Capítulo #2:


Una pequeña rosa azul:

Eran  las 11 de la noche y Mía salió por fin de aquel hospital que amaba tanto; iba dando paso tras paso pensando en aquel chico malhumorado que le gritó y después de un tiempo se disculpó con gran frialdad; ella seguía ideando una manera perfecta en la cual lo hiciera reír tan fuerte que se escucharía por todo el hospital de alguna manera ella quería hacerlo feliz. Ella no durmió en toda la noche buscando la manera y no lograba coincidir con algo ella sabía que esa sería una tarea difícil; al final eligió uno de sus tantos disfraces y vió un espectaculo sin igual, vió como los rayos del sol empezaban a hacer su aparición a Mía le parecía algo simplemente espectacular ver aquella maravilla que no todos logran disfrutar a pesar del cansancio que sentía  pareció que ver el amanecer renovó sus energías y así empezó aquella mañana del sábado; con una hermosa sonrisa.

A tan solo unas calles estaba Patricio en aquel hospital que se sentía tan frió y sin alegría alguna; sentado en un sillón marrón desgastado con un olor peculiar, saco ese cuaderno viejo que no abandonaba, sacó su bolígrafo, la tinta del bolígrafo se plasmó en esas hojas con una caligrafía impecable admirando todo a su alrededor, Patricio había visto tantas veces ya por aquella ventana que ya nada le parecía digno de observar; en su mente ya estaba grabada la imagen de aquel paisaje, sin darse cuenta Patricio alguien abrió la puerta de su habitación con sumo cuidado.

—¡Buuuu!.—La intención de Mía era asustar a Patricio pero este pareció no haberse sorprendido.

—Era una hermosa mañana hasta que llegaste.—Hablo Patricio sin voltearla a ver su rostro no demostraba ninguna emoción siempre estaba neutro.

—Creí que solo yo pensaba que esta era una hermosa mañana—se había formado una sonrisa en el rostro de Mía, caminó hasta  llegar a la parte trasera del sillón.

—Pensé que estarías durmiendo, ya sabes no creí que ese cuerpecillo tuyo tuviera espacio para tanta energía, digo por lo pequeño que es—Patricio se estaba burlando pero no había ningún rastro de una sonrisa.

—¡Oye!—exclamó—bueno al menos estás haciendo una broma, bravo no eres tan serio como creí—dijo apareciendo a la vista de él chico.

—¿Qué traes puesto?—cuestionó viendo a Mía.

—¿Te gusta?—quiso saber.

—Te ves aún más ridícula de lo que te veías ayer—contestó viendo la con asco y desaprobación.

—Pues me vale lo que pienses, solo estoy aquí por una razón, por la razón que vine al mundo, para hacer felices a las personas—dijo Mía.

—¿De donde sacaste esa basura?, ¿Acaso eso fue lo que te dijo tu Madre cuando todo el mundo se reía de tí y no te sintieras mal?—insinuó con su tono de voz burlón.

—En lo absoluto—negó la insinuación de ese chico—bueno empezaré con lo que tenía preparado para ti—Patricio no se había dado cuenta de que ella traía consigo una pequeña mochila negra del que sacó algunas cosas.

—¿Qué clase de chica trae esas cosas en su mochila? las chicas normales llevan bolsos con maquillaje y miles de espejos—cuestionó.

—De acuerdo te contaré un chiste, ¿Quieres oírlo?—Mía pareció ignorar las constante burlas que él le hacía.

—No—respondió de inmediato.

—Bueno te lo contaré de todas maneras—indicó—¿Qué hace una vaca pensando?.

—No lo sé—masculló.

—Leche concentrada—al decir eso Mía se lanzó a reírse sin parar como foca ahogándose, Patricio solo la miraba de una manera extraña.

—Eres mala contando chistes.

Mía trato toda la mañana de hacerlo reír con sus tonterías y juegos que todo el mundo le daba gracia a excepción de aquel chico que solo le parecían ridículos al igual que ella; a sus chistes los encontraba tontos y carentes de humor, ella no logro hacerlo reír por más que se esforzó; pasaron algunas horas  ella no se cansaba de hablar Patricio ya estaba irritado.

—Ya deja de hablar, me irritas—aclaró.

—Basta me rindo es imposible hacerte reír, eres tan, tan...—pareció pensarlo si debía decirlo o no—tan extraño—dijo al final en vez de decirle algo que podría molestarlo.

—Ah.—no parecía tener el mayor interés por lo que hiciera o dejara de hacer Mía.

—Pareces el típico cliché de chico de las películas; frío, guapo, con un excelente cuerpo, interesante, misterioso, tu mirada fija que haría temblar a cualquier chica, aunque no haya visto tu sonrisa podría deducir que es encantadora y  con muchos sentimientos ocultos; lastima que no me gustan los chicos así.—comentó Mía.

—Oh pero mira que sorpresa.—respondió con sarcasmo—Lo que confirma mi sospecha; que no tienes buenos gustos.

—¡Claro que tengo buenos gustos!—objeto.

—Ah sí claro—su sarcasmo en su voz era realmente notable—Lo dice quien se viste de payaso y con algo que ni siquiera merece ser pronunciado por que realmente no se de que estas vestida. Vete a cambiar ahora—ordenó. 

Mía rodó los ojos y solo se quedo callada sabía que si decía algo más terminarían discutiendo y no quería arruinar ese hermoso día así que fue hacia el baño a cambiarse sin decir nada, cuando salió del baño ella observaba con gran asombro la vista de esa ventana era tan hermosa, pasó toda su mirada por ese cuarto tan frió, sus dedos rozaban cualquier superficie que estaba cerca de ellos, algo llamó su atención un cuaderno viejo con la pasta negra y unos adornos dorados con el nombre de "Patricio" grabado en él sus ojos curiosos se encendieron preguntando se  que escondería ese cuaderno.

—Por tu propio bien te advierto que no se te ocurra tan siquiera tocar mi cuaderno—amenazó Patricio a Mía viéndola directamente a los ojos con una mirada durá.

—Pero si yo no...—no termino de hablar por que Patricio la callo.

—Vi que mirabas con curiosidad mi cuaderno, a diferencia de ti yo si soy inteligente.

—¿Qué tiene ese cuaderno que lo hace tan especial?—quiso saber, la curiosidad de Mía siempre la llevaba a grandes problemas.

—Nada que tu metiche persona deban saber—contestó a la defensiva.

—Buenos días cariño te traía un poco de comida perdona que no pude venir antes es que estaba haciendo...—La madre de Patricio estaba entrando a la habitación, se quedó callada en el instante que vio a Mía a tan solo unos pasos, la mirada de ella estaba puesta sobre Mía la inspeccionaba de pies a cabeza, su mirada reflejaba curiosidad pasó la vista a su hijo quien la miraba tratando de saber que estaba pensando su madre en ese mismo instante mientras tanto Mía se sentía un poco incómoda con ese silencio, cuando la señora vio la mirada de su hijo sacudió la cabeza y mostró una hermosa sonrisa—Perdona hijo por no haber tocado la puerta no imaginé que tendrías compañía.

—Hola mi nombre es Mía—saludo amablemente con una sonrisa cálida.

—Un gusto Mía, yo soy la madre de Patricio—contestó de la misma manera que Mía—¿Patricio por que no me dijiste que vendría una amiga tuyo?—preguntó con un tono de falsa ofensa.

—Ella no es mi amiga, solo es una niña tonta que viene a molestarme—aclaró.

—¡Pato! no seas grosero—le reprendió su madre.

—Descuide señora, yo ya me iba de todas maneras así ya no molesto más a su hijo—a mitad de la frase a Mía se le quebró la voz  y sus hermosos y grandes ojos marrón se volvieron cristalinos, sus lágrimas estaban por aparecer entro al baño de la habitación, jaló su mochila de un tirón y se fue lo más rápido que pudo haciendo ruido con la puerta detrás de ella.

—¿Qué te pasa Patricio? es la primera persona que viene a verte en meses y tú la tratas así—su madre seguía regañandolo pero Patricio tenía la mirada fija en la puerta  por la que hace unos segundo había salido Mía, tenía su mano en un puño y dentro de él estaba un pequeño corazón de papel que se le había caído a Mía en uno de sus malos chistes ¿Acaso Patricio esperaba que ella volviera después de eso?—¿Pato estás escuchándome?, no sé para qué me gasto la saliva hablándote si tu ni siquieras estas prestando me un poco de atención. ¡Patricio deja de ver la puerta! ella no volvera después de como la trataste—al decir eso último pareció captar la atención de su hijo y pudo ver algo en su mirada que logró distinguir a la perfección; era miedo, esa era la segunda vez que vio eso en la miraba de su único hijo, la primera vez que vio esa mirada fue cuando le dijeron que tenía una enfermedad terminal.

—Eso espero, que no vuelva—su tono de voz fue gélido, dio un vistado a la puerta y volvió a ser el mismo con sus facciones faltantes de emoción alguna.

—Ay Pato espero que dejes de tratar de esa manera a las personas; ellas no tienen la culpa de lo que te pasa y cuando te des cuenta de eso espero que no sea demasiado tarde. No quiero que te quedes solo amor—su madre ya estaba cansada de ver como su hijo alejaba a las personas de él sin decir nada más ella también se fue; Patricio se levantó y se fue justa a la cama, cerró sus ojos esperando a que fuera la última vez que lo hiciera.

Cuando Mía salió de la habitación corrió sin dirección alguna hasta que se canso de correr y se recostó en una pared bajando poco a poco hasta quedar sentada, dejó caer las lágrimas en la soledad que aquel lugar le daba solo se preguntó ¿Por qué ese chico era así con ella?.

—Que tonta fui al pensar que podría hacer cambiar a un chico como él, de un día para otro pero fui aún más idiota creer que podría ser su amiga—susurró entre lágrimas. Paso unos minutos sentada hasta que decidió levantarse  y hacer de ese día un día alegre aunque no para ella sí para las personas que estaban en ese hospital.

(...)

—Podrían hacer que todos vengan aquí por favor—pidió Mía a los otros voluntarios, a los enfermeros y enfermeras. Todos dieron un asentimiento y fueron en busca de los pacientes que podían ir. Mía preparaba los ramos de rosas que había comprado, habían de todos los colores al ver esto ella sonrió, no tardaron mucho y toda la habitación estaba llena—Hola a todos, espero y tengan una linda mañana todos los trajimos aquí para hacer una pequeña actividad ya saben nunca es un mal día para un pequeño detalle para las personas que quieren como ven detrás de mí hay unos ramos de rosas  tomen una rosa y dársela a la persona que más quieren, un amigo o amiga, una novia, un novio o a quienes ustedes deseen—explicó mientras veía como todos iban a agarrar una rosa y se la entregaban a alguien.

 Todos tenían una rosa, Mía caminaba con la esperanza de que alguien le dirán una rosa pero todos estaban ya con alguien, ella volteó a ver hacia donde estaban las rosas y ya no había ninguna solo pudo ver a Patricio quien sostenía una linda rosa azul y la miraba fijamente, él se estaba acercando lentamente y ella no se movió tampoco lo hizo su mirada que estaba conectada con la de él, su corazón latía con fuerza, él se acercó lo suficiente como para sentir su respiración si no fuera porque Mía era más baja que Patricio sin duda sus labios se hubieran encontrado él se inclinó faltaba un movimiento y sus labios se unirían, Patricio miraba los labios de Mía y ella también lo hacía.

—Ten es para ti—habló lentamente Patricio aún a milímetros de sus labios eso hizo que una corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo. Patricio tomó la mano de Mía y le entregó la rosa, Mía empezaba a ponerse nerviosa y él lo notó se acercó un poco más, ellas cerró los ojos esperando que algo pasara y Patricio solo sonrió viéndola con los ojos cerrados y susurro un inaudible "lo siento" y se alejó; Mía abrió los ojos decepcionada y lo vio ya sentado cerca, observó la rosa y sonrió, sin duda ese era un chico extraño.

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¿Qué les va pareciendo la historia? me encantaría saber su opinión sea cual sea.

No olviden votar y comentar me ayudarían mucho con eso.

+Con mucho amor Sky ♥.



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