Lucario(macho) X Maylene parte A

Una inexperta líder de gimnasio de tipo lucha, que respondia al nombre de Maylene, en la región de Sinnoh recibe a un nuevo retador en su dojo, quien con solo la ayuda de su Magmar derrotó sin esfuerzo a la mencionada chica que resguardaba la medalla adoquín.

—Llamarada —sentenció Paul con su mirada seria, que expresaba una frialdad tremenda y apatía total.

Machoke cayó debilitado, luego de recibir ese potente ataque de fuego, después de eso Maylene le entregó la susodicha medalla.

—Felicidades por tu victoria —Dijo ella con una radiante sonrisa.

—Si, como digas, no representaste un reto —tomó el codiciado objeto y se retiró con su alto orgullo; no aguantó el soltar unas palabras sin importarle el esfuerzo de los demás— eres patética, deberías renunciar a ser líder de gimnasio —llegó a la puerta.

—¡Eeh! ¿A qué te refieres con eso? —Maylene trató de no poderse triste. .

—Eres la líder de gimnasio más débil que conocí en mi vida, mejor ya me voy que aquí no hay forma de progresar —se marchó, con su calmado pero continuo marchar, con su altanería y cinismo aunado a su manera fría de expresarse— espero que el próximo desafío sea mejor que esto.

Lucario se había percatado de que su entrenadora se encontraba terrible y, en efecto, cuando se fue Paul ella empezó a llorar por un buen rato, hasta que se calmó; cayendo en una profunda tristeza entre sus negativos pensamientos. El pokémon intentó animarla con una rica baya pero fue inútil.

—Gracias Lucario pero la comida no solucionara nuestro problema —le acarició la cabeza— Tu siempre estas allí para cuidarme y ayudarte —este le respondio con una gran sonrisa— debo confesarte que es cierto lo que dijo ese chico, lo he estado pensado y sería mejor que dejáremos de ser líder de gimnasio —el pokémon aura se apartó dejando a la chica muy confundida— ¿Qué te ocurre Lucario? —el tipo lucha-acero se puso firme y determinado en estar en contra de su entrenadora— hay vamos Lucario no te pongas así, ¿Por qué no puedes entender que no estamos hechos para esto? —el pokémon siguió haciéndose como el que no escuchaba y la ignoró.

Después de ese día, Maylene y el Lucario de ser los mejores amigos, pasaron a distanciarse tanto que llegaron al extremo, dos completos desconocidos viviendo bajo el mismo techo, la entrenadora queriendo abandonar los combates y su pokémon que no se rindió y le llevó la contraria. El pokémon aura en ocasiones atacó a la líder de gimnasio, intentaba de animarla a su manera; ella no quería seguirlo a pesar del esfuerzo de su compañero, decidió tirar la toalla y solo deseaba que el tipo lucha-acero entendiera que su decisión es el retirarse.

—Por favor Lucario hazme caso —este estaba ignorando a su entrenadora y al mismo tiempo golpeando un árbol recubierto por sogas— no tenemos por qué estar peleados, podemos arreglas esto —el pokémon terco seguía— te lo suplico Lucario no me ignores...

Maylene volvió a meditar las cosas y descubrió que su amor por su Lucario es gigantesco, a tal punto que haría cualquier por volver a recuperar su amistad ¿pero cómo? Quizás volver a recordar lo que los unió en un principio: su pasión hacia los combates. Por lo tanto se puso manos a la obra, para recobrar su confianza en las peleas, aunado a esos pensamientos, de reconquistar a su pokémon aura, pidió por mensajería un paquete, sería una sorpresa, para el tipo Lucha-acero.

Días más tarde: el Lucario divisó, estacionándose en la puerta, un camión del cual bajaron los repartidores, así que el pokémon fue a recibir el misterioso paquete antes de que partiera el vehículo pesado. Este, una vez en sus manos, agitó la caja intentando descifrar ¿Qué había dentro? Pero ni siquiera le surgió ni la más remota ida antes de ser sorprendido por su entrenadora.

—¡Lucario! —Saltó el paquete del susto— Eso es una sorpresa, vamos adentro a abrirlo junto —el pokémon aura, intrigado al máximo, rápido fue para conocer el contenido de la misteriosa caja— ya tranquilo, pronto conocerás la sorpresa —El tipo lucha-acero estaba impaciente por quitarse la duda.

Entonces Maylene abrió, el mencionado paquete, dentro se encontraba un disfrazas de Lucario dejando, sorprendido al pokémon aura quedó, ambos al contemplaron el atuendo que un humano podría usar para aparentar ser de esa especie.

—Que tal Lucario ¿te gusta? —Este no entendió que ocurría; por si las dudas hizo un ligero gruñido, acompañado de una cálida sonrisa de felicidad— así me gusta ¡chócalas! —ambos amigos se golpean las manos.

Luego de descubrir el contenido de la caja misteriosa, en el patio del dojo, entrenadora vestida como su pokémon y el tipo lucha-acero, practicaron sus golpes y patadas tratando de sincronizarse todo lo posible, en cada movimiento, quizás tropezaron con Paul; ahora se levantarían para llegar superar sus límites, fervor explosivo, ¡juntos! Entrenaron tanto y unidos, todos los días, que Maylene se acostumbró tanto a verse como un Lucario, le gusto llevar puesto el mencionado disfraz.

La líder de gimnasio empezó a fantasear: ¿Qué se sentiría ser un Lucario? Pensamiento rodó por su mente en consecuencia, después de entrenar, se puso la leer todas las historias pokefilicas de entrenadorXLucario. De pura casualidad logró enterarse de la leyenda del Lucario dorado; decía que un humano se convertiría en el pokémon aura de color oro que significaría el fin de dos mundo para fusionarlos en uno solo. Su búsqueda de esa temática la llevó a la librería de ciudad canal y de pura casualidad ubicó un libro que explicaba:

"Érase una vez, pokémon que se casaban con humanos"

"Érase una vez, humanos que se casaban con pokémon"

"Se trataba de algo normal, pues humanos y pokémon eran iguales"

En efecto, el comienzo de la historia no había diferencia, podían tener descendencia creando criaturas: mitad pokémon-mitad humanas. Aunque por lo detallado y profesional del antiguo libro parecía ser verídico, no un libro cualquiera de ficción, la dejó confundida y el escrito conservado en buen estado pareciera que no hubiera sido usado en años.

—Ay Lucario, ¿que se supone que haga? Tu amo, pero... eres un pokémon —devolvió el manuscrito a su lugar— ojala pudieras corresponder mis sentimientos —se sonroja— quizás si ¿pero que estoy diciendo? Esto es pokéfilia —se queda sumergida en sus pensamientos— pero. Que importa. El amor es irracional y lo puede todo.

Esta historia continuará... 

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