Primer Acto


Caminaba a las afueras de la cuidad. Tranquila, solitaria, sumergia sus pies en el frío estanque. Selesty, la diosa de la luz, amaba pasar sus tardes en aquel tranquilo lugar, siempre abandonado le traía la serenidad a la que estaba acostumbrada. Sin embargo, interrumpiendo su estadía, una pequeña gatita, de ojos amarillos y pelaje cromado, salto a su falta, sorprendiendola ante el nuevo tacto. A sus espaldas, unos niños corrían con piedras y palos, intentando golpear al diminuto animal. Su fechoría se vio descubierta, por la hermosa diosa, provocando vergüenza en los pequeños, que escaparon tan rápido como llegaron.


Aún sorprendida, Selesty, observó a la gata inmóvil. Y, con algo de temor, colocó su mano temblorosa en la cabeza negra y blanca, la textura y suavidad del pelaje felino le era nueva y sorprendente. Jamás había acariciado a un animal, y mucho menos había tenido contacto con los humanos. Aquella sensación, de calidez y amor le resultaba maravillosa. Fue mayor su gusto y sorpresa, cuando la gata de repente, comenzó a vibrar. Su ronroneo le demostraba felicidad, algo que la inexperta joven entendió al instante. Tal vez era egoísta, pero había encontrado a su primera amiga.

(...)

La gata y la diosa pasaban todas sus tardes juntas, separándose únicamente para que la pequeña criatura buscase comida y regresara con rapidez junto a su amiga. Ambas, a pesar de sus diferencias biológicas, se comprendían perfectamente; No eran necesarias las palabras para saber si alguna se sentía enferma o sola. Sólo había una cosa, una cosa que la diosa jamás entendería, y era que su tan especial amiga, siendo un simple gato, la amaba con toda su alma y cariño.

Por más que maullara con todas sus fuerzas y energías, las palabras que tanto anhelaba decir, no salían. La impotencia de ser un simple gato la invadía, no fue, hasta que pasaron varios años, que la gata comprendió, que sus sentimientos nunca llegarían a su amada Diosa.

El paso de los años de hicieron notar, la pequeña gatita ahora era grande y vieja. Ambas estaban sentadas junto a su tan hermoso estanque, leal compañero y testigo de todas las travesuras, juegos y diversiones que habían tenido. La gata miraba a su Diosa con recelo, y antes de dar su último suspiro pidió:

Gracias a todos los Dioses, que me permitieron conocer y Amar a esta alma, se que soy un simple animal, pero aún así mi alma pide expresar estos tan anciados sentimientos. Por favor, denme el poder para anunciarlos y repetirlos por toda la eternidad a esa mujer que siempre voy a amar aún si dejo de ser un gato

La tranquilidad de su pequeña amiga la asusto, con cuidado la movió esperando que despertará, pero sus ojos celestes ya estaban cerrados para siempre. Con tristeza tomo el cuerpo de la gata, esperando que no perdiera su tan característico calor y, dándole un último abrazo, la enterró junto a su lago.

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