Capítulo LIV

 —A la mañana siguiente, luego de resignarme ante el hecho de que mi madre no estaba dispuesta a darme siquiera una mínima explicación sobre su comportamiento para con mi profesora, decidí simplemente acudir a los compromisos que conseguí durante la noche anterior...

—Sí, sí. Vamos al grano: ¿Qué pasó con Devon?

— ¿Quieres esperar al menos...?

— ¡¡No quiero seguir esperando!!

—Bien, bien. Sólo no te pongas tan violenta. Pareciera que vas a golpearme.

A la mañana siguiente, luego de resignarme ante el hecho de que mi madre no estaba dispuesta a darme siquiera una mínima explicación sobre su comportamiento para con mi profesora, decidí simplemente acudir a los compromisos que conseguí durante la noche anterior. Tomé un desayuno ligero y salí de la casa en compañía de Bulbasaur. Cuando me encontré en la verja de la entrada, pude ver que Sheryl recién iba volviendo de su entrenamiento matutino. Llevaba puestas sus ropas para ejercitarse y trotaba para evitar que su cuerpo terminara por enfriarse antes de tiempo. Intercambiamos sólo una mirada fugaz y cada una siguió con su respectivo camino, como ya era costumbre.

Cuando llegué a la parada del autobús, vi que Devon ya estaba esperándome. Su Eevee, quien estaba estrenando una pañoleta de color negro que llevaba atada al cuello, retozaba cerca de él y perseguía una pequeña libélula que intentaba escapar de él. Cuando Bulbasaur entró en su campo de visión, Eevee dejó en el olvido a la libélula y se abalanzó sobre mi Pokemon para invitarlo a jugar. Devon sonrió y me dirigió una cálida mirada. Pero cuando yo pude verlo fijamente, sentí que mi corazón daba un vuelco. En su pómulo izquierdo estaba la marca de un puñetazo que alguien le había dado con la fuerza suficiente como para hacerlo sangrar.

— ¡Devon! —exclamé y corrí hacia él para asegurarme de que el resto de su cuerpo estuviese ileso, el se limitó a soltar una leve risa—. ¿Qué te parece tan gracioso? ¿Qué te ha pasado?

Él se encogió de hombros.

—No ha sido nada importante —respondió despreocupado—. ¿Te parece si caminamos mientras hablamos? Estar quieto me pone nervioso.

Supe entonces que algo andaba más que mal. No era normal que Devon se sintiese de esa manera. Él, que tan siempre había sido alegre y despreocupado, parecía haber cambiado de la noche a la mañana.

Comenzamos a caminar juntos hacia el gigantesco parque que quedaba a pocas calles de la casa de mi familia. Eevee y Bulbasaur estaban más que contentos por poder correr con libertad. Nosotros, por otra parte, íbamos a paso lento. Devon, al encontrarse resguardado entre las personas que visitaban el parque y sintiéndose quizá un poco más relajado al estar entre los árboles y el césped, comenzó a recuperar esa expresión de extrema confianza que siempre lo había caracterizado. Supe que era el momento perfecto para romper el silencio.

—Estuve esperándote anoche —le espeté—. Aunque, a decir verdad, creo que a mi madre le habrá alegrado que tú no te presentaras para cenar con nosotros. Ocurrieron cosas muy intensas anoche. Me alegra que no las hayas visto.

— ¿Qué clase de cosas? —me preguntó.

No tuve reparo alguno a la hora de contarle a Devon todo lo que aconteció entre mi madre y nuestra profesora. Las dudas que aún sentía se apoderaron de mi voz, haciéndola sonar un poco insegura cuando tuve que mencionar aquello acerca de que, aparentemente, mi madre y Número Tres se habían conocido años atrás. Y al finalizar mi relato, Devon soltó un silbido y echó la cabeza hacia atrás.

—Creo que comienzo a atar cabos —me dijo—. Y es una pena. Parece que Número Tres realmente está sufriendo aunque parezca que no es así. Pero no logro entender cómo fue que ella, siendo tan fuerte, no se atrevió a defenderse de las acusaciones de tu madre.

—Sólo sé que sentí demasiada empatía hacia ella —le respondí—. Y quiero descubrir qué es todo eso que involucra a Número Tres con mi familia. No soporto ver sufrir a mi madre, pero Número Tres también es muy importante para mí. ¿Se supone que tengo que elegir un bando?

—Lo dudo. Tu padre falleció hace ya mucho tiempo y Número Tres no fue quien lo asesinó.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque si fuera así, no creo que ella te hubiera tomado tanto cariño.

Y me dedicó un guiño.

Devon, mi mejor amigo, estaba de vuelta.

—Como sea —le dije encogiéndome de hombros—. Continuaré con mi entrenamiento.

— ¿Qué harás si tu madre no quiere aceptarlo?

— ¿Qué importa lo que ella diga? Quiere que sea parte de la Elite, ¿no es cierto? Número Tres tiene razón al decir que no podré explotar todo mi potencial en el gimnasio de mi familia. Tengo que hacer esto para demostrar ante mi madre que soy diferente a ella y a mi hermana.

—No tendrías tantos problemas si hubieras elegido a un Squirtle en primer lugar —me dijo él dándome un leve empujón con los hombros.

Yo sólo pude reír.

—De no haber elegido a Bulbasaur, quizá me habría convertido en la Entrenadora Pokemon más infeliz del mundo —le respondí—. Sé que él es torpe, débil, un poco distraído. Pero es mi mejor amigo, ¿sabes?

—Me he puesto celoso.

Y ambos compartimos una carcajada.

Devon sabía cómo levantarme el ánimo y sabía también cómo hacerme creer que todo podría ser mejor. Era como si su simple presencia y su radiante alegría encendiera una gran luz dentro de mi propia oscuridad.

— ¡¡Eso es tan...!!

—No lo digas.

— ¡¡Es tan Skylevon!!

—Maldita sea.

Devon supo que era su turno de hablar cuando el tema de mi madre y Número Tres quedó en el olvido. Soltó un pesado suspiro y, sin reparo alguno, comenzó con su excusa.

—Iba en camino a tu casa, cuando un auto me interceptó —me dijo, su semblante despreocupado lucía incluso indiferente cuando su sonrisa se borraba—. La portezuela trasera se abrió y un par de sujetos me tomaron por los brazos para obligarme a entrar.

— ¿Qué? —le pregunté horrorizada—. ¿Quiénes eran? ¿Qué es lo que querían de ti?

—No lo sé —dijo él, de alguna manera supe que era totalmente sincero—. Cubrieron mi boca con una mordaza, mis ojos también fueron vendados. Sentí incluso que ataban mis muñecas y mis tobillos.

Me mostró entonces las pruebas de que lo que decía era totalmente cierto. En sus muñecas se remarcaba con color rojo que comenzaba a tornarse de un tono púrpura el par de marcas de las ataduras. Parecía que le habían estado cortando la circulación durante mucho tiempo, pues las marcas pasaban justamente por encima de sus venas.

— ¿Querían secuestrarte? —le pregunté en voz baja.

—Eso creí al principio —me dijo él—. Pero sólo me llevaron a un sitio que no pude ver, pues siempre estuve con los ojos cubiertos. Lo único que sé es que había un olor a humedad demasiado fuerte. Era un sitio cerrado y frío.

El miedo se apoderó de golpe de cada una de las más pequeñas fibras de mi cuerpo.

— ¿Qué fue lo que te hicieron? ¿Quiénes eran, Devon? —insistí.

—No lo sé —respondió él de nuevo—. Sólo sé que se burlaban de mí. Reían. Me golpearon durante un momento, fueron bastante crueles. Y al terminar, sólo me tomaron por los hombros para llevarme de nuevo al auto. Sentí cómo me trasladaron a otro sitio. La portezuela se abrió y escuché una voz cruel y... Siniestra, sí. Era de una niña pequeña.

— ¿Una niña pequeña?

—Sí. Ella dijo: Si sabes lo que te conviene, te mantendrás alejado de nosotros. Eres una amenaza. Entre nosotros no hay lugar para ti.

— ¿Qué?

—Luego de eso, me lanzaron a la acera. Alguien cortó las ataduras de mis manos y se fueron a toda velocidad. Cuando quité los vendajes de mis ojos, descubrí que estaba en una calle desconocida. Mi billetera, mi teléfono celular, mis Pokebolas, todo estaba en mis bolsillos. Tuve que tomar un taxi para volver a casa.

Y guardó silencio.

Me sentía mucho más confundida, como si alguien hubiese estado preparando un batido dentro de mi cabeza. Supuse que Devon se sentía de la misma forma. Sólo podía imaginar el temor que él debió al haber estado ahí. El dolor. Sólo pude tomar su mano para demostrarle que podía contar conmigo, a pesar de que yo no podía ofrecerle solución alguna. Él, sin embargo, continuó hablando al cabo de un par de minutos de haber permanecido en silencio.

—Había una carta —me dijo—. Un sobre de color negro, con mi nombre y el escudo de la Elite.

—Lo sé. Yo recibí una carta similar.

—No, no lo entiendes. La carta estaba... La carta apareció en un abrir y cerrar de ojos, en mi habitación.

— ¿Qué?

—Salí durante un momento solamente, para bajar a la cocina y conseguir un bocadillo, tardé solamente un par de minutos. Y cuando volví, la carta había aparecido

— ¿Abriste la carta?

—No. ¿Tú abriste la tuya?

—No... Número Tres dijo que debía esperar. Parece ser que una vez que la carta se haya abierto, no habrá manera de escapar.

—Ya veo...

Una expresión pensativa apareció en su rostro durante un breve instante. Misma que desapareció cuando se encogió de hombros y dibujó en sus labios su sonrisa habitual.

—Creo que necesito comer algo antes de seguir pensando —me dijo con una sonrisa desvergonzada—. ¿Qué te parece si vamos a tomar el desayuno juntos y después vamos a ver a Número Tres?

— ¿Qué te gustaría? —le pregunté, creyendo que luego de lo ocurrido la noche anterior debía ayudarlo a recuperar el ánimo de alguna manera—. Yo pagaré.

— ¿Perros calientes? —sugirió él con una sonrisa traviesa.

Yo asentí.

—Bien —le dije—. Ve a buscar una banca para sentarnos y yo iré a buscar la comida.

Me despidió con un guiño y se adelantó un par de pasos para llamar la atención de Eevee y Bulbasaur. Yo tomé el camino contrario, dirigiéndome hacia la zona donde solía estar el vendedor de perros calientes. Pero ni bien salí del campo de visión de Devon, cuando los árboles nos separaron por completo, sólo pude sentir aquellas gruesas manos masculinas que me tomaban por los hombros. Mi mundo se vino abajo cuando un vendaje oscureció mi vista. Sentí la forma tan agresiva en la que colocaban la mordaza en mi boca. Me obligaron a caminar a punta de empujones y tirones de cabello. Y lo último que logré escuchar antes de darme cuenta de que me estaban trasladando hacia un sitio vacío, fue la voz de una siniestra niña pequeña que decía:

— ¡Date prisa! ¡Nadie debe vernos aquí!

Fue aquella la primera vez que escuché su voz.

Por supuesto, en ese entonces yo no sabía que esa siniestra niña pequeña se convertiría, más adelante, en nadie más y nadie menos que mi némesis.

— ¡¡No puede ser!! Pero, ¿Devon no se dio cuenta?

—No.

— ¿Quiénes eran?

— ¿No lo imaginas?

—No, para nada.

—Vaya, que eres lenta...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top