Ángel negro
Cuentan las leyendas
que hace tiempo, mucho tiempo,
un pequeño ángel como ofrenda
dio sus alas al diablo en su encuentro.
A cambio sólo pidió
ser libre y bello.
Pero el pobre se perdió
en sus propios pensamientos.
Sus ojos color miel
ahora eran de un rojo intenso.
Y con heridas en alma y piel
descansaba en su lecho el ángel negro.
"Te prometí que el cielo tuyo sería,
infinito e indomable,
para que pudieses volar algún día,
tú, bello e inalcanzable."
Qué irónica esa alegría,
la alegría de una ilusión que nunca volvería.
Sus alas entre esos barrotes
decoraban esa jaula, su nuevo hogar.
Igual que un barco que no sale a flote,
volar era un triste sueño sin lugar.
Daba igual si caminaba,
entre esas paredes siempre se quedaba.
Y que no sentía ya nada
que no fuese tristeza y desilusión.
El miedo ahora dejaba
huellas en su corazón.
Escuchaba en su cabeza, triste y agotado:
"Oh, ángel. pobre criatura.
Tú mismo has sido el compositor
de la partitura
que te hundió en tu desesperación."
Todos felices a su alrededor,
le miraban con asco y repulsión.
Y es que los demás con cosas sencillas,
no se sentían afortunados.
Y él por una abrazo o una sonrisa
habría incluso matado.
Pero el diablo no le mintió,
cumplió con su parte del trato.
Fue bello como pidió.
Habían obedecido su mandato.
Incluso libre como quería,
podía ser si le apetecía.
Una pena que no se parase
a leer la letra pequeña.
Que no se percatase
de que sin sus alas, no merecía la pena.
Pudo haber sido como quisiera,
pero ahora faltaba algo de él.
Ahora, con su vacío interno
no podía estar ya bien.
Al final, se tomó la justicia por su mano
y su destino decidió cambiar.
Ahora el rojo había emanado
para el negro intentar tapar.
Si se hubiese dado cuenta
de que no le determina el diablo,
ahora la leyenda de éste ángel
no la habría yo contado.
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