He sido yo siempre y seré

el más variable y errante ser de esta tierra.

Incluso si algún día me reubiqué,

de este puzzle ya no queda ni una pieza.

He roto cadenas

y he liberado almas.

Incluso divagando por las laderas

encontré en mi interior mi calma.

He reído, he llorado,

he amado y he sufrido.

He sido aliado de los cambios

y compañero del olvido.

He sangrado en lágrima la pena

que la dura realidad dejó en mí sin piedad.

He llorado en sangre el dolor

con el que el filo del rencor marcó mi criminalidad.

He sido hombro sobre el que llorar,

consuelo y consejero del más fiel.

Pero al final las únicas historias que puedo recordar

son las mías propias, grabadas en mi piel.

Nada era estable, flotaba y me ahogada sin cesar,

siempre sumergido en la tormenta de mi pesar.

He subido a la copa del árbol,

intenté rozar la perfección.

Y he bajado a su base,

fiebre de la desesperación.

He sido libre para sumergirme

en esos profundos ojos azul cielo.

Y he sido encerrado por la sublime

mentira de unos labios jamás sinceros.

No ha sido malo el resultado,

la felicidad y la gloria me han acompañado.

Pero no ha sido buena la derrota,

causada por la propia victoria.

Y es que una parte sin la otra no existe,

van siempre juntas y enlazadas.

Y si se cortase ese lazo,

toda la historia sería cambiada.

La vida con tinta y pluma

me escribe en este libro sin dudar.

La muerte con su cuna

a todos espera en su página final.

Ahora eso ya da igual,

no queda nada de aquel entonces.

Ahora ese chico del pasado,

recorre estas páginas hacia un nuevo horizonte.