Siento miedo...

La oscuridad me envuelve
y no sé en dónde estoy metida.
Este arcón de madera macizo
se me antoja un féretro improvisado.

Allá afuera
nadie parece percatarse de los golpes
que estoy dando bajo su tapa.
Sollozo
y la angustia provoca
que un nudo se instale en mi garganta
avisándome de que; posiblemente,
este sea mi último día sobre la tierra.

Aguzo el oído y sin embargo
un silencio espectral invade el espacio
en dónde estoy metida
dentro de este robusto habitáculo.

Hasta mi mente llegan recuerdos
de mis días pasados
junto a los míos.
Y las lágrimas se asoman a mis ojos;
adolorida...
... Adivinando que este sí es mi final.

Trato de respirar hondo y cada vez que tomo aire
entiendo que este
se va evaporando con cierta lentitud
a medida que yo hago uso del escaso oxígeno
que contiene está diminuta caja,
hecha a medida para mi cuerpo, pronto yacente.

No puedo más que dejarme vencer.
Comprender que nadie va a sacarme de aquí y que,
lo que realmente deseo es
que lo que tenga de suceder,
suceda con la mayor celeridad posible.

El sueño me invade...
El oxígeno
es cada vez más escaso
y no puedo hacer otra cosa
que sollozar y despedirme a través
de mis pensamientos
de aquellos de los que no voy a poder despedirme
a través de mis palabras.

Cierro los ojos...
me abandono a tal debilidad.
Y siento cómo mis sentidos se van adormeciendo
a medida que mi corazón va dejando de latir;
ralentizándose a pasos agigantados.
Es inútil seguir luchando
y por lo tanto
debo abandonarme en brazos de esta terrible locura
de la que ya no hay vuelta atrás,
ni una posible escapatoria.