Un nuevo idioma
Quisiera llamarte en ochenta idiomas.
Oírte en ochenta y cinco.
Llenar tus huecos en noventa.
Y escuchar atentamente los cien
de esta rota melodía.
Para sentir cada lágrima
en mi abrazo
y quitar la sal a tus penas
con mi dedo.
Quisiera llamar a tus delicados brazos,
súplica de mis caricias.
Invocaría la inseguridad de
tus avances,
como si de un juego de niños
se tratase,
jugando con el infinito tiempo
y la tan efímera infancia.
Quisiera llamar a ese andar tuyo
bajo la lluvia.
Esa danza magistral
de las ondas en el agua ,
de los charcos de mi hogar,
de tus pies en mis lágrimas.
Invocar otra vez tu elegancia,
la coreografía de tu pelo,
que parecen planeadas a la perfección,
fruto del entrenamiento.
Quisiera llamar a todo tu vacío,
y no me oirías ni en ochenta idiomas.
No llamarte para completarlo, no.
Llamarte para que lo compartas.
Llamarte para que me elijas si
tienes frío,
si te falta la luz de las estrellas,
si la noche te envuelve en su delirio.
Si nadie te entiende
quiero ser tu fábula,
tu camino, el río con mayor
caudal.
Porque fallando es como se aprende,
y a veces hay que ir a contracorriente.
Quisiera llamar todo tu ser,
y noventa idiomas se quedarían cortos.
Quisiera llamarte en tantas lenguas...
Pero pareces ser una única,
imposible de hablar.
Tanto que aún buscando por
toda tu piel,
jamás tu secreto
aprendí a pronunciar.
Quisiera llamar al eco
de tu voz,
para recordar siempre
tu presencia.
Reclamaría mi reflejo únicamente
si es en tu iris
y escribiría cien versos
sobre cada historia que esconden
tus pupilas.
Escribiría, siendo mis poemas
la metáfora a tu belleza.
Siempre tan falta de palabras,
tan redundante y sin delicadeza.
Ojalá supiera cómo llamar a tus
cristales,
encontrar la forma de llamar
a mis sueños cuando tú eres
lo único con lo que sueño.
Extinguiría ochenta idiomas
si eso te ayudase a dar palabras
a tu miedo,
a tus ilusiones.
a tus ambiciones.
Si eso me hiciese entender la
historia de cómo llegué a este
puto milagro.
Quisiera llamar a tu boca, a tu cuerpo,
y mi voz sólo sería un susurro ahogado.
Aunque a veces quisiera no llamarte,
pero sólo si eres tú el que me calla.
Y así escribir, escribir,
dejar que mi mano construya
ella sola las ideas.
Y escribir, y escribir,
y así sentir tus labios besando
mi espalda iluminada
por un relámpago en la tormenta.
Llámame loco,
llámalo como quieras.
Pero besarte si no estás,
es que estos versos acaben en tu boca.
Quisiera poder estar más contigo,
pero no dejar de disfrutar nunca
de tu ausencia.
Porque el silencio no es vacío,
el silencio es música.
Y, ¿sabes qué?
A veces no llamarte,
es también llamarte.
Por eso...
Quisiera llamar tanto
de ti, mi amor,
que tendremos que inventar
un nuevo idioma.
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