Mis demonios: Batalla interior por Rima Karim
Las visiones me atacan, creo que me volveré loca. No importará dentro de poco, si algunas personas ya me consideran de ese modo. Lo he cultivado con el paso de los años, algunas veces a propósito, otras... no tanto, era imposible cuando visiones me llegaban en frente de ellas, o los tocaba accidentalmente.
Mi nombre es Ariel y soy una gitana en mi tiempo libre. Bueno no exactamente, soy gitana de sangre, pero como dije antes solo trabajo como tal por poco tiempo. Asisto a la universidad, mi tiempo libre ahora es muy corto, así que prácticamente atiendo a mis clientes con una llamada para concretar citas.
Ahora estoy sentada en mi puesto de trabajo, un pequeño local decorado a mi manera: paredes oscurecidas con imágenes de la luna en sus distintas fases e imágenes rúnicas lo complementan, frente a mí se encuentra un mazo de cartas del tarot y una veladora encendida. A mi alrededor hay frascos con diferentes contenidos y talismanes, llevo mis manos a mis sienes para concentrarme, ella quiere saber si no hay nada inconcluso, o que atormente a su hijo en el más allá. Su hijo murió en manos de un asaltante, y dejo un niño pequeño y a su esposa. Eso me enfurece, pero ya no hay nada que pueda hacer.
Mientras mi cliente espera, bajo mis manos a mi regazo y espero mientras busca por un objeto. Una vez me lo entrega, sostengo la corbata en mi mano y de inmediato imágenes difusas llegan a mí, primero son demasiado rápidas como para comprender algo y se repiten una y otra vez. Trato de calmarme para no asustarla y obligo a las imágenes a ser más lentas, lo veo con más claridad ahora. Primero un lugar solitario, un callejón sin duda, después un cuerpo tirado desangrándose, alejo lentamente la corbata de mis manos y le digo:
— Está bien, está en paz. No es rencoroso, no regresara del más allá—digo tranquilamente, es parte de mi rutina.
La señora sonríe con tranquilidad, se levanta de su lugar mientras me da las gracias y entonces saca su monedero y procede a pagarme.
Es cuando se va que hago una mueca, odio mentir, pero no le iba a decir la verdad. Las cosas que vi, no le iban a hacer ningún bien. Las imágenes siguen repitiéndose en mi mente, voy al gabinete y tomo mi única salida para ahogarlas.
Miro la hora, mi receso ha terminado tengo que regresar.
***
Camino por los pasillos con una sonrisa en el rostro, es tarde. Entro al aula, y me dirijo a mi lugar habitual. Saco mi cuaderno y escribo:
"querido diario hoy fue un día muy alucinante"
Trato de comenzar un diario, mis experiencias no son normales; así que ahora que lo pienso... no creo que sea buena idea. Lo rayo con el lapicero, cualquiera diría con esa descripción que me metí algo. Está bien tal vez, solo tal vez lo hice, definitivamente no necesitan saber eso.
Arranco la hoja y la hago una bola.
Mi móvil vibra con una llamada, meto mi mano a la mochila y lo saco sigilosamente. Una de las ventajas de sentarse atrás, veo el número en mi pantalla, desconocido.
Genial, lo que necesitaba. Solo espero que este trabajo no sea real, a lo que voy, es que no tenga que lidiar con visiones.
Le he dicho a Caro que solo me pase las llamadas importantes, pero en ocasiones no me hace caso.
Me dirijo hacia la puerta, y el profesor se me queda viendo.
— ¿A dónde cree que va señorita?—dice mirándome fijamente.
— Solo contestare una llamada—digo, porque no pediré permiso.
— Está bien, por esta ocasión se lo pasare, para la próxima pida permiso, sabe muy bien que no se permiten celulares en clase.
Y con eso me salgo.
Contesto el teléfono.
Al otro lado se escucha una voz desesperada.
¿Madame Ariel?
Ella habla – digo con calma. Poniendo voz de trabajo.
¿Puede atenderme?, creo que estoy siendo acosado por un fantasma.
Ruedo los ojos, no otra vez. Otro que se confunde con mi trabajo, soy gitana no médium. Yo solo leo la mano, echo las cartas, preparo amuletos y veo el futuro. Lo último es real, lo demás... solo son chácharas.
Veo cosas de las que me alegro que las demás personas no. Es demasiado el dolor de estar solo. No solo veo el futuro y el pasado, es más que eso. No lo puedo controlar muy bien, hay veces en que las visiones son tan horribles que no se si son reales o solo un producto de mi imaginación. Basta con tocar un objeto de alguien y en ese momento veo parte de su futuro. Podría ser su muerte, podría ser un ascenso en el trabajo.
Cualquier cosa.
Lo peor, también puedo ver en los objetos de personas que ya han muerto, claro no su futuro. Bueno en realidad solo necesito el objeto de la persona si no está presente, puedo ver con solo un roce, por lo cual odio que me toquen. El puro contacto con él o ella me hace estremecer, nunca se sabe lo que hay en ellos, y si es un criminal sediento de sangre, las imágenes de sus víctimas sufriendo me bombardean. Tengo la sensibilidad necesaria para percibir hechos atroces no solo en personas, también en lugares. Como ya habrán notado mi vida no es tan buena, si también viera fantasmas hace tiempo que no estaría aquí.
Creo que se está confundiendo respondo finalmente.
No, usted no lo entiende. Necesito...
No usted no lo entiende—repito sus palabras para que escuche y no interrumpa – sí, soy clarividente. Pero non veo fantasmas.
Solo... ¿puedo verla?—dice con desesperación en su voz.
No
Le cuelgo y vuelvo a entrar.
Caro, Caro, ¿cuándo aprenderás que no debes dar mi número a menos que sea una emergencia? Ella es quien atiende el teléfono y programa mis citas mientras estoy en clase. Estoy considerando seriamente en despedirla.
La clase transcurre lentamente.
Cuando finalmente termina. Agarro mi mochila y salgo al final.
Voy bajando las escaleras cuando escucho una voz familiar.
— Ariel espera.
No quiero hacerlo en este momento, tengo asuntos más importantes que arreglar... como el despido de Caro, sin embargo me volteo y sonrió como siempre.
— ¿Qué sucede?—digo aun con la sonrisa en mi cara.
— Nada, solo quería acompañarte a casa. —dice acercándose un poco más a mí.
— Sabes que no puedes, no iré a casa—digo alejándome un poco de su contacto. Lo nota, y evita acercarse más de la cuenta.
— Sí, sí. ¿Por qué eres tan extraña?
— ¿Y por qué tu eres tan preguntón?— disparo de vuelta. Sonríe para mí y se va por el otro pasillo.
Marcus es un compañero de clase, bueno el único que se ha acercado a mí, que no piensa que soy un bicho raro. Los demás me ven y se alejan, que sabios.
Continúo mi andar y mi teléfono suena una vez más, reviso la pantalla y es Caro... la idea de no contestarle es tentadora, pero si marca quiere decir que tengo trabajo.
Así que finalmente le contesto.
***
Camino por la calle, con la mente en otro lado, siempre preguntándome como seria ser normal. Veo las personas paseándose, niños con sus padres juntos y felices. Creo que esa vida nunca será para mí. Me alejo de ellos con cuidado de no tocarlos, nunca podré abrazar a mis padres por temor a ver sus muertes, o que algo malo les pueda suceder. No podría soportarlo, esa es sin duda una de las razones por la que me separe de ellos.
Necesito relajarme, necesito apagar mi mente de esos pensamientos negativos como los llama mi madre. Odio los cigarros normales por el hedor que desprenden, prefiero los de sabores. Saco la cajetilla de cigarros con olor a menta de mi morral y procedo a buscar mi encendedor.
Estoy segura de que lo traía, así que vuelvo a buscar mi encendedor en la mochila. Revuelvo en mis cosas, suelto un suspiro en frustración. Definitivamente no está, cuando finalmente me doy por vencida una imagen llega volando a mi cabeza, mi cabeza retumba cuando las imágenes son repentinas. No logro comprenderlo, todo se vuelve borroso a mí alrededor, se va aclarando poco a poco y finalmente lo veo. Es un muchacho que atraviesa la calle, con la vista puesta en su celular, con lo distraído que esta no se fija a ambos lados de la calle y es cuando sucede... un coche negro se impacta con él, lanzándolo a metros de distancia, puedo oír el sonido de sus huesos quebrándose, se queda en el suelo, inmóvil, la sangre sale a borbotones de su cuerpo. Esta muerto.
La imagen se va, y es como si acabare de despertar de una pesadilla, mi respiración esta acelerada y escalofríos me recorren. Parpadeo rápidamente para estabilizarme, observo todo a mí alrededor, veo hacia la calle buscando la sangre, pero no hay nada, no sé si es parte del pasado o del futuro, como dije los lugares también ocultan secretos.
Continuo avanzando por la calle, ahora realmente necesito fumar. Maldigo entre dientes el haber perdido mi encendedor, más adelante en la misma calle veo un joven muy distraído con el celular... no... mi visión era futuro... está por pasar... corro en esa dirección con miedo de no llegar a tiempo. No soportare ver su muerte en mi mente sabiendo que podría haberlo evitado. Corro más rápido para llegar a él, está a más de media calle cuando llego y lo empujo a un lado y cae a la banqueta.
Justo a tiempo, un mercedes Benz negro pasa a toda velocidad sin detenerse.
Él se levanta y me ve como si estuviera loca por haberlo empujado, las personas se acercan y nos ven con la boca abierta.
— ¿Estás bien?– pregunto al mismo tiempo que observo sus hermosos ojos color avellana.
— Gracias—después de un rato fue todo lo que logró decir.
— ¿por qué? — lo miro confundida.
— Por salvarme—dice tímidamente.
Oh cierto, ¿qué se hace o dice en estos casos? No tengo la menor idea, y me quedo como tonta ahí parada sin decir nada, finalmente reacciono y trato de recuperar mi camino.
— Espera—dice detrás de mí, me detengo no estando segura si lo que escuche es real.
Siento sus dedos en mi piel, comprobado, es real. Salto por la impresión pero no me suelta, sé que es peligroso no quiero más visiones, por hoy han sido suficientes. Imploro piedad silenciosamente con la vista hacia al cielo y espero por lo que parece una eternidad que me lleguen imágenes suyas, pero eso no sucede. Me vuelvo hacia él sorprendida.
— No te vayas... al menos dime tu nombre—dice con desesperación.
— Ariel, me llamo Ariel.
Me libro de su agarre y me voy de ahí, con todo esto voy tarde al trabajo.
***
Cuando llego ya hay tres personas esperando, mi ropa de trabajo no varía mucho de la normal, he ahí la ventaja de haber estado aquí más temprano, conservo la falda negra hasta los tobillos, una blusa color crema con corsé integrado y los hombros descubiertos, complemento el look con un paliacate negro de seda en mi cabello castaño, aretes largos y mis labios rosas. Mis brazos están cubiertos de pulseras de todo tipo, algunas con runas como las de las paredes.
— Ya era hora—dice Caro saliendo de uno de los rincones del lugar. Su cabellera negra esta suelta y lleva un vestido blanco, sus labios tienen un tono rojizo, su piel brilla y es como el color del interior de una almendra.
— Te alegra verme—digo con una sonrisa practicada para ocultar mi sufrimiento, mientras por fuera sigo sonriendo y dejo mi morral en algún lugar, por dentro mis demonios me atormentan; nunca tienen suficiente de mí.
— Tienes clientes—dice mientras me indica las personas detrás de mí con un movimiento de su barbilla.
— Si, comienzo de inmediato.
Cuando me di cuenta el tiempo había pasado, y me alegraba de no haber visto más visiones, ya que con las que tuve en el día tuve más que suficiente, gracias. Oh y me alegra decir que no estoy alcoholizada.
Me preparo para ir a casa, guardo mis cosas en mi morral, pero antes busco mi encendedor de emergencia y lo guardo con el resto de mis cosas.
— Ariel ¿tienes tiempo para uno más?
— No, voy a casa— Esta noche vendrán mis padres no quiero decepcionarlos, normalmente les gusta viajar con los circos donde son libres de ser como quieren, sin temor a ser criticados por la sociedad debido a su estilo de vida.
Seguiría con mis padres, pero mi necesidad de asentarme en un solo lugar me lo impidió, eso y mis demonios personales, no podía más con ellos cerca de mí y no poder tocarlos; porque al hacerlo los ponía en peligro, y a mí misma con mis paranoias como decían las personas a mí alrededor.
Apoyaron mi decisión de estar por mi cuenta, pero me dijeron que nunca negara lo que soy, mi naturaleza gitana no me lo hubiese permitido de todas maneras.
— Vamos no te arrepentirás—dice tomándome por un brazo y sacudiendo su mano frente a mis ojos para llamar mi atención, desprevenida me digo a mi misma mientras pongo distancia. Demasiado tarde, una imagen cruza mi mente, es Caro con un muchacho caminando por la calle, me alejo para evitar ver algo feo.
— ¡Oh por favor! – dice ante mi reacción—necesitas salir más y conocer a alguien, pero volviendo al tema ¿atenderías uno más?
— No me vas a dejar tranquila si no accedo ¿cierto?— extraigo el encendedor de mi morral con un movimiento rápido y enciendo un cigarro, tomo una calada y suelto el aire con resignación—está bien.
— Si, le diré que pase—dice dando saltitos—una cosa más...
— ¿Sí?—digo mientras aplasto el cigarrillo para apagarlo.
— Mmm... no nada – sonrío enormemente eso si lo vi venir por voluntad propia, por eso me adelante a apagarlo, bueno en realidad no necesitaba de mi don/maldición para saber eso, ella odia que fume.
Después de que ella saliera entro un joven a la habitación; cabello negro, piel apiñonada, rostro cuadrado y elegante, el labio inferior era más grueso que el superior. Y sus ojos... esos ojos avellana yo los había visto en alguna parte.
— Así que este es tu lugar...— dice mientras recorre con la vista todo de arriba abajo. Se mueve por el lugar con una agilidad increíble y va hacia mi vitrina con amuletos y posa suavemente sus dedos por el cristal.
— ¿Le puedo ayudar en algo?— pregunto amablemente. Sigo diciéndome que lo he visto antes, pero no logro recordar donde, debió ser parte de mis visiones alguna vez.
— No por ahora, pero gracias por lo que hiciste por mi hoy— la memoria regresa a mí, ya sé porque se me hacía conocido es el mismo que salve de morir atropellado.
— No es nada, si la visión no me hubiese advertido de lo que pasaría estarías muerto— se voltea y se me queda viendo... ups y luego me pregunto por qué me tratan como loca.
— Si aja, ahora es cuando me dices que tienes poderes psíquicos y que todo lo de aquí es real.—dice abriendo los brazos para señalar todo a su alrededor.
— Lo es – digo con una sonrisa siguiendo con el juego.
— Claro—sonríe también—solo venía a agradecerte por... ya sabes.
— ¿Cómo me encontraste? – pregunto viendo directamente a sus ojos y las imágenes llegan a mí, una risita se escapa de mi— me seguiste—digo y no es una pregunta sino una afirmación.
— Bueno... si... no fue tan difícil encontrarte y mucho menos vestida así—dice mirándome descaradamente mientras con una mano señala mi ropa — ¿Cómo lo supiste? fui cuidadoso después de que me dejaste allí parado como un tonto.
— Las visiones—me encojo de hombros, no me importa todos me ven como bicho raro por uno u otro motivo.
— Si claro—dice como si eso fuera completamente normal.
— Sabes, tengo que atender un cliente más—digo avanzando para poder llamar al siguiente.
— No, no hay más—dice confiado acercándose a mí, toca mi mano y espero algo horrible pero sin embargo como la vez anterior nada pasa.
— Pero... Caro dijo...
— El último soy yo. Llevo un rato esperando mi turno. Me llamo Santiago por cierto.
— Está bien, entonces me puedo ir a casa—digo alejándome poco a poco.
— Vamos te ayudo a cerrar—dice mientras avanza la misma distancia que puse al alejarme.
Eso no me lo esperaba, ni siquiera Caro se ha ofrecido a ayudarme. Cerramos y me fui para mi casa.
Al llegar mis padres ya estaban allí pude sentirlo, me dieron ganas de correr a abrazarlos, pero por obvias razones no puedo hacerlo.
— Ariel llevamos una hora esperándote—dice mamá cuando abro la puerta.
— Lo siento fue un largo día de trabajo—me disculpo, hace aproximadamente un año que no los veo.
— Pequeña esa no es forma de recibir a tus padres. Por cierto los chicos te mandan saludos. –dice papá mientras va por la cámara para llevar recuerdos.
— ¿En serio? Pensé que ya se habían olvidado de mí.
— Tonterías, es más ¿por qué no los visitas ahora que el circo está en la ciudad?—dice papá desde la otra habitación.
— Sí, eso no estaría mal—dice mamá mientras se percata de alguien detrás de mí, y se mueve en su dirección, oh no, Santiago no se ha ido. Creí que lo había hecho, insistió en acompañarme a casa porque era tarde.
— ¿Ariel?— dice mamá levantado su ceja.
— ¿Sí?— digo mientras me muevo hacía él para intentar esconderlo, mala idea.
— ¿Dónde están tus modales? ¿acaso no piensas presentarnos?—oh no.
— Por supuesto madre—digo tragando el nudo en mi garganta, justo en esos momentos llega mi papá con la cámara y se coloca junto a mi madre, sus ojos brillan con algo que no logro identificar —mamá, papá, él es Santiago—me vuelvo hacia el—Santiago ellos son mis padres.
Santiago se acerca a ellos y extiende su mano para saludarlos, se muestran renuentes al principio, pero después la toman y lo saludan.
— Gusto en conocerlos señores—dice cordialmente.
— No, el gusto es nuestro, ¿verdad Rafael? —dice mi madre siempre tan encantadora.
— Por supuesto Valeria—dice papá con una gran sonrisa, creo que le ha caído bien y no habrá momentos vergonzosos, pero claro eso sería tentar mi suerte.
— ¿desde cuando salen tú y mi hija?— pregunta papá y me alegro no estar tomando nada o me estaría ahogando. Como dije tentar la suerte.
— Yo... no...—no logro decir nada coherente.
— Vamos hija no tiene nada de malo—dice padre mientras palmea la espalda de Santiago—parece un buen chico.
— ¿Y dime entonces como conociste a Ariel?—insiste.
— Podría decir que me salvo—dice Santiago tranquilamente.
— Oh, vaya. Eso es interesante.
— Si lo es, pero ya se tiene que ir—digo al fin.
Mi intención era que se fuese, sin embargo eso no sucedió. Mis padres hicieron todo lo posible por que se quedare, y lo peor de todo insisten en que somos pareja.
Finalmente se fueron pero no pude aclararles nada y Santiago tampoco, apenas y lo dejaron hablar. Me disculpe con él, estaba demasiado avergonzada. Él dijo que no había problema y quedamos en vernos otro día.
***
Un día más en la escuela, avanzo por los jardines y observo todo a mi alrededor, no tengo prisa me asegure de llegar temprano, el reloj marca 6:40 a.m. La hora de entrada es a las 7 a.m. El cielo esta gris y una fragancia a frescura y a césped recién cortado se perciben en el ambiente.
Esta semana no ha sido nada fácil, las visiones van y vienen con más frecuencia. No sé si estoy viendo pasado, presente o futuro. Sinceramente empiezo a cuestionar mi cordura, justo en ese momento imágenes aterradoras me persiguen.
— No, no, no. No ahora por favor — digo llevándome frenéticamente las manos a la cabeza intentando detenerlas, no funciona.
Comienzan con un chispazo de lo que se espera que pase o ya paso no sabría decirlo, veo sangre derramándose por todos lados, los patios y salones están en malas condiciones, el jardín es el peor lugar, lleno de escombros y no solo eso. Hay cuerpos amontonados desangrándose, algunos aún viven, sus rostros contorsionándose por el dolor. A unos les faltan partes, otros están casi partidos por la mitad con sus intestinos saliendo fuera de ellos, todo a mí alrededor ha colapsado. Pero no logro reconocer a nadie.
Con estas imágenes tiemblo y me dan arcadas, cuando pienso que ha pasado; una imagen más viva que las demás parpadea mostrándose y burlándose de mí en mi propia cara.
No puedo soportarlo más, las pocas personas que laboran temprano me observan, piensan que estoy loca, pero no saben cómo se siente, las visiones están a mi alrededor dando vueltas como buitres, consumiéndome y quitándome la poca cordura que aún me queda, cada vez es más evidente que no soy normal.
De repente abro mis ojos, observo todo no sé si es real o solo una visión más. Lágrimas escapan de mis ojos y procedo a limpiarlas. Busco entre mi mochila y saco una botella, la destapo y tomo un trago, mas lagrimas escapan, esta vez no me molesto en secarlas y tomo otro sorbo. Estar sobria no me hace ningún bien, no me he presentado a trabajar y cuando Caro marca simplemente la ignoro, no contesto y las veces que va a la casa no le abro.
No quiero estar cerca de nadie, sus pesadillas son mis pesadillas.
La única felicidad es cuando no siento nada y eso solo puedo conseguirlo manteniéndolas lejos de mí con alcohol.
No entro a clases.
Me voy por otro lado, veo a todos con miedo. Mi interior se esconde de todos con temor de ser dañada, soy como un niño pequeño con miedo de los monstruos que se ocultan en la oscuridad. Santiago es el único que ha estado a mi lado desde la reunión con mis padres, ahora sabe que no mentí acerca de tener visiones.
Y más cuando el presencio un accidente que predije y no pude hacer nada para evitarlo, fue ahí que las visiones se presentaron con más fuerza.
Sabe lo mal que me pongo después de ellas. Y le he dicho que llegará el día en que me despierte de mis pesadillas sin saber cuál es la realidad y desconoceré todo y a todos, mis demonios habrán ganado.
***
Después de ese episodio recorro las calles de la ciudad con cigarro en mano, respiro hondo y exhalo una nube de humo. No estoy tranquila, ni siquiera el cigarro surte efecto. Necesito saber si esa visión es una vista al pasado o está por pasar, así que me decido a regresar a la escuela.
Me dirijo directamente a la biblioteca a los archivos de la escuela, en efecto fue casi destruida en el 83 por un terremoto muy fuerte en México. Muchas personas murieron en aquella ocasión, no quiero decir que me alegro de que ya haya sucedido y no vaya a ocurrir, y más por las familias que estuvieron ahí y lo vivieron en carne propia, eso sería cruel de mi parte, lo sé, pero no puedo evitar sentir el alivio de que no vaya a acontecer.
Me desplomo del alivio en una esquina de la biblioteca y me quedo completamente dormida.
Cuando despierto es tarde y salgo apresurada de ahí, me doy una vuelta por el local, atiendo uno que otro cliente y me voy directo a casa.
Santiago ya está ahí esperándome, nos hemos vuelto muy cercanos últimamente. Rodeo su cintura con mis brazos y acomodo mi cabeza en el hueco de su cuello. El masajea mi espalda y besa mi frente.
— ¿Cómo te fue?—dice separándose un poco de mi abrazo.
— Mal. Se ha puesto peor esta semana. A este paso no sé cuánto tiempo...
— No lo digas, eres fuerte—dice interrumpiéndome—No quiero oírte diciéndolo otra vez, ¿entendido?—dice un poco furioso—promete que no te darás por vencida tan fácilmente—dice un poco más calmado.
— Yo...— no puedo hacerlo, las palabras quedan atascadas en mi garganta. Toma mi rostro entre sus manos y me mira fijamente.
— Promételo—dice casi en suplica—no sé qué haría sin ti. Es más, si ti ni siquiera seguiría vivo.
— Lo prometo— la promesa la podre cumplir por muy poco tiempo.
***
He decidido seguir con mi trabajo.
Es medio día y Caro se fue por algo de comer, es por eso que Santiago me ayuda pasándome los clientes, se acerca y me dice que hemos terminado por hoy, me levanto y voy por mi mochila para irnos, me pasará a dejar a la escuela ya que le queda de camino a la suya. En eso llega otro cliente, quiere que le haga un amuleto, eso es fácil, pero también quiere que vea su futuro, terreno peligroso.
Comienzo con lo fácil, visualizo lo que quiere mientras mezclo algunos ingredientes con mucha concentración y delicadeza. En cuestión de minutos esta hecho, le entrego una botellita pequeña tapada con un corcho, sujeta a un cordón y le doy instrucciones de qué hacer con ella.
Después tomo sus manos, cierro mis ojos y trato de ver más allá del presente, es extraño, no logro ver nada. Me cuesta más que de costumbre, me concentro otra vez y ahí está esa pequeña chispa que lo desata todo en mi mente y es como cortinas apartándose. Finalmente puedo verlo: es la chica frente a mí y... está embarazada. Veo más allá y logro saber que es una niña.
Abro mis ojos y por primera vez en esta semana sonrió ante la imagen de una visión. Le doy las noticias y se pone feliz.
Con eso he terminado por hoy.
Repentinamente una imagen me golpea, comienzo a temblar frenéticamente. Es como si no estuviera aquí, debe ser un efecto de haber llamado a mí poder momentos antes, recuerdo que me costó mucho hacer esa conexión.
Visiones de lugares y escenas diferentes están llegando, todas juntas arremolinándose en mi cabeza. No logro distinguir cual es cual. El dolor es insoportable y caigo al suelo, escucho una voz lejana pero no logro identificarla estoy perdida dentro de este mar de imágenes que se cruzan a gran velocidad, algunas son sangrientas, otras no. Unas imágenes estoy segura que ya las he visto antes, otras no. Todas llegan de golpe, como queriendo taladrarme el cerebro. Son demasiadas para mi pobre cabeza, suelto un grito de dolor.
Al principio lucho por recuperar mi control.
Sálvame si me convierto en mis demonios es lo único en lo que puedo pensar— tráeme de regreso a la realidad—estoy implorando con lágrimas en los ojos. —No quiero perderme y alejarme de ti. Es lo único que puedo decir o lo que intento decir, no sé si lo entendió.
Es inútil son demasiado fuertes, ya no me quedan fuerzas, me dejo arrastrar por ellas, ya nada tiene sentido. Siento algo en mi interior que me dice que luche contra la marea de imágenes, que aún tengo algo por lo que luchar, pero no sé qué es. Trato de salir a flote, escucho una voz muy lejana que me llama, veo algo, no, algo no.
A alguien, cabello negro, rostro cuadrado y elegante, pero es demasiado tarde no sé quién es él. Algo se rompió dentro de mi. Él me grita desesperadamente que reaccione, parpadeo y veo como su rostro se compone un poco en una sonrisa. Sigo sin reconocerlo, parece haber notado que algo no va bien. Toma mi rostro entre sus manos y aleja un mechón de cabello de mi cara. Doy un paso atrás.
— ¡Ariel!—dice con lágrimas en los ojos, deja salir un grito que parece más un alarido de animal. No reconozco el nombre tampoco.
Me alejo de él, no sé qué le pasa.
— Ariel, trata de recordarme. Soy Santiago. Por favor pequeña no me olvides, hemos pasado por muchas cosas juntos para que las visiones nos separen... por favor... vuelve.
— Lo siento, no sé quién eres o donde estoy—me doy la vuelta para irme. Me toma de mi brazo y me volteo, mis ojos quedan directamente sobre unos ojos avellana, unos que reconocería donde fuera y es así como soy bombardeada por imágenes una vez más, pero esta vez con visiones de nosotros juntos. Lagrimas fluyen y es cuando comprendo que estamos unidos en uno mismo.
— Tú alejas todo mi dolor—digo y estoy segura de que cada palabra es cierta. Es el único que me hizo volver cuando creía que estaba perdida. Me acerco a él y envuelvo mis brazos a su alrededor.
— Y tú me complementas, tú eres mi todo, nunca me dejes otra vez.
— Lo prometo—Esta vez cumpliré mi palabra nada me alejara de su lado. Cueste lo que cueste.
Siento sus labios sobre los míos, al principio suaves, después demandantes aferrándose con desesperación a mí, como si tuviese miedo de que me vaya, le susurro que no lo haré y le devuelvo el beso y soy feliz de esta manera. Lo que venga lo podremos enfrentar juntos.
— Vamos a casa—digo con una sonrisa en el rostro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top