eighteen - always on your side
chapter xviii.
( civil war )
justo el otro día miré a mi padre
era la primera vez que veía que se hacía viejo
"un día nos recordarás riéndonos
un día recordarás mi pasión
un día tendrás uno propio"
fade in / fade out ─── nothing more
cuartel de la cia, alemania
9 de junio, 2016
( crossover )
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—¿Abuela? ¿Howard?
Ojos oceánicos. O-Ojos oceánicos. Oceánicos. O-Oceánicos. socináecO. soɔıuáəɔo.
Por alguna razón, miré el reloj. Eran las 7:01PM.
—¡Howard! —gritó la abuela gritó en pánico y...
Aprieto los ojos.
—L-Lisa —murmuró la abuela en voz baja desde el asiento frente a mí.
Estoy en la parte de atrás de un auto. Las sirenas resuenan por todas partes y un largo tren de automóviles desciende por las calles despejadas. Howard abrió la puerta y cayó de su asiento, tratando de moverse al otro lado para poder ayudarnos. Miro rápidamente por la ventana, pero él no está allí. Howard no está allí.
Observé esperanzada cómo el...
No, no, no, esto no está bien. Así no fue como. No fue así.
Tal vez nos ayudaría. Tenía que hacerlo... ¿verdad?
¿Él? Quién es él? ¡Así no deberían ir las cosas!
Howard rogó en voz baja:
—Ayude a mi nieta y a mi mujer. Por favor.
Por favor. rovaf roP. Por favor.
ɹoʌɐɟ ɹod.
ɹoʌɐɟ ɹod.
ɹoʌɐɟ ɹod.
Entonces Howard cayó de bruces, inmóvil.
Inmóvil. livómnI. Estaba inmóvil. lıʌóɯuı. In-in...
Mi cabeza se mueve hacia un lado y respiro hondo, apretando los dientes mientras trato de calmar el dolor de lo que sea que esté en mi mente.
Mis labios rosados se abrieron un poco para poder susurrar:
—¿Por qué?
Su voz tembló cuando dijo:
—N-No lo sé...
No lo sé.
és ol oN.
és ol oN.
No lo sé.
La larga cadena nos conduce por las carreteras de Berlín, captando la atención de todos y haciéndolos mirar boquiabiertos ante la intensa procesión. Las paredes permanecen alrededor de mi espalda y mi frente, encerrándome como la criminal que soy ahora. Es justo, supongo. Participé en la destrucción de la mitad de Bucarest en una persecución a alta velocidad. Este ciertamente no es uno de mis mejores momentos.
De hecho, nada de esto es lo que llamaría parte de mis "mejores momentos." Me duelen las muñecas por las esposas de metal que tan amablemente me han puesto desde que nos pusieron por primera vez en la parte trasera de un avión y, ahora, en la de un camión de policía en Berlín. Y los recuerdos... no. No son recuerdos. Sean lo que sean, han estado conmigo desde que fuimos arrestados. Aparentemente, nos dirigimos al cuartel general de las fuerzas especiales o algo por el estilo, me desconcertaron cuando el guardia nos informó a regañadientes de nuestro destino.
Por "nuestro" me refiero a los tres hombres que me rodean, los cuales conozco de una forma u otra. No digo nada mientras mi cabello cuelga pesadamente sobre mis hombros, solo frunzo los labios y sacudo la cabeza ante la locura de mis pensamientos y acciones. Decir que todo este viaje desde Rumanía ha sido incómodo sería quedarse corto. Puedo sentir los ojos de Steve y Sam perforando la parte posterior de mi cabeza al estar frente a ellos, todo al tiempo que me froto las sienes y frunzo el ceño a la parte de atrás de T'Challa.
Sam habla primero.
—Así que, ¿te gustan los gatos?
Pongo los ojos en blanco y sacudo la cabeza, mirando por la ventana cuando el cuartel general aparece a la vista.
Steve inclina la barbilla hacia su amigo, regañándole ligeramente.
—Sam.
—¿Qué? ¿Aparece disfrazado de gato y no quieres saber más?
T'Challa no dice nada, mira fijamente el espacio frente a él.
—Su traje... —empieza Steve, cuestionando cuidadosamente y tratando de ser respetuoso, ya que sabe que esa debe ser la mejor opción ahora—, ¿es de vibranium?
T'Challa finalmente reconoce algo. Su cabeza gira lentamente hacia atrás mientras sus ojos oscuros se apartan de mí y van a Steve.
—Black Panther ha protegido Wakanda durante generaciones.
Respiro rápido y mis manos se curvan en puños mientras descansan en mis muslos; él continúa suave y distante.
—Un honor y compromiso transmitido de guerrero a guerrero. Y ahora, debido a que su amigo ha matado a mi padre —mi irritación con él se desvanece inmediatamente cuando me olvido de mis problemas, pensando solo en los suyos—, también asumo el cargo de rey. Y yo le pregunto, en mi calidad de rey y de guerrero, ¿cuánto tiempo cree que podrá mantener a su amigo a salvo de mí?
Mis ojos se abren y miro por encima del hombro, viendo a Steve apretar la mandíbula y apartar la mirada del rey. Sus ojos azules se encuentran con los míos y tengo que apartar la mía rápidamente, incapaz de tomar el aspecto de la pregunta y la culpa en sus iris.
Llegamos a un gran hangar gris y lentamente salimos del camión, uno tras otro. Aunque no me mira del todo, T'Challa se estira hacia atrás y me tiende una mano para que salga. Lo miro, tomo su mano y me bajo a su lado. Observamos lentamente hacia donde se transportan dos grandes jaulas de cristal desde un gran camión de prisioneros hasta una gran sala de cemento. La pequeña pelirroja tiene la cabeza agachada mientras el Soldado de Invierno mira al suelo, sin mirar a Steve y rodando sus ojos.
Nuestro grupo de cuatro atraviesa el área, avanzando hacia donde Sharon Carter y un hombre con cabello blanco plateado se para a su lado.
—¿Qué les va a pasar?
—Lo que le debería pasar a usted: evaluación psicológica y extradición.
Sharon mira entre nosotros, señalando al hombre.
—Everett Ross, Subcomandante de la Fuerza Conjunta.
—¿Qué tal un abogado?
El hombre, Everett Ross, supongo que debería llamarlo, da una carcajada sin humor.
—Un abogado. Que gracia.
Se ve que el sistema de justicia solo se aplica a aquellos que no han cometido crímenes atroces. No sabía que funcionaba así, pero vale. Las nuevas reglas realmente vienen con este nuevo juego.
Ross dirige su atención a los oficiales que se encuentran cerca.
—Que guarden su armamento bajo llave.
Giro la cabeza para ver cómo pasan nuestras armas: el escudo de Steve, las alas de Sam, el traje de T'Challa y la última actualización de mi uniforme. Realmente no es tan complejo. Está hecho de un metal maleable negro muy parecido al de papá, ya que evita las balas en su mayor parte. La parte posterior está cubierta con alas metálicas que se levantan y mueven para ayudarme a curvar mejor las diferentes direcciones, junto con algunos otros trucos que agregué. Lo hice en las noches que mis pensamientos no me dejaban dormir. De tal palo, tal astilla, supongo.
Cuando salimos del hangar, T'Challa se pone a mi lado, caminando delante de los demás, mirándonos a nosotros y a ningún otro lado.
—A usted le proporcionará un despacho en vez de una celda —Ross camina a nuestro lado, hablando al príncipe convertido en rey—. Pero hágame un favor, quédese allí.
La mirada de T'Challa es implacablemente al responder:
—No tengo intención de ir a ninguna parte.
T'Challa y yo nos miramos brevemente antes de que nos alejemos para seguir nuestras propias direcciones. Se me arroja un cubo de terror cuando entramos en un gran centro de control donde se encuentra papá con un móvil en la oreja. ¿Tenía que estar aquí? ¿De verdad? Primero fueron Steve y Sam, luego T'Challa, y ahora papá, la única persona que me quedaba con la esperanza de no estar involucrada. Hoy realmente no es mi día.
Dios, estoy jodida.
Parece que deliberadamente no me mira cuando sus pies lo llevan lentamente por una sala de conferencias de vidrio.
—No. Lo de Rumanía no estaba sancionado. El coronel Rhodes supervisa la limpieza.
Natasha se desliza junto a Sam, Steve y yo, ordenando:
—No rompáis nada mientras lo arreglamos.
—¿Consecuencias? —papá continúa—. Claro que habrá consecuencias —oh, que lindo—. Puede decirlo, porque así es como lo he dicho. ¿Algo más? Gracias, señor.
Termina la llamada y Steve levanta la barbilla, preguntando:
—¿Consecuencias?
—El Secretario Ross quiere que procesaros —papá mira a los dos hombres—. Tenía que darle algo.
Steve sonríe amargamente.
—Del escudo ya me puedo olvidar, ¿no?
—En teoría, es propiedad del gobierno —Natasha se da la vuelta mientras camina, sonriendo a Sam—. Y las alas.
El ex-soldado menea la cabeza tras ellos.
—Que cruel.
—¡Menos que la cárcel! —papá llama por encima de su hombro antes de finalmente mirarme, haciéndome desear que realmente no lo haya hecho—. Sígueme.
Suelto un pequeño suspiro y gimo, rodando los ojos un poco hacia la parte posterior de la cabeza de mi padre. Después de mirar torpemente a Steve y Sam, me paso el pelo detrás de las orejas y lentamente me dirijo hacia papá. Suspiro de nuevo cuando mis hombros y espalda comienzan a dolerme, haciendo que solo quiera irme a casa. Pero esa no es una opción hoy, y tengo que aguantar y vivir con ella.
Me detengo en medio de la puerta de cristal, mirando entre donde papá se vuelve lentamente y Everett Ross me mira. Respiro hondo, trago saliva y agito las manos dentro y fuera de los puños. Papá se pasa los dientes inferiores por el labio superior, mira hacia el suelo y luego vuelve a mirar al hombre de traje gris. Está revisando su archivo como si tuviera otras dieciséis cosas que hacer además de hablar conmigo.
—Pues... —me aclaro la garganta, sosteniendo la cabeza en alto con falso desinterés—. ¿Qué? ¿Se trata de una intervención o algo así?
—Siéntese, señorita Montgomery.
—Es Stark —papá y yo hacemos simultáneamente la corrección, mirándonos con expresiones duras.
—¿Lo es? —casi arrogante, Everett me mira—. No recuerdo que Lisa Stark se haya salido de control e intentara asesinar a dos fugitivos.
—Ya, bueno... —ofrezco un encogimiento de hombros débil mientras muevo mis dedos alrededor—. Espero que haya disfrutado del espectáculo.
Me parpadea incrédulo y papá me niega con la cabeza. Aparentemente, mi humor inoportuno y no divertido no me está haciendo ningún favor. Con las cejas arqueadas, murmuro un lento "vale" antes de sacar una silla y dejarme caer sobre el cuero negro. Soltando una respiración profunda, me quito el cabello del hombro y giro los hombros hacia atrás. Permito que la fachada vuelva sobre mí, sin emoción y severa una vez más.
Nos sentamos en silencio por unos momentos, los dos hombres claramente se contentan con mirarme. Muevo mis largos dedos hacia la mesa, mirándolos con las cejas arqueadas. Para ser este un problema tan importante, se están tomando su tiempo para gritarme al respecto. Everett Ross me mira de reojo y papá está cerca con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión analítica en su rostro.
—¿Para qué fue todo eso? —el hombre de cabello blanco finalmente rompe el silencio sofocante—. ¿Algún tipo de venganza?
Pongo los ojos en blanco hacia él.
—¿Para el Rey T'Chaka? ¿Un favor para el afligido príncipe, tal vez?
A pesar de mi exterior engreído, no puedo evitar sonrojarme ante la insinuación. T'Challa nunca me haría hacer un favor. No, hice todo esto sola. Lo que hice... es por mí.
Aún así, dejo salir una bocanada de aire por la nariz y sacudo la cabeza lentamente.
—No. T'Challa y yo tenemos razones muy diferentes por las cosas que hacemos. Él es responsable de las suyas y yo no puedo disculparme por las mías.
Papá se endereza y apoya el hombro hacia atrás.
—No lo sientes.
—No he dicho eso.
—¡Últimamente no dices nada! —espeta, haciéndome levantar la barbilla casi con sorpresa.
—Es suficiente —miro directamente a sus ojos marrones oscuros—. Tengo mis propios motivos para lo que estoy haciendo, y no voy a decir que lo siento porque ese no es mi trabajo aquí. Es... —suspiro, obligándome a terminar mi oración—. Es derribar a ese hombre. Y... —sacudo la cabeza—. Y lo haré de una forma u otra.
—Tú misma te vas a arrestar.
Mi lengua chasquea y sonrío.
—No lo creo.
Ross se burla, volviendo a mirar a papá con una expresión amarga.
—Ya veo que su hija tiene la actitud estelar de sus días juveniles.
Levanto las cejas con esa actitud aún abrumadoramente petulante.
Papá aparta la vista del hombre, pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.
Una mujer aparece en la puerta, sosteniendo un teléfono mientras mira al hombre de cabello blanco.
—¿Señor Ross? Tiene una llamada.
Everett Ross nos frunce antes de que se dé vuelta y su abrigo de traje se agite al salir de la habitación vidriosa. Mis ojos permanecen en su figura que camina fuera de la sala, esperando que regrese para que podamos terminar esto y pueda irme.
—Te llamé.
Me quedo en silencio, mirando a mi padre con una expresión de suavidad.
—Treinta y nueve veces después de que estallara la bomba —sus ojos se entrecierran y se burla—. ¿No podrías siquiera coger el teléfono, Lisa?
Recibí sus llamadas. Simplemente no las respondí. Estaba demasiado ocupada respondiendo las de otra persona. Pero no puedo decírselo. No se lo puedo decir a nadie. Dios, estoy en tantos problemas.
—Lo siento —murmuro, frotando mi frente y empujando mi columna hacia el respaldo de la silla.
—¿Lo siento? —él pone los ojos en blanco, se quita la chaqueta del traje y se da la vuelta un poco—. Pensé que tal vez estabas muerta y todo lo que tienes para mí es un 'lo siento.'
Levanto perezosamente una mano y digo una vez más:
—¡Lo siento!
Él deja escapar un suspiro, su cabeza cae hacia un lado y apoya sus manos sobre la mesa.
—Sigues intentando ser como yo, Lisa. Debes dejar de fingir eso; esta actitud, esta imprudencia. Necesitas parar.
—Sabes que eso es lo que hago —me obligo a encogerme de hombros descuidadamente, girando distraídamente en la silla—. Eres mi mecanismo de defensa.
—No me des eso, por favor —mi padre aparta la vista de mí—. Esto es ridículo. Actúas con estupidez.
Mis mejillas se sonrojan de calor, pero no respondo por un momento. En cambio, elijo estudiarlo. Luce... incómodo, estresado, inquieto. No se ve bien. Por otra parte, dudo que yo me vea muy bien tampoco.
—Papá —me detengo hasta que me mira—, esa chica es solo una cría. No merece estar en una jaula.
Él me mira con incredulidad.
—¿Estás bromeando? ¡Intentabas matarla no hace más de doce horas!
—No, no quiero hacerlo, yo solo.. —dejo caer la frente en mis manos, respirando profundamente y sacudiendo la cabeza—. Dios, esto es un desastre.
Su voz se vuelve furiosamente condescendiente.
—¡¿Eso crees, Lisa?!
Saco mi rostro de mis manos para fruncir el ceño, abriendo la boca para responderle.
La puerta de repente se abre y Everett Ross entra de nuevo con una mirada irritada en su rostro.
—Señorita Stark —papá y yo lo miramos a la espera—, has sido milagrosamente liberada de todos los cargos.
Asiento rígidamente hacia la mesa.
—Te lo dije.
Él solo da un gruñido cercano antes de girar y cerrar la puerta. Mis manos se preparan para empujarme hacia arriba, levantarme y marcharme, pero la mirada de papá me clava en mi asiento. Suspiro internamente por lo que sé que será una conversación larga y miserable.
Continúa mirándome con una mirada escrutadora.
—¿Quieres decirme cómo has salido de eso?
—Estaba... —sacudo la cabeza, sabiendo y odiando que no puedo decir mucho—. Estoy bajo coacción... se podría decir.
—¿Coacción? —papá repite incrédulo—. ¿Quién te pone bajo coacción? ¿De qué estás hablando? ¿Alguien te está poniendo a prueba?
No respondo su pregunta, simplemente digo:
—Tengo algo que puedo perder.
—¡Dios! Esta no eres tú.
—Sé que no.
Él ladea la cabeza y me frunce el ceño antes de volverse para mirar por una pared de vidrio cercana.
—Me acordé de algo acerca de esa noche —miro hacia abajo y siento un nudo en la garganta. Cuando él no responde, continúo—. Tuve que ver morir a mis abuelos y verte a ti volar hacia ese agujero de gusano. No pude hacer nada en ninguna de esas ocasiones, papá. Estoy harta de no poder proteger a las personas que me importan.
—¡Ah! ¡Y tú idea es salir e intentar matar a alguien para lograrlo! ¡Tiene sentido! ¡Buen trabajo, pequeñaja! ¡Sobresaliente!
Una vez más, lo miro desde mis manos.
—Escucha, soy una adulta. No te atrevas a tratarme como a una niña.
—¡Pues deja de actuar como una! —él responde bruscamente, girando para mirarme—. Ya has causado mucho daño en los últimos meses, ¿no crees?
—Wow —mi garganta se tensa y mi boca se abre, se cierra y luego se abre de nuevo—. ¿Me vas a restregar esa noche en la cara durante los próximos dieciocho años?
La cara de papá se aleja cuando se da cuenta de lo que acaba de decir, y puedo decir que ya lo lamenta. Arruga los labios y da un rápido movimiento de cabeza. Papá se acerca un poco y se prepara para hablar, pero no le doy la oportunidad. Mirando hacia la mesa, me froto rápidamente la nariz y pongo un mechón de pelo salvaje detrás de la oreja.
—¿Crees que sabes lo que está pasando? No —mis ojos se giran para encontrarse con los de él—. En absoluto.
—¡Lees, vamos! —papá se burla con dureza y me mira con incredulidad, pero ya no con tanta irritación—. ¿Tú sí? ¿Tienes la capacidad de comprender las consecuencias de lo que ha sucedido hoy?
—Papá, te juro que... —sacudo la cabeza y cierro la boca.
Su agravación se acumula y lo obliga a espetar:
—¡No debería tener que pronunciar este discurso! ¿Entiendes cuánto estamos metidos en estos Acuerdos? ¡No debería darte ni un consejo ahora mismo!
Golpeo mi mano sobre la mesa, respondiendo bruscamente:
—¡Entonces tendré que oírlo de otra persona!
Empujo ruidosamente mi silla hacia atrás y comienzo a buscar la puerta antes de que él vuelva a hablar.
—Espera, espera, solo... ¡Lees!
Mis pies se detienen y dejo escapar un suspiro cansado. Mi mano se desliza por el borde de la puerta de cristal y me doy la vuelta para mirarlo.
Él deja escapar un suspiro cansado, diciendo:
—Necesito tu apoyo en esto, pequeñaja. Te necesito en... Te necesito de mi lado.
No respondo por un largo momento, mirándolo con una expresión de dolor.
—Estoy de tu lado. Siempre estoy de tu lado.
Nos miramos por un momento más, ambos tenemos mucho que decir. Pero hay mucho en el camino para que ninguno de nosotros lo diga. Sé que probablemente me quiera gritar y despotricar, pero creo que está cansado. Dios, desde la presentación del MIT, todo lo que puedo ver es lo cansado que está. Aparto mi mirada endurecida de la suya, me doy la vuelta y salgo a paso rápido de la sala. Toda la habitación oscura está ocupada con actividad mientras los Barnes aparecen sobre las pantallas iluminadas de azul. Puedo sentir los ojos de Natasha sobre mí y, respirando hondo, me giro rápidamente, porque definitivamente es una persona que no puedo enfrentar en este momento.
Mis ojos encuentran a Steve parado en una sala con paredes de vidrio, mirando las pantallas. Mi corazón se aprieta en mi pecho y otra ola de esa estúpida culpa me inunda. Me deslizo entre las personas que pasan hasta que alcanzo la puerta de cristal y la abro. Steve se voltea para mirarme y su expresión cambia cuando ve que soy yo. Llega otra oleada de culpa y dejo escapar un suspiro tranquilo, retorciéndome las manos frente al estómago.
—Steve.
Sus ojos no son duros cuando digo su nombre y da un paso más hacia mí, queriendo entender por qué hice lo que hice. Siento que le debo una explicación, tal vez incluso un poco más de lo que le debo a papá o a alguien más.
—Lo siento —sacudo la cabeza y sus cejas se arrugan—. Lo que hice... Quiero hacerlo bien para todos, pero...
La puerta se abre detrás de mí y me alejo del rubio, ahora incapaz de terminar.
—Eh, ¿quieres ver algo que mola? —papá me mira breve y confusamente antes de volver a centrarse en Steve, que es el próximo tema importante con el que tiene que lidiar—. Lo he encontrado en el almacén de mi padre.
Frente al cristal, cruzo los brazos sobre mi pecho y miro hacia atrás para ver a papá arrojar su chaqueta a un lado y poner una sonrisa negociadora. Steve se mueve y se sienta en la larga mesa de conferencias mientras mi padre se acerca.
—Son muy apropiadas. Con ellas, Roosevelt firmó la ley de préstamo y arriendo en el 41 —expone un juego de elegantes plumas sobre la mesa—. Proporcionó apoyo a los aliados cuando más lo necesitaban.
—Otros dirían que nos condujo a la guerra.
—Si no fuera por ellas, no estarías aquí —papá se burla un poco, luchando por contener su frustración—. Lo que intento es... —mira a su alrededor y se sienta a su lado—. ¿Cómo diría? Fumar la pipa de la paz —sus cejas se fruncen y se lleva el puño a la boca—. ¿Te parece bien?
Empujo mi espalda hacia el vidrio, mirando la parte posterior de su cabeza cubierta por el cabello que combina perfectamente con el mío. Lo está intentando mucho. Dios, siempre se esfuerza un montón. ¿Por qué nadie lo puede ver?
A pesar de todo eso, Steve mira desinteresadamente a su alrededor.
—¿Pepper está aquí? No la he visto.
Suspiro y miro mis botas, haciendo una mueca al dolorido sujeto.
—Estamos... —papá lucha y mueve su mano, mirando a la mesa—. Ella y yo... bueno está...
—¿Embarazada?
Rápidamente aparto la vista de los dos, eligiendo mirar la pared nuevamente.
Los ojos de papá se ensanchan y agita bruscamente la cabeza.
—No. Nada más lejos. Nos hemos dado un tiempo —hace una pausa y muerdo mi uña, sacudiendo mi cabeza—. Cosas que pasan.
—Lo siento mucho, Tony. No lo sabía.
—Hace unos años, casi pierdo a las dos —él mueve su cabeza hacia mí—, así que destruí todos mis trajes. Luego tuvimos que limpiar HYDRA... y luego lo de Ultrón. Culpa mía —respira hondo y suena dolorido, tranquilo, cansado.
Dios, está cansado.
Muy, muy cansado.
—Y luego, y luego, y luego, ha sido un no parar. Y es que en realidad no quiero parar. Y no quiero perderla. Creí que los Acuerdos armonizarían ambas cosas.
Entonces, esto es por Pepper. Él la quiere de vuelta. Tiene sentido. La ama y sé que ella lo ama a él. Y supongo que los Acuerdos también son para mí, en cierto modo. Él realmente cree que esto es lo mejor para todos nosotros. Solo quiere protegernos. Estoy de su lado. Lo entiendo.
Papá suspira y se levanta de la mesa, acercándose a mi lado.
—No es fácil para ella aguantarme —le sonrío un poco antes de mirar por el cristal—. Aunque mi padre también era insoportable, pero él y mi madre resistieron.
Howard rogó en voz baja:
—Ayude a mi nieta y a mi mujer. Por favor.
Una sensación de malestar me golpea el estómago y tengo que cerrar los ojos con fuerza.
—Me alegro de que Howard se casara. Yo le conocí cuando era joven y soltero.
—Oh, ¿sí? ¿Llegásteis a conoceros? Nunca me lo dijo. A lo mejor solo un millón de veces —papá responde sarcásticamente, haciéndome pensar en todas las veces que Howard comparó a mi padre con el hombre sentado detrás de nosotros—. Cómo te odiaba yo.
—No pretendo complicar las cosas.
Dando un paso al otro lado del capitán, papá murmura de nuevo amargamente:
—Lo sé, eres una persona muy educada.
Pongo los ojos en blanco antes de que Steve responda:
—Pero si veo que una situación no es justa... no puedo ignorarla. Ojalá pudiera.
Mi padre niega y lo mira con los ojos entrecerrados.
—No es cierto.
—No, no lo es —Steve se ríe un poco antes de sonreír—. A veces...
—A veces te rompería esa dentadura tan perfecto. Pero no quiero que te marches. Te necesitamos, Cap —de repente me mira, haciéndome endurecer ante la atención—. A los dos. Aún estamos a tiempo de obviar lo ocurrido, pero habéis de firmar.
—Podemos hacer que las últimas veinticuatro horas sean legítimas —mis cejas se doblan profundamente y me muerdo el labio mientras papá continúa—. Lees es asignada al equipo de limpieza y los Barnes son transferidos a un centro psiquiátrico estadounidense y no en una cárcel de Wakanda.
Steve se levanta y me mira por unos segundos antes de mirar el elegante bolígrafo en sus manos.
—No digo que sea imposible para mí —papá lo mira rápidamente y puedo ver el casi alivio en sus ojos—, pero necesitaría garantías.
—Claro —él acepta rápidamente—. Cuando calmemos a la opinión pública, enmendaremos esos documentos. Pediré vuestra reincorporación y las de Lees y Wanda...
—¿Wanda? —finalmente me uno a la conversación, mis ojos se abren de preocupación y Steve mira bruscamente a papá—. ¿Qué le pasó a Wanda?
Papá se sienta y dice:
—Nada. Está confinada en las instalaciones. Visión le hace compañía.
Me acerco al borde de la mesa.
—¿Confinada? ¿La has encerrado personalmente?
Su boca se abre un poco cuando me mira, tratando de explicar antes de que Steve se burle y le frunza el ceño.
—¡Oh, Dios, Tony! Siempre que creo que ves las cosas de...
—¿Qué? ¡Son cuarenta hectáreas con piscina olímpica y sala de cine! Hay formas peores de proteger a la gente.
—¿Proteger? —Steve retrocede y papá mira hacia otro lado, rechinando los dientes—. ¿Así es cómo lo ves tú? ¿Eso es protección? Es internamiento.
Me burlo, alejándome de los dos. Todo esto está muy mal.
La voz de mi padre se eleva a medida que se pone más a la defensiva.
—No es estadounidense...
—Oh, por favor, Tony.
—... y no otorgan visados a las armas de destrucción masiva.
Steve de repente estalla:
—¡Es una cría!
—¡Dame un respiro! —papá grita antes de recostarse en su asiento.
Me alejo un poco, mirándolo a él y solo a él.
—¡Hago lo que se debe hacer! Intentar evitar algo peor.
¿No es eso lo que todos estamos haciendo?
—Sigue autoconvenciéndote.
Mis ojos se cierran y paso una mano por mi cara, tirando de mi cabello con frustración.
No miro completamente a Steve mientras deja caer el bolígrafo sobre la mesa, rompiendo en la expresión de mi padre.
—No quiero estropear el juego.
Mi mano llega a mi boca y papá vuelve a ponerse sus gafas de sol con dureza, usándolas como su propio escudo personal. La ira humea en mi pecho y aprieto los dientes, tragando saliva mientras miro desde la puerta a papá. No puedo decepcionarlo. Está solo en esto. Sé que lo está. Dios, no puedo. No digo nada cuando me acerco a él y apoyo mi mano sobre su hombro. Con un aliento exhausto, deja caer la suya sobre la mía y mira a su alrededor; ninguno de nosotros mira al otro ahora.
Eventualmente salimos al centro de control principal. Por las miradas que estoy obteniendo, puedo decir que definitivamente no soy bienvenida. Aparentemente, mi perdón oficial se extiende a la cortesía común. Aparto los ojos y me concentro en las pantallas iluminadas de azul, donde un psiquiatra se sienta para entrevistar a los Barnes. Esa estúpida culpa aún persiste en mi estómago y no hay nada que pueda hacer para deshacerme de ella. Tal vez debería dejar de intentarlo.
—Hola, señor y señorita Barnes. Me envían las Naciones Unidas para evaluarlos. ¿Puedo sentarme? —el psiquiatra enfoca su atención en el hombre—. Señor Barnes, ¿su nombre de pila es James? No he venido a juzgaros Solo quiero haceros unas preguntas... ¿Sabe dónde estás, James? Si no habla conmigo, no podré ayudarle, James.
—Me llamo Bucky.
—¿Y usted? —el psiquiatra mira a la chica—. ¿La bailarina falsificada? ¿Cuál es su nombre? Plan B, ¿verdad?
—No hable con ella.
—¿Entonces no sabe que es falsa? Dime, Bucky. Los dos habéis visto muchas cosas, ¿verdad?
—No quiero hablar de eso.
—Temes que si abres la boca, los horrores nunca cesen.
La mano del hombre se apretó alrededor de su garganta y empezó a apretar. Grité una y otra vez mientras la escuchaba asfixiarse. luego todos los sonidos se calmaron y de alguna manera supe que mi abuela murió. Me estremezco por el recuerdo y presiono mi puño contra mi pecho ansioso por respirar. Papá me mira y la conversación en la sala de contención continúa, pero no le presto atención mientras me acerco a los monitores y pantallas. Mis ojos se estrecharon lentamente y mis labios se separaron en shock. Mis ojos azules se encontraron con los de él y ninguno de nosotros se movió. Unos ojos oceánicos.
No... No, eso no es... Esto no puede ser...
Ahí es cuando se va la luz.
Salgo de mi ensueño, mirando a mi alrededor rápidamente cuando todos entran en pánico.
Ross saca su walkie-talkie y grita órdenes a sus hombres.
—Vamos, quiero imágenes de los Barnes.
Ross agita su mano y la mía estira su brazo mientras digo:
—Papá...
—Entendido —retrocede en reconocimiento antes de tocar su reloj y hablarle a su IA—. FRIDAY, ¿puedes buscarme el origen del apagón?
—Evacúen a todos los civiles. Fijen un perímetro, y quiero helicópteros en el aire.
Los tres nos damos la vuelta y caminamos por la sala de control llena de personas aterrorizadas y apresuradas. Marco rápidamente mis propulsores, caminando entre papá y Natasha, apretando la mandíbula. Las luces rojas brillan y parpadean a nuestro alrededor mientras Ross ladra más órdenes, recordándome que debemos apurarnos, que tenemos que llegar, que tenemos que detener esto.
—Por favor, dime que has traído un traje —Nat habla en voz baja y apresurada.
—Claro que sí. Un elegante Tom Ford de tres piezas y dos botones —gira la cabeza hacia ella y le dice—: ¡Soy personal, no combatiente!
De repente, Sharon Carter corre al lado de Natasha y nos pasa.
—¡Seguidme!
Corremos tras ella, siguiendo los sonidos de la pelea. Tomo un respiro lento y medido, preparándonos y tomando posiciones. Observamos atentamente cómo el Soldado de Invierno derriba hombre tras hombre en la cafetería de la sede.
—En posición —Natasha habla en voz baja por los comunicadores.
Papá golpea su reloj con el dedo y pronto ayuda a que se forme un guante de metal rojo sobre su piel.
Se mueve de su lugar detrás de una columna y levanta su mano de hierro, escuchándola girar antes de que un gran destello reluciente sobresalga. Las ondas chocan contra el distraído Soldado, haciéndolo producir una mueca y mover la cabeza hacia un lado. Papá comienza a correr hacia el asesino y, cuando el hombre se adelanta un poco, envía otro destello desorientador que hace que el asesino vuelva a ponerse de rodillas.
Papá salta rápidamente sobre los cuerpos que cubren el suelo y empuja el arma del Soldado de Invierno. Él se libera y pronto apunta el gatillo directamente en la cara de mi padre. Los ojos de papá se abren en shock y ni siquiera tiene tiempo de agradecerle a Dios por poner su guante frente al calón antes de que ambos retiren el arma.
Cuando el cartucho permanece en la mano de papá, él le da una sonrisa orgullosa y luego lo pasa por la cara del otro. Todo va bien hasta que el asesino le da un codazo y lo golpea contra las mesas y sillas cercanas.
—¡Papá!
Nada más el Soldado de Invierno va hacia él, corro hacia adelante y esquivo su golpe al deslizarme de lado. Me giro, le doy una patada en la espalda y me agacho solo para que el hombre se dé la vuelta y me golpee con fuerza. Me tropiezo y le disparo con mi propulsor antes de que me agarre la muñeca y luego el cuello; sus ojos oceánicos me miran oscuramente.
La cara del hombre seguía temblando con destellos de confusión y dolor, y entre ellos vi al hombre que asesinó a mis abuelos. Pero alguien más estaba dentro de su cabeza e intentaba detener al asesino.
Cuando los míos se abren con horror, su rostro brilla con confusión, pero inmediatamente desaparece y arroja sobre papá.
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La pelirroja de quince años sigue dentro de una jaula en la sala de contención, gruñendo para sí misma, pateando repetidamente la pared de vidrio. Dos pies llevan un cuerpo por los pasillos aún tenues y el ritmo recortado solo se detiene cuando frena en las puertas rotas. Se agacha hacia los monitores que se encuentran fuera de la sala y las pantallas parpadean, obedeciendo sus órdenes. De repente, las restricciones de metal se sueltan de las muñecas de Svetlana, haciendo que sus ojos se abran. Levanta sus ojos azul cielo hacia la puerta, viendo a una mujer que pasa sobre los cuerpos que su padre esparció por todas partes.
Lisa Stark se detiene a tres metros de la jaula, las dos chicas se miran reservadas. La mayor toma un pequeño suspiro y se acerca. Svetlana se encoge y se levanta de la silla, tratando de prepararse antes de que Stark pueda abrir la jaula. Lisa mira a la chica luchar con una expresión rota; sus ojos parpadean culpablemente. Sacude la cabeza y luego levanta una mano, disparando a las cerraduras complicadas que sellan la contención.
Svet se estremece un poco cuando el metal y las chispas vuelan en su rostro antes de transformar su enojo en una expresión de sorpresa. La puerta se cae, haciendo un fuerte sonido metálico que la menor no puede escuchar. Lisa se voltea, se dirige hacia la puerta y Svet sale de su jaula rota.
—¡Espera! —Svetlana le grita antes de bajar su voz a un susurro áspero—. ¡¿Qué estás haciendo?!
Lisa se detiene y mira hacia atrás bruscamente.
—Te voy a sacar. Vamos.
—No lo entiendo.
—No tienes que hacerlo —responde Lisa—. ¿Quieres volver a ver a tu familia? —la joven mira hacia abajo en acuerdo—. Pues sígueme.
Svetlana corre tras Lisa y bajan por los pasillos oscuros que solo muestran luz cuando suenan las alarmas. Se agachan detrás de las esquinas y permanecen completamente en silencio al tiempo que los hombres de Everett Ross pasan corriendo.
Han pasado casi cinco minutos de esta carrera silenciosa antes de que Svet susurre:
—¿Dónde está mi padre? —cuando Lisa no responde, Svet la agarra del brazo y obliga a la mujer a detenerse—. ¡Dime dónde está mi padre!
Lisa quita su brazo del apretón de la niña. La mayor frunce el ceño, mirando a la vuelta de la esquina en busca de alguien cercano. Segura de que la costa está despejada, mira a Svet con esa misma expresión dura.
—Por lo que oí, tu padre escapó con Steve. Se cayeron del helipuerto —los ojos de la de quince se abren preocupados y Lisa continúa antes de que pueda hacer cualquier pregunta—. No sé si están bien. El punto es que te esperan y yo intento llevarte hasta allí.
Svetlana la mira por un momento más, su posición defensiva baja y asiente levemente. Lisa asiente con aprobación antes de agacharse por el pasillo y detenerse en una puerta con un gran cartel de SALIDA encima y un nivel rojo.
Las manos de Lisa giran alrededor del nivel y mira rápidamente a Svetlana.
—Una vez que estés fuera, aléjate lo más que puedas. Corre. No frenes por nadie.
Svet frunce el ceño y sacude la cabeza.
—No voy a dejar a mi padre.
—¡Te va a matar!
—¿Dejarías atrás al tuyo? —la voz de Svetlana es sorprendentemente dura para alguien tan joven—. ¿Lo harías?
Lisa la mira por un rato; su mandíbula se aprieta. Con un pequeño gruñido, tira de la palanca y la gran puerta cede. Svetlana entrecierra los ojos ante la luz del sol, pero los abre de inmediato al ver a Sam Wilson parado con precaución al otro lado. Se vuelve ante el sonido y luce aliviado mientras se acerca más a las dos chicas. La pelirroja apresuradamente abraza al hombre, se aleja y luego lo golpea en el brazo.
—¡Ay! —susurra con dureza, frunciendo—. ¡¿Por qué?!
—¡Porque me dejaste atrás! —Svet le frunce el ceño antes de que ella lo abrace de nuevo—. Pero me alegro de que hayas vuelto.
Sam resopla y la abraza.
—Pegas como tu padre.
Los dos se alejan y se vuelven hacia la joven parada en la puerta. Lisa se endereza ante la atención, dándoles un asentimiento antes de moverse para volver a entrar.
—Lisa —la voz de Sam la detiene—. ¿Estás segura de que sabes lo que estás haciendo? Te vas a meter en problemas... No creo que te vayan a perdonar después de hacer esto.
Svetlana mira a la mayor con los ojos muy abiertos.
—No te preocupes por mí —Lisa deja escapar un suspiro y sus ojos caen—. Sal de aquí antes de que alguien vea —los dos dudan por un momento más, mirando a Stark con incertidumbre—. ¡Que salgas de aquí, Sam!
El hombre toma la mano de Svet y comienzan a retroceder rápidamente, corriendo. Lisa los mira por un momento más antes de que su mandíbula se apriete, mire por encima del hombro y desaparezca rápidamente en la oscuridad.
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