Egoísmo

Recuerdos invaden mi mente quebrada,
no piden permiso, no buscan entrada.
Llegan despacio, niebla de antaño,
y el eco murmura su sordo daño.

Ahora o nunca,— dijiste al correr,
como si el mundo fuera tu querer.
Te seguí, pues nadie quiere quedarse,
la vereda es sombra que teme marcharse.

Hoy, arrodillado frente a tu ausencia,
me enfrento al dolor con vana paciencia.
Suelto tus manos, ya no sostienen,
mas mi alma grita que no te desprenden.

Por una cabeza,— cantabas risueño,
y todo brillaba bajo un fulgor pequeño.
Tu voz era cuna, mi calma serena,
ahora es vigilia que a la noche condena.

Una flor oscura reposa en tu cama,
yo cierro los ojos; mi mente la llama.
Susurra en la sombra, insiste, no cede,
y mis manos tiemblan, mi razón no puede.

Ayúdame a juntar las hojas,— decías,
y en mis torpes dedos la fuerza perdía.
Con una pala que rasga la tierra,
entierro memorias, mi duelo se aferra.

Hoy las palabras son llanto vacío,
mientras una caja custodia el frío.
Flores carmesí te guardan del viento,
y yo me consumo en cristal y tormento.

La tierra está húmeda, como quien llora,
facilita la despedida traidora.
Mas los cristales hieren mi garganta,
mi egoísmo clama, el tiempo no aguanta.


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