11/07/2019

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PLUTÓN
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Plutón se ve hermoso, espectacular en todas sus extensiones. Las estrellas luminosas que lo rodean luchan contra su belleza perdiendo una batalla que lejos ya se encontraba de ser ganada. Porque el primor de Plutón es insuperable. Inalcanzable.

Con esos colores de marrón otoño y blanco primavera, lo hacen lucir bajo una mirada que pinza hasta la médula. Una obra de arte, una obra maestra. Toda la magnificación del sistema solar que mantiene a todos los científicos confusos y enrabiados por no saber dónde colocarlo, porque aparte también es un rebelde que gusta de volver a todos locos de la mente. Que un día te dice que es un planeta y al siguiente que no, que ahora es una enana, quien sabe si pronto no nos saltará con que es una estrella... Una fugaz que vino para darle vuelta a mi corazón con su simple presencia, aunque no será de esas a las que cerrando los ojos puedas pedirle un deseo y esperar que te lo conceda.

Y de golpe y porrazo Plutón desaparece de mis manos, me es arrebatado con tanta fuerza que mi mayor temor radica en su estado y no bajo la mano de quien se encuentra ahora.

—¡Mirad! ¡El rarito ha dibujado a Juan! ¿Te gusta Juan, Daniel?

No entiendo porqué ha de nombrarme por un nominativo tan despectivo si sabe mi nombre de sobra. Puedo notar esa sonrisa burlona y carcajadas ajenas alcanzan mis oídos como si varios esteroides hubiesen decidido aterrizar a la vez en la Tierra. En el aula.

Frunzo el ceño y recupero a mi Plutón de un manotazo, sacándolo de la trampa que componen esas manos regordetas, una trampa mortal, casi peor que un agujero negro. Porque ellas podrían destruir a mi Plutón en un abrir y cerrar de ojos.

—Oh, se ha mosqueado. —más risas.

No sé muy bien que les resulta tan gracioso, pero está claro que yo soy la primera causa, siempre soy yo. Piensan que no me entero, pero hasta la estrella más pequeña se percata de todo lo que la rodea. Se percata de cuando las estrellas mayores se ríen de su tamaño.

Igual que Urano sabe que es menospreciado, aunque sea considerado el planeta más extraño y curioso de todo el sistema solar.

Me remuevo incómodo en mi asiento y termino por levantarme y salir apresurado de allí, apretando a mi Plutón con fuerza suficiente para hacer de mis manos un terrible agujero negro que acabe con él. Cuando llego al pasillo respiro hondo y recito los ocho planetas en voz baja para notar como la calma regresa a mi mente alterada por la destrucción masiva de los asteroides.

—Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno. Mercurio, Venus, Tier...

—Ei, ¿te encuentras bien?

Parpadeo y alzo la vista para toparme con él, Plutón me mira con una sonrisa ladeada. El Plutón de carne y hueso, no el que grita arrugado y dolorido bajo mi mano.

—Las estrellas mayores se han reído de Urano... otra vez.

Él alza una ceja y, aunque no lo pregunta, sé que me ha entendido a medias, solo a medias. Todavía no acaba de entenderme así como yo no acabo de comprenderlo a él. Pero es normal, él es el rebelde Plutón y yo el extraño Urano. Somos complicados.

Alzo mi mano para mostrar al pobre y arrugado, pero todavía hermoso, ser que me he tomado la molestia y la paciencia de retratar cual espejo sobre el papel estrellado.

—Wow, ¿este soy yo? ¡Te ha quedado genial!

—Pero ellos no han opinado lo mismo...

—Ellos pueden irse al cuerno, no les hagas caso, son imbéciles. Esas estrellas estúpidas... —Lo último lo dice mirándome algo dubitativo, como si temiera haber metido la pata sobre mi mundo espacial que solo yo entiendo.

—Sí, son estrellas muy estúpidas. —Corroboro para calmar sus ocultos nervios.

Y a cambio recibo un beso que me hace olvidarme del espacio y el universo por unos instantes. Porque en mi mente solo está él, el planeta más rebelde y hermoso del sistema solar, Plutón.  

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