Fin del juego

En un pequeño cuarto sin esperanzas

En un cuarto oscuro, sin luz ni esperanza,
caen flores negras que el viento lanza.
La ventana resplandece como un cristal vacío,
reflejo de un alma sin calor ni brío.
Sin pena ni gloria, la cama me abraza,
y un eco murmura: "No puedes, fracasa."

Un tablero olvidado, piezas de colores,
caos ordenado entre antiguos errores.
Cuando todo es gris, solo queda el juego,
un susurro de sueños que el tiempo dejó ciego.
"Si pudiera empezar de nuevo,"  pienso,
pero el pasado me atrapa en su denso incienso.

 competencia internacional de ajedrez

En la sala de ajedrez, de mármol y gloria,
se escribe el capítulo de esta historia.
La luz resplandece sobre mi adversario,
su mirada cargada de odio centenario.
Frente a mí, aquel que mi infancia negó,
el que con su burla mis sueños quebró.

¿Crees que puedes ganar, pequeño?
pregunta burlón, con desprecio señero.
Creo en mí,— respondo con firmeza y calma,
una chispa de fuego que enciende mi alma.
Intenta estrechar mi mano, gesto vacío,
mas niego el contacto, rechazo frío.

El reloj empieza, marcando un destino,
sus agujas tienden un hilo divino.
El primer movimiento, seguro y veloz,
pero noto en sus ojos un quiebre atroz.
Avanzo mis piezas con tensa destreza,
el tablero es mi campo, la lucha comienza.

El sudor cae lento, se mezcla en tormentos,
las piezas resbalan, palpitan momentos.
Mi mente calcula, mi ser se sostiene,
pues toda esperanza en este juego deviene.
"Mi vuelta a la vida, mi grito callado,
el eco que aplasta su verbo infundado."

A medida que avanzo, su rostro se quiebra,
cada jugada es un golpe que celebra.
Lo dejo creer en un rayo de suerte,
pero en mi interior preparo su muerte.
El rey enemigo se encuentra acorralado,
un jaque letal, su tiempo ha acabado.

Diez minutos bastaron, la victoria es mía,
pero el peso del triunfo no trae alegría.
Su mirada vacía, su derrota final,
reflejan en mí un vacío mortal.
Levanto mi rey, mas mi alma no canta,
el silencio me envuelve, la luz ya no aguanta.

"¿Y ahora qué?" murmuro al borde del abismo,
pero no hay respuesta, solo un espejismo.
El tablero, testigo de mi venganza,
se torna cenizas, disuelve esperanza.
Las luces se apagan, el eco se pierde,
y en mi soledad, mi espíritu muerde.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top