Capítulo LVII
¡Hey, hola! La canción que les dejo en Multimedia, Chemicals React de Aly & AJ, deben reproducirla cuando Sky y Devon están en el pórtico, al final del capítulo. ¡Que lo disfruten!
Y vayan preparando los pañuelos, que la masacre está por comenzar :)
—Fue un día demasiado largo, que igualmente pareció demasiado corto...
— ¡¡Al grano!! ¡¡Ya!! ¿¿Qué esperas??
— ¿No puedes tener un poco más de paciencia?
— ¡No! ¡Ya he esperado demasiado! ¡Cuéntalo ya!
—No es necesario que grites tanto.
Fue un día demasiado largo, que igualmente pareció demasiado corto. Era como si la hora de la cita no quisiera llegar nunca, pero también me dio la impresión de que el tiempo no era suficiente para alistarme.
Me costó decidir qué atuendo usar, pues no tenía la más mínima idea de cómo se supone que tenía que vestir. ¿Elegante? ¿Casual? Después de todo, era una cita con mi mejor amigo. Dos ideas chocaban en mi mente, hacían una colisión tan grande que me hacían sentir aturdida, mareada. Aterrada y nerviosa.
Terminé por elegir un conjunto casual que también daba la impresión de no haber sido sacado del armario al azar. Constaba de jeans ajustados de color oscuro, una camiseta de color negro que tenía un diminuto escote que disimulaba un poco mi cuerpo a medio formar, y una chaqueta de un oscuro tono de color marrón. Decidí usar un par de botas de color negro y me limité a adornar mi cuello con un simple collar que tenía un dije con la forma de una Pokebola forjada en chapa de oro. Me puse los pendientes, un par de brazaletes de elástico en las muñecas y apliqué sólo un poco de maquillaje en mis...
— ¡¡Al grano!!
—Bien, bien...
Eran las cuatro de la tarde cuando decidí bajar a la estancia para esperar a que la hora llegara. Tuve que darle también un buen baño a Bulbasaur para que él estuviese totalmente presentable, aunque no estaba segura de que fuese correcto llevarlo conmigo. Al final decidí que así lo haría, pues la presencia de Bulbasaur quizá me ayudaría a sentirme un tanto más confiada. Me costó demasiado asegurarme de que Bulbasaur no se ensuciara de nuevo, pues tendía a jugar con la tierra de las macetas de las plantas para interiores que mi madre tenía en la estancia. Por poco tuve que atarlo al sofá para que se mantuviera totalmente quieto e impecable.
Mi madre, causándome un desagradable sobresalto que me hizo pensar que estaba haciendo algo indebido, entró a la casa a través de la puerta principal. Secaba su cuello con una toalla de color celeste y su rostro se había enrojecido de la misma forma que hacía cada vez que ella se ejercitaba. Iba en compañía de su Poliwrath, que igualmente parecía exhausto. Ella se dirigió velozmente a la cocina para tomar una botella de agua helada. Volvió a la estancia y encendió el aire acondicionado, para luego mirarme con el ceño y fruncido y decir tras haber tomado un gran trago de agua:
— ¿Qué haces aquí? ¿Vestida así? ¿No tendrías que estar entrenando?
Mi respuesta le cayó como un pesado yunque de hierro sobre los hombros.
—Tengo una cita. Con Devon.
Me miró con tal frialdad que me hizo sentir un escalofrío que recorría mi espalda. Llevó un par de dedos a su sien derecha y dijo, con impaciencia y exasperación:
— ¿Y puede saberse a quién le has pedido permiso para salir con ese muchacho?
Sostuve su mirada y respondí sin temor alguno.
—No tengo que pedir tu autorización para hablar con las demás personas. Número Tres te lo dijo antes. Es parte de la naturaleza humana.
Al escuchar el nombre de mi profesora, mi madre se dejó llevar por la furia.
—Pues no saldrás a ningún sitio —me dijo—. Te quedarás en tu habitación, castigada durante todo el verano.
— ¿Por qué, mamá? —la reté—. ¿Por tener amigos? ¿Porque salir con un chico? ¿O quizá sea por el hecho de que le tengo cariño a una mujer que tú detestas sin razón alguna?
Mi madre levantó una mano para abofetearme, pero se arrepintió en el último momento.
Yo no quería guardar silencio. Ya era tarde para controlarme.
—Cuando era pequeña, tú me dabas todo lo que yo quisiera. ¿Recuerdas? ¿Por qué de repente te niegas a que yo sea feliz?
—Quiero que seas feliz —me dijo ella con firmeza—, pero no puedo permitir que eches a perder tu vida. Eres muy joven e inmadura aún. Y mi deber como tu madre es impedir que cometas errores que puedan poner en riesgo tu futuro. Ese chico que te pretende no te hará ningún bien.
—Ni siquiera lo conoces, mamá.
—Tampoco tú lo conoces, Skyler.
—Él es mi mejor amigo.
—Es un chico que únicamente te hará perder la concentración. ¿Crees que el entrenamiento podrá funcionar si solamente te ocupas en pensar en un chico?
—Quiero tener una vida normal. Quiero salir con mis amigos, quiero divertirme.
—Y tener un novio. En un futuro querrás casarte, tener una familia...
—Sí, ¿por qué no? Me encantaría casarme. Enamorarme, sentirme como una persona común y corriente que no tenga que pensar solamente en el entrenamiento de los Pokemon o en maneras de entrar a la estúpida Elite. ¡No tienes idea de lo mucho que quisiera asistir a un colegio normal donde me enseñen ciencias, literatura o álgebra!
—Bueno, has nacido en esta familia. Tendrás que aceptar, tarde o temprano, que llevar el apellido Crown te convierte en...
—En un ser humano antisocial, solitario y con desprecio hacia todas las demás personas que no lleven nuestro apellido. Lo sé, mamá.
Me levanté del sofá y salí por la puerta principal en compañía de Bulbasaur, diciendo:
—Volveré por la noche.
Ella me ignoró olímpicamente.
Tomé asiento en el pórtico y eché la cabeza hacia atrás, intentando encontrar un poco de compostura pues quería evitar a toda costa que Devon me encontrase así. Bulbasaur echó a correr hacia el césped del jardín, haciéndome sentir la frustración al verlo revolcarse en la tierra. Sólo puse los ojos en blanco, maldiciendo en voz baja.
La puerta se abrió detrás de mí cuando mi hermana salió al pórtico para hacerme compañía. Llevaba a su Vaporeon en brazos. Ella se sentó a mi lado y, sin mirarme, habló con su exasperante voz baja.
—Ninguno de tus intentos vale la pena. Sabes tan bien como yo que mamá no te permitirá que tengas una vida normal.
Aquello fue lo más desagradable que ella pudo haberme dicho. Así que no tuve reparo alguno a la hora de responderle.
—Nadie te ha pedido tu opinión. ¿Por qué no te vas de aquí?
Ella sonrió con indiferencia.
—Cuando aprendas a aceptarlo todo, sin intentar revelarte ante mamá, todo será más fácil.
—Tú sabes mucho de eso, ¿no es cierto? —le pregunté con tono hiriente y arqueando una ceja.
—Para mamá soy invisible, lo sé. Pero he aceptado esa maldición y ahora tengo una vida tranquila. Le he encontrado el lado positivo a la actitud de mamá. Puedo hacer lo que me plazca y a ella no le importará en absoluto. Quizá tú debas encontrar también el lado positivo a la forma en la que mamá te sobreprotege tanto.
Acalló su voz en cuanto aquella persona, que me devolvió de golpe el bueno humor, exclamó desde la verja de la entrada:
— ¡Sky!
Mi hermana puso los ojos en blanco al ver la forma en la que Devon sonrió cuando yo lo saludé con una sacudida de los dedos.
Recuerdo que, en ese momento, creí que jamás había visto a un chico tan atractivo.
Devon había elegido vestir casualmente, aunque algo en su aspecto le daba cierto toque de elegancia. Llevaba vaqueros y una camiseta, un conjunto que contrastaba con la chaqueta de cuero de color negro que hacía resaltar su tono de piel. Su cabello, al que quizá le hacía falta un recorte, iba alborotado. Sus ojos brillaban con la misma ilusión de un niño en navidad. Llevaba un ramo de rosas en las manos. Flores preciosas de color blanco. Eevee, con su pañoleta de color negro aún atada al cuello, corrió hacia Bulbasaur para unirse al juego sobre el césped.
Se colocó frente a mí y me tomó de la mano para hacerme levantar del pórtico.
Su sonrisa, por alguna razón, me hizo creer que la idea de salir conmigo le ilusionaba tanto como a mí.
—Luces muy linda, Sky —me dijo—. Parece que todo lo que necesitabas era darte una buena ducha.
Me dedicó un guiño y yo arremetí en su contra a punta de puñetazos en su pecho.
Ambos reímos a carcajadas.
A pesar de ser el inicio de una noche que lo cambió todo, seguíamos siendo los mejores amigos.
—Toma —me dijo entregándome el ramo de flores—. Espero que te gusten. Ellen fue quien las eligió.
—Me invitas a salir y le pides a tu hermana que te ayude a elegir las flores... ¿No te parece que ese es un mal comienzo?
—Bueno, yo creo que tú le has pedido a Bulbasaur que elija por ti lo que traes puesto, pues en realidad me parece imposible que tú tengas tan buen gusto.
—Ustedes dos me provocan nauseas.
Aquella fue la voz de mi hermana, quien se levantó del pórtico y entró de vuelta a la casa. Devon y yo sólo reímos, antes de que él rodeara mis hombros con un brazo y echáramos a caminar juntos hacia la verja de la entrada. Bulbasaur e Eevee nos siguieron, correteándose como siempre. Ellos eran casi tan inseparables como nosotros.
—Las flores son preciosas —le dije—. Pero, ¿no crees que sería mejor entrar a la casa para ponerlas en un florero con un poco de agua?
—Por supuesto que no —dijo él encogiéndose de hombros—. Te sorprendería lo mucho que pueden durar con vida esas flores. Mi madre las cultiva en el jardín. Utiliza un químico extraño que le llega por correo por parte de la Elite para que sus flores...
—Espera un momento.
— ¿Qué?
— ¿La Elite le enviaba a la madre de Devon un químico para que las flores duraran por más tiempo?
—Piensa que quizá ese químico estaba recibiendo un mal uso.
—Oh... Claro, ya lo sabía.
—Me has traído flores del jardín de tu madre —me burlé—. Estás perdiendo todos tus puntos, ¿sabes?
Él rió.
—Esa es la clase de comentarios que me hacen querer haber salido con Jackie y no contigo —se burló.
—Quizá Jackie te habría golpeado en la entrepierna si se lo hubieras dicho —le respondí y ambos reímos a carcajadas de nuevo.
Algo que tienes que entender acerca de nuestra primera cita es que no fue nada romántico, nada perfecto. No fue como en una película de romance en la que paseas por las calles con esa persona, ambos tomados de las manos y escuchando una linda canción que acompaña tus aventuras. Así que quizá te parezca decepcionante, aunque para mí fue uno de los mejores días de mi vida.
Lo primero que hicimos fue ir a tomar un helado, donde competimos por ver quién podía comer más cantidad en una sola cucharada sin sufrir de un congelamiento de cerebro. Devon perdió esa competencia y por poco terminó noqueado en el suelo. Recuerdo que incluso cayó de su asiento, despertando las risas de todos los clientes de la heladería. Pasamos un rato haciendo competencias que, en su mayoría, estaban relacionadas con saber quién de nosotros podía comer más cantidad de cualquier cosa. Todo hubiera sido más divertido con Bulbasaur e Eevee, pero la entrada a los Pokemon estaba totalmente prohibida en aquellos locales así que tuvieron que acompañarnos dentro de sus Pokebolas.
Fuimos a ver una película, tal y como Devon había dicho al principio. En el cine habían organizado un festival sobre el cine clásico de terror. De tantas películas que encontramos en la cartelera, la elegida fue Carrie. Fue gracias a esa película que me di cuenta de que Devon podía ser un tanto cobarde. Aunque, para disimularlo, supo encontrar el lado divertido. Los comentarios que hizo durante distintos momentos de la película me hicieron reír tanto que por poco terminamos siendo expulsados de la sala y totalmente vetados del complejo de cines... Al menos, hasta que esos comentarios se convertían en una manera de fastidiarme.
—Algo me dice que tú reaccionas de esa manera cuando estás en tus días difíciles —me dijo cuando, en la pantalla, Carrie suplicaba al no comprender lo que ocurría con su primer periodo.
—Maldita sea, veo esto y pareciera ser similar a un buen día de vacaciones en comparación con los entrenamientos de Número Tres —dijo durante la escena del castigo en el campo deportivo con la profesora Desjardin.
—Sky, ganarías muchos puntos extra si me dices que tú tampoco estás usando sostén ahora mismo —me dijo con una pícara sonrisa durante la escena en la que la cámara hizo ese pervertido acercamiento hacia el busto de Chris en el auto de Billy.
—Mierda, es Jackie —se burló durante la escena en la que Margaret White enloquece y comienza a descargar su ira sobre una zanahoria inocente.
Mientras algunas personas hablaban de la película mientras salían de la sala, una vez que terminó, nosotros íbamos riendo a carcajadas.
La cena consistió en hamburguesas, patatas fritas un par de batidos de chocolate.
Lo sé, podrá parecer tonto. Podrá parecer que no fue más que una simple salida entre un par de amigos. Sé que no es lo que esperabas y sé que, posiblemente, te decepciona saber que Devon no fue mi príncipe azul. Pero algo ocurrió ese día. Algo que me hizo fijarme más en el brillo de los ojos de Devon. En la forma en que sus labios se curveaban cuando él sonreía. En la calidez que su cuerpo me transmitía cada vez que él me abrazaba por los hombros. En lo mucho que me gustaba la idea de mirarlo hacia arriba, pues él era un poco más alto que yo. En la forma tan evidente en la que su voz estaba volviéndose un poco más grave gracias a la pubertad. En el aroma de su colonia que lo hacía parecer un poco sofisticado. En el sonido de su risa... En la forma en la que él me miraba, como si frente a él hubiese estado la clave de la felicidad. De su felicidad.
Comencé a sentir un cosquilleo en mi estómago a causa de sus miradas. Era una sensación que se intensificaba cada vez que él decía mi nombre. La palabra Skyler era hermosa cuando él la pronunciaba.
Él me gustaba, lo admito.
Me gustaba muchísimo.
Eran casi las diez de la noche cuando volvimos a Crown Corners. Las luces de la casa estaban encendidas, así como las luces exteriores del gimnasio de mi familia. Sin importarme las consecuencias, invité a Devon a pasar hasta el pórtico. Los rociadores del césped estaban encendidos.
— ¿Quieres pasar? —le pregunté a Devon cuando ambos nos detuvimos al pie de la escalerilla.
Él negó con la cabeza.
—Creo que lo hemos pasado demasiado bien como para arruinar la noche confrontando a tu madre —me dijo—. Pero... En otro momento me gustaría conocerla. A ella y a tu hermana.
—Supongo que tienes razón... —le respondí resignada—. Mamá se pondrá como un ogro si te ve dentro de la casa. Creo que podemos esperar a que vengas a cenar con nosotras. Eso me daría tiempo para ayudarla a prepararse psicológicamente para conocerte.
—Espero no meterte en problemas luego de esta noche, Sky.
—Lo que mi madre pueda opinar al respecto ha dejado de importarme. En verdad, creo que me encantaría llamar a Jackie para pedirle que salgamos a algún lado juntas mientras tú no estás. Después de todo, es mi mejor amiga.
—Me he puesto celoso.
Ambos reímos.
Devon siempre tuvo ese efecto en mí.
—Bueno, tengo que encontrar alguna diversión mientras tú no estás —le dije—. Quizá también invite a salir a Max.
—Vaya, pues eso sí que me ha hecho sentir verdaderos celos —dijo él—. No, Sky, no permitiré que Max salga contigo. Me gustas demasiado como para compartirte con él.
Y fue así como él echó a perder mi buen humor, que fue remplazado con el nerviosismo y el sonrojo de mis mejillas.
Él volvió a reír.
—Detesto que seas tan directo cuando dices las cosas —le espeté—. ¡Ten un poco más de tacto!
Asesté un puñetazo en su pecho que sólo logró acrecentar su risa.
Era como si mis nervios hubieran sido divertidos para él.
—No puedo evitarlo —se excusó—. Luces muy linda cuando te sonrojas.
—Tienes que estar bromeando.
—No bromeo, Sky. Creo que lo que más me gusta de ti es eso. Tu sonrisa cuando estás nerviosa es mucho más auténtica que en ningún otro momento.
Se acercó a mí entonces y ocurrió.
— ¿¿¿Ocurrió???
—Maldita sea...
Devon dudó en el primer momento, pero algo dentro de él le dio la fuerza para terminar de acortar la distancia entre nosotros. Acarició mi mejilla con delicadeza. Lo vi acercarse a mí con una lentitud exasperante, así como sentí como algo tiraba de mí para que yo también acercase mi rostro al suyo. Incliné mi cabeza hacia el lado derecho y cerré mis ojos, sólo sintiendo la forma en la que sus labios se cerraron sobre los míos.
Fue un beso corto. Dulce. Sólo duró un par de segundos pero fue lo suficientemente largo como para dejarme sin aliento. Jamás pensé que el primer beso pudiese hacerte sentir que tus labios estaban ardiendo. Eso fue justamente lo que yo sentí. Una calidez extraña. Agradable. Una sensación que me obligó a suplicar por un segundo beso que, en ese momento, no llegó.
Igualmente sonrojado, Devon se apartó de mí.
Fue como si el contacto de sus labios con los míos hubiese colocado un hechizo en mi interior, pues al instante me sentí en las nubes.
—De-Devon... —tartamudeé con voz débil.
Él no me miró cuando respondió.
—Lo lamento —me dijo—. Tengo que volver a casa.
Tuve que ser veloz para evitar que él se retirara.
— ¡Aguarda! —Dije. Él se giró para mirarme con las cejas enarcadas y yo, aún sintiéndome totalmente bajo su control, sólo pude musitar—: Devon, tú... Tú también me gustas a mí...
Sonrió complacido y me dedicó un guiño antes de seguir avanzando. Sin embargo, se detuvo a los pocos segundos. Se giró de nuevo y dijo las palabras que lograron desordenar mi mundo entero.
—Oh, lo olvidaba. Sky, ¿serías mi novia?
Un rotundo sí se escuchaba en mis adentros. Pero no pude decirlo. Sólo balbuceé cosas sin sentido. Él rió de nuevo y dijo, con esa sonrisa tranquilizadora que en ese momento sólo me hacía sentir a punto de perder el control:
—No tienes que responderme ahora. Tenemos toda una vida por delante y lo que siento por ti no desaparecerá. Te lo aseguro. Me lo he pasado de maravilla hoy contigo, Sky.
Y se retiró.
Yo me quedé en el pórtico sin saber qué responderle... En tan sólo un puñado de horas, mi vida se había transformado por completo..
— ¡¡¡Oh, por Dios!!! ¡¡¡No lo creo!!! ¡¡¡Es que ustedes dos fueron hechos para estar juntos!!! ¡¡¡Y eso que te dijo sobre sus sentimientos es tan romántico!!! ¡¡¡Imagina lo mucho que él te amaba como para decir algo así!!!
—Éramos sólo unos niños.
— ¡¡¡Patrañas!!! ¡¡Dime que le respondiste que sí querías ser su novia!! ¡¡¡Dímelo ya!!!
—Me dejarás sorda. ¡Deja de gritar!
— ¡¡¡Necesito saberlo!!! ¡¡Te has sonrojado, así que eso significa que sí te hiciste su novia!!
—Oh, cierra la boca.
—Devon tiene razón. Eres linda cuando te sonrojas.
—Maldigo el día en el que...
—Sí, sí. Ya lo sé. ¡¡Ahora cuéntame qué pasó luego!!
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