Nunca había deseado tanto un abrazo como en estas últimas semanas...

Pero un abrazo, abrazo, de esos que reconfortan el alma,
que animan el corazón, que calientan tus sentimientos y reavivan la emoción.
Aquellos que consuelan, que dan calidez, que dan seguridad.
Esos abrazos que te dicen sin palabras que solo no estás.
Un abrazo que solamente transmita paz y seguridad.

Es curioso el poder de un abrazo.
Este simple acto puede una historia cambiar,
dar otro final y/o una vida salvar.
Abrazar, apapachar, arrullar

Con un gesto tan sutil, tan vital, que fortaleza puede brindar.
Aquel donde el silencio habla, en el vacío llena, y la tristeza alienta.
Un conector de almas, una esperanza deseada, una luz en la oscuridad,
una promesa que guía hacia la calma, una melodía tranquila en la tormenta.

Así de grande es su poder, que en momentos de dolor,
un abrazo es la mejor solución, y la mejor opción.
Este restaura corazones, fortalece sueños, transforma personas,
ilumina vidas, recarga energía y sana heridas.

Por eso deseo un abrazo, en estos tiempos de incertidumbre, dolor y ansiedad.
Quiero esa acción, que sin decir nada, lo dice todo,
donde transmite fuerza y disminuye el peso del corazón,
para que encienda una chispa de amor y comprensión, que sane mi interior.

¿Ese abrazo llegará? Espero que sí, aunque dude sin cesar.
¿Por qué no lo pido y ya? No es tan fácil, la verdad,
pero finalmente pude expresar lo que mi corazón no deja de desear.
Con esto, un peso quité, mi alma alivié y un paso avance.

Ahora solo queda esperar a ese anhelado abrazo llegar.