Cuarto Acto

~La amistad es eterna~

Las tardes se estaban volviendo más frías y, como era costumbre Selesty debía comenzar su viaje hacia zonas más calidas, pero el continuo pensamiento de abandonar la tumba de sus amigos le era doloroso. Decidida a quedarse en su guarida, se acostó junto a la tumba de su gatita y cerró sus ojos.

El tiempo de vida de un Dios es distinto al tiempo humano.

Hacia bastante tiempo Selesty no descansaba "de verdad". Cada noche cerraba sus ojos para poder despertarse en la mañana siguiente del día humano. Para ella, un ser inmortal, aquellas eran pequeñas siestas, pero aún así amaba apreciar los días humanos.

Con pesadez abrió sus ojos, había descansado dos estaciones. El tiempo suficiente para disfrutar su amada primavera. Sin embargo su tranquila pradera junto al río era diferente a lo que recordaba, pues al observar el paisaje un colorido arcoiris de flores adorno su vista.

El medio, una bella roza roja, llamó su atención, era la única en su pequeña pradera, posada sobre la antigua tumba. Selesty era una diosa de la luz, amaba ver crecer el alma de las personas, siempre llenaba de alegría a todo aquel que la viera, y no sólo por su extraordinaria belleza. Selesty sabía de quien era esa alma tan divertida y calida, ~la amistad es eterna~ fue su último pensamiento al recordar a su antigua garita, ahora convertida en rosa.

Ha de ser tonto o incluso gracioso para ojos ajenos la ignorancia de la Diosa, quien sabía reconocer y hablar con su amiga sin necesidad de palabras. Pero, aún así, no podía entender las únicas palabras que su gata realmente quería entregarle.

Oh, hermosa Selesty, cuando entenderás que el alma de tu apreciada "amiga" te seguirá por siempre? Que su alma no descansará hasta que correspondas sus sentimientos o simplemente la rechases con dureza, Selesty, porque no entiendes que esta perseverante alma te ama?

Cada tarde era más hermosa para las diosa, disfrutaba descansar junto al canto del río y el perfume de las flores, en especial el de su "rosa". Sin embargo, había algo que ella ignoraba que nosotros conocemos perfectamente. Las flores sólo viven una vez, al morir son sus semillas esparcidas por las aves que continúan su legado.

Al llegar ese aterrador momento, ese fatídico día en que la Diosa notó la desaparición permanente de su amiga, sólo sonrió. Estaba segura de que pronto se encontrarían nuevamente...

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