¿Fue un error?
Hacía todo lo posible para que los palillos que sostenía no siguieran a sus temblorosas manos, la cena esta exquisita, pero no podía darse el lujo de disfrutarla con su presencia, podía sentir como su penetrante mirada se clavaba en ella, quería llorar de la vergüenza e impotencia, hizo una completa estupidez, solo podía mostrarle su cuerpo a su marido y hace unos momentos estaba semidesnuda gimiendo en sus brazos. Se bofeteó en su interior, ahora ¿Qué pensara el de ella? Lo más probable es que piense que es una ofrecida o una cualquiera.
¿Fue un error?
El tenía una gran excusa: el alcohol.
Mientras que ella, estaba consciente en sus cinco sentidos y no lo detuvo, lo siguió y ese fue su error, y ¿si Himawari no hubiese interrumpido? El solo pensarlo...era lo que más le enojaba, el solo imaginar que pudo a ver sido suya le frustraba, porque eso quería. Estaba dispuesta a entregarse a ese hombre, pero como si el destino quisiera jugar con ellos no ocurrió.
Ahora no tenía cara para mirarle, cruzó las piernas con fuerza, el solo recordar las sensaciones de hace un momento la volvía loca, ¿sentirá lo mismo? Podía escuchar como su calza tocaba cada segundo el suelo, indicando su nerviosismo.
La cena duró alrededor de media hora, pero para ella parecía una eternidad.
— ¿Qué tal la salsa, Sarada? — la voz de su amiga la hizo volver — yo la hice esta vez.
— Estupenda — le sonrió, ya debía dejar de pensar en él, se levantaron de la mesa y ayudó a recoger los platos, en su hogar un sirviente se encargaba de eso, pero aquí la familia se ayudaba mutuamente, tenían dinero, pero Himawari le había explicado que sus padres no solían gastar para tener los mejores lujos, ellos preferían algo más hogareño y valla que lo consiguieron, su casa a pesar de no tener las mejores piezas, lucía siempre limpia y bien ordenada, le encantaba el color naranja pálido en las paredes, acompañado de esas bellas cortinas llamativas.
Los arreglos florales que tenían en las esquinas en donde en su hogar de seguro pondrían alguna escultura de quien sabe que, prefería la calidez de ese hogar, en cambio en su casa, las paredes eran blancas y las cortinas enormes y obscuras, lucía elegante, pero aburrido, era enorme, tenía varias habitaciones, pero seguía siendo aburrido, prefería mil veces la calidez que la frialdad de su hogar.
—Ya debo irme — dijo mirando su reloj en su muñeca.
—¡Vuelve pronto! Igual con Chou — le sonrió
—Claro, dijo que quería venir.
La mujer de ojos grises se acercó — ¿ya te vas? — ella asintió — cuídate, y vuelve cuando gustes.
—Muchas gracias, me despide de su esposo — dijo ya que el adulto se quedó tumbado en el sillón por el cansancio.
—Claro — rió a lo bajo — ¿tienes como irte? — preguntó preocupada, ella estaba por hablar y para su desgracia la interrumpió.
—Yo la llevaré.
Ella se tensó y se digno a mirarlo, lucía serio sin ninguna pisca de duda: hablarían, pensó en negarse, pero no quería hacerlo en frente de Hinata así que asintió y a penas salió se arrepintió, sintió de nuevo los nervios en cada fibra de su cuerpo.
Se maldijo al subir al auto, su plan era cruzar la puerta y huir, pero Himawari salió a despedirla y no le quedó opción. Movió la mano para despedirse y a penas desapareció la casa se tensó. De inmediato miró la puerta dispuesta a abrirla, pero ahogó un gritillo cuando el seguro bajo indicando que estaba activado.
No quería hablarle, se negó rotundamente a mirarlo, pero después de cinco minutos, cuando pasó la esquina en donde se suponía que debía doblar para llegar a su calle, entró en pánico.
— Mi casa es por ahí — dijo con temor
— Lo sé
Ahí fue cuando entendió la situación, sus nervios explotaron y el pánico quedo muy corto a lo que sentía — no tenemos que...
— ¿Hablar? — preguntó a lo seco — claro que lo haremos
— Será otro día, ya es muy tarde
— Tienes veinte años, ya no eres una bebé, tus padres entenderán.
— No conoces a mis padres — frunció el ceño — detén el auto, mi iré a casa.
— No se irá hasta que hablemos como adultos civilizados.
— ¿civilizados? Me tiene encerrada en su auto
— Intento ir a un lugar tranquilo, pero usted no se calla — dijo ya alterado, esa mujer lo estaba sacando de sus casillas, aceleró y cuando llegó a su destino suspiró dejándose caer en el asiento. Ella forcejeó la puerta y el quitó el seguro, de inmediato intentó escapar y el ni se molesto en perseguirla, sabía que no podría.
Ella salió disparada, pero se detuvo al ver un acantilado, su respiración se aceleró y retrocedió para huir del otro extremo, pero ya era tarde, el estaba a un metro de ella.
— ¡Es suficiente! — gritó al borde del colapso, le dio la espalda y cerró los ojos cuando sintió esas lagrimas traicioneras asomarse. Lo único que se escuchaba era el sonido de las olas impactarse con fuerza hacia las rocas, el viento movía sus cabellos obscuros y ocasionaba que su falda de seda se ondee frenéticamente delineando así sus largas piernas.
—Sarada — dijo con suma delicadeza, separó los parpados al oírlo, no quería mirar su rostro porque caería de nuevo en su juego.
—Fue un error — dijo de la mala gana — ¿eso dirá, no es así? Esta bien, si fue un error, estaba ebrio así que no se preocupe, eso nunca ocurrió...
—No lo fue
Ella paró en seco al escucharlo y volteó — ¿Qué pretende? — preguntó exaltada — ¿hablarme lindo? ¿convencerme y llevarme a la cama? — gritó más bien en vez de preguntar, su furia aumento al creer cuales eran sus intenciones, era un hombre después de todo, uno como los demás, que solo veían a la mujer como un objeto sexual que los mantenga.
—¡Yo no soy una cualquiera Boruto!
—Nunca dije que lo fuera
—Fue un error, el cual olvidaremos.
—No lo fue — se acercó a ella — si fue un error entonces ¿por qué lo disfruto? ¿me va a negar qué no le gustó? — clavó su mirada azulada en esos ojos obscuros.
Ella desvió la mirada, no soportaba verlo, negó e intentó articular palabras, pero nada salía de sus labios.
—Ahí esta su respuesta — tomó su muñeca y ella intentó liberarse — si fue un error ¿por qué no me detuvo? ¿por qué gemía? — la acercó a él.
—suélteme — se intentó alejar y el aumento el agarre — me esta lastimando — sollozó, no le dolía, eso no era nada, pero solo quería estar lejos de él.
Boruto la soltó al instante y se arrepintió al ver sus muñecas enrojecidas — lo siento, Sarada yo...
—Déjeme sola — le dio la espalda
—No lo haré
—¿por qué? — lo miró y se maravilló al ver en su mirada arrepentimiento y culpa, lucía tan lindo.
—No lo sé — susurró — solo no quiero dejarla, así que no me pida que le deje.
—¿Qué quiere que le diga? ¿Qué admita que me gustó? Pues bien — levantó los brazos — me encantó ¿feliz?
—Sarada...
—Deje de decir mi nombre así — rogó con debilidad — dejé de mirarme así.
—No fue un error Sarada — se acercó y tomó su mentón con delicadeza — no se que demonios fue, pero le puedo asegurar que un error, no fue — secó sus pómulos húmedos, ella se apartó y el suspiró frustrado ¿Qué tenía que hacer para dejarle claro lo que sentía? Se frotó el rostro y llevó sus cabellos atrás.
—No le puedo creer a un hombre — dijo con la mirada perdida en el acantilado, la miró. Sus ojos azules reflejaron horror al ver que retrocedía cada vez más — ¡no se acerqué! — gritó y el se detuvo.
—No hagas una estupidez — dijo con seriedad — Sarada...
—¿Iría por mí? — preguntó con la voz rota mientras las lágrimas descendían por sus mejillas.
El miró su cuerpo tan frágil que sentía que el mismo viento sería capaz de aventarla, su corazón se rompió al ver sus lagrima recorrer esa piel blanca, ver como sus labios temblaban y ella misma se abrazaba, creía que solo quería usarla y no era así, él no era así.
—No lo pensaría dos veces — dijo con esa voz gruesa y aterciopelada.
Ella ahogó sus sollozos y curveó esas delgadas cejas por la sensación que recorrió su cuerpo, pudo ver en esos ojos determinación — demuéstreme que no fue un error — dijo para luego dar el ultimo paso y sentir el viento helado en su cuerpo.
No duró ni un segundo y sintió sus brazos rodearla para pegarla a su pecho, su gran cuerpo amortiguó el choque con el agua helada. Cerró los ojos al sumergirse y se aferró a él, en cuestión de segundos salieron a la superficie y no pudo evitar toser por la cantidad de agua que tragó.
—¡Eres una idiota! — gritó eufórico al ver un rasguño en su mejilla, seguro una roca debió cortarla, no la pudo proteger completamente, olvido el dolor de espalda que lo inundaba, no cayeron en rocas, pero era doloroso chocar contra agua y completamente helada. Se sintió el peor al ver ese hilo carmesí deslizarse por su pómulo, sin más que maldecir la apegó a él, la estrechó en sus brazos y pudo sentir que temblaba, no quería que ese cuerpo se dañara, quería protegerla y no sabía porque, solo quería hacerlo — vamos — dijo comenzó a nadar hacía la orilla, todo el momento la cargó en sus brazos y ella se aferró a ese cuerpo en el cual se sentía protegida.
No entendía el porqué, pero no quería que la soltara, inconscientemente se aferró más a el cuando miró el auto a unos metros, el sentía su respiración chocar en su cuello, le encantaba sentirla tan cerca sin saber la razón.
¿acaso importaba?
¿había razón para amar?
Ninguno sabía la respuesta, solo seguían su corazón que sin saber estaban conectados desde hace años.
La bajó y en seguida entró al auto, recordó que siempre llevaba ropa de mas para cualquier problema y esta era una buena ocasión.
—Ten — dijo extendiéndole una camiseta de manga larga, la tomó y se voltio, siguió buscando y halló una más, remplazó la húmeda por la seca y luego volteó y divisó a Sarada en el auto, lo mas probable es que tenga frio.
Entró y encendió el motor, todo iba bien hasta que se percato de que no tenía su falda ni sus medias, la camisa era grande para ella por lo que le quedaba como un mini vestido, pero aún así descubría mucho, tragó grueso y negó, debían secarse o se enfermaría.
En el camino no entablaron palabras, ella miró a la hora: las doce. Sus padres la matarían, debía pensar una buena excusa.
Se erizó cuando sintió su tacto, lo miró y el le señaló un bulto que estaba en el asiento de atrás — mi teléfono, lo puedes usar.
Al escucharlo su gran excusa apareció, su gran amiga la salvaría del aprieto en el que estaba, hubiese elegido a Himawari, pero ¿Cómo explicarle lo ocurrido con su hermano? Lo más conveniente era Chou, se inclinó en su asiento para alcanzar el bulto que estaba atrás, mientras revisaba los cierres, el rubio sintió esa presión en sus pantalones al ver la posición en la que estaba, intentó fijarse solo en su camino, pero le era imposible.
Sarada sonrió al encontrarlo, y regresó a su posición normal, agregó el numero y tecleó el mensaje de texto, lamentaba dejarle todo a ella, pero luego le explicaría. Ambos sabían que no podía llegar a su casa así, por lo que el condujo a su departamento.
Cuando bajó del auto se fijó de que nadie observara y al comprobarlo le fue a abrir la puerta a Sarada, la cual bajó al avergonzada por la falta de ropa. Al entrar a su habitación los nervios se hicieron presentes de nuevo. ¿Cómo no estarlo? Con lo que paso en su habitación y luego lo del acantilado... ¿Cómo quedaron? ¿fue una declaración? Todas esas dudas la inundaban.
—Hay agua caliente — le escuchó decir y lo miró mientras sacaba ropa de ese armario marrón.
El agua caliente fue lo mejor después de aventarse al mar, quería quedarse más tiempo, pero el igual debía bañarse o se resfriaría. Se colocó la camiseta azul cielo que le dio, era muy suave y tenía su olor, no pudo evitar hundir su rostro y embriagarse con su fragancia. Tal y como la otra, le cubría hasta los muslos, el pensó en darle algo más, pero su demás ropa no le vendría, ella era muy delgada.
Salió con la toalla en su cabeza y lo miró, estaba de espaldas haciendo una llamada, bueno eso supuso ya que lo escucho hablar.
—No lamento no haber ido — le escuchó decir — sabes que no estoy interesado en casarme con esas chicas — ella se detuvo y escuchó — como sea, te hablo luego estoy ocupado — colgó y ella fingió salir aún del baño, el la miró y para ella no paso desapercibida su mirada deseosa.
Después de que lo vio perderse en el baño, se sentó y pensó en lo de antes, era normal que ya buscaran que contrajera matrimonio, sintió enojo al imaginarlo casándose, el tendría una esposa y ella lo tendría a el...no quería.
Lo quería solo para ella, pensaba en su chico de cabellos dorados, pero nunca lo volvió a ver y quizá jamás lo vea, en su lugar, Boruto estaba con ella y quizá sienta algo hacía ella, lo que si sabía es que sentía algo por el e iba más allá que deseo carnal.
Su corazón se aceleró al verlo salir, sus cabellos mojados y esa camiseta blanca se ajustaba a su cuerpo, recordó el momento en que se la quito sobre ella, jamás lo olvidaría, el por su parte intentó despejar su mente.
—Puedes dormir en la cama — dijo extendiendo la toalla en una silla.
—¿Dónde dormirá?
—En el sofá — se encogió de hombros — es cómodo no te preocupes...
—Es pequeño — lo miró — le dolerá el cuello.
«Me dolerá otra cosa si duermo contigo» pensó suspirando, sabía que Sarada no se lo dejaría dormir en el sofá por lo que debía dejarle las cosas claras, se sentó a su lado y ella se puso nerviosa de nuevo.
—Mira...— suspiró — después de lo que paso, no será correcto que compartamos habitación.
Ella lo sabía perfectamente, pero es que no quería alejarse de él, quería tenerlo cerca, quería tenerlo... clavó su mirada obscura en él, Boruto se perdió en sus ojos y como si fuesen imanes poco a poco fueron acortando la distancia.
Su respiración se mezcló y rozaron sus labios en una suave caricia, sin poder resistir más, los unieron, eran como si hubiesen sido creados para encajar el uno con el otro, eran como una pieza separada que cuando se unía quedaba perfecta. Paso sus manos por sus cabellos negros y largos y la apegó más a el para profundizar el beso, ya no era un beso tierno o pico, ahora ambos movían sus labios en completa sincronía. Sarada paso sus brazos por su cuello nuevamente y el tomó su cintura y se inclinó sobre ella.
La pelinegra sintió el suave colchón contra su espalda y ese cuerpo varonil sobre ella, se sentía protegida y por alguna razón desconocida amada.
—¡Boruto...! — gimió esta vez sin pena alguna su nombre, al sentir sus labios contra su cuello, sus caricias y besos la hacían sentir única, la hacía sentirse mujer...porque una dama no era, ya que una dama no se deja tocar por un hombre antes del matrimonio, pero el solo imaginar a otro hombre sobre ella le asqueaba, solo quería sentir al rubio, solo a él. Incluso imaginar a otra mujer en su lugar la hacía hervir la sangre.
¿Qué sentía? No lo sabía, solo se dejó llevar por su corazón al igual que él, ambos olvidaron a sus amores de infancia según ellos que sin darse cuenta estaban frente a frente compartiendo sus sentimientos.
Espero que les guste y gracias a todos por su votos y comentarios. Hice un capitulo largo ya que por cuestiones de estudio no podré actualizar pronto, espero me puedan comprender, sin más me despido, pasen buena noche
Hacía todo lo posible para que los palillos que sostenía no siguieran a sus temblorosas manos, la cena esta exquisita, pero no podía darse el lujo de disfrutarla con su presencia, podía sentir como su penetrante mirada se clavaba en ella, quería llorar de la vergüenza e impotencia, hizo una completa estupidez, solo podía mostrarle su cuerpo a su marido y hace unos momentos estaba semidesnuda gimiendo en sus brazos. Se bofeteó en su interior, ahora ¿Qué pensara el de ella? Lo más probable es que piense que es una ofrecida o una cualquiera.
¿Fue un error?
El tenía una gran excusa: el alcohol.
Mientras que ella, estaba consciente en sus cinco sentidos y no lo detuvo, lo siguió y ese fue su error, y ¿si Himawari no hubiese interrumpido? El solo pensarlo...era lo que más le enojaba, el solo imaginar que pudo a ver sido suya le frustraba, porque eso quería. Estaba dispuesta a entregarse a ese hombre, pero como si el destino quisiera jugar con ellos no ocurrió.
Ahora no tenía cara para mirarle, cruzó las piernas con fuerza, el solo recordar las sensaciones de hace un momento la volvía loca, ¿sentirá lo mismo? Podía escuchar como su calza tocaba cada segundo el suelo, indicando su nerviosismo.
La cena duró alrededor de media hora, pero para ella parecía una eternidad.
— ¿Qué tal la salsa, Sarada? — la voz de su amiga la hizo volver — yo la hice esta vez.
— Estupenda — le sonrió, ya debía dejar de pensar en él, se levantaron de la mesa y ayudó a recoger los platos, en su hogar un sirviente se encargaba de eso, pero aquí la familia se ayudaba mutuamente, tenían dinero, pero Himawari le había explicado que sus padres no solían gastar para tener los mejores lujos, ellos preferían algo más hogareño y valla que lo consiguieron, su casa a pesar de no tener las mejores piezas, lucía siempre limpia y bien ordenada, le encantaba el color naranja pálido en las paredes, acompañado de esas bellas cortinas llamativas.
Los arreglos florales que tenían en las esquinas en donde en su hogar de seguro pondrían alguna escultura de quien sabe que, prefería la calidez de ese hogar, en cambio en su casa, las paredes eran blancas y las cortinas enormes y obscuras, lucía elegante, pero aburrido, era enorme, tenía varias habitaciones, pero seguía siendo aburrido, prefería mil veces la calidez que la frialdad de su hogar.
—Ya debo irme — dijo mirando su reloj en su muñeca.
—¡Vuelve pronto! Igual con Chou — le sonrió
—Claro, dijo que quería venir.
La mujer de ojos grises se acercó — ¿ya te vas? — ella asintió — cuídate, y vuelve cuando gustes.
—Muchas gracias, me despide de su esposo — dijo ya que el adulto se quedó tumbado en el sillón por el cansancio.
—Claro — rió a lo bajo — ¿tienes como irte? — preguntó preocupada, ella estaba por hablar y para su desgracia la interrumpió.
—Yo la llevaré.
Ella se tensó y se digno a mirarlo, lucía serio sin ninguna pisca de duda: hablarían, pensó en negarse, pero no quería hacerlo en frente de Hinata así que asintió y a penas salió se arrepintió, sintió de nuevo los nervios en cada fibra de su cuerpo.
Se maldijo al subir al auto, su plan era cruzar la puerta y huir, pero Himawari salió a despedirla y no le quedó opción. Movió la mano para despedirse y a penas desapareció la casa se tensó. De inmediato miró la puerta dispuesta a abrirla, pero ahogó un gritillo cuando el seguro bajo indicando que estaba activado.
No quería hablarle, se negó rotundamente a mirarlo, pero después de cinco minutos, cuando pasó la esquina en donde se suponía que debía doblar para llegar a su calle, entró en pánico.
— Mi casa es por ahí — dijo con temor
— Lo sé
Ahí fue cuando entendió la situación, sus nervios explotaron y el pánico quedo muy corto a lo que sentía — no tenemos que...
— ¿Hablar? — preguntó a lo seco — claro que lo haremos
— Será otro día, ya es muy tarde
— Tienes veinte años, ya no eres una bebé, tus padres entenderán.
— No conoces a mis padres — frunció el ceño — detén el auto, mi iré a casa.
— No se irá hasta que hablemos como adultos civilizados.
— ¿civilizados? Me tiene encerrada en su auto
— Intento ir a un lugar tranquilo, pero usted no se calla — dijo ya alterado, esa mujer lo estaba sacando de sus casillas, aceleró y cuando llegó a su destino suspiró dejándose caer en el asiento. Ella forcejeó la puerta y el quitó el seguro, de inmediato intentó escapar y el ni se molesto en perseguirla, sabía que no podría.
Ella salió disparada, pero se detuvo al ver un acantilado, su respiración se aceleró y retrocedió para huir del otro extremo, pero ya era tarde, el estaba a un metro de ella.
— ¡Es suficiente! — gritó al borde del colapso, le dio la espalda y cerró los ojos cuando sintió esas lagrimas traicioneras asomarse. Lo único que se escuchaba era el sonido de las olas impactarse con fuerza hacia las rocas, el viento movía sus cabellos obscuros y ocasionaba que su falda de seda se ondee frenéticamente delineando así sus largas piernas.
—Sarada — dijo con suma delicadeza, separó los parpados al oírlo, no quería mirar su rostro porque caería de nuevo en su juego.
—Fue un error — dijo de la mala gana — ¿eso dirá, no es así? Esta bien, si fue un error, estaba ebrio así que no se preocupe, eso nunca ocurrió...
—No lo fue
Ella paró en seco al escucharlo y volteó — ¿Qué pretende? — preguntó exaltada — ¿hablarme lindo? ¿convencerme y llevarme a la cama? — gritó más bien en vez de preguntar, su furia aumento al creer cuales eran sus intenciones, era un hombre después de todo, uno como los demás, que solo veían a la mujer como un objeto sexual que los mantenga.
—¡Yo no soy una cualquiera Boruto!
—Nunca dije que lo fuera
—Fue un error, el cual olvidaremos.
—No lo fue — se acercó a ella — si fue un error entonces ¿por qué lo disfruto? ¿me va a negar qué no le gustó? — clavó su mirada azulada en esos ojos obscuros.
Ella desvió la mirada, no soportaba verlo, negó e intentó articular palabras, pero nada salía de sus labios.
—Ahí esta su respuesta — tomó su muñeca y ella intentó liberarse — si fue un error ¿por qué no me detuvo? ¿por qué gemía? — la acercó a él.
—suélteme — se intentó alejar y el aumento el agarre — me esta lastimando — sollozó, no le dolía, eso no era nada, pero solo quería estar lejos de él.
Boruto la soltó al instante y se arrepintió al ver sus muñecas enrojecidas — lo siento, Sarada yo...
—Déjeme sola — le dio la espalda
—No lo haré
—¿por qué? — lo miró y se maravilló al ver en su mirada arrepentimiento y culpa, lucía tan lindo.
—No lo sé — susurró — solo no quiero dejarla, así que no me pida que le deje.
—¿Qué quiere que le diga? ¿Qué admita que me gustó? Pues bien — levantó los brazos — me encantó ¿feliz?
—Sarada...
—Deje de decir mi nombre así — rogó con debilidad — dejé de mirarme así.
—No fue un error Sarada — se acercó y tomó su mentón con delicadeza — no se que demonios fue, pero le puedo asegurar que un error, no fue — secó sus pómulos húmedos, ella se apartó y el suspiró frustrado ¿Qué tenía que hacer para dejarle claro lo que sentía? Se frotó el rostro y llevó sus cabellos atrás.
—No le puedo creer a un hombre — dijo con la mirada perdida en el acantilado, la miró. Sus ojos azules reflejaron horror al ver que retrocedía cada vez más — ¡no se acerqué! — gritó y el se detuvo.
—No hagas una estupidez — dijo con seriedad — Sarada...
—¿Iría por mí? — preguntó con la voz rota mientras las lágrimas descendían por sus mejillas.
El miró su cuerpo tan frágil que sentía que el mismo viento sería capaz de aventarla, su corazón se rompió al ver sus lagrima recorrer esa piel blanca, ver como sus labios temblaban y ella misma se abrazaba, creía que solo quería usarla y no era así, él no era así.
—No lo pensaría dos veces — dijo con esa voz gruesa y aterciopelada.
Ella ahogó sus sollozos y curveó esas delgadas cejas por la sensación que recorrió su cuerpo, pudo ver en esos ojos determinación — demuéstreme que no fue un error — dijo para luego dar el ultimo paso y sentir el viento helado en su cuerpo.
No duró ni un segundo y sintió sus brazos rodearla para pegarla a su pecho, su gran cuerpo amortiguó el choque con el agua helada. Cerró los ojos al sumergirse y se aferró a él, en cuestión de segundos salieron a la superficie y no pudo evitar toser por la cantidad de agua que tragó.
—¡Eres una idiota! — gritó eufórico al ver un rasguño en su mejilla, seguro una roca debió cortarla, no la pudo proteger completamente, olvido el dolor de espalda que lo inundaba, no cayeron en rocas, pero era doloroso chocar contra agua y completamente helada. Se sintió el peor al ver ese hilo carmesí deslizarse por su pómulo, sin más que maldecir la apegó a él, la estrechó en sus brazos y pudo sentir que temblaba, no quería que ese cuerpo se dañara, quería protegerla y no sabía porque, solo quería hacerlo — vamos — dijo comenzó a nadar hacía la orilla, todo el momento la cargó en sus brazos y ella se aferró a ese cuerpo en el cual se sentía protegida.
No entendía el porqué, pero no quería que la soltara, inconscientemente se aferró más a el cuando miró el auto a unos metros, el sentía su respiración chocar en su cuello, le encantaba sentirla tan cerca sin saber la razón.
¿acaso importaba?
¿había razón para amar?
Ninguno sabía la respuesta, solo seguían su corazón que sin saber estaban conectados desde hace años.
La bajó y en seguida entró al auto, recordó que siempre llevaba ropa de mas para cualquier problema y esta era una buena ocasión.
—Ten — dijo extendiéndole una camiseta de manga larga, la tomó y se voltio, siguió buscando y halló una más, remplazó la húmeda por la seca y luego volteó y divisó a Sarada en el auto, lo mas probable es que tenga frio.
Entró y encendió el motor, todo iba bien hasta que se percato de que no tenía su falda ni sus medias, la camisa era grande para ella por lo que le quedaba como un mini vestido, pero aún así descubría mucho, tragó grueso y negó, debían secarse o se enfermaría.
En el camino no entablaron palabras, ella miró a la hora: las doce. Sus padres la matarían, debía pensar una buena excusa.
Se erizó cuando sintió su tacto, lo miró y el le señaló un bulto que estaba en el asiento de atrás — mi teléfono, lo puedes usar.
Al escucharlo su gran excusa apareció, su gran amiga la salvaría del aprieto en el que estaba, hubiese elegido a Himawari, pero ¿Cómo explicarle lo ocurrido con su hermano? Lo más conveniente era Chou, se inclinó en su asiento para alcanzar el bulto que estaba atrás, mientras revisaba los cierres, el rubio sintió esa presión en sus pantalones al ver la posición en la que estaba, intentó fijarse solo en su camino, pero le era imposible.
Sarada sonrió al encontrarlo, y regresó a su posición normal, agregó el numero y tecleó el mensaje de texto, lamentaba dejarle todo a ella, pero luego le explicaría. Ambos sabían que no podía llegar a su casa así, por lo que el condujo a su departamento.
Cuando bajó del auto se fijó de que nadie observara y al comprobarlo le fue a abrir la puerta a Sarada, la cual bajó al avergonzada por la falta de ropa. Al entrar a su habitación los nervios se hicieron presentes de nuevo. ¿Cómo no estarlo? Con lo que paso en su habitación y luego lo del acantilado... ¿Cómo quedaron? ¿fue una declaración? Todas esas dudas la inundaban.
—Hay agua caliente — le escuchó decir y lo miró mientras sacaba ropa de ese armario marrón.
El agua caliente fue lo mejor después de aventarse al mar, quería quedarse más tiempo, pero el igual debía bañarse o se resfriaría. Se colocó la camiseta azul cielo que le dio, era muy suave y tenía su olor, no pudo evitar hundir su rostro y embriagarse con su fragancia. Tal y como la otra, le cubría hasta los muslos, el pensó en darle algo más, pero su demás ropa no le vendría, ella era muy delgada.
Salió con la toalla en su cabeza y lo miró, estaba de espaldas haciendo una llamada, bueno eso supuso ya que lo escucho hablar.
—No lamento no haber ido — le escuchó decir — sabes que no estoy interesado en casarme con esas chicas — ella se detuvo y escuchó — como sea, te hablo luego estoy ocupado — colgó y ella fingió salir aún del baño, el la miró y para ella no paso desapercibida su mirada deseosa.
Después de que lo vio perderse en el baño, se sentó y pensó en lo de antes, era normal que ya buscaran que contrajera matrimonio, sintió enojo al imaginarlo casándose, el tendría una esposa y ella lo tendría a el...no quería.
Lo quería solo para ella, pensaba en su chico de cabellos dorados, pero nunca lo volvió a ver y quizá jamás lo vea, en su lugar, Boruto estaba con ella y quizá sienta algo hacía ella, lo que si sabía es que sentía algo por el e iba más allá que deseo carnal.
Su corazón se aceleró al verlo salir, sus cabellos mojados y esa camiseta blanca se ajustaba a su cuerpo, recordó el momento en que se la quito sobre ella, jamás lo olvidaría, el por su parte intentó despejar su mente.
—Puedes dormir en la cama — dijo extendiendo la toalla en una silla.
—¿Dónde dormirá?
—En el sofá — se encogió de hombros — es cómodo no te preocupes...
—Es pequeño — lo miró — le dolerá el cuello.
«Me dolerá otra cosa si duermo contigo» pensó suspirando, sabía que Sarada no se lo dejaría dormir en el sofá por lo que debía dejarle las cosas claras, se sentó a su lado y ella se puso nerviosa de nuevo.
—Mira...— suspiró — después de lo que paso, no será correcto que compartamos habitación.
Ella lo sabía perfectamente, pero es que no quería alejarse de él, quería tenerlo cerca, quería tenerlo... clavó su mirada obscura en él, Boruto se perdió en sus ojos y como si fuesen imanes poco a poco fueron acortando la distancia.
Su respiración se mezcló y rozaron sus labios en una suave caricia, sin poder resistir más, los unieron, eran como si hubiesen sido creados para encajar el uno con el otro, eran como una pieza separada que cuando se unía quedaba perfecta. Paso sus manos por sus cabellos negros y largos y la apegó más a el para profundizar el beso, ya no era un beso tierno o pico, ahora ambos movían sus labios en completa sincronía. Sarada paso sus brazos por su cuello nuevamente y el tomó su cintura y se inclinó sobre ella.
La pelinegra sintió el suave colchón contra su espalda y ese cuerpo varonil sobre ella, se sentía protegida y por alguna razón desconocida amada.
—¡Boruto...! — gimió esta vez sin pena alguna su nombre, al sentir sus labios contra su cuello, sus caricias y besos la hacían sentir única, la hacía sentirse mujer...porque una dama no era, ya que una dama no se deja tocar por un hombre antes del matrimonio, pero el solo imaginar a otro hombre sobre ella le asqueaba, solo quería sentir al rubio, solo a él. Incluso imaginar a otra mujer en su lugar la hacía hervir la sangre.
¿Qué sentía? No lo sabía, solo se dejó llevar por su corazón al igual que él, ambos olvidaron a sus amores de infancia según ellos que sin darse cuenta estaban frente a frente compartiendo sus sentimientos.
Espero que les guste y gracias a todos por su votos y comentarios🤗 Hice un capitulo largo ya que por cuestiones de estudio no podré actualizar pronto, espero me puedan comprender, sin más me despido, pasen buena noche😉♡
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