Poema a Luna, nuestra gatita

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Parece mentira que en tan poco tiempo pasen tantas cosas.

De repente estás meses sin nada nuevo, la rutina, la frustración, la desesperación, esperando por un cambio, y simplemente no llega.

Supongo que es porque no debe llegar, no es el tiempo, ni el momento, ni el lugar indicado. O sencillamente no estamos preparados y los eventos esperan.

Aunque no siempre sucede así, a veces todo se junta y explota sólo para hundirnos y ponernos a prueba, a ver cuánto soportamos, cuánto tardamos en superarlo.

Y otras, llegan, en pocos días, se presentan varias situaciones.

De algunas queremos huir, porque ya estamos tan cansados de la rutina que eso sólo parece ser la repetición de otro evento, causante de las ansiedades.

De algunas otras, las tomamos como oportunidades, para aprovecharlas y escapar de ese bucle infinito, ese bucle pesado que es casi como una responsabilidad. Casi, porque en realidad nunca lo fue, sino que fue una carga impuesta.

Y de repente, cuando se está desvaneciendo ese pedazo de rutina agotadora, cuando esa oportunidad que alegra y desespera, que aterra por la magnitud del gran cambio que genera, cuando más necesitamos apoyo, llega el tercer golpe, y se presencia algo no nuevo y conocido, sino inédito e imprevisible.

Y te deja atónito, pensante, desconcertado, con una sensación de tristeza, con un vacío.

Porque de esos tres momentos que se sucedieron en tan poco tiempo, el último fue algo que simplemente se lo llevó el viento. Y ya nunca más volverá.

Ahora queda enterrado en el jardín, bajo la higuera, me queda el recuerdo de un maullido en medio de la noche, y la imagen de la naturaleza salvaje, siguiendo sus instintos.

Luna ahora vive una vida nueva.

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