Belleza Heredada
- Sarada...
Ambos chicos despertaron del trance en el que se habían metido.
- Entra de una vez querida ¡te enfermarás! - Dijo una mujer pelinegra en la entrada, Boruto la ayuó a entrar para que no resbalara con los charcos en el suelo de la entrada.
- Ve a secarte de inmediato - dijo mirándola y una sirvienta de la casa la ayudó a subir las enormes escaleras.
- ¡pase joven! - le sonrió la pelinegra.
- Muchas gracias, pero ya me iba..
- Claro que no ¡mire el diluvio! - lo tomó del brazo y cerró la puerta - Si trajiste sana y salva a mi Sarada es porque es buen amigo - le sonrió.
- En realidad su hija es amiga de mi hermana y...
La pelinegra estalló a carcajadas, pero incluso sonaban delicadas - Pero que chico tan amable. Yo no soy su madre.
El sorprendió.
- Mikoto Uchiha - le acercó la mano - soy su abuela - sonrió.
El rubio se quedo impactado ¿¡abuela¡? Lucía casi igual que ella.
- Mucho gusto- Uzumaki Boruto - estrechó su mano con delicadeza.
- Vaya a secarse, pezcará una resfriado.
- No es necesario, yo ya me...
- No puedo dejarlo ir con este clima, a penas podrá mirar su camino - lo miró preocupada - ¡Muchacha! - dijo al ver pasar a una sirvienta más.
-¿Qué se le ofrece? - preguntó haciendo una pequeña reverencía.
- suba al joven para que se de un baño y preparele ropa seca por favor.
- Enseguida.
- Vamos ve - le dijo Mikoto señalandole hacía donde ir.
- Pero...
De un momento a otro el estaba en una tina de agua tibia, suspiró cerró sus ojos contra el vapor. Vaya vida que llevaba esa chica, todo lo tenía a sus pies.
Tomó la toalla y después de secarse un poco la envolvió en su cintura para salir del baño. Enseguida divisó que había ropa doblada en la cama.
Y como se lo espero era fina, quizá Sarada tenga hermanos...porque las prendas le quedaron a las medidas.
Se miró en el espejo de pie, era algo cómodo, un pantalón negro, una camiseta blanca abotonada de mangas junto a un chaleco sin las mismas.
Tomó sus llaves que había dejado hace un momento y miró por la ventana, el cielo estaba completamente obscuro y las nubes no paraban de soltar agua, chorros de agua.
Casi pega un grito al escuchar los nudillos chocaf contra la puerta, se acercó en seguida y abrió la puerta para salir.
- Disculpe molestar - dijo la misma chica de antes - la señora Mikoto dijo que baje a cenar.
- Pero...
- Son ordenes - dijo y se dio la vuelta para irse.
El suspiró y salió, pero cierta chica llamó su atención.
-¿Boruto? - susurró sorprendida al verlo, el no se quedó atras, no pudo evitar deslizar su mirada por esas largas piernas cubiertas por esa falda, se sentía un completo pervertido.
- Su...su abuela - logró articular y ella lo comprendió.
-¿Se quedará a cenar? - le preguntó y el hizo una mueca.
- No quiero incomodar, pero...
- Lo sé - siguió caminando - pero será mejor que bajemos.
El la siguió mientras miraba el lugar, era lo opuesto a su hogar, las paredes eran blancas y sin ninguna mancha, las escaleras no eran de madera como en su casa, eran de un tono obscuro y las losas...eran igual blancas y bien pulidas.
Su asombró aumento al ver el comedor, era enorme, la mesa medía al rededor de cinco metros.
- Tome asiento - dijo Mikoto con una sonrisa al verlo entrar.
El se quedó helado al ver a varios pelinegros, en especial los hombres que lo examinaban con la mirada.
-¿Es un amigo, Sarada? - preguntó una mujer...¿¡pelirosa!? Era la única que se diferenciaba de los demás, todos ojos y cabello obscuro, a diferencia del niño que tenía ojos verdes, quizá hijo de esa pelirosa.
- Si - contestó algo confundida la chica.
- Mucho gusto...Uzumaki Boruto - le sonrió de forma galante.
- El gusto es mio, Sakura Uchiha - le sonrió con dulzura.
- No quiero causar molestias - rió nervioso.
- Claro que no - le señalo la mesa - sientase, trajo a mi niña completa - miró a la pelingrea - por cierto, la proxima vez el chofer irá por tu, ve que sucedió hoy.
- Si, lo lamento - se disculpó.
- Bien Boruto - le sonrió - el es mi esposo, Uchiha Sasuke.
Sus nervios aumentaron del golpe ¡el padre de Sarada! Pero ¿qué demonios hizo para que estuviese en esta situación?
- Un placer conocerlo - respondió con seriedad.
-Igualmente.
Su voz...inclusive su voz era tan...fría, seguro lo odia, por lo que vio Sarada es la primogémita y que un chico de su edad este en su casa solo significaba algo ¡...!
- ¿eres amigo de mi sobrina? - dijo un pelinegro con una coleta, haciendo enfasís en lo último.
- Si - contestó
- Ya veo, gracias por traerla.
- No fue nada.
Después de unos minutos la cena transcurrió, miró la variedad de cubiertos que tenía, agradecía las clases de modales, así podía saber cual usar y en qué momento. No solía erguirse al comer, pero estaba en otra lugar por lo que no le quedó opción qué comportarse como un caballero.
- ¿es de acá? - le preguntó Mikoto con curiosidad.
- Si - la miró - de la zona centrica.
- Ya veo - miró a su nieta - Eso esta algo lejos querida ¿cómo pensabas volver?
Sarada la miró algo desconcertada, no solían hablar en la mesa - solo quería recorrer el lugar - resoondió para lueho tomar de su bebida.
- En verdad estamos agradecidas por el favor - le dijo la pelirosa.
- Insisto en que no fue nada - sonrió, la pelirosa reconoció esa sonrisa, era obvio que era el, conectó miradas con su esposo quien tenía un rostro neutro.
Luego miró a su hija y al joven de su lado, lucían tan bien juntos, le dio una leve mordida al trinchante y miró a su esposo de nuevo.
《Algún día te lo iban a cobrar cariño》 pensó al verlo, esto se pondría interesante.
Después de unos minutos se levantaron de la mesa y el rubio comprobó si seguía lloviendo y sí. Suspiró agotado, ya quería ir a su departamento.
- Disculpa - dijo Sarada a su espalda, el miró al instante.
-¿Qué pasa?
- Tengo algo que le pertenece - lo miró y el lo recordó, el diario...
Se sorprendió al ver el lugar, era una habitación grande y a diferencia de las otras esta era beige y las cortinas tenían un color rojo vino al igual que las almohadas.
Ella abrió un estante y de ahí saco su diario, lo tomó con delicadeza y se lo entregó.
- No lo leí - lo miró y el no le creyo.
-¿Segura? - levantó una ceja, ella asintió dos veces lo cual le pareció tierno.
- Tenía la impresión de que invadiría su privacidad.
- Gracias - sonrió - me asuste cuando no lo encontraba.
Ella lo mi miró y el quedó atónito, detuvo su andar en el auto un momento, ya no podía conduncir.
El solo recordar los rasgos finos de Sarada¡ sus lasrgas pestañas, su cabello lacio...todo provenía de su familia. Pero esos ojos no era obscuros como los deban eran negros, pero llenos de brilllos.
Sacudió su cabeza intentando borrar esa imagen, miró su diario en el asiento de copiloto en donde ella estaba. Dejó impregnado el auto con su deliciosa fragancia.
Debía concentrarse en su chica de gafas rojas, aunque le era difícil con Sarada...esa belleza que le robaba suspiros y detro de poco, sería lgo más....
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