Una vida llena de maravillas.

O una llena de arrepentimientos.

Un chico que olía a café amargo estaba mirando.

Su sonrisa...esa cara gabardina...y esa mirada que tenía.

Admiraba la elegancia y prudencia que tenía.

Porque Camila era un desastre de cabello despeinado.

Lo que no podía comprar lo conseguía con su sonrisa.

Astuta, bonita y fugaz ella era de todo menos lo que parecía.

Camila decidió tomar su fría mano ese día.

Y de despertar con gritos y miseria.

Ahora ella bebía misterios oscuros cada día.

En medio de un caos color rojo vino.

Las cascadas gritaban por auxilio y ella no se tapaba los oídos.

Camila se perdía en su triste y salvaje melodía.

Descansaba en ella hasta arrullarse del pasado.

Haría caso a los susurros para conseguir lo que quería.

Camila no quería perder en este juego de sabor amargo.