Capítulo tres

« Edward »

Estaba en el sofá, terminando de hacer algunos deberes de dibujo técnico, que consistían en dibujar algunas figuras en 3D, lo cuál era fácil y bastante aburrido. Y seguía sin entender por qué si estábamos en la universidad, teníamos que hacer deberes. De pronto, escuché como la puerta se abría, y di por supuesto que sería la zorra de Marie, pero en el marco de la puerta vi a Harry, saludándome efusivamente. Marie estaba sobre su hombro, mientras pataleaba y gritaba, pidiendo que la soltara. Sin embargo, Harry hizo caso omiso.

— Vamos a la habitación, cariño – le dijo mi hermano.

— No vamos a ningún sitio, y no me llames cariño.

— Se te ve el culo, cariño – dijo Harry, acariciándoselo ya que su vestido se había subido y, efectivamente, se podía ver su culo porque llevaba tanga.

— ¡Para ya, imbécil! – gritó desesperada. Yo di un largo suspiro, desesperado. Quería tranquilidad. No era tan difícil. Una sola hora de tranquilidad, aquello era todo lo que pedía.

— Es que estás tan buena... venga, cariño. Acuéstate conmigo. Voy a hacer que te lo pases bien... puedo hacerte sexo oral primero si lo prefieres, se me da muy bien.

— ¡Que te he dicho que no! Harry... bájame, por favor – rogó, ya cansada.

— Vale, vale... – Harry puso los ojos en blanco y la dejó sobre el suelo. Ella colocó bien su vestido y se fue hacia su cuarto – Hola, hermano... ¿qué haces? – dijo, sentándose a mi lado y mirando mis dibujos – Parece aburrido.

— Lo es – afirmé –. Y tú, deja ya tranquila a Marie.

— ¿Te gusta? – preguntó, con una sonrisa traviesa.

— Claro que no – murmuré, rodando los ojos.

— Sí que te gusta... – canturreó – Estás celoso, por eso quieres que la deje en paz.

— No me gusta, pero me desespera oír su voz chillona sin parar de gritar, así que si la dejas tranquila, se estará calladita.

— Claro, buena excusa, hermano... – rió Harry.

— Cállate, tú voz también me desespera.

— Es prácticamente la misma que la tuya – se burló.

— Pero yo no digo gilipolleces todo el rato – le acusé, casi asesinándole con la mirada – ¿Cuándo piensas largarte?

— Esta noche ya tengo el vuelo de vuelta.

— Menos mal – dije aliviado –, no aguanto tenerte aquí.

— Sabes que, por mucho que lo niegues, eres mi hermano y me adoras.

— Sabes que no es cierto.

— Como sea... voy a ver si consigo unos mimos de Marie antes de irme... ya me entiendes – dijo, guiñándome el ojo.

No entendía cómo, pero seguía sorprendiéndome de lo idiota que llegaba a ser Harry, sin entender cómo podíamos compartir los mismos genes. Él se levantó y se fue hacia el cuarto de Marie, pero solo unos segundos después, ésta le echó a empujones de la habitación, chillándole que era un pervertido y advirtiéndole de que la dejara en paz. Harry volvió y se sentó a mi lado, suspirando pesadamente.

— ¿Por qué es tan difícil? Normalmente no me hace falta tanto para ligarme a una chica – se quejó.

— Siempre hay una primera vez... ahora cierra la puta boca.

— Deja de ser tan antipático, ¿quieres?

— No.

— Vamos, Eddie – hizo un puchero.

— No me llames Eddie.

Harry negó con la cabeza y alargó el brazo para coger el mando de la televisión, encendiéndola y poniendo un partido de fútbol. Yo bufé, odiaba ver aquel deporte, era realmente aburrido. Así que me levanté del sofá y me metí en mi cuarto para poder seguir tranquilo con mi tarea. Allí me quedé durante toda la tarde y, cuando estaba pensando en ir a por algo de cenar, escuché como picaban a la puerta. Fui a abrir, pensando que sería Harry, pero no era él. Era Marie.

— ¿Qué quieres? – dijo duramente.

— He pedido pizza... ¿quieres cenar con nosotros? – dijo suavemente. Yo la miré, realmente estaba intentando que nos lleváramos bien, sin embargo no lo conseguiría.

— Sí... claro – acepté. ¿Quién podía negarse a la pizza?

Fui hacia el salón, junto a ella. Allí ya estaba Harry, viendo el final del partido, con un trozo de pizza en la mano y una cerveza en la otra. Marie y yo nos sentamos cada uno a un lado de mi hermano, y empezamos a comer la pizza que ella había pedido, casualmente era mi favorita. Me sorprendió ver a Marie comiendo algo como la grasienta pizza con beicon y queso. No se veía como el tipo de chica que comía algo así, sino era más del tipo de matarse de hambre para mantenerse con buen cuerpo. Pero no, comió tanta pizza como Harry o yo. Hecho que, no pude negar, me resultaba algo agradable en una chica.

La verdad era que Marie ya me había sorprendido dos veces en el día. Ya que también me sorprendía que no se acostara con Harry. No podía negar el hecho de que mi hermano era atractivo. Si yo lo era, él también tenía que serlo, por cojones. Harry se mantenía en forma, y además era mucho más agradable que yo. Sin embargo, Marie le había rechazado desde el primer momento. Lo cual me resultaba realmente extraño, porque como ya le había dicho a ella misma, tenía una pinta de zorra que se veía desde millas. Pero no actuaba como una. No actuaba como el resto de niñatas de la universidad, las cuáles te miraban por encima del hombro por usar buenas marcas de ropa, tener dinero, o simplemente considerarse guapas. No despreciaba a los demás. Me había fijado en ella alguna vez en el pasillo y parecía ya haber socializado con varias personas, sin importarle cómo éstas se veían. Sin embargo, si no fuera una zorra, no se vestiría usando ridículos vestidos rosas; ni iría enseñando tanto, ni usaría tacones. Así que quizás estaba creando una fachada para conocer a gente y no sentirse sola en la universidad, y luego demostraría lo perra que era.

— Me sorprende no haber oído ni una sola queja por tener puesto un partido de fútbol – dijo Harry, cuando éste terminó, pasándome el mando para que yo pusiera lo que quisiera.

— No me molesta ver fútbol... – dijo Marie, encogiéndose de hombros.

— Yo estaba pensando en mis cosas y ni estaba prestando atención... sino sí que te lo habría quitado.

— En serio, te gustan la pizza y el fútbol... Olvídate de lo de acostarnos. ¿Puedes casarte conmigo? – bromeó Harry, pasando el brazo por encima de los hombros de Marie, yo rodé los ojos, apartándome un poco de ellos.

— Cállate, Harry – rió ella, al parecer ya no molesta con mi hermano.

— Hey, siento lo de antes... ¿sí? Me he puesto un poco pesado – se disculpó Harry –. No quiero que pienses que soy un acosador, ni nada...

— Un poco loco sí estás... pero no creo que seas peligroso – dijo ella, sonriéndole a mi hermano antes de alargarse a coger otro trozo de pizza.

— Ugh, dais asco... – murmuré tan bajo que ni siquiera me oyeron, y siguieron su estúpida conversación.

— ¿Sabes lo que pasa? Que nunca había conocido a una chica tan guapa como tú... y bueno... me he puesto muy nervioso, no sabía qué hacer.

— Harry... – susurró ella, bajando la mirada, con las mejillas algo sonrojadas. Yo puse los ojos en blanco, sin poder creer que de verdad Marie se estuviera tragando las mentiras que Harry estaba diciéndole – Déjate de tonterías.

— ¿Tonterías? ¿Te has visto, Marie? Eres preciosa...

Harry, como olvidándose de que yo estaba sentado justo a su lado, se acercó a Marie. Ésta se movió un poco, haciendo que mi hermano, en vez de besarle en los labios, la besara en la mejilla. Pero él siguió insistiendo, empezando a bajar los labios para empezar a besarle el cuello. Yo hice una mueca de asco, y me puse de pie, enfadado.

— ¡Dais asco! – repetí, en voz alta aquella vez – ¿¡Podéis parar!? ¡Quiero cenar tranquilo! – exclamé.

— Harry... – susurró Marie, empujando suavemente a mi hermano, que estaba ignorándome por completo – Harry, para... Edward tiene razón, para...

— Joder... que corta rollos eres, Eddie... – dijo Harry, finalmente separándose de Marie, y frunciendo la nariz.

— Si quieres, cuando me vaya a dormir, te la follas... Pero mientras yo esté delante, abstente, ¿vale? – mascullé, agarrando su muñeca y moviéndole a una esquina del sofá, para luego sentarme en medio de ellos dos – Y así me aseguro de ello.

No dije nada más, simplemente agarré otra porción de pizza y apoyé mi espalda en el sofá, comiendo tranquilo mientras miraba a la pantalla de la televisión, donde había puesto una película de acción. Escuché a Harry bufar, y le vi cruzándose de brazos y frunciendo el ceño, casi como un niño pequeño con rabieta. Yo aguanté una carcajada, ya que me recordaba a cuando éramos niños y él siempre se enfadaba por todo porque era un marica. Su pierna se movía nerviosa, hasta que se giró hacia mí.

— ¿No vas a irte a dormir?

— No tengo sueño todavía – dije, encogiéndome de hombros.

— ¡Pero voy a tener que irme al aeropuerto! – se quejó, señalando hacia Marie con la cabeza, mientras la chica estaba quedándose medio dormida, apoyada en el reposa-brazos del sofá.

— Te jodes...

— Uhm... voy a irme ya a la cama – habló ella de pronto, bostezando y poniéndose de pie.

— Sí... te acompaño... – exclamó Harry, poniéndose de pie, como el desesperado que era – Vamos, preciosa...

— No, Harry... – murmuró ella, empujándole cuando él se acercó e intentó agarrar su cintura.

— ¿No? – Harry hizo un puchero, intentando convencerla, pero ella negó con la cabeza, por lo que yo tuve que intentar no sonreír.

— No... Ten buen viaje... – susurró ella, poniéndose de puntillas, para besar la mejilla de mi hermano.

— Pero...

— Adiós, Harry.

Marie se alejó de él, yéndose directa hacia su habitación, y cerrando la puerta después, para dejar claro que no quería que Harry fuera con ella. Él volvió a sentarse a mi lado y se cruzó de brazos de nuevo. Yo ya no pude aguantarlo y solté una carcajada. Me encantaba hacer enfadar a mi hermano, pero también era divertido verle enfadado por causas externas.

— Jódete, por desesperado – le dije.

— ¡Es una calientapollas!

— ¡Pero si has sido tú, Harry!

— ¿Ah, ahora la defiendes?

— No defiendo a una perra como esa, pero es que en este caso... no ha hecho nada. Literalmente, has sido tú el que te has calentado solo.

— ¡Como sea! Me voy a ir ya.

Harry se puso de pie y fue a por sus cosas. Después de despedirse cortamente de mí, salió de allí. Yo, al verle cruzar la puerta, suspiré aliviado. Era verdad que era mi hermano y que, en cierto modo, yo le quería. Pero no le soportaba. Era realmente difícil convivir con él. Y más si había una tía buena cerca, ya que se ponía más insoportable de lo normal.

Yo me quedé viendo la película, ya que me había enganchado. Y hasta que ésta no terminó no me levanté para ir a la habitación, pero justo antes de cruzar la puerta, escuché que Marie salía de la suya.

— Hey, te he oído antes hablar con Harry... – dijo, apoyándose en el marco de su puerta.

— ¿Y...?

— Gracias por defenderme.

— No te estaba defendiendo – negué, arqueando una ceja –. ¿No has oído esa parte?

— Estabas defendiéndome, Edward – rió ella –. No creo que seas tan estúpido como quieres hacerme creer que eres.

— Ni tú tan perra como quieres aparentar ser... – murmuré, encogiéndome de hombros – Supongo que todos tenemos nuestras apariencias.

— Tu apariencia da miedo.

— La tuya da asco, entonces.

— Edward... – suspiró, apoyando también la cabeza en el marco de la puerta – ¿No crees que deberíamos intentar llevarnos bien? Digo... vamos a estar un año viviendo juntos, te guste o no.

— Sí deberíamos intentarlo... pero no vamos a conseguirlo, así que mejor ni hacer el esfuerzo.

— ¿Por qué no? Esta noche hemos estado bien... digo, sin peleas, ni nada.

— Porque no has hablado.

— Edward, por favor... – suspiró nuevamente – ¿No lo intentarías? Solo intentarlo. Si después de intentarlo sigo sin caerte bien, te dejo tranquilo para que me odies todo lo que quieras... pero primero, por favor... déjame intentarlo. Déjame intentar caerte bien. Si te cierras en banda es imposible.

— Bueno, te doy tres semanas. Si en estas tres semanas me demuestras que no eres una completa perra... te habrás ganado mi respeto, que no mi simpatía.

— Trato hecho – sonrió.

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