Capítulo LVI

 —No sucedió como tú piensas. A decir verdad, fue algo totalmente espontáneo e inesperado...

—Patrañas. El primer beso siempre es romántico, de ensueño y...

— ¿Qué vas a saber tú?

—Sé más de chicos de lo que tú imaginas.

—Déjame adivinar. Jamás en tu vida saliste con alguien, ¿o sí?

—Bueno... Es complicado...

—Lo sabía...

—Sólo sigue hablando de Devon y déjame en paz.

No sucedió como tú piensas. A decir verdad, fue algo totalmente espontáneo e inesperado. Sucedió durante los siguientes días luego de haber descubierto el asunto de los desafíos que la Elite estaba preparando para nosotros. Luego de que las píldoras experimentales hicieron su trabajo, estuve totalmente recuperada para poder entrenar. Desperté a Bulbasaur, quien se había quedado dormido a los pies de mi cama. Me duché y bajé a tomar el desayuno. La desagradable sorpresa que me causaba saber que mi hermana siempre se despertaba mucho antes que yo para entrenar por su cuenta ya se había hecho costumbre para mí. Así que al verla sentada en la mesa de la cocina, comiendo lentamente un poco de ensalada de frutas y en compañía de sus Pokemon, simplemente decidí ignorarla. Ella hizo exactamente lo mismo.

Al terminar el desayuno, salí de la cocina y simplemente le recordé a Sheryl que debía lavar sus platos sucios. Ella sólo me dedicó una señal obscena con el dedo medio.

Bulbasaur y yo trotamos hacia la parada del autobús. Lo abordamos y nos dirigimos en silencio hacia el complejo de apartamentos.

Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que Devon e Eevee ya estaban esperándonos en la recepción del edificio. Devon me saludó a mí con un beso en la mejilla y a Bulbasaur lo recibió con un par de palmadas en la cabeza. Ni bien estuvieron juntos, Eevee y Bulbasaur comenzaron a correr, intentando atraparse el uno al otro.

Subimos en el ascensor y nos enfilamos por el pasillo para llegar al apartamento, donde nos topamos con que el señor Williams se encontraba haciendo labores de reparación. Recuerdo que él llevaba puesto un cinturón lleno de herramientas, a pesar de solamente estaba aplicando un poco de aceite en las bisagras de la puerta principal. Arcanine estaba allí, como si estuviese vigilando que el señor William hiciera bien su trabajo.

—Buenos días, señor Williams —saludamos nosotros.

Hola, chicos —nos dijo él en perfecto español—. Leona está esperándolos dentro. ¿Tienen hambre?

—Bueno, un bocadillo no nos vendría nada mal —respondió Devon dando una palmada—. Aquí siempre hay comida deliciosa.

—No creo que sea una buena idea —dije yo—. Entrenaremos. Y ya sabes cómo son los ejercicios de Número Tres. Enfermarás si decides comer algo antes.

Él rió y me hizo callar, tirando de mis mejillas hasta que éstas se tornaron de color rojo.

El señor Williams compartió las risas por un momento y se apartó para dejarnos pasar al apartamento. Arcanine nos saludó con un movimiento de la cabeza.

Ni bien estuvimos en el recibidor, fuimos recibidos por el impacto de dos pelotas de tenis que nos acribillaron. Yo recibí el golpe en el estómago. Devon recibió el suyo en la cabeza.

—Parece que sus reflejos se han atrofiado en estos días en los que no han tenido ningún tipo de actividad —nos dijo Número Tres con severidad—. ¡Vengan aquí, par de holgazanes!

Lo hicimos.

Ella estaba ya lista para el entrenamiento. Sus ropas ajustadas sólo hacían un poco más evidente el pequeño abultamiento que comenzaba a crecer en su vientre. Ella nos miraba con impaciencia, como si nosotros hubiéramos estado caminando demasiado lentamente.

Nos condujo hacia una de las puertas de su apartamento, una de las habitaciones que siempre permanecía cerrada. Al atravesar el umbral, nos topamos con que en esa habitación estaba ambientado un gimnasio en miniatura. Perfectamente equipado. Muy luminoso. Quizá con el único defecto de que era demasiado pequeño como para que todos pudiésemos esta allí dentro a la vez. Sin duda, no había sido diseñado para que lo ocupara más de una persona. Había dos máquinas para correr o trotar, ambas situadas una al lado de la otra. Me fue sencillo imaginar que Número Tres solía ejercitarse allí mismo, siempre junto a su Arcanine. Había también otros artefactos que sin duda pertenecían a los avances tecnológicos de la Elite. Recordaba un poco al aspecto del gimnasio de la casa de los Paltrow.

—Hoy nos dedicaremos solamente a hacer algunos ejercicios sencillos —dijo Número Tres—. Espero que estén preparados. No estamos en el Instituto, así que el entrenamiento será mucho más exigente. Quiero que lleven sus cuerpos al máximo, ¿entendido?

— ¡Sí, Número Tres!

Y comenzamos con la rutina que, al pasar los primeros cinco minutos, ya nos tenía totalmente exhaustos. Imagina que recién terminábamos la rutina de calentamientos y nuestros cuerpos ya ardían como si hubiésemos estado ejercitándonos en el mismísimo infierno.

Número Tres no participaba en los ejercicios, lo cual era extraño. En el Instituto, ella siempre estaba dispuesta a demostrarnos cómo se hacía cada una de las rutinas. Podía repetirlas una y otra vez in derramar una sola gota de sudor. Pero en aquella ocasión, en el gimnasio de su apartamento, ella no quiso hacer ningún esfuerzo innecesario. Se mantenía lejos de nosotros, sólo dándonos órdenes. Se acercaba ocasionalmente, sólo para corregir nuestra postura. Por lo demás, permanecía a una distancia prudente. Cada pocos segundos acariciaba su vientre y sonreía como si fuese la mujer más feliz del mundo.

Al finalizar el entrenamiento, todos nosotros casi tuvimos que arrastrarnos para salir del gimnasio. Mis piernas temblaban y mis brazos estaban tan adoloridos que simplemente no podía hacer el más mínimo movimiento con ellos. Recuerdo que me dejé caer en el sofá cuando finalmente pude llegar a la estancia. Devon, sin pena alguna, se dejó caer en el suelo a medio camino y, literalmente, comenzó a arrastrarse mientras lloriqueaba. Eevee lo imitó, dejándose caer igualmente. Ambos eran tremendamente parecidos.

El señor Williams nos ofreció un par de bebidas una vez que Devon pudo llegar al sofá, era un delicioso té helado. Número Tres nos miraba con los brazos cruzados. Su expresión endurecida, esa misma que utilizaba cuando estaba desempeñando su rol de profesora, nos hacía preguntarnos si acaso habíamos hecho bien nuestro trabajo. Era imposible descifrar aquella mirada impenetrable.

—Son un par de enclenques —nos dio ella—. ¿Acaso no les dije que debían esforzarse al máximo? ¿Tan rápido se han quedado sin energías? Tendrán que hacer un mejor esfuerzo si realmente quieren mejorar sus habilidades. Así que esta noche, en sus casas, tendrán que repetir este entrenamiento. Y tú, Paltrow —añadió con mucha más severidad mirando a Devon—, tendrás que hacer esa misma rutina tres veces cada día mientras estés en Canadá. ¿Has entendido? —Devon asintió—. Cuando hayamos vuelto todos al Instituto, ustedes tendrán que ser los mejores de la clase. Quiero que se deshagan de esos cuerpos flácidos durante el verano.

—Es un entrenamiento un poco brutal, ¿no le parece? —preguntó Devon.

Número Tres rió con crueldad.

— ¿Eso te parece? —se burló ella—. En ese caso, quiero que termines ese té helado y luego hagas cincuenta flexiones.

— ¿¡Qué!? —reclamó él—. ¡Ni siquiera puedo moverme!

—Que sean cien —dijo ella.

—Usted quiere matarme —dijo él hundiéndose en su asiento.

— ¿Ciento cincuenta? —propuso ella.

Yo sólo pude reír por lo bajo, haciéndome acreedora de mi propio castigo.

—Serán quinientas flexiones, para ambos —declaró Número Tres—. Y cada vez que escuche una sola queja, se sumarán cien flexiones más.

Imagina esforzarte de esa manera sin poder hacer ningún tipo de sonido.

Terminé totalmente hecha pedazos. Ni qué decir de Bulbasaur. Tuve que llevarlo en mis brazos, pues no podía mantenerse en pie.

El señor Williams hizo un gran acto de amabilidad, y compasión, al llevarnos a casa en su auto.

La primera parada que hicimos fue en mi casa. El señor Williams aparcó el auto frente a la acera y Devon y yo nos apeamos de él. El motor permaneció encendido, pues la idea principal de ir a mi casa no era la de permanecer horas y horas conversando en el pórtico.

Sheryl se quedó helada cuando me vio llegar en compañía de Devon. Ella estaba jugando con sus Pokemon en el jardín, lanzando pelotas de playa que todos ellos perseguían como si no hubiese un mañana. Y cuando me miró, separó un poco los labios para demostrarme lo impactada que estaba. Arqueó las cejas y endureció su expresión de inmediato para comunicarme que le desagradaba a sobremanera el hecho de que yo me hubiese tomado la libertad de llegar de nuevo a casa en compañía de Devon.

—Parece que no le agrado a tu hermana —dijo Devon entre risas—. ¿Es por mi cara?

Ambos reímos a carcajadas.

De pronto me pareció que un verano sin él sería similar a un verano totalmente muerto.

—Tienes que venir a cenar antes de tomar tu vuelo a Canadá —le dije a Devon—. Si mi madre te conoce como es debido, quizá podamos salir más y...

—Lo haré si tú aceptas ir a cenar mañana conmigo.

— ¿Con tu familia? Por supuesto, ¿por qué no...?

—No, no. No lo comprendes. Quiero que salgamos a cenar antes de que yo me vaya.

Me quedé totalmente desarmada.

Su invitación me había tomado por sorpresa.

— ¿Qué? —le pregunté con voz aguda.

Él rió.

—Quiero que tú y yo vayamos a tomar algo, veamos una película en el cine y luego vayamos a cenar juntos. Sólo tú y yo.

— ¿Sólo tú y yo? —repetí.

Él asintió.

—Será divertido —me dijo—. Como una cita.

Pestañeé un par de veces, impactada.

— ¿Una cita? ¿Tú...? ¿Tú quieres salir conmigo?

—Cielos, Sky, creí que nunca me lo pedirías —me dijo él, haciéndome sentir totalmente estúpida por haber caído en su juego—. Ya que insistes, nada me haría más feliz que eso. Vendré a recogerte a las cinco en punto.

Me dedicó un guiño y se retiró.

Aquella noche me di cuenta de un par de cosas que sólo pude notar cuando lo vi subir de nuevo al auto del señor Williams.

La primera, que realmente estaba emocionada con la idea de tener una cita. Aunque... Quizá en ese momento no se me habría ocurrido que mi primera cita tuviese que ser con mi mejor amigo.

La segunda... Bueno... Me di cuenta de que él había jugado con mi mente para asegurarse de que yo lo invitara a salir a él.

—Oh, Devon es tan... Tan...

— ¿Eso ha sido un suspiro?

— ¡No puedo evitarlo! ¡Él es encantador! Es un cretino, pero también es adorable. Y muy lindo.

—Creo que omitiré la siguiente parte.

— ¡¡No te atrevas!!

—Bien, bien... Sólo deja de gritar. Lo digo en serio.

AAASAV2��x��y

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