Capítulo 7
Y aunque el miedo lo consumía, las visitas se habían hecho habituales. Iba casi todos los días antes del mediodía, a veces ni siquiera necesitaba convencer a Dayna porque se la encontraba durmiendo y entonces entraba en silencio y de ése modo bajaba las escaleras hasta el sótano. Gerard ya sabía que era él el único que iba a esa hora, así que lo esperaba, y aunque no charlaba mucho, se quedaban en compañía, mirándose por largos minutos. Sus heridas ya no lucían tan mal y hacía semanas no le infringían nuevas. Al parecer lo dócil de Gerard lo había ayudado a salvarse de eso, porque entre más se quebraba su voluntad menos luchaba y así menos daño le hacían.
Frank sentía que el miedo que experimentaba en esos momentos con Gerard era casi tan grande como la impotencia al no poder ayudarlo de verdad. Había planeado el escape tantas veces ya pero en cuanto se encontraba con sus amigos perdía la valentía, y la idea se iba como arena ente sus dedos. Simplemente no podía ayudarlo, era imposible... sólo podía intentar hacerle la estadía un poco más soportable.
Aquél día se las había ingeniado para llevar un termo con café ya preparado para Gerard, se lo había pedido dos días atrás y finalmente había podido cumplirlo. Tal como antes, Dayna estaba durmiendo sobre el sofá así que no tuvo problemas al momento de entrar a la casa y bajar al sótano. Abajo estaba todo en penumbras, pero todavía podía ver a Gerard. Y Gerard se removió entre sus mantas y se alzó.
La mueca en su rostro era bastante similar a una sonrisa.
— Hola Gerard —dijo Frank, dedicándole una sonrisa al tiempo que tomaba asiento a su lado sobre el colchón. Con una mano comenzó a rebuscar dentro de su mochila y con cuidado sacó el termo—. Traje lo que me pediste.
A pesar de la poca iluminación pudo ver sus ojos iluminarse, y sin dilación lo vio abrir el termo e inhalar fuertemente el aroma del café.
— Lo extrañaba tanto —susurró Gerard antes de darle el primer sorbo. Frank estaba consciente de que estaba bastante caliente, pero al parecer Gerard no lo notó porque después de aquel larguísimo sorbo le dio otro y jadeante se tomó unos segundos para descansar—. No sabes cuánto te lo agradezco...
— No pasa nada —sonrió Frank—, mañana traeré más café.
— ¿Cómo voy a pagarte? —preguntó Gerard, bebiendo otro largo sorbo— Yo... uh, pregunta lo que quieras. Sé que tienes curiosidad.
Frank mordió su labio inferior y luego de mirar hacia la vacía escalera volvió a mirar su rostro magullado y enflaquecido. Era cierto que quería saber mucho de él, llevaba semanas trazando historias en los espacios vacíos que la poca información que tenía de él dejaba, y ahora que podía ni una sola idea venía a su cabeza. Dejó ir un suspiro y luego de un largo rato decidió hablar, iba a empezar por algo simple.
— ¿Cómo era tu vida... antes?
Gerard bebió otro sorbo de café y dejando ir un largo suspiro, respondió:
— Mis padres se divorciaron poco antes de que yo fuera secuestrado. Vivíamos todos en Los Angeles y teníamos una buena vida, mi padre trabaja en una disquera y le va bastante bien. Mi madre lo echó de casa y yo no quería eso... —suspiró— Ella bebía mucho, nunca me gustó... yo soy hijo único, así que era difícil. Le pedí a papá que me dejara vivir con él pero dijo que no tenía espacio. Así que me escapé de casa y me vine a vivir aquí, con mi abuela... papá se enteró y quiso ayudarme, trajo mi auto, comenzó a enviarme dinero y me matriculé para terminar mi educación, dijo que tenía que hacer eso si quería dedicarme a la música. Todo estaba bien, ¿sabes? La vida era buena, pero... supongo que si existe un Dios no está precisamente interesado en mí porque dos semanas después de que internaran a mi abuela en la clínica estos tipos me secuestraron y... sé que ha pasado mucho tiempo, pero no sé cuándo... no sé qué pasó con ella, con mis padres, con... con nada.
Frank no pudo responder nada coherente a la historia de Gerard porque había calado hondo en él. Gerard realmente tenía una buena vida antes de eso, tenía un buen futuro, tenía problemas de una persona normal. Pero por sobre todo notó que Gerard tenía su edad y sus mismas ambiciones. Gerard podía haber hecho cualquier cosa, y ahora su futuro era incierto. Y lo más importante; en lugar de Gerard pudo haber sido él.
Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y como si los hubiese invocado, escuchó abrirse la puerta de arriba y unos pesados pasos se hicieron escuchar. Frank se apresuró en guardar el termo de regreso en su mochila y se apartó de la cama mientras Gerard se refugiaba entre las mantas. Pero no alcanzó a separarse demasiado cuando vio a Ethan, Craig y Peter aparecer por las escaleras. Y ellos olieron su miedo.
— Pequeño Frankie —fue Ethan quien habló, traía una amplia sonrisa en sus labios—. Así que es cierto, estás aquí. ¿No quedaste conforme con la última vez y quieres follártelo a solas? Porque según Day vienes casi todos los días para estar con él... ¿Tanto te gusta él?
— ¿Por qué haces esto? —preguntó Craig, sonaba molesto.
— Es obvio que está ayudándolo —dijo Peter—. Yo se los dije, chicos. Este hijo de puta quiere sacarlo de aquí, y si lo hace estamos muertos. Va a entregarnos.
Frank vio a Craig acercándose a él y alzó la mano que tenía la botella de cerveza, y cerró los ojos esperando el golpe. Pero eso no pasó, y cuando volvió a mirar notó que Craig estaba bebiendo. Más cuando terminó la botella le dedicó una sonrisa, y acto seguido descargó un golpe en su mejilla con la mano libre. Frank cayó de espaldas al suelo y sintió la parte interior del termo quebrarse en muchas partes. Gerard soltó un grito ahogado y después que Peter le lanzara una patada en el torso se quedó escuchando aquél grito por largos ratos, mientras se retorcía por el dolor.
Con los ojos semi abiertos vio a Ethan arrodillándose sobre él y luego de alzarlo con uno de sus brazos comenzó a lanzarle golpes en el rostro. El primero dejó en llamas su mejilla, luego sintió un sabor metálico en la boca y luego su nariz estaba húmeda. Tenía la vista borrosa, los oídos tapados, y su cuerpo dolía tanto...
— Les dije que no confiáramos en él —escuchó decir a uno de los chicos.
Tragó saliva pesadamente cuando Ethan lo dejó caer, y como pudo intentó incorporarse.
— Chicos... —susurró adolorido—, chicos... yo no voy a sacarlo de aquí, yo solo... yo solo...
Pero no pudo decir nada más, no sabía qué más debía decir. Soltó un nuevo suspiro y luego se acostó sobre el sucio piso. Se sentía tan terriblemente mal que era difícil imaginar cómo Gerard soportaba todo eso a diario. Quería llorar, quería irse a casa y no volver jamás... pero sabía que no podía hacerlo sin ayudar a Gerard.
— ¿No me digas? —Escuchó decir a Craig— El pequeño Frank se enamoró.
— ¿Qué? —dijo con voz pastosa, por el rabillo del ojo podía ver el gesto aprensivo de Gerard. Era obvio que estaba demasiado aterrado como para entrometerse.
— Eso tiene sentido —dijo Ethan—. Así que es por eso que vienes todos los días a ver a Gerard. Estás enamorado.
— Entonces fóllatelo —escuchó decir a Peter.
Tragó la mezcla sanguinolenta que descansaba en su boca y alzó la mirada a los chicos. Estaban los tres mirándolo fijamente y era claro que no podía salir corriendo aquí que se puso de pie y se aceró a Gerard. Intercambiaron una larga mirada que decía todo lo que no podían decir y con verdadero pesar comenzó a desabotonar sus pantalones. Pero cuando ya estaba por bajarlos Craig se acercó a ellos e hizo estallar la botella contra la pared de cemento. Sólo quedó con el cuello de la botella y algo de vidrio roto pegado a esta, y eso parecía ser suficiente para él.
— Así no —dijo Craig, y luego le pasó la botella—. Con esto.
Frank sintió su mano comenzar a temblar y lágrimas rebeldes empezaron a bajar por sus mejillas. Miró a Gerard que temblaba nerviosamente sobre la cama. Quiso decir que Gerard no merecía eso, que si querían podían hacérselo a él, pero no tuvo la valentía para hacerles frente, no tuvo la valentía para aceptar aquel terrible destino en lugar de él. Intentó acercarse a Craig para quitarle la botella. Pero Craig golpeó su rostro con ella y dejó una cicatriz sangrante. Unos gruesos brazos lo agarraron para forzarlo a mirar; era Peter.
— ¿Así que quieres escapar? —dijo Craig, y con bruscos movimientos lo hizo tomar lugar sobre el cochón. Boca abajo, con el pálido trasero al descubierto.
Las lágrimas de Frank eran tan intensas que difícilmente podía ver, pero aun así no pudo evitar ver el momento en que Craig apartó los glúteos de Gerard y clavó en él la parte rota de la botella. Lo vi girarla ahí y luego comenzar a empujarla hacia dentro y casi vio desaparecer el vidrio de la botella en el interior de Gerard, más pronto lo extrajo y pudo ver toda la superficie del cristal antes transparente ahora cubierto de sangre. El llanto de Gerard era tan fuerte que posiblemente podía ser escuchado a kilómetros, pero absolutamente nadie iba a ayudar. Frank intentó liberarse del agarre de Peter, pero era imposible.
Y totalmente impotente vio como Craig seguía abusando de Gerard con los restos sangrantes de la botella de cerveza.
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