Capítulo LII
—No abrí la carta misteriosa, mucho menos hablé de ella frente a mi madre. Sólo llevé la carta a mi habitación y la oculté dentro de uno de mis cajones en mi habitación...
— ¿Entre tu ropa interior?
— ¿Qué?
—Para ocultar las notas de mi colegio, si sé que a mi madre no le gustará verlo, siempre lo dejo todo en el cajón de mi ropa interior.
— ¿Y por qué crees que te diría lo que había entre de mi ropa interior?
—No lo sé.
— ¿Por qué eres tan extraña?
— ¡¡Hey!! ¡¡Yo no soy extraña!!
No abrí la carta misteriosa, mucho menos hablé de ella frente a mi madre. Sólo llevé la carta a mi habitación y la oculté dentro de uno de mis cajones en mi habitación. Era como si la carta tuviese dentro algo que yo no podía ver, algo que no me sentía enteramente lista para descubrir. Lo tomé como un desafío personal, colocando en una balanza las dos opciones que tenía. Abrir la carta y prepararme para ver algo para lo que quizá no estaba lista, o esperar a que el momento indicado hubiera llegado. Opté por tomar la segunda opción. Y, a decir verdad, fue una de las mejores decisiones que tomé en la vida.
El tiempo perdido era algo que yo no quería soportar, así que me decidí a no perder un solo día de entrenamiento durante el verano. Aquella misma tarde, mientras mi madre preparaba una deliciosa cena para celebrar mi triunfo, me senté en el descansabrazos de uno de los sofás y tomé el teléfono que estaba sobre una pequeña mesa circular. Marqué el número de la casa de los Paltrow, que había memorizado tiempo atrás, y esperé tres tonos antes de escuchar la amigable voz de Ellen.
—Casa de la familia Paltrow —dijo.
—Hola, Ellen —le respondí—. Soy Skyler Crown, quisiera hablar con tu hermano.
Cinco minutos tardó en decirme que iría a llamar a Devon, pues lo primero que hizo fue felicitarme con voz estridente por mi victoria en la competencia. Al cabo de ese tiempo, la voz de Devon se hizo escuchar al otro lado de la línea.
— ¿Con quién estás hablando, Ellen? —le preguntó a su hermana.
—Es Skyler Crown —respondió ella, inocentemente emocionada.
Escuché entonces a Devon, intentando persuadir a Ellen para que le entregase el teléfono. Yo sólo pude reír y esperar, hasta que la voz de Devon finalmente me dijo:
—Sky, llamas justo a tiempo. Estaba por ir a visitarte.
— ¿Visitarme?
—Sí. Así se le llama a lo que hacen los amigos con otros amigos cuando quieren verlos.
Y soltó una risa en voz baja, como si su propia broma hubiese sido el chiste más gracioso del mundo. Yo sólo dibujé una sonrisa.
—Eres un idiota —le respondí—. ¿Por qué querrías visitarme? La última vez que nos vimos fue hace un par de horas.
—Tengo algo que mostrarte —me respondió—. Ocurrió algo extraño hoy cuando volvimos a casa luego de la competencia, pero no puedo explicarlo estando al teléfono.
— ¿Es algo grave?
—No lo creo, sólo estoy un poco confundido. —Hizo una breve pausa y añadió, haciendo que yo pudiera escuchar su sonrisa—. Pero dime, ¿por qué has llamado?
Tuve que bajar la voz para responderle, pues por el rabillo del ojo pude ver que Sheryl iba bajando las escaleras y avanzaba para sentarse en el sofá que había al otro lado de la habitación. No quería que ella escuchara lo que estaba por decir, era casi como si estuviese haciendo algo indebido.
—Quería preguntarte si acaso continuaremos con nuestro entrenamiento privado durante el verano. Pensaba ir a visitar a Número Tres mañana por la mañana para preguntarle lo mismo, pero necesitaba saber si tú...
Él soltó un prolongado silbido.
—Tendré que hablarlo con mis padres —me respondió—. En una semana tomaremos un vuelo, pasaremos el verano en Canadá.
Me di a mí misma un leve golpe en la frente con la palma de la mano, sintiéndome totalmente tonta al haber olvidado que los Paltrow solían hacer viajes durante el verano. Aquello lo sabía gracias a Devon, quien había sido un tanto comunicativo acerca de las costumbres de su familia.
—Aún así —continuó él—, como tu mejor amigo, y entrenador personal, debo recomendarte que continúes tú misma con el entrenamiento de tus Pokemon. ¡Hoy demostraste que todo está rindiendo sus frutos!
—Durante el verano anterior tuve que entrenar por mi propia cuenta, ya que el gimnasio de mi familia fue diseñado únicamente para los Pokemon de tipo acuático —le respondí, aún hablando en voz baja—. Creo que Bulbasaur y los demás tendrían un mejor desempeño en un gimnasio como el de tu familia.
— ¡Sabía que sólo estabas conmigo por tu propia conveniencia! —exclamó él, intentando parecer indignado.
Yo sólo pude reír, llamando así la atención de mi hermana. Al darme cuenta de que ella estaba mirándome con el entrecejo fruncido, yo sólo me levanté del sofá para darle la espalda. De pronto parecía ser que nuestra relación volvía a ser como de costumbre.
Es decir, totalmente nula.
— ¿Qué te parece si voy a verte, damos un paseo y hablamos acerca de todo esto? —propuso él—. Recién está anocheciendo. A mis padres no les importará.
—Tengo una mejor idea —le dije—. Te invito a cenar, hoy mismo.
Supe que Devon se había quedado sin habla.
— ¿Invitarme a cenar? ¿Con tu madre? ¿Acaso quieres que me asesine?
Ambos reímos de nuevo.
—Será divertido —le dije—. ¿Qué dices?
Y él no se detuvo a pensarlo.
—De acuerdo —me respondió—. Estaré ahí en quince minutos.
Fui yo quien terminó la llamada. Dejé el teléfono en su sitio y corrí hacia la cocina, donde mi madre se encontraba sazonando un par de filetes de pescado. Sus Pokemon podían verse a través de la ventana de la cocina, ellos jugaban con el agua que salía de los rociadores del jardín. Gracias a esa misma ventana, mi madre me miró a través del reflejo.
Indiferente, me dijo:
— ¿Estás hambrienta?
—Mamá, tengo que decirte algo —fue mi respuesta—. Es importante.
Ella se giró lentamente y me miró con esa expresión fría, tan propia de ella. Supe al instante que ella actuaba de esa manera para responder a mi propia actitud firme, con la que esperaba evitar que ella se negara a lo que yo estaba por decirle. Me di cuenta entonces de lo mucho que había cambiado mi comportamiento en casa. En otro momento, quizá me habría causado pánico tener que decirle a mi madre que había invitado a mi mejor amigo a cenar. Pero había dejado de temer. Me convertí en algo que jamás creí que podría ser.
—Mamá, he invitado a Devon a cenar. Llegará en quince minutos.
Su furia era palpable, a pesar de la indiferencia que se reflejaba en su rostro.
—No —me respondió tajantemente—. Ese muchachito no entrará a esta casa.
—Es tarde para negarme, él ha dicho que vendrá.
—Bueno, tendrás que decirle que regrese a casa. Él no puede cenar con nosotras.
— ¿Por qué no? —Reclamé levantando un poco la voz—. Es mi mejor amigo.
—Es una distracción —respondió ella y levantó su propia voz mucho más que yo—. Y durante el verano me encargaré de que te olvides de esas ideas estúpidas acerca de tener amigos. Lo único que ellos harán por ti será causar que retrases tu entrenamiento.
—Merezco un descanso luego de lo que demostré hoy, ¿no te parece? —continué yo, indignada y enfurecida.
—No puedes detener tu entrenamiento —dijo ella, remarcando cada una de sus palabras con una firmeza cruel e insoportable—. Ahora, ve a lavar tus manos. La cena está casi lista.
—Mamá...
Nuestra discusión se vio interrumpida cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta. Mi madre endureció su expresión y se giró, para retomar su tarea de sazonar el filete. Yo sentí un alivio repentino, creyendo que la presencia de Devon era lo que mi madre necesitaba para aceptar la idea de que él fuera mi mejor amigo. Así que la miré con severidad, como si los roles se hubieran intercambiado por un instante, y le dije en voz baja:
—Debe ser él. Promete que te comportarás.
Me ignoró olímpicamente, aunque su respuesta fue evidente cuando la vi tomar ese afilado cuchillo para cortar las rebanadas con fuerza un tanto excesiva. Puse los ojos en blanco y salí de nuevo a la estancia, donde vi que Sheryl estaba en su sofá preferido con un libro abierto en las manos y en compañía de su Vaporeon, que estaba acurrucado en sus piernas. El timbre no dejaba de sonar. Recuerdo que al instante me enfurecí con ella. Mi mejor amigo estaba afuera, esperando a que alguien abriera la puerta, y Sheryl no quería dignarse siquiera a levantar la mirada. Mi enojo fue tal que caminé velozmente hacia ella, arrebaté el libro de sus manos y lo lancé al suelo, con fuerza. Ella me miró con desagrado.
—Hoy recibiré una visita importante —le dije en voz baja, el enojo seguía reflejándose en mi tono de voz—. Te agradecería que por una vez actuaras como si no fueras el fantasma de esta casa. ¿Crees que podrás, al menos, ser amable con él?
Su respuesta me hizo enfurecer mucho más.
— ¿Y tú crees que podrías dejar de existir?
Se levantó, igualmente enfurecida, y se dirigió a toda velocidad hacia las escaleras en compañía de Vaporeon. Yo la fulminé con la mirada, casi como si quisiera apuñalarla por la espalda. Llamé a mi autocontrol para poder atender a Devon sin que él sintiera que yo estaba a punto de lanzarme a su cuello. Pero cuando giré el picaporte y abrí la puerta, me llevé una gran sorpresa al ver que era Número Tres quien esperaba al otro lado del umbral.
Ella me sonrió con calidez, dio un paso hacia adelante y dijo:
—Skyler, ¿puedo pasar?
—Qué injusto. La cita entre Devon y tú quedó arruinada gracias a la visita de tu profesora.
—No fue una cita.
—Quedaron para cenar juntos, ¿no es cierto?
—Sí, pero...
— ¡Ahí lo tienes! ¡Era una cita!
— ¿Qué vas a saber tú acerca de citas? ¿Alguna vez saliste con alguien?
—Bueno... No... Pero...
—En ese caso, cierra la boca.
—Eso fue una cita, no puedes negarlo.
—No fue una cita.
— ¡Sí que lo fue! ¡Admítelo!
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