Equilibrio ajeno
Soy la que escribe
desde la zona abisal del alma
para la desconocida galaxia.
La que pone sus mensajes en una botella
y la tira al espacio
para ver si entra en órbita.
Ya sé, no me ves.
¿Cómo podrías verme?
Si sos un navegante
del lado oscuro de la luna.
Mis versos desorientados
no están en tu brújula.
Soy el cúmulo de células
que sobrevive
al conato de aborto constante
de la naturaleza.
El aparato o sistema
en un sistema solar cualquiera,
que ríe creyendo que camina
por encima de sus ancestros
y por debajo de las estrellas
solo porque va sobre la línea
de su suspiro de vida.
Que se refugia de la lluvia
entre masas de ozono y océano
haciéndose invisible,
tranquila por mediterránea,
andando en la corteza
más superficial del planeta,
y que se fía de la rectitud
del eje de la Tierra
tanto como de su tonta
máquina de cuatro ruedas.
La que es un tejido gris
herido de trastornos y tiempo,
y juega a la caperucita en mundo,
mientras el lobo se extingue.
Mientras Dios cuida
un equilibrio ajeno.
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