclamé.
Una bofetada de Jackie fue lo único que conseguí. El dolor se intensificó gracias a la gélida ventisca. Fue similar a una quemadura mil veces peor.
— ¡Mierda! —exclamé llevando mis manos a la herida, cosa que Devon evitó alegando que sólo me lastimaría mucho más si hacía eso—. ¡Eso duele! ¡Estás loca, maldita sea!
—Dejaré de golpearte cuando tú dejes de decir estupideces —dijo Jackie—. ¡No vamos a ayudar a nadie!
—No hacía falta lastimarme —insistí—. ¿Es que todo debes resolverlo de esta manera?
Y la respuesta fue un tirón de cabello que nuevamente dolió más de lo esperado.
— ¡Ya basta! —exclamé, desatando la risa cruel de mi mejor amiga.
Algo ocurrió en ese momento, quizá para hacernos callar. Fue tan rápido que cayó de sorpresa. Lo único que sentí fue el intenso dolor en mi brazo izquierdo. Era similar a una gran cantidad de ácido cayendo sobre mi piel y comenzando a consumirla. Recuerdo que caí de bruces sujetando mi brazo herido y no supe qué más hacer que no fuese tirarme a llorar. Ni siquiera pude mirar mi brazo, pero sí que sentí los dedos de Devon examinando lo que había ocurrido.
—Es agua —dijo Devon acalorado para hacerme sentir quizá un poco mejor—. Con la ventisca se ha congelado.
— ¿De dónde viene? —preguntó Jackie.
—Ahí —señaló Max, antes de que todos fuésemos atacados por la siguiente ráfaga de agua.
Fue horrible sentir la forma en la que el agua comenzaba a congelarse sobre nosotros. Y el dolor era la peor parte. No sé cómo fue que logré levantarme, venciendo al hielo que se solidificó sobre mi espalda. Miré hacia el punto que Max había señalado y sólo así pude descubrir que lo que estaba atacándonos era un pequeño pero poderoso Vaporeon que acompañaba a un alumno de Número Cuatro. La siguiente ráfaga de agua llegó a nosotros, aunque yo fui más veloz y conseguí levantarme para llamar al único de mis Pokemon que podía ayudarnos en ese momento.
— ¡Beartic, neutraliza el ataque de Vaporeon!
Beartic atacó de inmediato, lanzando una potente ráfaga de viento gélido que no solo impidió el ataque de Vaporeon. Nuestro enemigo, sin embargo, no estaba solo. Las gigantescas rocas que lanzaba un Onyx, las mismas de antes, volvieron a hacer su aparición enterrando nuestro escondite entre escombros y desencadenando una avalancha que nos llevó a nosotros también. Onyx no dejó de disparar sus rocas. Los impactos causaron muchos otros derrumbes que destruyeron aquel lado del Monte Everest. Recuerdo que en ese momento sentí que la mano de Devon se cerraba sobre la mía, en un intento de no dejarme ir. De no dejarnos ir. Pero no fue suficiente, pues una gigantesca roca nos separó.
Caí entonces sobre el lomo de Beartic, que había caído a su vez sobre uno de los barrancos que surgieron tras el derrumbe. Vimos cómo los escombros seguían cayendo al vacío, así como surgió un imponente Talonflame que llevó a Jackie y Max lejos de allí.
De Devon no había rastro alguno.
—Beartic, tenemos que salvar a Devon —le dije a mi Pokemon.
Él asintió y creó un camino de hielo sólido que con sus curvas y bifurcaciones logró cubrir una gran parte de la montaña. Me indicó que subiera a ese camino con una sacudida de la cabeza y yo lo hice, sólo desatando otro ataque enemigo del Vaporeon que no se había rendido aún. El agua cubrió nuevamente mi cuerpo, haciéndome sentir que estaba siendo quemada en vida. Caí al camino de hielo y mi propio peso me impulsó hacia adelante a gran velocidad. Beartic iba detrás de mí, intentando atraparme para evitar que cayera al vacío al no tener control de mis propios movimientos. Logré incorporarme trabajosamente cuando el dolor menguó un poco, quizá por el calor que la adrenalina pronto comenzó a crear en mi cuerpo. Era como ir surfeando sobre el hielo, o al menos esa expresión me dio hasta que comencé a ser acribillada por los aguijones de un Venonath que apareció a casi cincuenta kilómetros mirando hacia el norte. El veneno entró a mi torrente sanguíneo. Mi visión se nubló. Mi respiración se cortó de golpe. Con la piel entumecida, caí de nuevo al camino de hielo y sólo pude sentir la forma en la que algunos trozos puntiagudos del mismo hielo se incrustaron en mi piel cuando la explosión, causada por alguno Pokemon que no pude ver, destruyó el camino que Beartic había creado. Mi Pokemon y yo fuimos a estrellarnos contra un muro de roca, cayendo a los pies de una de las cuevas. De alguna manera conseguí vencer a los malestares que me aquejaban y me levanté para devolver a mi inconsciente Pokemon a su Pokebola. Llevé una mano a mi cabeza y descubrí que había sangre brotando de una gran herida. Caí de bruces al suelo pues el dolor volvió a atacarme. Escuché, de manera muy lejana, que los ataques no cesaban...
Y sentí que una bestia diminuta me tomaba por el tobillo derecho con lo que parecían ser pequeños colmillos que no me causaron ningún daño.
Mi mundo comenzó a oscurecerse, pero luché contra mis deseos de desmayarme para estar consciente el tiempo suficiente.
Y lo logré.
Era una silueta de una criatura felina lo que tenía junto a mí. Era esbelto, con el pelaje ligeramente erizado... Y poseía dos colas, las cuales terminaban con un par de diamantes que al unirse causaron que un resplandor de color azul cesara todos los ataques enemigos. Escuché suspirar a la bestia y lo vi sentarse, dándome la espalda, sobre sus patas traseras. Sus dos colas danzaron durante un breve instante, antes de que él se levantara. Lo vi tomar mi Pokebola, la Pokebola de Beartic, entre sus fauces para hacerla a un lado. Empujó con su nariz mi mejilla y su voz, aguda y angustiada, dijo en la lejanía:
— ¿Estás herida?
Lo último que sentí antes de dejarme vencer fue el roce de sus largos bigotes contra la piel de mis mejillas que recién comenzaba a despertar del entumecimiento.
—Ese era... ¡¡Ese era...!!
—Sí.
—Pero, ¿cómo? ¿Qué estaba haciendo él ahí?
—Lo que me sorprende, luego de ver lo que la Elite hizo con él, es que en ese tiempo haya querido ayudarme... Que haya querido ayudarnos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top