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Tercer placer:
꧁Caricias꧂
Su cuerpo queda inmóvil ante el frío tacto de su mano en aquel fruto que resguardaban sus piernas. Su voz es inalcanzable ante ese deseo morboso de lujuria. Sus manos son inútiles al intentar detenerlo. Y sus lamentos, oh sus pobres orbes rosados no podían clavar una compasión en aquella mirada tan deseosa de lo prohibido.
Algo cálido y húmedo se extendía por toda su anatomía, el cuerpo le quema lentamente mientras se derrite en manos de aquello que desconoce, sus piernas flanquean cada vez más y su mente se pone en blanco en aquellos dedos frívolos que acarician su cuerpo.
—Mmm...
Los jadeos de Reiji se mezclan en unísono con los gemidos callados de Komori que intenta no dejar librar de sus dulces labios. Quizás su cuerpo habrá sido levantado por una ráfaga de placer insensate, pero su corazón sólo se siente asqueado por cada cosquilleo que le eriza la piel.
—P-por favor...D-detengase...— pronunció con debilidad.
Harto por sus imparables y casi audibles llantos, se detuvo en seco y clavo sus orbes magentas en aquel rostro empapado de dolor.
—He humedecido bastante su feminidad como para que no le duela lo suficiente ¿y así es como usted me agradece?— Clamó con escepticismo mientras retiraba sus prendas de arriba y se despojaba de sus lentes.— En verdad que es usted una malagradecida...
En el impulso de su frustración, lentamente fue bajando la cremallera de su pantalón para dejar salir aquel gran y venoso miembro suyo, que yacía ya erguido.
El pánico que consumió la mirada de la rubia había logrado que el azabache se pusiera más "duro" de lo normal, pues no había nada más satisfactorio para él, que la mirada de horror de un inocente rostro apunto de presenciar la tortura.
«O quizás no...»
Se detuvo en un instante y se puso a reflexionar la situación. Aunque la cabeza se le llenaba de ideas atroces y bizarras, la expresión de aquel rostro por debajo de él no era lo bastante gratificante para hacerlo sentir "satisfecho". Sí la razón por la que tomaría aquello que marcaba a la joven como virgen, era el impulso de sentimientos agobiados por sed de venganza y cariño ¿por qué no estaba complacido en absoluto?
No había manera de comprenderlo, ni siquiera estaba seguro de querer esto, ¿Qué es lo que en realidad quería obtener de ella?, probablemente placer y venganza.
Pensó.
Si tal fuese el caso, ¿por qué se sentía tan nervioso?, y entonces una voz en su cabeza le imploraba que se detuviera. Era como si su conciencia intentará advertirle las consecuencias que desataria al arrebatar algo que no le pertenecía, un acto del que quizás se arrepentiría toda su eternidad.
Ante lo reflexionado, se había quedado estático en la mejor parte. Los sollozos de su querida presa lo habrían traído de regreso a su realidad, miro con devoción aquella mirada que se derrumbaba del inestable miedo, y con dulzura acarició la humedecida mejilla de su amada dándole a entender como si todo esto estaría "bien".
Separó los muslos de la chica con cierta delicadeza dejando expuesta su vulva por completo, sus ojos brillaron ante esa imagen, si la anatomía del cuerpo era espléndida para aquel, su lacividad encendía la pasión del Sakamaki por querer explorar cada rincón del pequeño cuerpo de Yui.
Con el miembro en su mano, masajeo con suavidad aquella gran y carnosa punta alrededor de la feminidad de la chica, otorgando un gemido respingado de parte de ella.
—Debe ser un honor para usted que sea yo quien tome su primera vez— exclamó con soberbia mientras introducían lentamente su pene en la vagina de Yui— Está sensación le hará saber lo que es conveniente para usted... Ghh...
—¡N-NO!
Las paredes son sólo testigos de aquel obsceno deseo de pasión que inunda todo el lugar, la mente de la mortal solo le dice que grite como impulso– pues era un hecho de que no había nada más que hacer en aquel momento–,la razón se le nubla de lo inmoral mientras siente como su virginidad es quebrada en una sola embestida. El corazón se le rompe en unos instantes, como un delicado cristal que se daña al mínimo tacto.
—Ahh~...— exclamó el Sakamaki excitado.
Suavemente acariciaba los pequeños y bien formados senos de la oji-rosa con dulzura, las aureolas rosadas que yacían ciertamente erectas las comenzó a morder con devoción, dando a sí un gemido de parte de Komori.
Las embestidas se tornaban excitantes en cada momento; eran fuertes y agresivas que incluso la pobre blonda podía sentir como la virilidad de Reiji golpeaba brutalmente su estómago, desgarrando completamente el interior de ella.
—N-no más... — sollozo con dolor.
Mientras los suspiros le eran arrebatados de manera imprudente, miro hacia la puerta de su habitación con intención de evitar el rostro de su abusador, ni siquiera quería oír su voz extasiada por profanar su cuerpo de manera indebida, solo quería que todo ese latente infierno acabará de una vez por todas.
Pero solo era el inicio.
Entre aquella puerta de madera refinada, se halla la mirada cristalina de dos zafiros; radiantes de ira y perpetuos de tristeza al mirarla en esa posición.
—Sh-Shu-san...
Aquel susurro tan inaudible no fue desapercibido por parte de ninguno de los dos Sakamakis, mucho menos por aquel vampiro que gozaba de su cuerpo. Eufórico, penetro con fuerza la cavidad femenina de la joven e intensificó los movimientos para que se enfocará en aquel dolor y no en quien yacía detrás de aquella puerta.
—Te haré saber quien es tu dueño, humana insolente... — exclamó furico, para luego clavar sus colmillos en el blanquecino cuello de la blonda y succionar con frenesí aquel líquido embriagante que le pertenecía a ella.
Aquel par de filos que se habían incrustado en su piel la hicieron retorcerse en un infame dolor, el abuso era cada vez más insoportable para su cuerpo y sus ganas de morir incrementaban a la par.
Sentía que finalmente se desvaneceria de aquel mundo cruel, pero, con incrédula certeza tenía la esperanza de que si Shu era quien se hayaba observándola, podría ayudarla y rescatarla como en los cuentos de fantasía que solía contarle su padre.
Pero es lo que son y siempre serán, una simple fantasía.
Y en su inútil intento, extiende la mano en dirección hacia su amado de cabellos naranjas; llena de desesperación y agonía procura gritar con intensidad el nombre del mayor para que pudiese salvarla de aquella fatídica situación.
Pero él sólo se marchó.
La ausencia del rubio había hecho completamente feliz a Reiji, el haber abandonado a Komori de esa manera le demostraría a la joven que el holgazán de su hermano no era más que un bueno para nada; un hombre inservible, un hombre insignificante, un hombre que no merecía el amor de ella, sino él. Y mientras él lograba llegar al extasis por aquel pensamiento, Yui permanecía intransigente a cualquier embestida que le proporcionaba el chico, sus súplicas y llantos habían sido callados en aquel acto de abandono por parte del mayor de los Sakamakis, dejando derramar una última lagrima.
—¡Y-yui... Kgh!
Proclamando su nombre con victoria, el joven azabache siguió drenando con brutalidad la sangre dulce de la chica sin dejar de penetrarla, su movimientos se habían intensificado más de lo normal y sin darse cuenta, había liberado por completo su semen en lo más profundo del útero de la rubia.
Jadeante, libero un gemido profundo proviniente de su ronca voz sin inmutarse del adolorido rostro de su bella rubia, y todo eso debido a que estaba ansioso de sentirse derretido por la cálida piel de aquella fémina que resguardaba debajo de él, se recostó sobre su terzo pecho y como un pequeño niño en el regazo de su madre, se dispuso a escuchar el corazón de la blonda con demasiado anhelo, como si fuese un merecido regalo.
Sin embargo, aún deseaba algo más.
“Yo amo Shu-san”
Y entonces, un sentimiento que yacía resguardado en su interior comenzó a florecer dentro de él. Aquello que él quería era más que claro, ya que lo único que podía pedir era lo mismo que alguna vez deseo de su madre.
Con delicadeza, recorre con la punta de sus dedos la silueta curvilínea de la oji-rosa, y temeroso le pregunta:
—Yui... ¿Acaso usted podría... amarme?
Y Komori habia quedado más que perpleja ante las palabras del susodicho. Dentro de su corazón sentía que por fin había entendido algo del porqué las acciones efímeras de él habían llegado a este punto, pero incluso con aquella vulnerabilidad que le mostró a ella, no logró reconfortarla.
Así que, con lo poco que quedaba de su voz, diría ciertas palabras que resonarian en la mente de ambos para siempre.
—Re-reji-san... Yo... N-no puedo amarlo como usted desea...
—¿Por qué?—Clamó disgustado, mientras se aferraba a su pecho.
—Porque...yo
Y el dolor de un cruel destino comenzó a surgir.
—Lo odio
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