Blanco árbol de hojas rojo sangre.

Hielo y escarcha de tu gélido invierno. 

Fiero huargo, eco del último grito del frente. 

¿Cómo sienta ver tus raíces arder

y turnarte incandescente?

Tus ojos grises y cansados 

son los relojes del tiempo incierto. 

Tus ramas de aspecto viejo y resquebrajado,

dan resguardo a todo el reino. 

Al final sólo eres un prisionero desterrado,

esclavo de la herida del silencio. 

¿Cómo sienta, dime, 

cómo sienta estar expuesto?

Parecen siglos los que has pasado 

inmerso en relatos ajenos. 

Aliado, enemigo o amigo del herido, 

nunca nadie a tu sangrado puso freno. 

Pero alguien rompió tus muros, ¿cierto?

Alguien sanó tu negra herida. 

Como un fénix de sus cenizas

te enseñó a renacer. 

A que algunas veces,

hay que perder para luego vencer.

Fue tu ángel de la guarda,

la extinción de tu miedo a equivocarte.

El riego del viejo árbol moribundo, 

el desteñido de las hojas rojo sangre. 

Y ahora dime...

¿Cómo sienta, dime,

cómo sienta enamorarse?