La niña de papá
El sabor amargo del café negro recorrió su garganta mientras con esa mirada frívola observaba el paisaje de su despacho, decidió estirar las piernas, pues ya se había entumido y el dolor en la espalda por estar en la misma posición durante horas era realmente agotador.
Eran alrededor de las cinco de la tarde y podía ver los rayos filtrar por las cortinas beige que cubrían gran parte del paisaje, el halo de un tirón y el sol del atardecer golpeo su rostro, la brisa movió sus cabellos azabaches con suma delicadeza, miró su reloj de oro con pequeñas incrustaciones, en efectivo; eran las cinco con treinta, le resultaba algo extraño estar en su hogar, siempre eran viajes, negocios y ocupaciones, se sentía el mismo ausente, entonces ¿Cómo lo sentirá su familia? Era pésimo como sucesor de su apellido, ahora comprendía por qué su hermano mayor había rechazado el negocio familiar.
Cerró los ojos al sentir ese leve y delicado tacto en su hombro, miró de reojo y divisó los cabellos rosados de su esposa, ella no decía nada, como si se entendieran, ella sabía cuándo hablar y cuando callar, estaban hechos el uno para el otro. Frunció esas cejas obscuras al sentir la ruptura del tacto.
— Saldré — dijo paseando su bella figura frente a el — iré con tu madre a las aguas termales, necesito un descanso — continúo cuando enarcó una ceja.
— Sarada...
— No irá — suspiró rendida — sabes el carácter que tiene tu hija, al principio le agradó la idea, pero cuando mencione: quizá al salón de belleza; salió huyendo — rió con gracia — después de todo no necesita ir a lugares así — sonrió orgullosa de la belleza de su adorada Sarada.
— Aplica lo mismo contigo — dijo el pelinegro bebiendo los ultimo de su taza de porcelana.
— No digas eso Sasuke — se avergonzó y sujetó sus mejillas con ambas manos — lo dices como si fuera cierto.
— Lo es — levantó su rostro con delicadeza — tienes treintaiocho, pero pareces la hermana mayor de nuestra hija.
Ella desvió la mirada avergonzada, era cierto en sí, la belleza de la ahora Uchiha era envidiable, más aún su Juventud que relucía entre las demás damas.
— Cuídate — dijo rozando sus labios en su frente, ella asintió con su corazón aun latiendo a mil.
— No te esfuerces mucho — acarició su rostro y después de abrazar sus labios con delicadeza, cruzó la puerta y dejó a su marido solo, lo necesitaba, debía descansar, el Uchiha volvió su mirada a la ventana, suspiró el aroma de los claveles que Sakura había mandado a plantar, era realmente agradable y reconfortante.
Abrió los ojos con lentitud cuando llegó hacia el junto al soplido del viento esas finas notas musicales, podía reconocerlas en cualquier parte, era su melodía favorita, nadie lo sabía, pero quizá cierta persona lo dedujo. Sus zapatos perfectamente pulidos recorrían los largos pasillos, arrastrado por como un imán por aquel instrumento, tal y como supuso, una sonrisa se dibujó en su rostro.
Era ella.
Se quedó en la puerta observando esa silueta con la postura perfectamente recta, estaba lejos de ella, quizá a unos ocho metros, pero eran suficientes para divisar sus labios a penas teñidos de un leve color coral, curveados con sutileza. Veía con claridad como los rayos anaranjados de las seis de la tarde filtraban entre sus largos cabellos obscuros. Sus delgadas manos se movían con una delicadeza y elegancia única, tocaba el piano como si tratase de un cristal a punto de romperse, sus ojos negros recorrieron el piano de cola blanco, era tan blanco y sin ninguna pizca de suciedad. Lo había mandado hacer especialmente para ella, quizá no fue idea haberlo hecho a una altura exacta, su hija ahora era más alta y a pesar de ello disfrutaba tanto tocarlo sin importar que fuese algo incomodo, él no quería causarle molestias, pero es que nunca se imaginó que su hija creciera, quería que volviese a ser esa niña que andaba atrás de el por toda la casa.
Rise Extended
Esa pieza se la sabia de memoria gracias a su padre, los pocos recuerdos que tenía de él, era tocando el piano, por ello era al único instrumento que disfrutaba sentir con cada fibra de su cuerpo, le recordaba a su padre, a su padre que amo tanto una vez...
El lo sabía, la relación con su hija había cambiado tanto, todo era perfecto y dio un giro de ciento ochenta grados, pero lo aceptaba, él lo buscó.
El solo recordarlo le oprimía el corazón a un tal punto que sentiría que se le escaparía la vida como aquella vez. Su hija es perfecta ¿Por qué recibió tanto, cuando no merecía nada? Su pequeña, su adoración.
El solo recordar que deseo no tenerla entre sus brazos, el como heredero de una familia de rango realmente importante y sobresaliente debía concebir en su matrimonio un hijo varón, en su familia siempre hubo un hombre al mando, recordó que se le infló el pecho de orgullos cuando se entero de que seria padre, esperaba con ansias a su heredero, pero todo cambio a los cinco meses cuando la ecografía indicó su sexo, era una niña.
¿fue ira lo que sintió? No lo sabia con exactitud, pero sí que se sintió tan decepcionado, debía tener un hijo, un heredero, un primogénito, pero todo cambio con esa ecografía, su madre y esposa estaban felices, al contrario, el, su padre y su abuelo para nada ¿Cómo una mujer se haría cargo del gran peso de su familia? Era lo único en que su cabeza se instalaba, el pensaba esa niña nacerá, no su hija, se sentía tan decepcionado de un ser que no había nacido, que no le había demostrado sus virtudes y talentos.
Deseo que no naciera y de ello se arrepintió.
El creyó que la mejor solución para evitar su vergüenza ante la prensa y sus amigos era que no naciera, fue tan frívolo y desconsiderado cuando le propuso su "gran idea" a su esposa, a cambio recibió una bofetada y miles de gritos, jamás imagino ver tanto dolor y odio en los bellos ojos jade de su mujer. El solo pensaba en su apellido y no en el fruto de su amor.
El siempre deseo tantas cosas que nunca se le concedieron y como si fuese por obra de magia o quizá los dioses decidieron cumplir su deseo egoísta, sucedió.
Aún recordaba el brinco que dio su corazón tras esa llamada, recordaba sus nervios recorrer cada vena de su cuerpo mientras conducía a toda velocidad al hospital, recordaba la mirada de su madre cuando llegó, las miradas de los doctores, las voces en los pasillos hacían eco en su cabeza.
Un aborto espontaneo.
Le habían notificado que eso ocurrió y sintió un vacío profundo sin descripción, sentía dolor, ¿porqué de todo lo que deseo, tenía que cumplirse su deseo más egoísta?
Una mujer embarazada era delicada y había discutido de la peor manera con su esposa, todo por su absurda idea, ella perdió las riendas de sus emociones y le ocasiono esto, él era el culpable.
Alivio, eso fue lo que sintió cuando le dijeron que llegaron a tiempo, pero no todo iba a ser fácil, había nacido con a penas seis meses y con los daños recibidos por el casi aborto estaba delicada, nuevamente sintió su mundo despedazarse frente a sus ojos, nunca había sentido tanto miedo.
Dudo que pase la noche
Esas fueron las palabras del medico que terminaron de romper lo que quedaba de su corazón, su esposa igual estaba en un estado crítico después de perder sangre, no quería perder lo que mas amaba. Recordaba a la perfección todos los desvelos, toda la cafeína que ingirió para mantenerse despierto, no quería dormir, no quería gozar de la suavidad de su colchón mientras que su esposa yacía inconsciente y su hija...aun no sabía nada de ella.
Paso una semana y por fin lo dejaron pasar, tenia tan solo diecinueve años, era común consumar un matrimonio a esa edad, lo que ni tenia nada normal era caminar con miedo, cada paso que daba hacia esa habitación era como caminar en un abismo, podía seguir o caer, solo tenia una opción, siguió, quería, aunque sea pedirle perdón a esa criatura que sufría por su culpa.
Cuando miró a lo lejos esa incubadora algo se instaló en su pecho, meditó varios segundos y cuando se acercó no pudo acallar lo que sentía, jamás creyó ver algo tan perfecto, era tan pequeña que si la cargara corría el temor de que pudiese dañar ese cuerpo tan delicado, parecía una muñeca de porcelana que con el mismo viento podría romperse.
Era su misma imagen, era una niña, pero sin duda heredó sus rasgos, tenia la apariencia digna de un Uchiha, de una primogénita, se maldijo en sus adentros y deseo ser el, el que estuviese tumbado ahí, con el rostro pálido, rodeado de miles de cables, conectado a ese tubo artificial que le ayudaba a respirar, deseo ser el y no su pequeña, no su hija.
Ella no tenia que pagar por sus idioteces ¡al diablo su apellido! Esa pequeña bebé le robó el corazón sin ni siquiera mirarlo. Cada día que pasaba se aseguraba de que tuviese las mejores atenciones. Cuando su esposa despertó solo miró rencor en sus preciosos ojos, sabia que se lo merecía, pero la peligrosa no podía ser tan dura, miraba esos ojos tan apagados, las ojeras y el cansancio, a pesar de ello iba una hora a diario a mirarla, le conmovió tanto, pero tocó su corazón cuando entró y miró como tomaba su diminuta mano, esa mirada...Sasuke nunca la miró de ese modo, sus ojos azabaches brillaban y sonreía, esa sonrisa superaba por mil a las que ella le sacaba, estaba envaralado con su hija ¿Cómo no estarlo? Era lo mas perfecto que sus ojos podían observar.
Mientras Sarada subía las notas concordes a sus emociones, el pensaba: ¿qué más podía desear? Su hija era perfecta y estaba orgulloso de ella, cuando dio sus primeros pasos con ese mameluco rojo claro, tropezó, pero se levantaba sin ninguna lagrima, siempre sobresalió por su cuenta ya que no la presionó, quería que fuese ella misma, y grande fue su sorpresa al reconocer el carácter de su hija, de todos los niños ella portaba la postura recta y miraba con la frente en alto todo su alrededor, se sentía orgulloso cada vez que le demostraba y nueva cualidad, su inteligencia heredada de su esposa la hizo sobresalir, aprendió a tocar el piano con solo observarlo, se memorizaba las teclas y cada tonada, no se le escapaba nada a esos ojos puros de amor, mientras otros niños eran revoltosos, su hija a los cuatro años se sentaba a su lado en total silencio a admirar que toqué el piano.
Podía ver en su mirada que amaba la misma canción que el y ahora lo comprobaba ¿será porque todas las noches la tocaba junto a su cuna? ¿era un lazo que crearon? Tenían el mismo carácter difícil de entender y por ellos se entendían a la perfección, sin palabras, bastaba con una sola mirada para que ella entendiera lo que quería decirle. ¿Cómo pudo desear no tenerla? Era su mas grande adoración.
Disfrutaba llevarla a las fiestas o reuniones importantes, gozaba llevar de un lado a su mujer y del otro tomar la pequeña mano de su princesa. Sabia como comportarse y deseo jamás a ver pensado perderla, era su bendición, su adoración, estaba mas que orgulloso de ella, era inteligente, astuta, orgullosa como el y hermosa como su madre.
Su relación disminuyo cuando entró en ese instituto y empeoro cuando la tocó por primera vez, jamás creyó ser capaz de levantarle la mano a su hija, pero prácticamente no tuvo opción y de ellos se arrepentía, podía ver sus ojos reflejar tristeza, se arrepintió tanto de ver su mejilla nívea rojiza por el golpe.
Jamás se perdonó a el mismo.
Prácticamente no se dirigían la palabra, ambos eran orgullosos, pero tenia que mejorar esa relación, su niña ya era una mujer de veinte años, él era el único hombre en su vida, pero eso cambio, lo mas probable es que pronto contraiga matrimonio y otro hombre ocupe su lugar, eso lo sabia y le dolía. Quería al menos recuperar una pequeña porción del cariño que se tenían antes.
— Sarada
Su dedo índice resbaló por el susto ocasionando un desastre de nota, se crispó, pero al segundo se tranquilizó, se levantó con delicadeza y lo miró — ¿Qué pasa, padre?
— Mañana — hizo una pausa recorriendo el piano con la llena de sus dedos, ella solo lo miró expectante, no era normal que él estuviera en casa y mucho menos que le hablara — ¿tienes algo que hacer?
Su corazón dio un brinco de alegría como cuando era niña, aunque no lo quisiera aceptar extrañaba tanto pasar tiempo con su padre.
— No — respondió con sencillez — ¿necesita que lo acompañe a una reunión? — el negó algo divertido, sabía que tenía su carácter y no se lo dejaría fácil, esa chiquilla estaba jugando con él.
— Una cena, necesito hablar contigo y seria lo mejor en otro lugar y momento — la miró, ambas miradas obscuras chocaron — ¿te parece?
Ella no quería caer tan fácil, pero terminó aceptando, quería a su padre, lo amaba, aunque no le demostrara como antes y esa idea era mucho mejor que ir con Chou de compras por toda la cuidad, sin opción, pero con gran emoción asintió a lo que el adulto sonrió. Después de unos minutos la miró marcharse por las grandes puertas y no pudo evitar recordar a esa pequeña niña que saltaba y corría por los pasillos, era su adoración, de todos, no era común una niña en la familia y vaya que faltaba un toque femenino, le encantaba llegar y escuchar su dulce voz recibiéndolo con sus delgados y delicados brazos.
Le encantaba sentir la calidez de su manita al pasear con ella, aunque Sarada tuviese veinte años y fuese una mujer, nada cambiaria, ambos lo sabían, muy en el fondo, seguía siendo la niñita de papá.
Lamento no haber actualizado pronto, he estado ocupada y lo estaré aún más la semana que entra por parciales, espero lo puedan comprender, intentaré actualizar pronto, ahora debería estar haciendo tarea, pero me inspiré XD y como había dicho, ya voy a empezar a explicar el contexto y situaciones, pero no se preocupen, pase lo que pase recuerden que es Borusara....
sin más me despido, muchas gracias por sus comentarios y votos, cuando este libre escribiré, sean pacientes UwU
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