En un rincón callado del alma,
nació un suspiro de sol y miel,
tan suave como el amanecer,
con la inocencia de un niño que calma
el temblor de un mundo que quiere volver.

Te miro y el tiempo se desvanece,
eres la brisa que en calma me toca,
y aunque mi voz a veces enmudece,
tus ojos me cuentan sin decir una nota
que el amor verdadero no envejece.

Eres la flor que nunca marchita,
en mi jardín secreto, la más fiel,
luz que en mi oscuridad palpita,
eres mi paz, mi refugio de papel,
el sueño que mi corazón necesita.

Si en tus manos reposa mi suerte,
que me encuentre el destino rendido,
porque amarte es el arte de no perderte,
es sostener tu sonrisa sin ruido,
y guardarte en mi pecho hasta la muerte.

Tan puro este amor que parece rezar,
como un niño que aprende a creer,
porque amarte es tan solo amar,
sin prisas, sin máscaras que puedan caer,
sin más deseo que verte brillar.

Te amo como el río besa la orilla,
sin esperar más que la eternidad,
con un latido que nunca vacila,
seré tu luna, tú mi verdad,
seré quien cuide tu tierna semilla.

Amor que no hiere, amor sin medida,
te ofrezco mi ser en cada latido,
porque a tu lado la vida es vida,
un cuento sencillo, un sueño querido,
y un cielo que nunca tendrá despedida.

En cada estrella dejo mi promesa,
de amarte con la fuerza de un mar,
de que mi amor nunca se desborda o cesa,
pues si existo, es para en ti morar,
y regalarte mi alma sin tristeza.

Que el tiempo me lleve a donde estés,
y si mil vidas me son concedidas,
en todas mi amor por ti sembraré,
con la pureza de estas palabras no dichas,
amor que vive, respira y jamás moriré.