Un pequeño bocado de vida
En este mundo tan perpendicular; donde el más agraciado es merecedor de la santa dinastía regocigante, añorada por los más codiciados. Dudosos de discernir adyacentemente de sus vidas la voz juicial y apaciaguante que a través de los siglos ha guiado estrepitosamente la fe y la armonía destinadamente. Aún así, estos factoeres no convencian totalmente al pequeño pelirojo, que, a sus anchas se consideraba parte del montículo conformado por los más curiosos. ¿Es nocivo intentar comprender osadas divinas? Esto claramente alimentaba las ansias por comprender un poco más.
Un día como cualquier otro, el aventurero pelirrojo a medio camino de investigación pudo discernir unas cuantas dudas que, anteriormente causaban repetidamente provocaciones de los mismísimos dioses; aunque también era cebos para demonios traviesos que no dudaban en jugar con su integridad y malinfluenciar el camino correcto. Sin embargo, aquel día, todo fue diferente.
De los aclamados y gloriosos cielos descendía un ángel con tanto vigor y gracia que abundaban los deseos por esos seres. Muchos habían abandonado su fe en las religiones, y no es para menos; el ser humano siempre tendrá muchas curiosidades, basándose en eso han creado teorías conspirativas para cada cosa o ser en el inmenso universo. Todo tiene su lugar, el Dios omnisciente, omnipotente y omnniprescente siempre fue uno de los más grandes temas para charlar. Ya que muchos ajenos erradicaban la existencia de este ser debido a sus incronguencias que, francamente, pensándolo de una manera neutral, todo es más claro.
Sólo somos ciervos del señor, pequeños cuerpos de energía abrazados de la incertidumbre entre adquisiciones espirituales. Uno debe guiarse por el bien y abandonar ideas perjudicarias para nuestra salvación, eso siempre será discutible entre las variables bocas que opinan de maneras personales.
Estamos muy alejados de la posición correcta para entender cosas que están más allá de nuestro alcance, ya que nuestro entendimiento humano es muy límitado para tratar temas más exóticos.
Y e aquí, frente a sus oscuros ojos tan negros como el manto divino de las noches frías y benévolas se presentaba la refulgencia de aquel ángel, tan casto, tan puro, tan benigno. Su piel blanca como las azucenas que orillaban los ríos de los valles, su cabello, tan dorado como los rayos del sol mismo, sus labios, tan colorados como el rojo carmín de la sangre; desprendía un olor tan incierto que a su vez es tan deleitoso, tan atractivo. Y lo más hermoso, los ojos brillantes azules, tan brillantes como un diamante, unos orbes tan azules que juraría que se podría apreciar la majestuosidad del cielo reflejado en ellos. Este poseía una gran túnica blanca color nieve, tan representativa de los ángeles que habitaban el cielo, sobre todo un par de alas grandes pero audaces que centelleaban al mismo instante en que este aterrizaba en la tierra, tan brillantes como las estrellas, sin duda alguna es el ser más hermoso que sus ojos hayan visto.
Inadvertidamente en un azar de segundos su corazón latía estruendosamente, dando a notar que había sucumbido ante la presencia del ángel. Sus dotes cautivaron completamente al aventurero, haciéndolo sentir un sentimiento que hace mucho había dado por perdido. El amor.
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