Capítulo LX

 —No me detendré a hablarte sobre lo que fue entrenar con Jackie, pues lo cierto es que no sucedió nada relevante...

—Está bien.

— ¿En verdad?

—Sí. Sabes que lo único que me importa es lo que esté relacionado con Devon.

—Maldita sea...

No me detendré a hablarte sobre lo que fue entrenar con Jackie, pues lo cierto es que no sucedió nada relevante. Fue un verano tranquilo, a excepción de los mensajes de texto de Devon y aquellos días en los que nuevas heridas aparecían en el cuerpo de Jackie. Especialmente en aquellas zonas que delataban que el abuso de su padre no había cesado. Durante todo el verano nos empeñamos ambas en superarnos, con un poco de ayuda de Número Tres quien siguió dirigiéndonos a pesar de su condición. El maquillaje que utilizó para cubrir sus golpes era más que evidente. Pero... Al ver que su barriga de embarazada iba creciendo día con día, el optimismo me llegaba de golpe. Número Tres y el señor Williams parecían ser las personas más felices en toda la faz de la tierra. Recuerdo que incluso el apartamento comenzó a parecer un sitio más familiar. La habitación donde alguna vez tuve que recuperarme comenzó a transformarse para ser el dormitorio de un futuro bebé. Todas las decoraciones eran de colores pastel, perfectos para que una niña llegara a alegrar las vidas de esas dos personas que merecían tener la mayor de las felicidades.

Como un obsequio especial, Jackie y yo decidimos ofrecernos para pagar un par de decoraciones para el dormitorio del nuevo miembro de la familia Williams. Yo tomé un poco de mis ahorros para comprar un juguete móvil que poner encima de la cuna del bebé. Y Jackie decidió hacer algo mucho más grande. Le pidió a Número Tres la primera fotografía del ultrasonido. Ya sabes, esa imagen donde...

—Sí, lo sé. Mamá tiene las imágenes de los ultrasonidos en un álbum especial. La mía sólo parece una mancha sin forma.

—Eres una mancha sin forma.

— ¡¡Hey!!

— ¿Puedo continuar?

—Me da igual.

Jackie amplió y enmarcó en hoja de oro la fotografía del ultrasonido. Era algo tan grande que Número Tres y el señor Williams sólo pudieron empotrar el cuadro en la pared. La verdad es que la habitación había quedado preciosa. Sentí un poco de envidia, a decir verdad. Número Tres y el señor Williams luchaban por tener un ambiente familiar, acogedor y más o menos feliz. Mi familia, por el contrario, siempre había velado más por la elegancia y ese tipo de banalidades. Fue por esa razón que supe que el nuevo bebé sería tremendamente feliz.

El entrenamiento dio sus frutos en tan solo un par de semanas. De un momento a otro, nuestros cuerpos ya se habían acostumbrado a las rutinas brutales de Número Tres. Nos volvimos mucho más ágiles, así como ambas aprendimos un par de cosas más sobre el combate cuerpo a cuerpo. Recuerdo que pasé en cama un día entero luego de nuestro primer combate, pues Jackie me dio un fuerte golpe en la espalda que me dejó totalmente imposibilitada para caminar durante ese día. Veinticuatro horas en las que ella simplemente se dedicó a enviarme mensajes de texto con burlas hirientes. Me llamaba debilucha de mierda y enviaba emoticones sonrientes.

El verano que creí que sería aburrido por la ausencia de Devon fue en realidad muy divertido.

A mi madre no le pasó desapercibido el hecho de que, gracias al ejercicio y al entrenamiento de Número Tres, Bulbasaur se volvió casi tan fuerte como cualquiera de sus Pokemon. Eso le molestaba a sobremanera, pues lo subestimaba mucho más de lo que yo lo hacía. Mi única queja referente a él era que seguía sin poder evolucionar. Eso me hacía sentir como un reverendo fracaso. Especialmente al ver que todos, absolutamente todos, los Pokemon de mi hermana ya habían evolucionado al menos una vez. Incluso Meowth le sacó frutos a sus nuevas habilidades, pues un día de repente dejó de hacer acto de presencia y en su lugar había llegado un imponente Persian que se había vuelto tan presumido y prepotente como Jackie. Recuerdo bien que Persian se contoneaba frente a mí para lucir su cuerpo ágil y bien esculpido. Número Tres, orgullosa, le obsequió a Persian una pañoleta de color negro que Jackie ató al cuello de su Pokemon.

Y Bulbasaur, bueno...

Bulbasaur seguía caminando con torpeza cada vez que comía demasiado.

En cuanto a nosotras, el entrenamiento nos ayudó a desarrollarnos mucho mejor que el resto de las chicas de nuestra edad. Al menos, eso era lo que mi hermana dijo un día mientras desayunábamos. Eso al fin me hizo sentirme conforme con mi cuerpo, pues finalmente habían terminado de aparecer esas curvas en mi cuerpo que antes me habían hecho envidiar la fisionomía de Jackie. Comencé a utilizar ropas entalladas, así como ella, y mi amor propio creció tanto que incluso me volví un poco petulante.

Mi madre desaprobaba por completo el hecho de que yo hubiese comenzado a utilizar maquillaje y ropas provocativas con tanta frecuencia. Claro, eso era lo que ella pensaba al verme con brillo para los labios y pequeños escotes. Eso contradecía un poco a todas las fotografías de mi madre durante su adolescencia, donde lucía mucho más sexy y provocativa de lo que una chica de catorce años debía ser.

Casi por esas mismas fechas, mi madre comenzó a salir de nuevo con alguien a quien él llamaba Frank. En realidad hubiera deseado que la presencia de Frank suavizara un poco a mi madre, pero él sólo sirvió para que ella se volviese mucho más severa. Conmigo, al menos. Sheryl era invisible para ella.

Y, ya que hablamos de Sheryl, creo que esto podría interesarte. Hubo una ocasión, llegando al final del verano, cuando Jackie y yo nos llevamos con la sorpresa de que mi hermana había estado viéndose con un chico en el parque donde solíamos entrenar nosotras. Era un chico un par de años mayor que ella. Lo supe pues él era de un curso inferior al nuestro. Se reunían en la pista para trotar y en ocasiones los veíamos tomados de las manos.

Si Sheryl alguna vez fue novia de ese chico, es un misterio para mí. Ella era muy reservada. Sólo sé que parecían ser muy buenos amigos.

Ya que hablamos de eso, te diré que no le di una respuesta a Devon en todo el verano. Y no fue porque no quisiera ser su novia. Por supuesto que quería serlo. Pero me parecía un tanto absurdo y poco sensible darle el en un mensaje de texto. ¿Exactamente cómo pasaríamos el verano siendo novios si yo estaba en McAllen y él estaba en Canadá? Así que simplemente decidí esperar a que él volviera, confiando en que aquello de que podía tomarme mi tiempo para responder fuera verdad.

Y finalmente llegó el momento de volver al Instituto.

Ese día fue muy especial para mí, pues iba a reunirme de nuevo con mi mejor amigo.

Bajé a desayunar casi dando botes de alegría. Mi hermana, como siempre, ya se encontraba ahí. Mi madre ya había terminado su desayuno y estaba sentada en la mesa de la cocina, maquillándose un poco para acudir a una cita con Frank.

Ocupé mi asiento y serví un poco de jugo de naranja para acompañar el desayuno que consistía en un par de rebanadas de pan tostado cubiertas de queso crema.

—Skyler, hoy estarás a cargo —me dijo mi madre—. Harás la cena, ¿de acuerdo?

—No he visto a Devon en todo el verano, ¿y tú quieres que me encargue de la cena esta noche? Es injusto.

—Lo verás en el colegio. ¿No te parece suficiente?

—No.

—Pues tendrá que serlo. No hay razones para reunirte con él más allá del colegio.

—Mamá...

—Volveré a las siete. La cena tiene que estar servida cuando vuelva, ¿entiendes?

—Y yo volveré luego de pasar un rato con Devon.

— ¿Por qué siempre tienes hacer de esto un problema, Skyler?

—Por la misma razón que tú no quieres que tenga amigos.

Como ya era costumbre, salí de la cocina para poner fin a la discusión. Tuve que volver de inmediato para tomar una de las rebanadas de pan, pues no podía llegar al entrenamiento con el estómago vacío.

Bulbasaur y yo subimos al autobús del colegio, donde nos encontramos con Lilly Lawler, mi compañera de clases. Ella iba en compañía de un pequeño Chikorita que miraba emocionado a través de la ventanilla. Lilly me saludó con una sonrisa que yo devolví.

—El verano te ha sentado bien, Skyler —me dijo Lilly.

—También a ti —le respondí cuando me di cuenta de que también ella parecía haber seguido con el entrenamiento.

Entrenar, entrenar, entrenar...

Nuestra vida era una mierda.

Al llegar al Instituto, me llevé con la agradable sorpresa de que el auto de los Paltrow estaba aparcado en el estacionamiento. Devon estaba ahí, recargado sobre una de las portezuelas. Al mirarme, levantó ambos brazos para llamar mi atención. Sonreí, eufórica, y avancé velozmente hacia él. Devon había crecido un par de centímetros durante el verano. Su cabello había sido un poco recortado y su espalda se había ensanchado levemente. Sus brazos ya comenzaban a mostrar los frutos del levantamiento de pesas. Sin pena alguna, se acercó a mí y me envolvió en un fuerte abrazo. Besó mi mejilla y me tomó por las manos como si lo nuestro hubiese sido formal.

—Prometo estar en el autobús el verano siguiente —me dijo—. ¿Qué te has hecho? ¿Te has implantado silicona?

Yo me limité a golpearlo con fuerza en el pecho.

Él rió a carcajadas.

Ellen bajó del auto para recibirme con un cálido abrazo. Su alegría era idéntica a la de Devon, como si aquello hubiese sido un sello personal de la familia Paltrow. Pero antes de que nosotros pudiésemos entablar una conversación hablando sobre lo que había sido de nuestras vidas durante las vacaciones, escuchamos aquel terrible grito desde el interior del colegio. Obedeciendo a un impulso, Devon tomó a Ellen en brazos para protegerla de algo, así como yo retrocedí un par de pasos y me coloqué frente a Bulbasaur en un arranque sobreprotector. Devon y yo nos miramos en cuanto se apagó el grito, que duró casi un minuto entero. Echamos a correr, dejando a Ellen detrás. Pasamos a través del umbral de la puerta principal y nos detuvimos en seco. Con nuestras respiraciones agitadas. Con nuestros corazones acelerados. Con el temor atenazando con fuerza nuestros cuerpos.

Yo tuve que sostenerme del hombro de Devon por temor a caer desmayada en ese momento. Él sólo retrocedió y cubrió su boca con ambas manos. Todos nuestros compañeros de colegio, Sheryl incluida pues ella recién había entrado y se había posado junto a mí, estaban completamente aterrados.

Por alguna razón, sentí el tremendo impulso de tirarme a llorar en ese momento.

— ¿Qué...? —musité con voz débil—. ¿Qué es...? ¿Qué es esto...?

—Mierda... —respondió Devon—. Mierda, mierda, mierda...

Más y más gritos se escucharon.

Los chicos de los cursos inferiores comenzaron a llorar. Una chica del último curso se sumergió de golpe en los brazos de la inconsciencia.

Incluso hoy día puedo recordar todo tan vívidamente que me causa las mismas sensaciones. Lo tenía frente a mí. Ahí estaba. Era real.

Había una persona colgando por el cuello, colgada de uno de los balcones del edificio principal que quedaba justo frente a la entrada. Sus ojos estaban cerrados y tenía los labios entreabiertos. Su piel ya se había tornado de un color gris cadavérico.

Número Seis se había quitado la vida dentro de la academia.

—No... No puede... No puede ser...

—Sí... Puede ser.

—Pero, ¿por qué lo hizo?

—Eso no es lo importante. En realidad, el detalle está en saber la razón que ellos nos hicieron creer que era verdad.

— ¿Qué?

—Eso, justamente.

3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top