2. La teoria de los libros cursis

—Oh es que esto es muy triste —lloraba desconsolada—. No puedo creer que al fin termines la serie y que el final sea tan magnifico —agregó entre lagrimones—. Eres tan buena, pero tan buena.

—Así que te gustó —dije a la pantalla por donde sostenía la video llamada—. ¿Lo apruebas?

—¿Yo? Si yo soy una simple fan —refunfuñó tomando pañuelitos de alguna parte y secándose las mejillas—. Perdón que te marcara a esta hora, pero acabo de terminarlo y debías saber que me ha encantado, van a lloverte halagos con este final, pocas series concluyen tan bien y esto fue sublime.

Miré el reloj que marcaba las dos de la mañana, en Oxford debían ser al rededor de las siete a juzgar por la claridad que se colaba por las ventanas de su habitación.

—Lo dice la gran Aggie King —me burlé y ella movió la mano—. ¿Puedes mandar ese comentario al New York Times? Seguro que Travis hace que lo pongan en la contra portada.

—Le diré a Eliot que lo haga —replicó dejando el libro a un lado de si misma—. Pero ¿cómo te sientes? Acabar algo así, le quiebra a uno ciertas cosas internas.

—¿Ahora eres mi terapeuta?

—Válgame, ¿así de mal? —dijo, con los ojos muy abiertos porque Mags era imposible de ofender—. Tienes derecho a odiar el mundo, todo el derecho.

—¿Tu odias al mundo?

—A veces, pero contrario a ti, yo no deseo que las historias que escribo sucedan —me dijo ella empleando un tono sabiondo—. He ahí el beneficio de escribir distopias.

—También escribes libros románticos y bastante populares.

—Si, pero incluso los críticos dicen que no es mi fuerte —encogió los hombros—. La bilogía que me dio a conocer es considerada como uno de los próximos clásicos de la ciencia ficción, y la que llevo escribiendo los últimos años tiene muchas posibilidades de llegar a cine, mientras que de mis novelas románticas solo he recibieron elogios de mis lectores más fieles.

—Tienes razón, lo tuyo es escribir cómo se va a terminar el mundo —accedí, porque en realidad sus libros eran tan populares y tan buenos que cuando se dio a conocer su verdadera identidad más de un crítico estuvo a punto de desmayarse.

—Ja ja, ese chiste me lo dicen mucho —se quejó—. Yo escribía historias cursis muy cortas de cosas que soñaba tener, luego cuando conocí al amor entendí que distaba mucho de lo que había escrito, —hizo un gesto con la mano y me sonrió con dulzura—: El amor va más sobre esperar, amar a veces es algo que se da en dificultad, y le requiere a uno ser paciente y sincero —me explicó—. Y aún así, en lo que escribí no cree épicas historias de amor, como haces tú. En tus libros el amor siempre gana —lo último tenía cariz de sorpresa.

—Pero sabemos que en la vida real que el amor siempre gane o que nos domine una maquina es igual de improbable —me quejé y Maggi hizo una mueca.

—Estás enojada con tus libros ¿verdad?

—No me psicoanalices.

—No tengo que hacerlo, también escribo libros y escribí algunos muy cursis antes de enamorarme y estuve enojada —replicó mirándome con intensidad—. Venga, cuéntale a mamá Maggie qué pasa.

—Fanny se casa en dos meses.

Maggie dejó de mover el té con la cuchara y me miró.

—¿Con él? —indagó con cautela.

—Es realmente bueno que ella no lea ni los periódicos y por ende tampoco mis libros —respondí dando un suspiro—. Porque sino, lo sabría.

—Fue tu primer amor. Todos hacemos eso alguna vez.

—Un error de principiantes —refunfuñé con pena—. Yo escribí un libro donde el protagonista está inspirado en el chico del que yo estaba enamorada...

Aunque decirlo en tiempo pasado era casi una ironía.

—Convertiste a ese sujeto en el objeto de deseo de la mitad de las mujeres del mundo, yo incluida —agregó en voz baja—. Pero tú personaje es mejor. Infinitamente mejor ¿quieres saber por qué? Porque sabemos que no es él.

—No, mi personaje es increíble y sabe amar —le di la razón—. Pero aún así, sé que todo lo demás, o al menos lo que salta a la vista le pertenece a él.

No hacia falta más que ver una foto suya y ¡bum!

—Victory, no hagas esto.

—Incluso el resto de chicos, son igual o más increíbles, —refunfuñé refiriéndome a los protagonistas de los demás libros de la serie—. Pero tú y yo sabemos que...

—Tory, tu amas al personaje, —el tono de Margot era dulce pero firme—. Amas al que tú creaste y si, da la casualidad que su descripción coincide con la de él, pero no es él porque si lo fuera...

—Si lo fuera estaría conmigo —la interrumpí.

—¿Por eso estas tan enojada?

¿Era por eso? No sabía, pero tal y como Caden lo había mencionado en nuestra noche de copas el arte nunca era solo arte, sino un pedazo del autor, una parte frágil, sincera y volátil que uno dejaba ahí, al ojo del espectador esperando que la vieran pero al mismo tiempo deseando que no fuera así.

—Estoy enojada porque resulta que acabé seis libros, uno por cada año lejos, y en lugar de hacerme sentir feliz y dichosa el saber que llegué así de lejos, ver los libros justo ahora, con lo de Fanny —intenté explicar el sentimiento de frustración pero no supe cómo y solo mire la pantalla con pesar—. Esto me generan una sensación de perdida que no llena ni la noticia de que me vayan a traducir a varios idiomas —admití con voz rota.

Porque nada había pasado como en mi libro. Y yo quería esa gran historia épica, el plot twist que quieren todos como Bastian había dicho y era mas que obvio que una pequeña y rota parte de mi había soñado que pasaría, que él tendría un poquito de mi personaje y actuaría del mismo modo que yo hacía que mis protagonistas actuaran en los libros. Spoiler: no había sido así.

—¿Irás a la boda? —indagó Margot con cautela.

—Es mi hermana —dije como mantra—. Y él hace tiempo fue más allá de un amor imposible.

Técnicamente seis años, pero tener a mi mejor personaje coincidiendo con él no había hecho fácil superar este asunto.

—Tal vez seria bueno que dejaras de escribir un tiempo...

—Me ahogaría si no lo saco —le dije, moviendo la cabeza.

—Ve el lado bueno entonces, ya finalizaste los libros y es momento de acabar con él y con esto también —continuó con voz suave—. Tu lo dijiste, error de principiantes el darle a él un lugar tan valioso como el del protagonista del libro que escribiste y te trajo hasta aquí, no soy tu terapeuta pero creo que los seis libros eran precisamente tú esperando algo, y tal vez no va a suceder y es mejor que no suceda.

Margot era sabia, a veces me costaba creer que en realidad era básicamente un caos donde quiera que iba pero bueno, quién era yo para juzgar.

—Es obvio que no sucederá, se casará con mi hermana —respondí sonriendo me

—Por ejemplo —Maggie me sonrió de vuelta—. Escribir libros nos hace desear escribir nuestra propia vida y tener el control de las escenas, los giros inesperados, los diálogos, pero esta vida es un constante do it your self, así que no hay guion, solo improvisación.

—Improvisar es una mierda.

—Mentira, no es tan complicado cuando tienes dinero —ella me guiño un ojo porque ese era básicamente un chiste sobre cómo ella había solucionado su propio dilema años atrás—. Qué harían tus protagonistas.

—No soy ellas.

—No, tu eres mejor —ella me sonrió otra vez—. Tu eres la autora del libro y nadie tiene más poder que ella.

—¿Cómo de irónico es esto? —pregunté a la pantalla—. Escribo libros románticos, soy considerada la reina del género romántico, pero mi vida romántica es una mierda, por no decir inexistente.

—Ese es el don del escritor, lo que no te enseñan en la universidad, sino que viene del talento —argumentó ella—. Es meterse en el papel y hacer sentir al lector algo que nunca ha visto o experimentado y que aún así se siente muy real.

—¿Así que no has viajado al espacio? —pregunté con ironía.

—No —ella hizo un puchero al tiempo que tocaban la puerta y abrían, de ahí se asomó un joven de cabello castaño y largo—. Enviaré mi opinión a Eliot para que llegue a tiempo y te veo en unas semanas.

—Gracias —dije sinceramente y agité la mano para saludar al recién llegado que ponía una rebanada de pastel en el escritorio al alcance de Maggi—. Te quiero Mags.

—Y yo a ti —me sonrió—. Y soy tu fan, no lo olvides.

Cuando terminó la llamada decidí dormir, no lo había hecho bien desde... bueno desde nunca. Pero esos últimos días había sido aún peor. Tome un té y me acurruqué bajo el edredón hasta que mi cerebro se rindió a mis súplicas y me dormí, solo que aunque lo pedí, rogué y supliqué: fui despertada.

—¡Voy! ¡Ya voy! ¿Quieren dejar el timbre? ¡Dije que ya voy! —gruñí corriendo hasta la puerta con los ojos medios abiertos—. ¡Basta con el timbre!

De un tirón abrí la puerta y la risita que escuché se cortó cuando unos brazos rodearon mi cuello.

—¡Hermanita! —oí en mi oído y con pánico creciente observé a mis visitas—. ¿Te desperté? Sigues siendo una persona cero mañanera.

—Deberías dejar de molestar a tu hermana así —terció la voz de mamá y su figura regordeta apareció en mi campo de visión, rodeando a las amigas de Fanny—. Hola cielo, ¿quieres que mamá te prepare el desayuno?

Empujé a mi hermana sin un atisbo de pena y me arrojé a los brazos de mamá que me apretaron mientras me arrullaba, su olor tan característico a naranja y miel y la calidez se su voz mientras me abrazaba tambalearon mis defensas.

—No me digas, ¿lo olvidaste? —oí que Fanny se quejaba pero yo seguía con la atención puesta en mamá que me enumeraba lo que haría para desayunar—. Te envié un mail hace unos días.

—Tu hermana trabaja —mamá volvió a darle una mirada dura—. Leí en internet la noticia, ¿te traducirán?

—Si, estamos al tope de trabajo con Travis —le conté, porque si entre todos los no había tenido un si, ese me lo había dado ella: mi fan número uno.

—Si pero esto también es importante —Fanny volvió a hablar y entonces la miré a ella y a las dos chicas a su lado, vagamente las recordaba de casa—. Mi cita en Kleinfeld es hoy —dijo con tono quejoso—. ¡Te avisé!

—Te he dicho antes que no puedo re organizar mi vida a tu ritmo —gruñí soltando a mamá y quitándome de la puerta para dejarlas pasar—. Te he explicado que Travis organiza mi agenda.

—¡No voy a sacar cita para verte! ¡Soy tu hermana!

—Tengo un trabajo, y tú justamente decidiste casarte en el mismo plazo de tiempo que tengo para revisar las traducciones completas de mis novelas y mi próximo libro que será lanzamiento internacional —le dije cerrando la puerta—. Estoy al tope de trabajo, accedí a ir a tu boda porque con Travis organizamos mi fin de semana libre, pero tengo una vida.

—Escribes libros.

Apreté la mandíbula y me ahorré las ganas de lanzarle precisamente el libro que tenía a la mano directo a la cabeza.

—Me pagan por ello, muchísimo más de lo que ganas tú —chasqueé.

—Ya fue suficiente jovencitas —mamá alzó la voz y se interpuso entre ambas como lo había hecho siempre—. Fanny te dije que tu hermana no iba a cumplir tus deseos, y Tory, yo sé que trabajas linda, pero creo que puedes organizar tu tiempo por hoy.

—Las cosas se piden por favor —rechisté cruzando los brazos y mamá alzó una ceja—. Tú me enseñaste eso.

Mamá miró a Fanny, de piel un poco más oscura que la mía pero los mismos rizos rebeldes, solo que los suyos peinados en trenzas pegadas al craneo, ella alzó sus ojos color musgo hasta los míos y trató de amedrentarme como cuando éramos niñas y esa mirada significaba que escondería mi copia de Orgullo y Prejuicio precisamente en el lugar donde no podría alcanzarla. Pero ya no éramos niñas y yo había aprendido a ser muy terca.

—Me gustaría que estuvieras hoy en mi cita —dijo ella—. Eres mi hermana y mi dama de honor, no puedo hacerlo sin ti.

Era astuta, si me negaba mamá me echaría la bronca por hasta navidad. Pero yo también era muy lista.

—No era tan difícil —le dije con una sonrisa—. Voy a llamar a Travis en lo que se instalan, hoy tenia una firma de ejemplares para un sorteo en una librería popular, pero creo que podrá posponerlo y si no, todo sea por mi hermanita —concluí tomando el teléfono inalámbrico y de reojo vi a mamá empezar a murmurar hacia Fanny, claramente riñéndola.

—¿Cómo está mi estrellita preciosa?

—Mi familia acaba de llegar —solté de tajo—. Al parecer me toca ir a una prueba de vestidos de novia.

—No tengo un mail sobre eso —se quejó porque Travis de verdad intentaba organizar mi agenda—. Te lo juro.

—No lo envió —contesté—. ¿Puedes llamar a la dueña de la librería? No puedo librarme de esto, al parecer acabo de ser promovida al puesto de dama de honor.

—Ya veo —Travis soltó un suspiro—. ¿Crees que tu mamá quiera dejarte preparado un pay de manzana para mi?

—Haré el intento —dije y colgué.

Las dejé en la sala de mi departamento y corrí a darme una ducha y a ponerme mi mejor outfit y sonrisa para asistir a una interminable visita a la tienda de vestidos más popular de la nación, no por nada tenían hasta un programa en televisión y viajaban de todo el mundo para comprar su vestido ahí.

Logré desayunar sin contratiempos mientras escuchaba la cháchara de Fanny acerca de la boda, el tipo de vestido que quería de acuerdo al cómo sería el salón de la fiesta y cómo esperaba combinar todo con el traje de Ryan. De más está decir que me costó bajarme los huevos y el café y que estaba al borde del ataque de pánico, sin embargo yo era esa clase de persona que simplemente enfrenta todo de frente. Y me tocaba enfrentar a mi hermana eligiendo el vestido para casarse con el chico del que había estado enamorada toda la vida y en quién había inspirado mi mejor personaje.

Si, parecía un chiste de pésimo gusto.

Estaba segura, alguien, el que escribía mi historia, estaba riéndose de mi y era a carcajadas.



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