•Casa de locos.

Wanda, 21.

—Peter, no puedes discutir con Yelena por unos crayones.

—¡Que los rompió, Wanda!

—Ha sido uno.—Se excusó Yelena.—¡Te haz tomado mi jugo!

—¡Rompiste mi color favorito!

Giré los ojos. Llevan la última media hora discutiendo por eso. ¿Por qué no pueden simplemente llevarse bien?

—Hola a todos. —Saludó Pietro entrando a la cocina.—Hola, Wanda.—Besó mi cabello y caminó hasta Peter para besar su cabello también. —Hola, feo. Hola, pequeña Natasha.—Dijo chocando los cinco con Yelena.

—¡Rompió mis crayones!—Se quejó Peter y Pietro giró los ojos abriendo la cajonera bajo el mesón. Dentro habían más crayones. —Oh.

—Uno para cada uno, dejen de discutir.

—Gracias.—Murmuré observando a Pietro. Tomé la bandeja con comida que preparé para Natasha. —Le llevo esto a Natasha, traten de no asesinarse.

—¿Qué es asesinar?—Preguntó Yelena.

—Cuando le pisas el ojo a alguien más pequeño porque rompió tus cray...—Comenzó Peter y jalé levemente su cabello.—¡Oye!

—Silencio. Es una niña.

—¡Y yo soy niño! Pero, ¿qué tiene que ver?—Se quejó y yo giré los ojos. Es un idiota.

—Basta, ambos.—Los observé y Yelena ignoró a Peter, se cambió de asiento y Peter la observó ofendido.

—¿A dónde vas? No quiero estar solito.—Se quejó sentándose junto a ella nuevamente.

Pietro giró los ojos y me ayudó con la bandeja saliendo de la cocina. Definitivamente Yelena y Peter juntos, son una mala combinación. Es como tener dos niños de diez años discutiendo por todo, y claramente ninguno tiene diez años, ambos son lo suficientemente grandes como para no discutir por crayones o galletas.

—Se quieren bastante.—Dijo Pietro.—Ayer jugaron videojuegos por la tarde, y Peter ha disfrutado, además se relajaron bastante.

—¿Melina ha vuelto?—Pregunté a sabiendas de que Yelena estaba aquí únicamente, porque papá se ha ofrecido a cuidar de ella cuando los Romanoff tuviesen trámites. Realmente todos disfrutamos de tener a Yelena aquí, es por eso que pasa la mayor parte del día yendo y viniendo entre la cabaña y nuestra casa.

—Aún no, la fila en la embajada es enorme, ya sabes. No ha de ser fácil tramitar papeleo así de extenso.

—Nunca le pregunté a papá.—Admití.

Bajamos las escaleras y me encontré con la habitación de Natasha. Clint estaba saliendo de ella, Pietro le dedicó una mirada rápida y el ambiente se volvió incómodo. Clint saludó con la cabeza y bajó sin decir más.

Pietro lo observó alejarse y dejó ir un suspiro.

—¿Vas a seguir ignorando a Clint?—Pregunté y él se encogió de hombros.—Natasha ha dicho que su padre no sabe que es lesbiana, él sólo trata de protegerla. No quiere herirte. No quiso.

—No contesta mis mensajes.—Admitió Pietro.—Creo que ya no me ama más.

Auch...

—Eso es imposible, Piet.

—No te preocupes.

Pietro abrió la puerta teniendo los ojos llorosos, vi que Natasha no estaba en la cama, asumí que se encontraba en el baño. Pietro dejó la bandeja sobre la mesita de noche y se dio media vuelta saliendo de la habitación con los ojos llorosos.

Cerré la puerta y me senté sobre la cama. Esta habitación es más amplia, las habitaciones donde duermen en el piso de arriba, son estrechas, y además bastante poco cómodas. Esta es grande, tiene aire acondicionado y un balcón enorme, baño propio y muchas más comodidades.

Natasha salió del baño envuelta en una toalla.

—Hola.—Saludó y caminó hasta su guardarropa. Encontró una camiseta gris, unos jeans negros y busco su ropa interior.

—Te dejaré cambiarte, ya vue...—Me detuve al ver como dejaba caer su toalla al suelo y me guiñaba un ojo. Es una hija de puta.—No eres justa, Romanoff.

—Tú no quieres besarme, tú te lo pierdes.

—Ahora sabes que se siente cuando se resisten a tus encantos.—Giré los ojos recordando nuestros inicios. La Natasha dura y seria, se esfumó, dejando ver a esta tierna mujer con dotes de coquetería infinitos.

—Basta, en aquél entonces estaba enfocada únicamente en mi trabajo.—Murmuró ella.—Ahora no puedo sacarte de mi cabeza, conseguiste lo que querías.

Asentí.

—Objetivo cumplido. —Me burlé acomodando su desayuno mientras la veía ponerse la ropa interior.—Cumplí mi misión antes que Natasha cero, cero, siete.

Ella comenzó a reír.

—Astuta.

Acabó de vestirse y se sentó en la cama para comenzar a desayunar mientras me daba las gracias.

—Bien, iré a...

—Desayuna conmigo.—Murmuró.—¿Comiste algo?—Asentí.—¿En serio? No me molesta si no es así, podemos comer aquí, aunque sea sólo un poco.

—Te juro que he comido temprano.

Y es verdad, creo que acomodar mi vida ayudó a que mi ansiedad disminuya y eso me ha ayudado a comer más. Ahora si desayuno, y me he hecho la fruta en cubitos yo sola.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Me das un besito?—Insistió y giré los ojos.—Eres cruel.

—Y tu tan odiosa como un niño pequeño, ni siquiera Peter y Yelena son así.

—¿Yelena sigue aquí? Oh, Dios. Lo lamento.—Dijo rápidamente y negué.—No quiero causar más molestias. Erik está siendo demasiado bueno, y no me gustaría aprovecharme de él, ni de su amabilidad.

—Natasha, Yelena ha alegrado muchísimo la casa, Peter tiene una compañera de ratos libres y papá es feliz viendo a Peter tan contento.

—¿Dónde está Charles?—Preguntó rápidamente.

—Oh, él y Peter han discutido, luego Charles ha dicho que tenía más trabajo, se ha ido y papá no le hizo mucho caso.

—¿Hace cuanto de eso?

—El día en que fuiste al hospital.

—Mierda

Natasha se levantó rápidamente y la vi teclear en su móvil de trabajo, es un móvil bastante extraño. No es como uno  normal, trae teclas y una pantalla más luminosa.

—Bien, informé de todo. Lo rastrearán.

—¿Para?

—No lo sé, puede servirnos, así cerrarían el caso más rápidamente y ésto acabaría.

—¿Ya quieres que acabe?—Pregunté acariciando su rostro con la yema de mis dedos.

La pelirroja cerró los ojos ante aquél contacto y tomó mi cintura para dejarme baso su cuerpo, hundió su rostro en mi cuello y dejó un beso en mi clavícula.

—Te amo.—Susurró y yo sonreí. Acaricié su espalda con suavidad dedicándole una mirada compasiva. Natasha realmente estaba disfrutando de los mimos.—Y sí, si quiero que acabe. Quiero dejar este trabajo.

—Quieres irte.—Murmuré y ella dejó ir un suspiro mientras su boca se abría de forma leve.

—Iré por ti a la universidad. —Susurró Natasha.—E iremos a comer helado, y luego... Nos daremos muchos besitos, porque quiero muchos besitos.

Bostezó y yo sonreí. Puede dormir con mucha facilidad.

—¿Quién dice que te daré besitos? Yo también puedo ser difícil.

—Ya admite que te mueres por mí.—Susurró.

—Lo hago.

Ella levantó la mirada y volvió a cerrar sus ojos disfrutando de nuestro momento de paz.

—Te haré rogar por mis besos, Wanda Maximoff.—Susurró antes de esconderse mejor en mi cuello para dormir.

—Tienes que desayunar, Natasha.

La pelirroja me ignoró aumentando la fuerza del agarre en mi cintura. Ni siquiera voy a oponerme, ella es tan terca como yo.

—También te amo.—Murmuré y la sentí sonreír contra mi cuello.

Creo que le debo demasiado, es verdad que soy difícil, pero algo que me ha dejado este tiempo en terapia es el dejar de culparme por mis decisiones, porque siempre tendrán una justificación, porque mal o bien, lo elegí yo, y tengo derecho a equivocarme.

No considero que me equivoqué, tal vez fui demasiado impulsiva con Natasha, y debí oírla, pero estaba enojada, necesitaba tiempo, necesitaba equivocarme, necesitaba perdonarme. No pueden juzgarme por ser humana y cometer errores.

Sólo me arrepiento de haber perdido ésto, pero me sirvió para saber que valgo lo suficiente como para ser amada y amar a alguien, ni ella depende de mi, ni yo de ella, y espero que logremos entendernos mejor que la primera vez.

Necesitaba terapia, y agradezco que aunque triste, la situación fue beneficiosa para ayudarme. Ese fue el mayor acto de amor propio que tuve, permitirme sanar.

—¿Me das un beso?—Insistió y negué.—Te odio.

—Ya, por eso quieres besarme.

—Es que tienes lindos labios.—Susurró ella.—Ambos.

Comencé a reír. Eso fue gracioso.

—Fue una buena broma.

—Si, ya sé.

[•••]

Natasha, 26.

—¿Sabes? Creí que no volveríamos a vernos.—Murmuré acariciando el cabello de Yelena.

La rubia coloreaba un libro de dibujos que Peter le ha regalado.

—Claro, porque iba a morir allí y tú aquí.

—No ibas a morir.—Dije rápidamente. —¿Quién dijo eso?

—Oh, mami. Mami lloraba porque decía que moriría con la salud de allí, sobretodo porque ella tiene una de esas enfermedades, ya sabes.

—¿Cómo?—Pregunté rápidamente y Yelena se encogió de hombros.—¿Qué tiene mami?

—Una enfermedad.

—¿Cuál?

—¡Yo no lo sé todo, Natasha!—Se quejó ella. —¿Me compras una cajita feliz?

—Debo ir a la ciudad, pero sí, en cuanto vaya traeré una cajita feliz para ti.

—Y para Peter.

—Y para Peter.

—Hola.—Saludó papá entrando a mi habitación. —¿Podemos hablar, Natalia?

Tragué saliva.

—¿Pasa algo?

—Vi a tu novio en unas actitudes cuestionables con el hermano de tu amiga.—Murmuró.—Han sido muy amables, pero no quiero a Yelena rondando cerca de ellos, además de que... Creo que incluso tu amiga está volteada, así que te recomiendo buscar otro trabajo.

—Papá ya. ¿Qué tiene de malo?

—¿Que tu novio se coqueteé con un muchacho? Todo.

—Clint no es mi novio.—Murmuré.—Es mi mejor amigo, es bisexual y ese muchacho es su novio.—Admití. Papá me miró sorprendido.

—¡¿Te juntas con gente así?!

—¿"Así"? Papá... ¿Notas lo que dices?

—¡Están enfermos!—Gritó.

El nerviosisimo aumentaba en mí, a su vez la rabia. No estamos enfermos.

—Papá, basta.

—Nos vamos, y tú vendrás.

—¡No!—Me quejé y él trató de forzarme a salir de la habitación.

Mamá llegó al oír los gritos y papá le explicó obligado a bajar la voz debido a los regaños de mamá.

—¿Dejarás que nuestras hijas estén en este ambiente de sodoma y gomorra?—Dijo molesto.

—Ni siquiera eres católico.—Giré los ojos.

¡Que ridículo! ¿A qué viene todo esto? ¿Es por mentirle con Clint? ¡Le dimos lo que quería!

—Alexei, estás exagerando. Los Maximoff son buenas personas, el mismo Erik...

—Tiene hijos anormales.

—Erik tiene novio. —Dije yo.—Estás loco si crees que ser "normal" tiene que ver con a quienes amas.

Dejé de esperar contarle de esto a papá hace bastante, porque es algo mío, él no tiene que saberlo sólo por ser mi padre. Es agresivo, y poco amable con la comunidad... Claramente me atemoriza, y ahora no quiero que Wanda pase un mal rato si es que ella y yo llegamos a ser algo más adelante.

—Alexei, por favor. Deja de molestarla, ni siquiera es tu casa, vamos a la cabaña.

—¿Por qué han venido?—Pregunté tratando de no sonar borde.—Debemos hablar tú y yo.

—Ya. —Murmuró mamá.—Hemos venido por Yelena.

Asentí y los vi salir de la habitación. ¿Qué cojones pasa con ellos? No nos vimos por años, y ahora papá sale con esto. ¿No tengo una vibra lésbica notoria? Al menos podría tener algo de sutileza. Está aquí, no puede llevar un discurso de odio sabiendo que aquí al menos no es ilegal ser yo misma.

Tal vez estoy siendo dramática.

Vi desde mi ventana a papá, Yelena y mamá caminar hasta la cabaña. ¿Mamá enferma? Siempre ha tenido problemas respiratorios.

Seguramente ha de ser eso, pero en cuanto tenga tiempo haré que vaya con un especialista.

Mi móvil de trabajo comenzó a sonar indicando un texto de Fury. Abrí el mensaje y leí rápidamente.

Nick. Buenas y malas noticias. Las buenas, todo está listo, podemos actuar en cuanto el nuevo fiscal revise los elementos que hemos entregado. La mala noticia es que el fiscal anterior ha muerto, y eso hará que tarden un poco más. Te informaré que sucede, tal vez y con suerte, podré sacarte de allí cuanto antes.

Hasta donde voy entendiendo, Charles es un imbecil, jugó con Erik, le robó, manipuló su fortuna, tiene cuentas externas, se acuesta con el hijo de Erik, y trabaja con el amante de Irina. Los tres son estafadores y le mintieron a Erik, ¿por qué lo usarían así? Cuando amas no le mientes a... Oh.

Creo que comienzo a entender. Mierda, Wanda y Erik sí son una copia del otro.

Nota de autor:

¡Hey! ¿Cómo va su día? ¿Ya comieron algo? Recuerden hidratarse.

Por cierto, ¿vieron el booktrailer?

-Codi.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top