¿Qué pasó con los hombres del mañana?
No los que dieron forma de ciudad a
un claro oculto en el bosque.
Y forma de torre al ardiente deseo.
No quienes hicieron parir la novedad
al fragor de las batallas durmiendo
el sueño de un mundo que terminaba
en frías trincheras.
No esos que anhelaron la gloria que
hoy ya no existe como no existe ese ayer.
Giran las arenas al son de un
cantar que evoca enigmas en
los nubarrones.
Se apagan las antorchas y en
las sombras esperan otras voces
que ya no son las voces del fuego.
Vislumbran los nuevos hombres
un nuevo mundo. Hombres
que soñaron con maravillas posibles
solo en los reinos del más allá del ahora.
En ese instante preciso que es el tiempo
real, que no abarca pasado, presente y
futuro sino un solo momento que es nada
más que todos los momentos al suceder.
Como una idea así, las raíces de esa planta.
Como el último suspiro y entonces nada
que relatar. Intento decir ahora que los
tiempos del final no son más que una ilusión,
por que todo el tiempo es una falsedad donde
lo que sucedió ya sucedió y lo que sucederá
ya sucedió, y lo que va a suceder, ya sucedió
y si ya todo sucedió es que nunca hubo
un tiempo del final sino solo un tiempo.
Sin final. Sin comienzo. Solo un tiempo para
los hombres y las mujeres que un día miraron
con otra mente hacia adelante o hacia el
pasado y pensaron en qué pasaría con los
mañanas venideros, los vividos y los por vivir.
Quema cual rugido
luz del nuevo amanecer,
tu que has visto lo que Eminescu
comprendió. Lo que Nietzsche,
lo que Borges. El hombre que
es uno y todos los hombres.
Las dos sombras y las dos luces.
Los ojos, que son dos, pero miran
al mismo punto.
Brinda para unos pocos tus enseñanzas
y para todo el resto de nosotros
la paz de un frío descanso
de nuevos días a surgir.
A ellos mi saludo enérgico, mi alabanza. Hombres y mujeres del mañana que ya
están naciendo y hacen de suyo el vivir
como antaño, pero mejor.
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