doce.

― Tenemos qué hablar.

Tres palabras.

Tres simples palabras habían paralizado su mundo por completo, aunque en ningún momento se preparó para oírlas sabía que debía escucharlas en algún momento; él sólo estaba siendo el reemplazo de Sana, una trampa para que Bang Chan siguiese prendado del pelirrojo.

Eso era.

Tan miserable que tuvo que asumir el puesto de alguien más.

― No lo digas. No es necesario, lo sé, vaya que lo sé ―Soltó una risa irónica tratando de ver a través de aquella cortina de lágrimas que se habían formado en sus orbes. Al parpadear las lágrimas cayeron como ríos por sus mejillas y no pudo hacer nada para detener su curso―. Creí, por un momento imaginé que yo te gustaba ¿Sabes? Qué todas esas muestras de cariño que me dabas eran porque de verdad en algún momento por mínimo que sea el sentimiento estuvo allí, entiendo, jamás seré igual de perfecto que Sana pero lo intenté. Intenté conquistarte y ganarme tu corazón pero veo que fue un trabajo en vano. Sé que jamás me amarás sólo fui tu cita de juegos, y eso duele pero hay qué aceptar la verdad ¿No?

No sabe como mierda dijo eso sin titubear.

A pesar de su apariencia fuerte por fuera, internamente estaba agobiado de llanto y sentimientos, estaba llorando y siendo roto por dentro porque por una milésima de segundo se permitió imaginar que era correspondido.

¿Cómo se supone qué no iba a creerle que estaba enamorado si dijo todo lo que él necesitaba oír para creerle?

¿Si realmente sonaba cómo alguien enamorado y que necesitaba de él, cómo no creer?

A veces las mentiras duelen más que la verdad.

― ¿Qué? ¿De qué carajo hablas, Felix? ―Preguntó Bang Chan con evidente sorpresa, el castaño arqueó una ceja a punto de darle un buen golpe.

― De qué vienes a decirme que amas a Sana.

Quiso golpearlo más cuando el muy cabrón se rió fuerte. Felix estaba confundido.

¿Qué era tan gracioso?

― Eres un pequeño ingenuo ―Dijo a manera de juego pasando un brazo por su pequeña cintura atrayéndolo hacia él. Con su otra mano depositó una caricia en su mejilla.

― No vine a decirte eso, bobo. Vine a decirte qué en realidad no amo a Sana, es linda y toda esa mierda pero estoy jodidamente enamorado de ti. Sana lo entiende y es que ¡demonios! Hasta un ciego notaría la manera en la qué te miro, Lee Yongbok.

Y con eso, las mejillas del menor se enrojecieron hasta el punto de ser confundidas con manzanas, Bang Chan volvió a reír esta vez rozando sus narices con cariño.

― Te amo, Felix.

― Yo también te amo, Bang Chan.

Sus labios rozaron por unos cuantos segundos para luego unirse cual imanes impregnando todo su amor en aquel significativo beso, olvidando todo el ruido de afuera, ignorando absolutamente cada cosa que hubiese pasado entre ellos; en ese momento el universo había dejado de girar centrándose únicamente en un par de enamorados.

En almas gemelas.

FIN.

¡gracias por leer!

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