2
A Taehyung le gustaba el arte. Todos los tipos de arte que hayan, el podía disfrutar de todos pero el que le gustaba más y atesoraba, era pintar.
Poder recrear con sus propias manos millones de escenarios, jugar con las acuarelas y con todo tipo de tonalidades, dejar que en algunas ocasiones su imaginación fluya y que sus dedos se muevan naturalmente por el lienzo. Normalmente retrataba lo que más le gustaba, lo que le llamaba la atención, lo que para él tenga una historia y si no la tenía él creaba una para su pintura, pero todos los días se la pasaba en su estudio de arte creando nuevos cuadros.
Pintaba hasta la simple hoja de un árbol, aunque sea la misma hoja y esta ya esté perdiendo su color, Taehyung seguía pintando todo su progreso. Él decía:
<La hoja nos puede representar desde la niñez a la adultez. Porque de niños somos verdes, somos inocentes, felices y despreocupados, lo único que quería uno era jugar, nos sentíamos vivos. De a poco la hoja se está marchitando, es cuando los problemas comienzan y te das cuenta que ya nada es como nos decían, toda esa felicidad que antes sentía, se está marchitando junto con las ilusiones de alguien soñador y valiente. Hasta que la hoja se vuelve absolutamente café y quebradiza, es cuando ya estás a punto de derrumbarte y no sientes ni una mísera pizca de esperanza sobre algo, porque con lo más mínimo, te quiebras.>
La hoja representaba a Taehyung.
Aunque todavía no era completamente café pero él ya no se sentía como antes, estaba perdiendo la poca felicidad que tenía, ni siquiera recuerda cuando fue la última vez que se sintió feliz, que se sintió dichoso o que disfrutaba de su vida. Si por él fuera ya no estaría en este mundo gastando oxígeno, el rubio tenía pensamientos depresivos sobre sí mismo y siempre se repetía lo mismo:
—No le haré daño a nadie si muero, total... me llevo esta desgracia conmigo y todos estarán tranquilos.
Pero aunque el chico no lo admitiera, muy dentro de sí, tenía esperanzas.
Tenía fe de que algún día esta maldición que se le otorgo, se le fuera despojada. Para así poder disfrutar de todas las cosas que se lleva perdiendo por tener este castigo.
Cuando Taehyung tenía 7 años, sus padres notaron que se estaba volviendo más distante y con cambios de humor muy deprimentes, lo que llevó a preocuparlos y seguirse culpando por lo que pasó hace muchos años.
Es entonces que, para querer subir los ánimos de su pequeño niño deciden que debería tomar clases de arte como un método de animación. Y si bien al principio Taehyung se negaba, después de un tiempo decidió que tal vez era momento para aprender cosas nuevas y tener una distracción, para no pensar tanto en las cosas que le atormentaban.
Es difícil mantener la mente de un niño de tan poca edad enfocado en algo que realmente le guste, pero cuando el pequeño Taehyung fue a la primera clase, se sorprendió.
Se sorprendió que le gustara tanto al punto que ni siquiera había pensado en sus preocupaciones, todo su dolor se le estaba yendo mientras pintaba, le tranquilizaba y a la vez su mente descansaba.
Sin embargo, la mayoría de las veces los cuadros que él pintaba no tenían colores, por lo mismo de que sus pensamientos eran así, negativos. Claro que habían otros con colores y que incluso colgaban en su taller, pero últimamente su arte se estaba volviendo acromático que tenía miedo de no volver a poner color tanto en sus lienzos, como en su vida.
Hasta esa noche en la playa, donde conoció al muchacho con apariencia de ángel que no había salido de sus pensamientos, y que no dejaba de retratar. Pintaba su rostro completo algunas veces, otras sólo eran sus ojos, o su nariz y boca.
Pero no podía dejar de pensar en ¿por qué no murió cuando tocó sus labios?, ¿él será inmune a ello?, ¿es qué acaso ya no tenía una maldición?, ¿o será que nunca la tuvo? Necesitaba respuestas.
El rubio había acabado otro de sus retratos del chico de la playa, le gustó tanto como le había quedado que lo fue a colgar a lado de la ventana. En eso, observó hacia a fuera, específicamente a dónde se encontraba el pueblo, y vio como la gente iba y venía de un lado a otro, compraban en los puestos o iban en sus carretas jaladas por caballos llenas de mercancía rumbo a sus casas. También habían niños y animales corriendo y jugando por el lugar. Fue en ese momento en el que distinguió esa cabeza castaña y esa vestimenta blanca que no se le olvidaba, era él.
Con el corazón latiendo fuertemente, Taehyung salió corriendo de su estudio, corrió por los pasillos del castillo mientras la servidumbre sólo se le quedaban mirando y lo trataban de esquivar, el muchacho iba bajando las escaleras tan rápido que temían que fuera a caerse y lastimarse. Cuando estaba llegando a la puerta principal, se dio cuenta que estaban los guardias en la entrada lo que sería dificil para él salir, así que pensó en lo primero que se le vino a la mente.
—¡AUXILIO!, ¡ALGUIEN ESTÁ EN MI HABITACIÓN INTENTANDO MATARME! —se acercó corriendo a los guardias gritando como un desquiciado, los jalaba para que fueran a su habitación, intentando parecer lo más desesperado posible.
Era estúpido lo que estaba diciendo incluso él se abofeteó internamente por tremenda idea patética. Sin embargo, sabiendo la situación en la que el rubio se encontraba, pues este era sobre protegido por sus padres ya que la mitad del pueblo lo quería asesinar, no sería difícil de creerle. Sólo era cuestión de jugar bien su papel de chico miedoso y cobarde.
Los guardias vieron como su príncipe estaba al borde de las lágrimas y se apresuraron escaleras arriba para ir a la habitación del joven rubio, e intentar acabar con la vida del "mercenario". Taehyung se quedó en su lugar observando a los guardias irse, con los ojos húmedos y los labios temblando. Cuando los vio desaparecer se limpió los ojos con su muñeca, y dibujó una sonrisa de satisfaccion en su rostro por haber actuado tan bien. Se dio la vuelta y salió por las puertas del castillo, corriendo sin mirar atrás y sin percatarse de que alguien que se encontraba en los rosales de en frente, lo estaba observando irse.
<<Espero que no sea tarde>> pensó el rubio, corriendo hacia la dirección donde había visto al castaño.
La gente del pueblo se le quedaban mirando, no era algo normal ver al joven príncipe salir del castillo a plena luz del día, pues desde hace un par de meses habían dejado de ver su presencia por esos lares. Al contrario de esto, Taehyung estaba ajeno a todo lo que estaba pasando a su alrededor, solo estaba enfocado buscando su objetivo. Hasta que lo vio acercarse a una ancianita que vendía collares, pulseras y anillos hechas a mano por ella misma.
Observó como hablaba con ella y le sonreía cálidamente, algo que no hizo con él cuando lo vio por primera vez, es más todavía recuerda que no le dio ni las gracias por haberlo salvado. Aún se sentía amargo decirlo, pero lamentablemente Taehyung tenía otras cosas en qué pensar, que en un simple gracias.
El rubio ya iba en camino hacia donde el castaño se encontraba, pero antes de siquiera dar un paso se le atraviesa un señor con sus mulas y carretas llevando mercancía, lo cual obstruye la vista del chico. Así que, ahora mismo se encontraba alzándose de puntitas y estirando su cuello para tratar de ver.
Vio como el joven castaño se despedía de la ancianita y se marchaba rumbo a quién sabe dónde. Taehyung se sentía desesperado, quería alcanzarlo. Así que una vez que la carreta del señor se quitó, corrió al alcancé del muchacho. Y otra vez, trató de esquivar a toda la gente e incluso se llegó a tropezar con algunas piedras y cosas que las personas dejaban en el camino, pero a pesar de que corrió lo más rápido que pudo, al dar vuelta en el callejón donde lo vio entrar, ya no estaba.
No veía su rastro y no lo entendía. Era un callejón sin salida. Taehyung no pudo deducir como pudo desaparecer muy rápido.
—¿Cómo fue...? —estaba agitado y confundido. A menos que volara o usará magia, el rubio no encontraba una explicación a esto.
Y aunque no quisiera y con la decepción notable en sus ojos, se dispuso a irse de vuelta al castillo. No encontraría una respuesta así que mejor se iba.
En su trayecto alcanzó a oír como algunas personas murmuraban cosas de él, e inclusive algunas sí le gritaban ofensas.
—¡NO TE QUEREMOS AQUÍ!
—¡ERES UN PELIGRO PARA EL PUEBLO, NO DEBERÍAS NI SIQUIERA SER UN REY!
—¡NOS VAS A MATAR A TODOS, FUERA DE AQUÍ!
—¡UNA BESTIA COMO TÚ DEBERÍA ESTAR ENCERRADO!
Taehyung estaba con los ojos húmedos, sin embargo no lloraría enfrente de ellos, no les demostraría que lo hirieron. Es por eso que se dispuso a correr de vuelta, pero al momento chocó con unos pequeños niños que se encontraban jugando con las canicas. Uno de ellos se raspo la frente y vio como de ella empezaba a salir sangre, Taehyung iba a acercarse para comprobar que estuviera bien o a tratar de hacer algo por él, no obstante los demás niños rodearon al que se encontraba herido formando una barrera, y el que se veía más grande de todos se puso de pie tratando de confrontarse a Taehyung.
—¡Viste lo que haz hecho! —el chico vociferó.— Lastimaste a mi pequeño hermano.
—Estoy bien, Jonghoon —el pequeño se había levantado y se limpiaba sus lágrimas con su antebrazo.— El príncipe no lo hizo a propósito, fue un accidente. Además, es sólo un raspón.
—Un raspón que te dejará una cicatriz horrible —le contestó con frialdad. El niño se quedó cabizbajo, mientras los demás sólo estaban mirando a ver que es lo que haría el hermano mayor.
El chiquillo, de nombre Jonghoon, observó con desdén a Taehyung y caminó hacia a él con pasos firmes y de manera amenazadora. Era más bajo que el rubio pero el niño tenía un aura muy pesada, que si bien no intimidaba a Taehyung, si podía lastimarlo con sus palabras.
—Escucha, hazle un favor a todos en el pueblo y muerete de una vez —le dijo duramente, mirándolo fijo y con odio en sus ojos.— No te queremos, ni ahora, ni nunca. En este lugar, no hay espacio para alguien peligroso como tú. Eres un monstruo.
Taehyung escuchó palabra por palabra, sintiendo el corazón destrozado, ¿cómo podían odiarlo si jamás habían hablado con él? No lo conocían verdaderamente para decirle esas cosas. Él no es ningún monstruo. Él no deseo tener esa maldición. Sólo quería ser un chico normal.
—Jamás te vamos a venerar, ni honrar como nuestro rey.
El rubio sentía los ojos arder y ahora sí, se quebró. En frente de todos los mercaderes, ya no le importaba, el niño le había dicho palabras tan dolorosas que era difícil mantenerse recio.
No pensaba que le pasaría algo así, él sólo estaba persiguiendo al chico de la playa que lo había maravillado. Pero como siempre, el destino y la vida estaban en contra de Taehyung.
Con la cara empapada y roja por el llanto, se fue corriendo hacia el castillo. Entró por las puertas, empujándolas con fuerza, importándole poco quién lo viera y subió corriendo a su habitación.
Una vez ahí, cerró con seguro y se echó en su cama. Sólo se oían sus sollozos e hipidos que emitía, le dolía el pecho y también la cabeza. Las personas no podrían imaginarse cuanta tristeza y dolor había en una persona como Taehyung, y jamás lo sabrán. Después de todo, ellos ocasionan parte de ese dolor. Disfrutan del sufrimiento ajeno.
TaeHyung sólo tenía 17 años, se supone que debería estar disfrutando de su adolescencia, tener amigos, poder salir a montar a caballo, ir a pasear por los mercados o por algún otro lugar de la ciudadela, en cambio, está siendo odiado y despreciado de la manera más vil por su propio pueblo.
Fue maldecido por errores del pasado que él jamás cometió, y de los cuales no tiene culpa. No sabe de esos errores, ni siquiera el porqué es él quien la tiene pero sí que estaba seguro que él no hizo nada malo para merecerla, lo sentía en su corazón.
Pero él estaba dispuesto a averiguar que fue lo que pasó años atrás y si es que podía, encontrar la manera de librarse de su maldición.
—Aunque tal vez ya la encontré —se dijo a sí mismo mientras pensaba en el chico de la playa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top