15
La batalla
¿El inicio de un después?
—¡A las murallas! —ordenó el Rey.
El padre de Taehyung clavó los talones al caballo para que se pusiera en marcha. Avanzaban en un grupo compacto, yendo hacia las murallas donde el enemigo ya estaba queriendo sobrepasar. El estandarte de los Kim ondeaba en elegancia, rojizo y dorado, levantado por los demás caballeros, juntándose con el del contrario de color blanco. El águila y el león bailando en compás con los ataques sonoros de la batalla.
Las flechas volaban desde las murallas de la ciudad, y llovían pedruscos sobre las cabezas, que caían ciegamente sobre la tierra, el acero y carne. Delante se divisaba la "Puerta del Rey" y una creciente multitud de soldados que maniobraban con un enorme ariete; un tronco de roble negro con cabeza de hierro. Los arqueros del otro lado de la muralla disparaban sus flechas contra cualquier defensor que asomara la cabeza sobre las murallas de la torre de entrada.
El terreno estaba empapado y resbaladizo; con sangre y un poco de cieno. Podía observar ya como varios cuerpos ensangrentados y sin vida yacían regados por cualquier lado, incluso su corcel llegó a tropezar con alguno, pero aún así siguió andando.
El Rey levantó su espada, mientras la pasaba por los hombres del líder enemigo; cortando sus cabezas y otros siendo rasgados del pecho, muriendo al instante.
Entre su ida, tenía delante a un caballero que peleaba con uno de sus hombres, por lo cual le golpeó en el rostro con todo el filo de su espada, y con fuerza de su brazo y del caballo yendo a toda velocidad, le arrancó la mitad de la cabeza. A causa de ello, el impacto le adormeció un poco el hombro.
«YoungSoo se reiría de mí», pensó, mientras seguía cabalgando. Increíble como hasta en estas situaciones pensaba en lo burlona que era su esposa.
Una lanza le golpeó el escudo. Oyó a lo lejos los gritos de ánimo de los hombres en las murallas. El ariete cayó en el cieno, olvidado momentáneamente, mientras sus portadores huían o se volvían para combatir. Ya que sabían que no tenían oportunidad de derribar la puerta.
El Rey siguió en su plan de combate; abatió a un arquero, abrió a un lancero desde el hombro hasta la axila, y repelió el ataque de alguien con un yelmo. Su espada cortaba miembros, partía cabezas y destrozaba escudos; era bueno en batallas. Todo el linaje Kim sabía que Kim SeungJun era el mejor hombre peleando cuando de guerras se trataba. Pues de pequeño, su padre fue alguien muy estricto con él y cuidaba la imagen de la familia, es por ello que se volvió demasiado ágil en esto. Por obvias razones, él le enseñó lo mismo a Taehyung cuando era más joven, no fue tan estricto pero esperaba que su hijo pudiera defenderse en esta situación de vida o muerte lo mejor que pudiera. Sino, no tendría oportunidad.
Sus enemigos huían. Y una flecha le rozó la mejilla, sintiendo el aire brusco, que ésta ocasionó, acariciarlo.
Espoleó al caballo y lo hizo trotar entre cadáveres desperdigados. Algunos cascos ensangrentados estaban tirados por doquier. Habían logrado dispersar a los hombres del ariete, por lo que ya no había nadie intentando derribar la puerta, pero aún se libraban combates a lo largo de toda la muralla, e inclusive parte de la costa. Habían demasiados hombres, por todos lados.
Sus aliados fueron informados y no tardaron mucho en llegar, por lo que contaban con ayuda tratando de lograr esto, aunque aún faltaba la casa de los Choi, puesto que esta se encontraba un poco más lejos que las demás y tomaba su tiempo el que llegaran. Pero el Rey estaba confiado en que llegarían. No se sintió culpable por las demás casas porque tarde o temprano algún día habría una guerra, y seguramente, ellos igual habrían venido a rogarle por ayuda y combatir a su lado.
«Espero Taehyung y YoungSoo estén bien», pensó preocupado, mientras seguía cabalgando.
De cualquier lado salían hombres que se arrastraban, hombres quemados y sangrantes, que escupían sangre al toser y que trastabillaban. El Rey se movió con sus hombres entre ellos, regalando una muerte más rápida y limpia a los que todavía tenían fuerzas para mantenerse en pie.
El Rey se sintió embriagado. La fiebre del combate. Sentir que nadie era digno de vencerlo era algo fascinante. Incluso con su hermano, JungKyun, hablaron de ello con frecuencia, antes de que él muriera.
«En ese momento no se sienten las heridas, no duele la espalda a causa del peso de la armadura, tampoco las piernas por estar cabalgando o corriendo tal cual perro tras su comida, ni mucho menos se nota el sudor que cae en los ojos. Se deja de sentir y de pensar, ya no se es uno mismo. Solo existe la batalla, el enemigo, este hombre y el siguiente y el siguiente... es la adrenalina que te llena y el miedo de los enemigos lo que lo complementa. En ese momento, estamos rodeados de la muerte, que todo lo demás es tan incierto al punto en que lo das todo sin siquiera dudar."
Y tenía razón. Eso le había enseñado también a Taehyung.
Un caballero apareció de la nada para lanzar una estocada a su escudo con un espadón de dos manos, una vez y otra, hasta que alguien le clavó una daga en el cuello haciéndolo caer ensangrentado. Quizá fuera uno de los hombres de sus aliados, pero no lo había visto.
En un momento de despiste, su corcel tropezó con uno de los cuerpos tirados, lo que ocasionó que este cayera del caballo y su espada saliera volando un poco lejos hacia un lado. El Rey se propinó un golpe realmente fuerte, pues había una gran piedra cerca, lo que ocasionó que se golpeara el hombro derecho e inmediatamente se quejara por el dolor. Podía sentir que se lo había dislocado y no podría luchar. Lamentablemente era diestro, podía pelear con la izquierda pero sin duda no era su punto fuerte.
Lo que siguió fue una locura. Su caballo se había partido una pata y lanzaba relinchos espantosos. De alguna manera y con quejidos dolorosos, logró sacar su daga y con dificultad se arrastró hacia el corcel, para después dar un tajo en la garganta de la pobre criatura. Sabiendo que no podría hacer nada para ayudarla y prefirió acabar con su dolor.
Como pudo, logró ponerse en pie de nuevo y con un dolor insoportable en su hombro, aún así volvió a combatir, sintiendo como con cada movimiento que daba su interior quemaba por descanso.
Los hombres lo atacaban por lo que él no podía hacer nada más que responder. Mató a unos, hirió a otros y algunos lograron escapar, pero siempre llegaban más. Su espada había sido arrebata por uno de los enemigos, sin fijarse quien. Por lo que estaba usando su cuchillo para atacar, no sabía si era cuestión de suerte o su destreza pero sin contar con su hombro, aún podía dar batalla.
Con sus ojos podía divisar a sus aliados combatiendo espada a espada a los enemigos del Sur; observando como todo estaba lleno de sangre y sesos, siendo despedazados como cerdos para cena.
Su rostro estaba ensangrentado, casi podía nublar su visión. El cabello se le pegaba a la frente por la sudoración, respiraba con dificultad y ya casi no podía sentir el dolor de su brazo, pero se le estaba durmiendo, sintiendo el hormigueo en este, lo cual era mucho peor.
SeungJun estaba sintiendo demasiado cansancio, le dolía mucho el hombro.
«Dioses, denme fuerzas para terminar con esto...», imploró con fuerza.
De pronto, logró divisar un corcel negro yendo hacia su dirección, el hombre que lo montaba no parecía tener las intenciones de detenerse, por lo que SeungJun se aventó hacia a un lado evitando ser golpeado.
Se quejó sonoramente con dolor, pues había caído sobre su hombro lastimado por lo que se quedó allí tirado sobre la espalda, sin aliento, exhausto. Observando el cielo anaranjado con algunas estrellas de adorno, siendo opacado por neblina de humo negro y cenizas. Se dio un instante para recuperarse, antes de que un hombre alto y ligeramente robusto le bloqueara la vista. El hombre era una sombra de acero negro; sus ojos mostraban un brillo oscuro detrás del yelmo. El Rey tenía las mismas fuerzas que una muñeca de trapo. Necesitaba fuerzas para levantarse.
Aclarando su vista parpadeando un par de veces, se dio cuenta que se trataba del Rey KyungHoon. Éste mismo se quitó el yelmo y lo aventó lejos. Una sonrisa burlona y llena de emoción se adueñó de su rostro.
—Vaya, vaya. Creí que eras el mejor en batallas, SeungJun —Le habló lleno de gracia.
—Y yo creía que serías algo mejor que esto —Le replicó con molestia. Dándole a entender que se refería a la guerra.
Shin solo se mofó con burla. Puso la punta de su espada en el hueco de la garganta de SeungJun y cerró ambas manos en torno a la empuñadura.
El Rey ni siquiera cerró los ojos o apartó la mirada, los mantuvo fijos en los del contrario.
En aquel preciso momento, solo una persona se le venía a la mente: su hijo, Taehyung.
[...]
Hacia el sur, el cielo era un torbellino de luces de colores cambiantes, reflejo
de las inmensas hogueras que ardían en el suelo. Los lagos de luz anaranjada bañaban los cielos junto al velo casi obscuro de la noche.
El propio aire olía a quemado, igual que una olla de sopa que se hubiera dejado demasiado tiempo en el fuego, hasta que el líquido se evaporaba. Y los rescoldos arrastrados por la brisa hacían que la noche pareciera poblada por enjambres de luciérnagas.
Taehyung lo denominó como el día de la masacre. El peor día de su vida.
El combate estaba por todos lados, los aldeanos gritaban con horror y sus caras decían más que mil palabras. Adonde quiera que viera, veía rostros retorcidos que se transformaban en máscaras monstruosas e inhumanas, pero algunas en almas desahuciadas que sólo imploraban vivir.
Pudo observar todo desde las ventanas sin cristal que adornan las escaleras de gusano por las que bajaba con rapidez mientras sostenía con sus manos la espada y el escudo con demasiada fuerza. La armadura le pesaba y, en cierta parte, le incomodaba. Los pensamientos quejumbrosos no dejaban su cabeza, sin embargo era más el poder de su ambición por derrotar su miedo que el ser asesinado por el enemigo, o por su mente.
Llegó a uno de los pasillos que daban al salón principal. Se detuvo con la respiración agitada y observó un punto invisible en el suelo.
—No sé qué... —Estaba comenzando pero no se dejó terminar. No quería ser pesimista. No en estos momentos.
Giró sobre sus pies para observar a Hoseok y tomar fuerzas, pero al voltearse él ya no estaba. Y estaba muy seguro que lo había escuchado venir detrás de él, pero al parecer estaba equivocado. En ese momento, estaba solo.
«Fue con el señor Moon, seguramente», pensó abatido. Pero no podía culpar a Hoseok o siquiera estar enojado con él, ya que el señor Moon estaba expuesto a la muerte allá afuera, y el príncipe no estaba seguro si se podrá defender de este ataque.
Así que, decidió tomar valor por sí mismo. Alentarse y motivarse a sí mismo. Después de todo, la única persona que puede hacerlo es él. Ser su propia motivación. Ser la voz que necesitaba en ese instante.
Cerró los ojos y respiró profundamente antes de sacar lo que serían las palabras más confiadas y llenas de seguridad que alguna vez haya dicho:— Lo voy a lograr.
Atravesó el pasillo con mucho cuidado y sigilo pues había escuchado como unos hombres combatían del otro lado. El eco resonaba y se adentraba a los oídos de Taehyung, haciendo que tragara duro por el nerviosismo.
Una vez llegado al salón, observó los cuerpos de 5 hombres regados inertes en el piso —no pudiendo adivinar a qué casas pertenecían—, la sangre salpicaba varias partes del piso e inclusive de las columnas.
Taehyung tuvo ganas de vómitar pues alcanzó a ver algunos sesos y partes desmembradas de los hombres. Con el rostro arrugado por el asco, puso el antebrazo en su boca y nariz, exhalando fuerte. Se preguntaba cómo iba a luchar con los enemigos sí ni quiera podía ver sangre regada y entrañas humanas desperdigadas.
En eso, escuchó los gritos roncos y agudos de algunas personas del otro lado de las grandes puertas. Viendo como un hombre con armadura y yelmo abría las puertas en un intento de escapatoria, no obstante el hombre tras de él lo alcanzó sin problemas. Pasó la espada con facilidad, rasgando el cuello del escudero, la sangre salpicó parte de la pared y parte de su ya manchada cara, de líquido rojo y viscoso.
El príncipe lo reconoció, era Shin, el Rey KyungHoon.
Las náuseas abandonaron su cuerpo, dándole paso al pavor dejándolo inmóvil en su lugar.
Cuando Shin vio a Taehyung soltó una carcajada, y durante un momento, aquel espantoso rostro ensangrentado se transformó. Taehyung se intimidó pero se obligó a alzar la vista, a encararlo de verdad. Era una muestra de valentía, y un rey siempre debía tener la cara en alto (aunque él aún no lo fuera).
«Lo peor no son las heridas en su rostro, ni cómo sonríe tan macabro. Lo peor son sus ojos.» Jamás había visto unos ojos tan llenos de ira.
—Vaya... Creí que tendría que matar a todos en este castillo para que salieras de tu jaula, animal—masculló con burla—. ¿Dónde está tu guardia real para defenderte? Más bien, ¿dónde está la perrita de tu madre para que se manche las manos por ti? Me encantaría cogérmela antes de matarla, torturarla muy... dolorosa y placenteramente. Así como me encargué del bastardo de tu padre —sonrió con sorna. Mientras movía su espada dándole vueltas hábilmente y se acercaba, un poco más, a Taehyung. De manera intimidante.
«Padre...», pensó con tristeza pero no bajó la firme mirada. Al contrario, al escucharlo hablar de esa forma de su madre, las venas de su cuello casi explotaban en cólera y la bilis subía por su garganta con asco— ¿Te crees muy valiente?
—¿Valiente? —Soltó una carcajada que más bien parecía un gruñido—. Un perro no necesita valor para espantar a las ratas. ¿Tienes idea de a cuántas personas he matado? ¿Cuántas de esas personas ni siquiera osaron enfrentarme? Incluido tu padre.
Taehyung ni siquiera quería escucharlo, no soportaba que fuera tan brusco, que hablara de manera tan iracunda. Ni siquiera parecía un rey.
—¿Te proporciona placer asustar a la gente?
—No. Lo que me proporciona placer es matarla —retorció la boca en una mueca—. Hazte el santo si quieres, pero no me vengas con monsergas. Eras hijo de un gran señor. Un rey, para ser más claros. No me digas que SeunJung no mató nunca a nadie.
Taehyung se encogió de hombros:— Sí, pero lo hacía porque era su deber. No le gustaba.
—¿Eso te decía? —KyungHoon soltó otra carcajada—. Tu padre te mintió descaradamente. No hay nada mejor que matar —acarició con una mirada de admiración la espada larga.
—¿Qué clase de Rey eres tú? Disfrutando del matar de la gente sin importar su sufrimiento —Taehyung espetó con indiferencia.
—No, no, no. Yo lucho por mi pueblo y al hacerlo tengo que matar de la misma manera para salvarlo. Es muy diferente.
—Esto que están haciendo no tiene nada de heroico. Los dioses los enviarán a un infierno espantoso por todo el mal que están ocasionando.
—¿Qué mal? —Se echó a reír—. ¿Qué dioses?
—Los dioses que nos crearon.
—¿Qué nos crearon? —se burló—. Dime, niño, ¿qué clase de dioses crean a un monstruo como tú? Una bestia suelta que mata sin pena alguna, lleno de cinismo y cobardía. Si hay dioses, hicieron a las ovejas para que los lobos pudieran comer carne, y también hicieron a los débiles para que los fuertes jugaran con ellos.
—Los verdaderos reyes no son tan crueles y bastardos como tú. Deberías ser más empático y...
—Entonces debería fingir algo que no soy... como tú.
Taehyung prefirió ignorar eso último:— Los reyes son honestos pero tú no lo eres.
—No hay reyes honestos —soltó el hombre con un bufido—, igual que no hay dioses. Si no puedes protegerte a ti mismo, muérete y apártate del camino de los que sí pueden. En este mundo no sobrevives si no tienes brazos fuertes y no tienes acero afilado contigo. Créeme, haces mucho más con eso que con "honestidad".
Taehyung lo observó con el rostro serio pero en su interior estaba muy nervioso:— ¿Por qué eres tan... cruel?
—Oh, vamos... —escupió con molestia—, no vengas con esa cara de perrito y hacerte el puritano ahora. Tú, más que nadie en este lugar, sabe bien lo que es matar a alguien —su mirada lo penetraba de manera gélida y sombría.
«Naeun».
—E-eso fue un accidente. Yo no... —balbuceó nerviosamente.
—Tu no tenías ni puta idea de lo que hacías. Me sé esa excusa tan cobarde de memoria. Que forma tan inhumana de librarte de tu osadía.
—Tenía 6 años. Era un niño.
—Yo también fui niño. Yo también lo era cuando le clave, sin tapujos, un puto cuchillo en la garganta a un anciano regordete que me empujó contra un charco. Mi padre siempre me dijo: "La edad no es un impedimento para ser un hijo de puta y matar a la gente."
—Yo de verdad no sabía que pasaría eso.
Shin soltó un jadeo al tiempo que pasaba la lengua por su labio inferior, tratando de contener cualquier ataque de ira que tuviera. Bajó la mirada pero sin dejar de tener un perfil bajo sobre lo que pasaba a su alrededor:— Naeun tenía 4 años. Era la niña más hermosa con unos ojos más claros que el cielo y una astucia como ninguna. Y tú me la arrebataste... —exclamó con desprecio.
—Lo siento mucho, de verdad —contestó el príncipe, con nada más que arrepentimiento en su voz.
El hombre enfrente suyo sonrió tenue pero sus facciones no demostraban ni un ápice de empatía alguna:— ¿Sabes cuánto tiempo anhele por escuchar esas palabras?
Taehyung tenía una mirada inexpresiva. Sin saber que contestar a ello.
—Si me hubieras dicho esas palabras antes... —alzó la mirada para observarlo con los ojos inyectados de sangre—, nos habríamos evitado esta... dolorosa e inmaculada batalla.
KyungHoon sorbió por sus fosas nasales y se pasó el dorso de la mano por su nariz con un poco de brusquedad:— Pero eso no ya no importa ahora. Vengaré la muerte de Naeun, matando al desgraciado que la mató sin piedad alguna.
Taehyung no replicó nada. Se mantuvo en silencio, con tranquilidad como las aguas en calma pero con inquietud como un vendaval, con el escudo en el brazo izquierdo y la pesada espada en la mano derecha.
«Mátalo —habló una voz en su cabeza—. Lo tienes que matar.»
Su rostro, con el entrecejo arrugado y la mandíbula firme, con una actitud decidida y tenaz. La espada brillaba desde la punta hasta la cruz, esperando ser manchada de sangre oscura para ser admirada como una 'matarreyes'. Pero de manera más simbólica por ser de Kim Taehyung, próximo rey de Kyran.
Cuando KyungHoon se abalanzó contra él, se apartó como una centella. La espada resplandeciente subió al encuentro de la ensangrentada del contrario, dejando a su paso largas estelas de hierro. El acero chocando contra el acero. Apenas Taehyung le paró el primer golpe, el hombre lanzó otro y en aquella ocasión fue el escudo del príncipe lo que se interpuso en su camino.
La fuerza del impacto hizo que surgiera un rayón demasiado notorio. Los golpes siguieron cayendo, duros, rápidos, desde abajo, desde arriba, por la derecha, por la izquierda, pero Taehyung los detuvo todos.
No sabe si fue por la adrenalina o el temor de ser atravesado por el acero del hombre mayor, pero se movía ágil contra los movimientos y devolvía con una fuerza que jamás pensó que tendría.
En aquel momento era Kim quien atacaba, el aire se llenó de pesadez y frío por la pesada espada, y su rival, más corpulento, tuvo que retroceder más y más.
KyungHoon detuvo un golpe con el escudo en alto. Contraatacó, con lo que Taehyung tuvo que interponer el escudo a su vez antes de lanzar un terrible tajo. En el salón no había nadie más que ellos dos y el sonido de los dos aceros chocando entre sí, provocando un sonido molesto.
Shin esquivó un tajo que le iba directo a la cabeza. Hizo una mueca al ver la fuerza bruta que el menor le estaba propinando. Gruñó, maldijo y se tambaleó.
Taehyung, debido a la cólera, no le estaba dando un respiro. Siguió acosando al hombretón, su brazo no se detenía nunca. Las espadas chocaban, se apartaban y volvían a chocar, del escudo solo quedaban rayones. El mayor se desplazó hacia la derecha, pero Taehyung, con una velocidad sorprendente, le cortó el paso con una zancada lateral y lo obligó a moverse hacia la otra dirección.
—Con que no saliste tan inútil, después de todo eh —habló con la voz agitada.
—Jamás debes dudar de la gente —le contestó de la misma manera Taehyung, sin dejar de verlo fijamente.
El hombre se rió entre dientes y el rubio atacó de nuevo. El contrario lo paró en seco y lanzó un nuevo ataque. Tres pasos adelante y dos atrás, un movimiento hacia la izquierda, el cual Taehyung bloqueó, otros dos pasos al frente y uno de retroceso, los enormes escudos recibían un golpe estrepitoso detrás de otro.
El cabello rubio del príncipe le cubría levemente los ojos, mientras derramaba gotas de sudor por sus lados. Pero aún así a Taehyung le pareció ver en sus ojos del hombre algo parecido a un atisbo de miedo.
La brillosa espada de Kim giraba y golpeaba. Tenía un torbellino de furia en sus adentros, por lo que con una fuerza abismal de nuevo hizo que KyungHoon se tambaleara hasta casi caer de espaldas. Luchó empujando contra espadas el cuerpo ajeno. Su plan era empujarlo hasta que cayera, para que quedara indefenso y después (con fuerza de voluntad) clavarle la espada.
—¡Maldito bastardo! —Gritó el contrario al sentir como el joven enfrente suyo le estaba ganando.
Y como si despertara algo en él, KyungHoon lo empujó con fuerza hacia atrás. Mientras respiraba cansinamente, recobrando fuerzas para después lanzarse al ataque blandiendo la espada cada vez con más fuerza contra el joven; trataba de destruir a su rival, a base de fuerza bruta; intentaba romperle el arma, el escudo o el brazo.
Taehyung trataba de seguirle el paso.
En eso, KyungHoon lanzó un grito ronco, alzó la espada con ambas manos y asestó un golpe con todas sus fuerzas. Taehyung lo detuvo con facilidad pero entonces la espada del menor se partió en dos, lo que hizo que el asombro acompañara el pavor en sus ojos, sabiendo que ya no tenía más protección.
Iba a morir. Lo sabía.
Lo sabía por la mirada llena de odio y frialdad del hombre mayor. Como de sus ojos las llamas estaban presentes en una ira desatada por el pasado. La mandíbula apretada y la respiración jadeante. Todo un rostro machacado y sudoroso lleno de aberración.
Pero Taehyung no cerró los ojos, estaba dispuesto a ver hasta el más mínimo movimiento del viejo frente a él. Estaba decidido a no bajar la mirada frente a su enemigo. Como su padre lo habría hecho. Siempre con la cabeza en alto.
—Viva el Rey Taehyung —murmuró con una media sonrisa triunfadora, antes de empujar con una fuerza tremenda la espada contra el joven. Esperando atravesarlo con ella.
Sin embargo, lo que pasó después fue como si todo el tiempo se hubiera detenido ahí mismo.
Un cuerpo lo empujó desesperadamente a un lado, ocasionando que cayera sobre su brazo izquierdo y se lastimara con fuerza. Y entonces, oyó un quejido ahogado lleno de dolor junto con el acero traspasando la piel fresca.
Y fue como si Taehyung presenciara su más grande miedo frente a él. Presenciando lo que sería la muerte de la persona que le había enseñado a vivir, a ver otro lado de su vida, a ser un poco más feliz y le había enseñado uno de los sentimientos más profundos: el amor.
—¡Nooooooooo! —gritó Taehyung. Cuando vio como el acero frío de KyungHoon se hundió en la carne de Hoseok, justo en su estómago, atravesándolo por completo. Mientras del otro lado, la sangre caliente brotó como un torrente oscuro. Shin KyungHoon, estupefacto, se tambaleó hacia atrás.
Las rodillas de Hoseok se doblaron muy despacio, como si se dispusiera a rezar. Abrió la boca, pero lo único que salió de ella fue sangre. KyungHoon sacó la espada del hombrecillo y la lanzó a un lado, casi cuando Hoseok se derrumbó de bruces y su sangre se expandía por el suelo.
Bajo el salón hueco no se oía más sonido que los jadeos del Rey del Sur y los sollozos del príncipe, observando el cuerpo inerte del castaño. La ropa manchada de sangre y los ojos medio abiertos con las pupilas dilatadas; su chico de la playa estaba muriendo.
Taehyung sólo podía pensar en una cosa: matar.
Con una fuerza de voluntad muy fácil, se levantó y agarró la espada del hombre mayor y, con la mirada más gélida y sin ninguna pizca de arrepentimiento, se la clavó sin siquiera pensarlo en su abdomen. El hombre abrió los ojos y la boca en dolor.
En su mente no había nada más que asco y desprecio venenoso hacia Shin. Si antes tenía miedo de él y le tenía compasión, ahora mismo no podía dejar de pensar en que solo quería verlo muerto.
—Vivirás en el infierno como la escoria que eres —murmuró con indiferencia—. Y sepas que a Naeun le habría dado vergüenza tener un padre como tú.
Sacó la espada y la volvió a enterrar para atravesarlo nuevamente a un lado. El contrario empezó a sacar y escupir sangre, la cual salpicó en la cara a Taehyung, pero a éste le importó muy poco. Sus ojos estaban llenos de una furia inconmensurable.
El cuerpo del Rey enfrente de él, cayó en agonía de espaldas mientras con sus manos trataba de tapar sus heridas de gravedad, las cuales no lo salvarían. Al mismo tiempo, se ahogaba con su propia sangre.
Taehyung cegado por el dolor, lo miró desde arriba con un aire de superioridad y el rostro sumamente serio. No sintiendo nada más que asco por el hombre.
—Creí que eras un perro que asustaba a las ratas —sonrió con burla. El hombre lo miró con ojos de temor y el rostro manchado, ya no le quedaba tiempo y él lo sabía—. Muere, maldito —fue lo último que Taehyung le dijo, antes de alzar la espada sangrienta y enterrarla con dureza en el pecho del hombre. Sin dudarlo. Sin compasión. Dejándolo sin vida.
Con la respiración agitada, se tambaleó hacia atrás, sintiéndose mareado por un momento. Hasta que se da vuelta y observa el cuerpo del castaño, inerte y rojizo. Por un momento, se queda ahí observándolo nada más. Rezando porque fuera imaginación suya.
No fue hasta después de 10 segundos que sus labios tiemblan y cierra los ojos con fuerza, quebrándose en llantos. Afrontando la dura realidad. Caminó débilmente hacia el cuerpo, sintiendo la opresión en su pecho junto a un dolor inexplicable. Se dejó caer en sus rodillas y manchandóse de sangre, pero poco le importó.
Volteó el cuerpo del castaño mientras lo reposaba en sus muslos para observarlo. Con las manos temblorosas y balbuceos tomó el rostro de Hoseok y lo acariciaba con sus dedos espasmódicos, las duras lágrimas de Taehyung caían en el inmóvil rostro del contrario, mezclándose con la sangre que se había adherido a su rostro. Sus labios estaban semi abiertos con rastro del líquido rojo aún saliendo, en sus ojos ya no había ese brillo tan característico de él; se había ido. Su piel seguía tersa pero fría al mismo tiempo. Taehyung con delicadeza le acarició su cabello castaño, sintiendo la pura suavidad de su pelo.
Colocó una mano en su pecho, sin sentir nada. No había latidos, ni tampoco un pulso débil:— ¿Por qué Hoseok? ¿Por qué lo hiciste? —Le habló con la voz gangosa—. No tenías porqué... —el llanto le podía más.
—¿Qué voy hacer ahora que no estás tú, eh?... ¿Quién va a cuidar las flores? ¿Quién me hablará de la vida? ¿Quién me hará postres? Hoseok, ¿con quién...? —el nudo en la garganta se hacía cada vez más prominente. Ahora estaba soltando hipidos y quejidos sin parar. No podía controlarse—. Te necesito, Hoseok. Nunca supe cuan bien le hacías a mi vida... hasta ahora.
El imaginar su día a día ahora sin la presencia tan vivaz y brillante de Hoseok, le dolía mucho más que clavarle una daga.
Se aferró al cuerpo del contrario abrazándolo fuertemente, no podía dejar de llorar. Hoseok se había convertido en su hábito favorito. Lo veía casi todos los días. Con las flores, con Jimin, en la cocina, en los establos, en los pasillos del castillo; sin darse cuenta, Hoseok se había vuelto su energía. Su sonrisa.
—Debiste dejar de que me mataran, Hoseok —se quejaba. De su voz no podía salir nada más que dolor en cada una de sus palabras— Dijiste que estarías siempre conmigo. Regresa, por favor, regresa... No me dejes solo —balbuceaba. Sabiendo que no tendría éxito.
» Mañana íbamos a comer en casa del señor Moon, ¿recuerdas? Y seguramente la habríamos pasado muy bien y... —La garganta le ardía con cada palabra que sacaba.
De pronto a su mente vino el recuerdo de la dulce sonrisa de Hoseok y los ojos brillosos llenos de devoción, recordando el momento cuando se había desahogado con él.
"—Yo puedo ser... tu guardia real."
Sonrió tenue recordándolo, mientras las lágrimas resbalaban sin parar por sus mejillas rojas, sintiendo ya el ardor en sus ojos.
—Lo fuiste. Fuiste mi guardia real. Y mucho más que eso todo este tiempo.
Con todo el dolor de su corazón, sabiendo que era mejor aceptarlo, se dio cuenta de que no había nada que hacer. Estaba destrozado. Su alma se sentía incompleta, le acaban de arrebatar la mitad de ésta. La felicidad que había recolectado en las últimas semanas, se había marchado en un instante.
Ya no sería lo mismo. Él lo sabía.
Apesar de toda la tristeza que lo invadía y el tormento que le esperaba, lo aceptó; Hoseok había muerto. Y no podía hacer nada para traerlo de vuelta.
Sin pensarlo dos veces, siendo que ya no tendría ningún efecto, se acercó a la frente de Hoseok y ahí le propinó un beso lento y suave, donde le dejó la huella del amor más puro y melancólico que alguna vez sintió. Su ángel se había marchado y ahora solo tenía que aprender a vivir sin él.
Confirmando lo que ya sabía y lo que los demás decían; él era la Muerte.
—
(3/3)
—
FIN.
—
Ni siquiera creerían que ese es el final.
Pero sí, tal vez parezca confuso o que es imaginación de Taehyung pero... Hoseok realmente murió. Estiró la pata y pues... ¿Qué les digo? :(
Si tienen alguna duda o comentario sobre el capítulo pueden hacérmelo. O si notan algún error igual, se los agradecería.🙏🏻
Aviso que probablemente me tarde un poco más de lo debido en subir los demás capítulos porque ya estamos CASI (un poco) en la recta final, por lo que debo organizar bien todo; detallar y explicar todos los hechos y sucesos de mejor manera (incluidas la maldición y de dónde proviene Hoseok).
Y es que se vienen muchas cosas, realmente muuuuchas cosas. Por lo que pido por favor que me perdonen si tardo.
Sin nada más que decir, nos vemos en el próximo capítulo. Espero que les haya gustado y... ¡muchísimas gracias por leer! ✨💜
Love u.
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