Capítulo LIII

 —Recuerdo que me sentí un tanto incómoda y abochornada cuando Número Tres entró a la estancia y vio un poco de desorden en los sofás...

— ¿Eras tan desordenada en verdad?

—Claro que no. Con eso me refiero a que había algunas cosas fuera de su lugar, eso es todo.

Recuerdo que me sentí un tanto incómoda y abochornada cuando Número Tres entró a la estancia y vio un poco de desorden en los sofás. Tuve que adelantarme un poco para retirar un par de motas de polvo, así como aproveché que ella se adelantó para acicalar un poco mi cabello. Me pareció un poco estúpido el hecho de que estuviese preocupándome más por mi propia imagen frente a Número Tres, que por cómo reaccionaría mi adre cuando llegara a enterarse de quién era la persona que nos visitaba.

Número Tres se detuvo al estar en el centro de la estancia. Miró a su alrededor durante un breve instante y arqueó ambas cejas, diciendo:

—Tal y como lo imaginaba. Es como si la decoración fuera parte de una colección que lleva el apellido de tu familia. Todo aquí dice Crown.

Agaché la mirada durante una breve facción de segundo, sintiéndome mucho más abochornada.

— ¿Quiere sentarse? —Le pregunté cuando recuperé la voz—. Iré a servirle algo de beber. ¿Qué le gustaría?

—Un poco de agua estará bien, Skyler. Te lo agradezco.

—Skyler, ¿quién ha...?

En ese preciso momento no pude entender la razón por la que sentí que mi mundo se veía abajo al ver que mi madre salía de la cocina y su mirada se cruzaba con la de mi profesora. Era como si ambas se hubiesen detestado durante toda la vida. Lo supe por la manera en la que la mirada de mi madre intentaba apuñalar a Número Tres en toda la extensión de su cuerpo. Pero cuando comencé a atar cabos, Número Tres dijo algo que me hizo sentir mortalmente confundida.

—Usted debe de ser la señora Crown —dijo y le dedicó una sonrisa neutral a mi madre—. Es un placer conocerla finalmente.

Y mi madre, reprimiendo su ira, respondió:

— ¿Qué es lo que está haciendo usted aquí?

Era evidente que mi madre no soportaba siquiera la simple presencia de mi profesora.

Yo me sentía como una intrusa.

Una intrusa invisible.

—Soy la profesora de Skyler, mi nombre es...

— ¿Qué diablos está haciendo usted aquí?

De pronto, el rostro de Sheryl apareció en mi campo de visión. Mi hermana había bajado de nuevo las escaleras, para presenciar lo que estaba ocurriendo en la estancia. Cuando me di cuenta de la forma en la que Skyler miraba a mi profesora, como si le sorprendiese el hecho de que ella estuviese en nuestra casa, me sentí como si ellas tres hubiesen sabido un secreto que yo ignoraba.

—He venido a hablar con Skyler acerca de un asunto importante —respondió mi profesora con esa actitud altiva que le iba tan bien—. ¿Le importaría, señora Crown, dejarnos a solas para que podamos...?

—En realidad —le interrumpí apresuradamente—, estábamos a punto de cenar. Devon vendrá también, así que...

— ¿Devon Paltrow estará aquí? En ese caso, ¿qué mejor? ¿Les importa si me quedo a cenar con ustedes?

—Por supuesto que no —le dije sonriente—. Iré a poner un lugar para usted en la mesa.

Ella me dedicó una sonrisa y yo simplemente me alejé, sintiendo el gran cambio de energía cuando entré al comedor. Era como si en esa habitación en particular el aire hubiese estado corriendo e una manera un tanto más libre. Recuerdo que incluso sentí mi corazón latir aceleradamente, aunque seguía sin comprender la razón. Escuché entonces un correteó y, pronto, Sheryl estaba a un lado de mí.

— ¿Qué está haciendo ella aquí? —preguntó Sheryl con su exasperante voz susurrante.

—Es mi profesora —le respondí y la tomé con fuerza por el hombro derecho para añadir con tono ligeramente amenazador—: Más vale, por tu propio bien, que te comportes estando frente a ella.

Mi hermana se liberó de mi agarre, con violencia, y se retiró indignada.

La cena fue sumamente incómoda.

El platillo que mi madre preparó consistía en un corte de filete de pescado asado, un poco de ensalada y una rebanada de tarta de queso para el postre. Mi hermana y yo debíamos beber agua mineral, mientras que mi madre y Número Tres bebían un poco de vino. Nuestros Pokemon comían también un pequeño corte de filete. Arcanine, sin embargo, no pudo unirse a nosotras.

—Arcanine lleva una dieta estricta —explicó Número Tres al mismo tiempo que acariciaba la cabeza de su Pokemon—. Vegetales y carnes rojas son lo único que él puede comer.

Mi madre murmuró algo acerca de sus opiniones sobre las carnes rojas, ella tenía su propia manera de pensar al respecto.

—Mi madre piensa lo mismo. En casa solamente podemos comer pollo o pescado, el resto de las carnes solamente podemos comerlas cuando papá hace sus parrilladas.

—Bueno, mi madre sacó las carnes rojas de nuestra dieta. Pero tiempo después, cuando Devon me mostró algunos de los placeres de la vida, pude disfrutar de una gran hamburguesa a pesar de la indigestión que seguía después.

Mi madre no podía degustar su cena en paz, pues simplemente se concentraba en mirar a Número Tres con todo el desprecio que era capaz de acumular en sus ojos. Tampoco yo podía comer, pues lo único que me importaba era asegurarme de que Número Tres obtuviera una muy buena impresión acerca de mi familia.

Al terminar de devorar la mitad de su corte de filete, Número Tres tomó un pequeño trago de vino y finalmente habló.

—Señora Crown, permítame decirle que el desempeño de su hija en el colegio ha sido impresionante. Ha mejorado mucho. No es, ni de cerca, la misma Skyler de hace un año.

— ¿Es todo lo que tiene que decir?

Mi madre jamás fue buena atendiendo a los invitados.

Especialmente a aquellos invitados que ella no quería recibir en casa.

—Estoy segura de que usted se siente orgullosa de que Skyler haya superado la segunda prueba —continuó Número Tres—. Todos en el Alto Mando hemos hablado al respecto y creemos que, si Skyler continúa superándose durante el siguiente curso, estará lista para ser una Iniciada. Señora Crown, ¿está usted al tanto de la manera en la que la Elite recluta a sus nuevos integrantes?

—Por supuesto que lo estoy —respondió mi madre con hostilidad, era como si de pronto hubiese dejado de interesarle el hecho de que yo pudiese formar parte de la Elite.

—En ese caso, tengo que decirle que Skyler solamente necesitará seguir entrenando como lo ha hecho hasta ahora. Supongo que usted sabe que ella, y dos de sus compañeros de clase, estuvieron entrenándose conmigo durante el invierno. Me he convertido en su entrenadora personal y quisiera continuar encargándome del progreso de su hija. Por supuesto, todo esto tendrá que hacerse con su pleno consentimiento.

Me atraganté un poco con un trago de agua cuando recordé las prácticas de tiro que Número Tres nos había impartido.

Por suerte, mi madre no se fijaba en nada de lo que yo hacía en ese momento.

—Skyler no necesita más distractores —dijo mi madre con firmeza—. Tenemos un gimnasio muy bien equipado en el que ella y sus Pokemon podrán...

—El expediente escolar de Skyler pone que entre sus Pokemon existe solamente uno de tipo acuático —le interrumpió Número Tres—. Tendrá que disculparme, pero no me parece que el gimnasio de los Crown sea de mucha ayuda para que ella pueda explotar todo su potencial. La familia Crown es conocida por entrenar únicamente a los Pokemon acuáticos, ¿no es así? Su hija necesita un entorno diferente para descubrir nuevas habilidades.

—He dicho que no permitiré que nadie más se encargue del entrenamiento de mi hija.

—Señora Crown, le he dicho que debe permitir que yo me haga cargo del entrenamiento de Skyler y sus Pokemon para que su hija pueda ser admitida en la Elite en un futuro. Ella en verdad tiene mucho potencial y estoy totalmente segura de que podrá...

—Apuesto a que es usted quien le ha dado ideas estúpidas a mi hija, ¿no es cierto?

— ¿Ideas estúpidas?

—Esas tonterías acerca de entrenar con otras personas y hacer amigos. ¿Ha sido usted?

—Señora Crown, yo no puedo interferir en el deseo que su hija tiene por socializar con sus compañeros de clase. Es parte de la naturaleza humana. Mis deberes como profesora son, únicamente, encargarme de que mis estudiantes aprendan todo lo que necesitan para ser Entrenadores Pokemon. Y mi deber como miembro del Alto Mando, en el rango más alto de la Elite, es brindar toda la ayuda posible para aquellos que tienen todas las habilidades que la Elite busca en sus nuevos reclutas.

—Sé perfectamente cómo actúa la Elite cuando se trata de mover los hilos —le espetó mi madre—. No lo he olvidado. Y te juro, por la memoria de Michael que nunca lo olvidaré.

Me quedé impactada cuando mi madre mencionó el nombre de mi padre en voz alta.

Por supuesto, aquello me hizo sentirme mucho más confundida. Mi cabeza se llenó de dudas. ¿Qué tenía que ver mi padre en todo ese asunto? ¿Por qué mi madre actuaba como si Número Tres hubiese tenido alguna parte de la culpa? ¿Por qué mi madre se negaba a que mi profesora me ayudara a cumplir ese objetivo que mi madre quería que yo alcanzara?

—Lamento lo que sucedió con Michael —dijo Número Tres—, pero estoy aquí para hablar únicamente del destino de tu hija.

—Tienes tan poca decencia que vienes aquí, a mi casa, a mencionar el nombre de mi esposo como si tú...

—Estoy aquí porque es mi trabajo —respondió mi profesora furtivamente.

—Así como era tu trabajo asegurarte de cuidar las espaldas de mi esposo —le espetó mi madre, haciendo que yo sólo pudiera mirar a Número Tres en espera de una respuesta—. ¿Ya lo has olvidado? Tenías que protegerlo, tenías que decir que él se había ido del país. Y lo único que hiciste fue traicionarnos. Cantaste igual que un canario, revelaste que todo lo que nosotros habíamos dicho era una mentira. ¿Y por qué lo hiciste? —Las lágrimas corrían por el rostro de mi madre, pero ella no hacía ningún esfuerzo por cubrirse para evitar que mi hermana y yo la viéramos derrumbarse—. ¿¡Acaso te parece que la vida de mi esposo valía menos que lo que ellos usaron para comprar tu información!? El único consuelo que me queda es que se hizo justicia. Es una fortuna que Theo no haya vivido lo suficiente para darse cuenta de que su madre es una traicionera cobarde.

Vi a Número Tres levantarse de la mesa con violencia. Chasqueó los dedos para que Arcanine la siguiera, evitando así que él se abalanzara sobre mi madre.

Sin poder controlar mis movimientos, yo me levanté igualmente de la mesa y la seguí.

Número Tres salió por la puerta principal, causando que los cristales se resquebrajaran un poco a causa de la violencia que usó para abrirla. Yo tuve que apretar el paso, pues ella pronto se encontró a medio camino entre la puerta principal y la verja de la entrada.

— ¡¡Número Tres!! —Exclamé—. ¡¡Aguarde!!

Bulbasaur, que iba detrás de mí con sus torpes andares, utilizó una de sus lianas para sujetar la muñeca de Número Tres. Ella se detuvo en seco y nos miró a ambos con una expresión neutral. En sus ojos brillaba un atisbo de tristeza.

—Lo lamento —le dije cuando finalmente pude alcanzarla—. Por favor, perdóneme. No pensé que mi madre fuese a decir semejantes cosas.

Ella soltó un triste suspiro.

—No ha sido culpa tuya, Skyler —me respondió—. Me parece que cometí un gran error al haber venido. Debí haberte dicho esto mientras aún estábamos en el colegio.

—Quiero continuar con el entrenamiento —le aseguré—. Por favor, quiero que usted me entrene.

—Tu madre se ha negado.

—Me importa un comino lo que diga mi madre. Quiero que usted me ayude a entrar a la Elite.

Sin borrar la tristeza de sus ojos, ella sonrió y asintió.

—En ese caso, te veré mañana al medio día en mi apartamento. ¿De acuerdo?

—Ahí estaré.

—En ese caso, será mejor que duermas bien. Será un día demasiado largo.

Se giró entonces y siguió avanzando hacia la acera. Arcanine me dirigió una mirada y, por un instante, me pareció que me dedicaba una sonrisa. Yo sonreí y la miré alejarse. Pero antes de abrir la portezuela de su auto, ella se giró de nuevo para mirarme y dijo algo que me causó aún más incertidumbre.

—Oh, Skyler. Lo olvidaba. La carta que te ha llegado debes abrirla sólo cuando te sientas totalmente lista para enfrentar la vida por tu propia cuenta. Debes prometerme que abrirás esa carta sólo cuando yo te lo diga. ¿Entiendes?

Yo asentí y ella se retiró en su auto.

Intenté sumergirme en mis pensamientos para tratar de asimilar la información que había recibido durante los minutos anteriores. Pero cuando estaba por hacerlo, el teléfono que me habían proporcionado para la misión de infiltración en la mansión Roosevelt timbró al recibir un mensaje de texto. Lo saqué de mi bolsillo, intentando mantenerlo oculto en caso de que mi madre estuviese mirando por la ventana, y me di cuenta de que el mensaje iba por parte de Devon.

SKY, LO LAMENTO, PERO HE TENIDO DIFICULTADES

NO ES NADA DE QUÉ PREOCUPARSE

TENGO QUE VERTE MAÑANA POR LA MAÑANA, A PRIMERA HORA EN LA PARADA DEL AUTOBÚS

ES URGENTE QUE HABLE CONTIGO

—Skyler...

—Dime.

—Número Tres... Tu padre...

— ¿Sí?

— ¿Ellos...? ¿Tuvieron un amorío?

—Admito que eso me ha hecho reír.

— ¿Qué? ¿Estoy equivocada?

—Bastante equivocada.

—Bien... ¡Ahora dime lo que ocurrió con Devon!

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