Séptimo acto
Acto Final
Con paso temeroso se dirigió a la aldea, odiaba que el hombre fuera cruel, pero aún había una pequeña esperanza de amor y compasión en el... O eso creía Selesty.
Cada tarde, ella caminaba a las afueras de las cuidad. Había pasado toda su existencia lejos de los humanos, primero necesitaba adaptarse a su presencia. Pasaron años para que pudiera entrar al centro del pequeño y pintoresco pueblo.
Las calles eran largas, llenas de vendedores ambulantes o gente que se sentaba a sus orillas a charlar e intercambiar el chisme de cada día. Inexperta caminaba asustada, hasta que una mano la sujeto, alejándola de la calle
-deberías tener más cuidado- susurró una pequeña mientras veia como un caballo y su ginete trotaban por el mismo lugar.
Al bajar su vista observó a la pequeña de cabello negro, y ojos dorados y saltones.
-Estás sola?- pregunto, mientras observaba como la diosa asentía tímidamente y sin pronunciar otra palabra, se encaminó a su hogar sujetando su mano, para no perderla.
Al llegar a la casa de la niña, la hermosa joven se presentó como una simple campesina, llamando la atención de la familia, logrando que le permitieran una estadía permanente.
Los años pasaban rápido para un ser inmoral, pero en su nueva vida junto a los aldeanos los días eran lentos y felices, fue grande su sorpresa cuando noto que la pequeña y dulce Sarah, su primera y única amiga, se había convertido en una hermosa y dulce jovencita.
(...)
-Desde el comienzo de mis vidas, te e seguido y acompañado con el único objetivo de estar siempre a tu lado y poder expresar mis sentimientos- hablo Sarah - aún siendo la simple alma de un felino, mis emisiones son reales, yo estoy enamorada de ti, lo he estado desde que antes de nacer con este cuerpo, y lo estaré hasta el fin de la existencia tal como la conocemos
Selesty había escuchado perfectamente aquella confesión, pero prefería disfrutar del pequeño riachuelo en el que se encontraban.
-Hemos vivido siglos unidas- finalmente hablo la Diosa- y sólo tu me has mostrado emisiones que creí que jamás conocería... No se que es el amor, o si yo te aprecio de la misma forma en la que tu lo haces, pero tampoco negaré que sin ti a mi lado sufriría de tristeza y agonía.
Aquellas palabras fueron suficientes para que Sarah se lanzara a los brazos de su Diosa, quizás esa no era la respuesta que deseaba y anhelaba, pero no había sido rechazada y eso le era más que suficiente. Lágrimas caían por su rostro, logrando que la Diosa sintiera empatía y llorase a su lado, ambas felices sin saber que desde hace siglos ellas ya se estaban Amando.
Sin perder el tiempo, ambas se mudaron a una pequeña cabaña alejada de la pequeña cuidad. Ajena al murmullo y movimiento citadino, vivían cerca de un pequeño río que les recordaba a su antiguo hogar.
(...)
Su amor era único, nadie cuestionaba la razón por la que las dos hermanas habían decidido alejarse de su civilización, volviendo únicamente para vender una cuantas verduras que ellas mismas cultivaban y para saludar a viejos vecinos y antiguos compañeros.
Los días, se volvieron semanas, las semanas en meses y estos en años. Fueron muchas las aventuras que habían vivido, emocionantes experiencias y memorables travesuras que las perseguían.
La vejez se hizo notar, y ya cansada y arrugada, Sarah se sentó en su cama, buscando un poco de abrigo de esa fría nevada. A su lado, tan joven como siempre, Selesty la atendía con esmero y dedicación. La noche se anunciaba, con un manto frío y oscuro, su hora estaba próxima.
-No llores mi bella Selesty, nos reencontraremos otra vez- hablo con mucho esfuerzo
-No puedo evitarlo, Te amo... -
(...)
El verano siempre traía bellos paisajes y melodías, y este no era la excepción. Sin embargo, todos en la aldea estaban preocupados por la repentina desaparición de la hermosa joven y su abuela. Asustados, se dirigieron a su casa, para saber su estado. Pero fue grande su sorpresa al descubrir que la cabaña estaba completamente vacía.
-Mirad!- exclamó una mujer llamando la atención de sus acompañantes
En aquel lugar, en aquel pequeño cuarto, se encontraban dos hermosas muchachas descansando. No descubrieron su error hasta entrar al cuarto y notar que ambas yacían muertas en compañía de la otra. Todos sabían perfectamente quien era una de ellas, pero sólo una anciana pudo reconocer el cadáver de su antigua vecina que reposaba tan joven y hermoso, como cuando era feliz junto a su amada Diosa en vida.
Sólo siete vidas poseia esa gata, y se las entregó a su amor, Selesty entendió que jamás la vería de nuevo y, cansada de la soledad, decidió cerrar sus ojos y renunciar a su inmortalidad para viajar a un nuevo mundo junto a su gata, su verdadero y único amor.
Fin de la Obra.
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