Capítulo 40

   —Coronel Armstrong, se le acusa de traición y desacato contra el Führer —Habló un hombre con seriedad— ¿Cómo se declara?

   —Culpable.

   —Generalmente la condena a traición es la muerte, pero su excelencia el Führer ha pedido que esta sea reducida a quince latigazos —Le comunicó.

   —Habría preferido la muerte a tener que seguir inclinada ante el yugo de King Bradley —Dijo con voz firme mientras se dejaba encadenar a los dos postes que había a sus costados, los cuales mantenían sus brazos alzados.

   —Nosotros también te habríamos preferido muerta —Le susurró el Comandante General Raven, quien ahora había ascendido a Teniente General—. Al fin caíste del pedestal, reina de oro.

   —Si la reina cayó, ¿Qué le espera a un peón como tú? —Rose le sonrió de lado—. Disfruta del espectáculo mientras puedas, Raven, que el siguiente eres tú.

   — ¡¿Cómo te atreves a faltarle el respeto?! —El hombre alzó la mano con claras intenciones de golpearla, sin embargo se detuvo al ver a King Bradley detrás de la joven—. Su excelencia.

   —Retroceda, Teniente General —El nombrado asintió y acató la orden de inmediato—. Coronel, ¿Algo que quiera decir antes de comenzar con el castigo? —Se acercó a ella hasta quedar a la altura de su oreja—. Aún puedes pedir perdón, decirme quién te ayudó a salvar a esos hombres, y salvarte de este castigo.

   —Solo pido perdón… —Desvió su rostro hacia donde estaba el Führer—… a todos los inocentes que me obligaste a matar.

   —Es una lástima que seas tan terca —Soltó un suspiro y tomó el cabello de la joven, haciéndolo a un lado para dejar su espalda descubierta.

     Rose observó a su prometido, quien era retenido por dos oficiales, para luego cerrar los ojos con fuerza y soltar un desgarrador grito cuando el primer latigazo golpeó su cuerpo, abriendo la piel de su espalda.

   — ¡Rosalyn!

 
     Rose abrió los ojos con fuerza y se sentó rápidamente en la cama en la que se encontraba, tratando de calmar su respiración al tiempo que observaba el lugar con desesperación. Se dio cuenta de que estaba en la habitación que compartía con los hermanos Elric, el cual habían rentado para pasar la noche antes de seguir su camino al Muro de Briggs.

    Tragó con fuerza y se limpió el sudor que caía de su frente, soltando un fuerte suspiro.

   — ¿Se encuentra bien, Comandante? —La suave voz de Alphonse la hizo pegar un salto en su cama, fijando su vista en la armadura que tenía un libro entre sus manos.

   —A-Alphonse, lo siento ¿Te desperté? —Le preguntó la mujer con preocupación.

   —No señora, como sabe, en esta armadura no puedo dormir —Le respondió el joven para luego cerrar su libro—. Tuvo una pesadilla, ¿verdad?

   —Si, pesadillas relacionadas con cosas del pasado —Se tocó el hombro derecho, lugar donde había una de las cicatrices—. Aún me siguen atormentando muchos años después. —Fijó su vista en la armadura, sonriendo levemente—. Supongo que son gajes del oficio.

   — ¿Quiere hablar sobre eso? Tal vez así logre calmarse un poco.

   —Soñé con… —Tragó con sorpresa para luego suspirar—…durante la guerra de Ishval, traicioné al ejército cuando ayudé a muchos Ishvalinos a huir de Amestris. Me descubrieron, por supuesto, y me castigaron severamente. Quince latigazos, eso fue lo que recibí…aunque yo recuerdo que fueron veinte.

   —Lamento mucho que haya tenido que pasar por eso, Comandante—Comentó la armadura con voz dolida—. No puedo creer que hayan sido tan crueles al infringirles ese castigo.

   —De hecho, la saqué barata —Comentó la mujer con algo de diversión—. La condena por traición es la muerte, sólo me salvé porque Bradley ordenó que no se me diera la condena máxima.

   —Entonces… ¿La salvó? —Le preguntó Al con algo de sorpresa en su voz.

   — ¿Salvarme? —Repitió la rubia para luego soltar una carcajada—. No, ese hombre solo me dejó vivir porque me necesitaba para llevar a cabo con sus planes. Y si me castigó, fue para ver si lograba doblegarme…aunque no logró nada.

   —Tiene razón, el Führer ha demostrado que no es una buena persona —Murmuró Al para luego suspirar.

   —De cualquiera manera me tenía merecido cada uno de esos azotes que recibí aquel día —Dijo la ojiceleste con seriedad—. Masacré a un pueblo que no merecía ese final, y eso es solo la punta del iceberg de todo lo que he tenido que hacer.

   —No podía negarse, Comandante, solo obedecía órdenes —Le aseguró el menor de los Elric.

   — ¿Era así? ¿No era que podía decidir?, ¿cuándo perdí toda libertad de elección? —Se preguntó la mayor para luego suspirar—. Supongo que ser un perro del ejército te quita ese libre albedrío.

   —Sé que esto no tiene nada que ver con lo que me acaba de contar, pero… ¿Qué fue lo que le sucedió a su prometido? —La mayor alzó una ceja con curiosidad, ya que no sabía cuando había metido a Will en la conversación—. No quiero ser metiche ni mucho menos, pero el General de Brigada nos contó que había estado prometida hace varios años, pero que él murió. ¿Estaba enfermo?

   —No, lo asesinaron el día de nuestra boda —Le respondió luego de varios segundos de silencio—. Investigué cosas que no debía y lo mataron a forma de advertencia. En ese entonces solo tenía una ligera sospecha de quien podía ser, o quienes de hecho, pero no podía hacer nada. Y ahora que he confirmado quien es el culpable, sigo en la misma situación.

   — ¿Es alguien de mucho poder?

   —Si, lamentablemente si…y si le digo a alguien lo más probable es que no me crean —Comentó con bronca—. Todos están de su parte, cuidándoles las espaldas.

   —Lamento mucho que perdiera a su prometido de esa manera, Comandante —Le dijo el joven.

   —No te preocupes, Al, ya está en el pasado —Le dijo para luego sonreír con tristeza—. El dolor se termina reemplazando por una sensación de nostalgia —Ladeó su rostro hacia la cama donde estaba descansando plácidamente el mayor de los hermanos— ¿Sabes? Veo mucho de William en Ed. Esa personalidad explosiva y enérgica, ese corazón noble y puro…hasta en el físico se parecían.

   —Entonces debió ser una persona muy buena —Rose sonrió ante ese comentario—. Me hubiese gustado conocerlo.

   —Te habría caído bien —Le contestó para luego ampliar su sonrisa, recostándose nuevamente sobre la cama—. Te dejo retomar tu leída. Mañana nos espera un día pesado.

   —Que descanse, Comandante —Rose le sonrió una última vez antes de girarse sobre el colchón, dándole la espalda.

      Entonces la armadura ladeó el rostro hacia la cama de su hermano, quien se encontraba observando hacia la cama de la mujer, esbozando una pequeña sonrisa para luego volverse a dormir.


  
   —No entiendo porqué estamos yendo en este auto tan lujoso y militar —Comentó Ed con cierta molestia.

   — ¿Preferirías congelarte mientras caminas hacia el fuerte? —Le preguntó la rubia con diversión.

   —Podríamos ir en otro vehículo, no me gustan usar las cosas de la milicia.

   —Ya deja de quejarte, hermano —Lo regañó la armadura.

   —Créeme, Edward, prefieres ir en este auto a enfrentarte al Capitán Buccaneer —Le aseguró la Comandante para luego desviar su mirada hacia la ventana del auto, admirando el paisaje blanco y congelado.

       Viajaron en silencio por varios minutos, hasta que se dirigieron abruptamente, cosa que le llamó la atención a la mayor de los tres. Rose le pidió a los dos jóvenes que la esperaran adentro y se bajó rápidamente para ver que había sucedido, sorprendiéndose de encontrarse con que varios oficiales que apuntaban al conductor con armas de pequeño calibre.

   — ¿Qué esta sucediendo aquí? —Preguntó la rubia con seriedad.

   —Necesitamos identificación —Le explicó uno de los oficiales de manera directa y seca.

   —Soy la Comandante General Armstrong, alquimista estatal —Le mostró el reloj para luego continuar hablando—. La Comandante sabía que vendría. Hablen con ella.

   —Si, señora, aguarde aquí —La saludaron de manera formal para luego retirarse a hablar con los oficiales que estaban en los límites próximos al fuerte. A los pocos minutos, volvieron hacia donde estaban ellos—. Pueden avanzar, pero la Comandante ordena que lleguen a pie.

   —Sabe que odio el frío, lo hace apropósito  —Negó con la cabeza para luego suspirar—. Enseguida bajamos nuestras cosas y los seguiremos.

     Rose se acercó nuevamente hacia el auto, donde les explicó a los hermanos sobre las órdenes de su hermana. Los jóvenes asintieron rapidmamate y se bajaron del auto, tomando sus pertenencias para luego empezar a caminar junto a los soldados de Briggs.

     Caminaron por varios minutos por el nevado paisaje, cuidando sus pasos para no caerse o resbalarse, hasta que llegaron a la entrada principal del muro, donde los estaba esperando el Capitán Buccaneer.

   —Bienvenida al Muro de Briggs, Comandante Armstrong —La saludó el más alto para luego colocar la mano sobre la frente en forma de saludo—. Es un honor tenerla entre nosotros.

   —Gracias, capitán, también me alegra verlo —Le sonrió la rubia para luego desviar la mirada hacia todas partes—. Y… ¿Dónde está mi querida hermana?

   —¡Finalmente das la cara, y vienes a visitar a tu hermana. Rosalyn! —La seria u fría voz de una mujer los hizo alzar la mirada, encontrándose con una mujer de cabello largo y rubio.

   —Grcias por la cálida bienvenida, hermana —Comentó la menor con la misma seriedad que demostraba la reina de Briggs.

   —Ella es la persona que nos quería presentar el Mayor Armstrong —Comentó Ed con asombro—. La comandante Olivier Armstrong, ¡La hermana mayor de los Armstrong!

   —Pero…no se parece a ellos —Añadió Al a lo que la menor de los Armstrong intentó reprimir una risotada.

   — ¿Quiénes son esos mocosos que te acompañan? —Le preguntó Olivier mientras se cruzaba de brazos.

   —Yo soy el Alquimista de acero, Edward Elric —Se presentó el mayor para luego señalar a su hermano—. Él es mi hermano menor, Alphonse. Vine a verla, Comandante, con una carta de presentación del Mayor Armstrong de Central.

   —Muy bien, antes de subir hágales un cateo completo —Les ordenó a sus oficiales, quiénes se acercaron a los tres y tomaron sus cosas.

   — ¡Nosotros no tenemos nada de sospechosos! —Exclamó Ed con molestia.

   —Hermana, esto no es necesario —Le dijo Rose con seriedad—. Estos jóvenes son de mi entera confianza.

   —Podrán ser tus mismos hijos, pero para mí son desconocidos —Habló la mayor—. Cualquiera puede pretender ser alguien conocido.

   — ¡Señora, encontramos algo en la valija del joven y en la de la Comandante! —El soldado tomó las cosas y subió rapidmamate, entregándole todo a su superior.

   —Eso es una carta del Mayor Armstrong destinada a usted, si la lee sabrá que nosotros no somos sospechosos —Le explicó Ed.

   —Efectivamente, es de Alex —Ed sonrió, sin embargo esa sonrisa se desmoronó al ver como la mujer rompía la carta sin haberla leído—. Estas cosas no tienen sentido para mí. Te juzgaré con mis propios ojos, así que las opiniones de los demás me importan muy poco. —Suspiró para luego continuar—. Pueden entrar, y quiero que lleven a mi hermana a mi oficina —Desvió su helada mirada hacia los pequeños—. Les advierto desde ya que no serán tratados como niños, a diferencia de mi hermana yo soy poco maternal. Esto es Briggs, un mundo donde los débiles son víctimas de los fuertes.

     Edward tragó con fuerza, sintiéndose intimidado por aquella mujer, para luego caminar por donde les habían guiado los oficiales, adentrándose en aquella inmensa fortaleza. Para su grata sorpresa, el interior era bastante cálido a pesar del clima tormentoso y helado que azotaba las paredes, aunque la estructura y la decoración del mismo distaba mucho del ambiente cálido que se podía respirar en Central. No solo era el frío, sino el ambiente entre los soldados era de seriedad absoluta.

   —Ustedes dos —Señaló a los dos jóvenes—. los médicos y los mecánicos los revisarán mientras la Comandante habla con su hermana en su despacho.

    El rubio asintió con la cabeza para luego adentrarse en la enfermería, no sin antes despedirse de la rubia. El oficial se giró hacia ella y empezó a guiarla hacia la oficina de su hermana, aunque sentía que la estaban llevando a una sala de juicio.

     Caminaron en silencio por varios minutos para luego detenerse frente a dos puertas grandes. El hombre tocó las puerta varias veces y luego esperar unos momentos, la puerta fue abierta por un hombre alto, de piel morena y cabello blanco.

   “Un Ishvalino”. Pensó Rosalyn mientras fruncía el ceño con seriedad, aunque por dentro estaba más que sorprendida al ver a un Ishvalino formar parte de las filas que masacraron a sus compañeros.

   —Mayor Miles, la Comandante la está esperando —Le anunció el oficial.

   —Ya se me informó, así que puede pasar, Comandante Rosalyn —Le dijo el más alto para luego hacerse a un lado, permitiéndole ingresar a aquella oficina—. Nosotros nos retiramos.

     Rose observó como el moreno cerraba las puertas luego de salir de la habitación, dejando la habitación sumida en un silencio que, si bien no era incómodo, le causaba cierto nerviosismo de la menor de la hermanas.

     Olivier se puso se pie, dejando sobre su escritorio el pequeño frasco que habían encontrado entre las pertenencias de su hermana, haciendo que la joven se girara para verla, observando como se acercaba a paso lento pero firme. Rose tragó con algo de fuerza cuando la mayor se detuvo frente suyo, sintiendo como si deseara ver a través de ella.

   —Rosalyn… —La nombrada cerró los ojos fuerza al sentir las manos de su hermana sobre sus mejillas, sin embargo los volvió a abrir cuando sintió como sus dedos acariciaban su piel con delicadeza—…mi querida hermana, me alegra tanto verte de nuevo.

     La ojiceleste relajó sus hombros y soltó un suspiro, sonriéndole a Olivier.

   —A mi también me alegra verte, hermana —La más alta colocó su mano sobre la cabeza de la más baja para luego alejarse rapidmamate—. Y me reconforta saber que todo ha estado tranquilo por aquí.

   — ¿Por qué no habría de estarlo? Este lugar es paz y tranquilidad desde me encuentro a la cabeza, y planeo mantenerlo así —Le dijo la rubia con seriedad—. Lo que si he escuchado por ahí es que Central cada día es más caótica… ¿Qué tan de cierto hay en eso?

   —Olivier…si supieses todo lo que está sucediendo dentro de las paredes del comando central...simplemente no podrías creerlo —Le aseguró la menor para luego sentarse en la silla que había frente al escritorio.

   —Si no fueras tú, tal vez dudaría. Pero creo en tu palabra —Olivier le sonrió a su hermana para luego regresar a su característica máscara de seriedad—. Tenemos algo de tiempo, creo que podemos ponernos al día sobre todo lo que ha sucedido —Tomó el frasco y se lo entregó a la ojiceleste—. Y de paso me cuentas sobre ese frasco, su contenido y porqué lo tienes en tus manos.

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Hola gentecita bella, como están?

 espero que estén pasando una mañana/tarde/noche genial.


Aquí regreso con un nuevo capítulo después de casi 4 meses de inactividad.

Hermoso jajajajaja

Lamento haberme tardado tanto, pero haré todo lo posible para terminar con esta maravillosa historia





Si les gustó, dejemos estrellita y comenten, se los agradecería de corazón

❤❤❤❤






Sin más que decir....

Bye bye

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