•Peter.
Wanda, 20.
Peter iba aferrado a papá y Charles, lo recostaron en la cama. Mi hermano se quejó levemente y yo me senté a los pies de su cama.
Su habitación constaba en una cama alta, el espacio de abajo tenía un sofá frente a su televisor, sin embargo debido al yeso en la pierna de Peter, papá ha enviado a bajar su cama y apartar el sofá.
—Con cuidado.—Murmuré y acomodé un plato de galletas acompañado de gaseosa junto a su mesita de noche. Peter me sonrió y tomó mi mano acariciando mis nudillos.
—Gracias...—Observó a papá y Charles.—A todos.
—¿Te sientes bien o necesitas algo?—Preguntó Charles y papá saltó a la defensiva.
—Es mi hijo, yo estoy aquí, yo me preocuparé de él ahora, puedes irte, Xavier.—Dijo cortante.
Charles lo miró extrañado, luego a Peter y salió de la habitación en cuanto mi hermano dio un asentimiento. Papá se acercó a él y besó su frente.
—¿Estás mejor?
Peter tragó saliva.
—Duele, pero estaré bien, Pietro y Wanda están aquí así que...
—Tengo vacaciones, no me iré de tu lado.—Murmuró papá.—Iré a ver que tal está Pietro, los dejo. Sí necesitas algo, dime.
Papá salió de la habitación y Peter bajó la tonalidad de las luces a algo más cálido que combinara con el verde de sus paredes.
—Papá lo notó.—Murmuró y traté de relajarlo negando de forma rápida pero él me detuvo.—Lo conoces tanto como yo, sabes que él sabe.
—No lo creo, pero él y Charles no estaban bien, no creo que tenga que ver contigo realmente.
Peter sonrió entristecido.
—Siempre tiene que ver conmigo... Incluso el día en que mamá se fue tuvo que ver conmigo...—Murmuró y lo miré extrañada.
—¿De qué hablas?—Pregunté y él se encogió de hombros.
—Debes pensar en Peter, Erik. Peter no estará feliz, Peter, Peter, Peter...—Imitó la voz de mamá.—Peter estará bien, él es grande y parece no recordarlo.—Imitó el acento de papá y pude ver las lágrimas caer por sus mejillas.—Y lo recuerdo, yo recuerdo a ese sujeto, sé que hablan a mis espaldas y creen que todo está bien, pero yo sé que papá sabe, mamá fue quien se dio cuenta y guardó silencio.—Agachó la mirada.—Cuando papá me preguntó, le dije que no... Recuerdo que mamá dijo que nada había pasado, y yo repetí eso a papá... Pero sé que papá no le creyó a mamá, pero no se atreve a preguntar.
—¿Mamá te obligó a guardar silencio?—Susurré y Peter se encogió de hombros.
—Estaba pequeño....—Susurró.—Sólo recuerdo que repetía que nada pasaba, que todo estaba bien, que fue mi imaginación... Tal vez trataba de salvarme del trauma, pero... Cuando creces y lo notas... —Se detuvo y comenzó a sollozar en silencio.
—Debió ser muy confuso para un niño pequeño.—Susurré acercándome a abrazarlo.
—La terapia sólo hace que todo se exteriorice más y duele.—Susurró.—Duele fingir que cada vez que Charles me toca no me siento expuesto, duele que... Cada vez que lo digo se vuelve más real, porque aún quiero negarme, aún quiero fingir que no me pasó a mí.
¿Qué podría decirle? ¿Cómo consuelas a alguien que he pasado por tanto? ¿Cómo sano su dolor? Él no merecía pasar por ésto, él no merecía nada de ésto, nadie lo merece.
—Cariño, mírame. —Murmuré y él levantó sus ojos color miel hasta cruzarse con los míos formando un hermoso avellana intenso.—¿Sabes algo? No merecías ésto, pero si mereces superarlo, y será difícil, muy... Pero aquí estaré, y si quieres que me vaya a la mierda, me iré, pero volveré cada vez que necesites un abrazo, nunca más estarás solo, me tienes a mí, tienes a Pietro, y a papá... Te cuidaremos, y algún día podrás seguir sin que ningún dolor te arrastre hasta el fondo del mar...
—Pareciera que cada vez me ahogo más. —Admitió.—Quiero que deje de doler.
—Las heridas duelen hasta que sanan, las del alma aún más. —Susurré y besé su mejilla.—No puedo prometerte que será un camino fácil, y tampoco podré cumplir con que dejará de doler para siempre de la noche a la mañana, es un proceso... Y aunque me encantaría poder hacer más que sólo decirte lo asombroso que eres y lo mucho que te amo, no puedo hacer más que acompañarte hasta el final y recostarme a tu lado cada vez que la vida te pese, estoy aquí, estoy para ti, Peter.
Él asistió lentamente y pegó su rostro a mi cuello buscando refugio.
—Yo puedo.—Susurró y asentí.
Claro que él puede, claro que lo logrará.
—Date tu tiempo, no todos van en el mismo ritmo, y eso está bien.
—¿Quieres colorear conmigo?—Preguntó sacando un par de libros de dibujos bajo su almohada.
—¿Aún es tu tarea?—Pregunté acariciando sus rulos y él asintió.
—Sí, pero el de superheroes, los demás los compré para mí. —Murmuró señalandolos.—¿Quieres?
—Claro.
Acomodé una pequeña mesita sobre la cama y lo vi sacar sus crayones. Me senté a su lado y comenzamos a colorear en silencio.
—¿Quieres que ponga música?
Él asintió y decidí encender el televisor para buscar algo en youtube.
[•••]
Natasha, 26.
Me senté en la cocina esperando que mi móvil conectara con la llamada del WhatsApp de mamá. Ambas estarían en la ciudad por dos días, Yelena tiene una evaluación importante y les he enviado dinero para quedarse en un hotel durante estos días.
—Permiso. Hola.—Saludó Wanda pasando a la cocina para buscar una botella de agua. Viene de correr.
—Hola.—Saludé sin prestar mucha atención.
Sé que si observo a Wanda un segundo más del debido perderé la cabeza por ella, y si ella quiere superarme, yo trataré de hacer su ambiente más ameno.
—¡Natasha!—Gritó Yelena desde el otro lado de la línea.
—Yels.—Sonreí observando la pantalla. Mamá apareció tras ella. Su cabello castaño canoso, sus lineasde expresión y una sonrisa encantadora.—Мама. —Saludé y ella se acercó.
—Natasha. ¿Cómo estás, cariño?—Preguntó y pude sentir la mirada de Wanda clavada en mí.—¿Hay alguien contigo?
Observé a Wanda y negué.
—No, mamá. Estoy...—Yelena apartó la mirada de la cámara.
—Cariño, concéntrate aquí.—Murmuró mamá y Yelena fue a apagar el televisor de la habitación. —No ha dejado de ver la televisión.
—¿Qué pasó con la de casa?—Pregunté y mamá me observó nerviosa.
—Tu padre ha tenido que venderla, perdió el trabajo, y...
—¿Necesitas dinero?—Pregunté y negó.
—Conseguí un segundo empleo, estoy bien.—Murmuró y negué.
—¿Cuánto necesitas?—Iba a levantarme para buscar mi billetera, sin embargo me giré y Wanda me la estaba entregando. Le agradecí con una sonrisa. —Les compraré otro televisor para Yelena.
—Cariño, tu hermana ya está grande, no necesita un televisor. Es una adolescente y...
—Es lo único que la distrae de sus estresantes clases y terapias.—Dije rápidamente. —¿Cuánto crees que necesites para final de mes? Los primero días les enviaré otro poco.
—Cariño...
—Navidad se acerca, mamá.—Murmuré.—Es el próximo mes y quiero que tengan una noche linda.
Ella asintió algo avergonzada y Wanda se sentó a mi lado bebiendo su agua. Enarqué una ceja en su dirección y se encogió de hombros.
—¡Natasha! A que no sabes.—Dijo Yelena.—¡Me he sacado buenas calificaciones y ya no tendré que hacer curso en el verano!—Habló con emoción.
—Cariño, eso es asombroso. Eres asombrosa.—Dije con una sonrisa embobada. Yelena es absolutamente todo para mí.
Y extrañaba tanto ver su rostro armonioso, su nariz respingada y sus ojos café verdoso.
—¿Quién está contigo?—Preguntó Yelena. —¿A qué es tu novia, verdad?
Me sonrojé y Wanda soltó una risita leve, la observé molesta y apartó la mirada.
—¿Natasha?—Preguntó mamá y tragué saliva.
—Es la hija de mi jefe. Se llama Wanda, no es mi novia.—Aclaré.
—No te creo.—Dijo Yelena rápidamente. —Tu cara se hizo roja, mientes.
La miré ofendida y Wanda volvió a reír. Pasó tras de mí y la vi salir de la cocina. Dejé ir un suspiro en cuanto se fue, mamá tosió levemente. Volví mi mirada al móvil.
—No hay peor ciego que el que no quiere ver, y aquí claramente tú no quieres ver.
—¿De qué hablas?—Pregunté nerviosa.
—Ella te gusta. ¿Vives allí?—Preguntó y comencé a presionar envoltorios de dulce.
—Creo que tengo mala señal, las llamo más tarde.
—Natalia Alianovna Romanova, no te atrevas a...
—Un beso, las amo.
Colgué y dejé a mamá con la palabra en la boca.
Eso es vivir como rockstar, una madre es peligrosa, pero una madre rusa...
Melina sobretodo.
[•••]
—Hablé con mi hijo.—Murmuró Clint.—Él está bien, bastante grande.
Se sentó a mi lado con una cerveza en la mano.
—El pequeño Nathe, lindo nombre. Habría llamado así a mi hijo si ese que no fueses una marica sentimental.—Sonreí y él también.
—Sabes que eres una gran amiga para Laura y para mí, es un honor que nuestro hijo se llame como tú.
—¿Arreglaron las cosas?
—Le dije que tengo novio, y que... Ya no habrá nada entre ella y yo, porque estoy enamorado.
—¿Enamorado?—Me burlé.—Te amarraron.
—No finjas que tú no lo estás, te conozco mejor que a mi mismo, Natasha Romanoff, y Wanda Maximoff es definitivamente la chica que te gusta.
—Me gusta, hablar de enamorarme es demasiado. ¿Hace cuánto la conozco? ¿Medio año?
—Casi diez meses.—Murmuró Clint y abrí mis ojos sorprendida. Ni siquiera lo noté.
—El tiempo pasa muy rápido.
—Estás enamorada.
—Deja de homosexualizar todo, en este caso lesbianizar.
—La única lesbianizadora eres tú.—Se burló.—Mi hermana menor pudo ser hetero, pero tuviste que ser mi mejor amiga.
—Clint, ella nació así. —Me burlé.—Que yo la impulsara es diferente, además era sólo una niña. ¿Tenía doce tal vez?
—Sí, era pequeña, pero siempre dice que al conocerte notó que le gustaban las mujeres.
—Encanto Romanoff.—Bromeé.
Clint y yo observamos como Wanda se sentaba en su pequeño espacio de lectura en el jardín. Pietro ayudó a Peter a acomodarse en una banca para colorear unos libros y el peliplateado se giró hacía su hermana quien levantó la mirada de su libro.
—Tu chica es linda.
—No es mi chica.—Murmuré. —Ya no.
—¿Por qué se están alejando?
—Están en terapia, y ella no quiere depender emocionalmente de la reina de las mentirosas.—Me burlé de mi misma.—Y yo no voy a presionarla, ella merece su espacio, y espero que alguna vez desee oírme, pero dudo mucho que desee tener algo conmigo nuevamente.
—¿Por qué lo dices?
—Porque la conozco.—Murmuré.—Y porque en tres o cuatro meses juntas en lo que... Fuese que teníamos, aprendí de ella, y de lo que quiere vivir, yo no... No puedo ofrecerle un romance como el de sus libros, no puedo besarla bajo la lluvia, o prometerle que nada nos va a separar, sabes bien como funciona mi trabajo y mi vida, con Pepper estábamos bien, porque éramos más bien liberales.—Suspiré.—Wanda quiere que la lleve a cenar, que abra la puerta del auto para que ella suba, que vivamos en algún departamento en la gran ciudad y que hagamos el amor en el balcón a la luz de la luna, no lo dice... Pero eso le gusta, eso es algo que... No puedo darle, ¿qué pasa cuando ésto acabe?—Pregunté y Clint me miró acomplejado.—Puedes buscar otro trabajo, yo debo cuidar de mi familia y... Fury me re-ubicará. —Murmuré.—Nuevo caso, nueva familia. Así funciona.
—¿Y crees que la hija del nuevo jefe te haga sentir así?—Bromeó y yo golpeé su hombro levemente mientras reía.—Hablo en serio, Nat.
—¿Así cómo?
—En las nubes, feliz, tranquila.
—Mujeres hay muchas, con Pepper estaba bien.
—Lo que yo siento es que esta niña ha hecho que cambies.—Murmuró antes de darle un sorbo a su cerveza.—Y no sé que tan bueno sea dejarla ir.
—Lo suficiente.—Suspiré.—Sólo discutíamos, si es que no estábamos teniendo sexo.
—O bailando.—Se burló él y me sonrojé.
—¿Cómo sabes?
—Las vi un par de veces en su balcón.—Sonrió.—Ya te diré yo, con Pepper jamás bailaste.
—Sólo es bailar.
Él se levantó con una sonrisa.
—Claro, y el amor sólo una palabra.
Bajó por la escalera y lo maldije. Es un idiota.
Todos son unos idiotas. No la amo.
Nota de autor:
¡Hey! ¿Cómo están? ¿Disfrutando el sábado?
-Codi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top