Capítulo 38

   — ¡Sal de esa maldita celda, Kimblee! ¡Quedas en libertad! —Exclamó un hombre a través de la pequeña ventanilla de la puerta blindada para luego cerrarla con brusquedad, abriendo la puerta.

    El nombrado, quien se encontraba sentado sobre la cama que había en el interior de aquella minúscula habitación, frunció el ceño con confusión, más sin embargo acató la orden y salió de aquella celda en silencio; le quitaron las esposaron y los guardias de la prisión lo llevaron hasta los baños, donde le dieron ropa limpia y le permitieron bañarse.

     Una vez que terminó se asearse, comenzó a ser escoltado hasta la salida de la prisión por varios de los oficiales.

   — ¿Se puede saber de que se trata todo esto? —Le preguntó le pelinegro con voz suave.

   —No necesitas saberlo —Le respondió el guardia de manera tajante.

   — ¿Es otra orden de lo de arriba?

   —Cállate —Le ordenó el hombre con voz molesta—. Además, ¿Por qué no te sentenciaron a muerte luego de asesinar a cinco oficiales? ¿Qué truco usaste?

   —Nada en espacial, tal vez fueron mis encantos naturales —Le contestó Kimblee para luego sonreír de lado.

   — ¡Ya quisieras, loco pirómaniaco! —Exclamó el robusto hombre— ¿Qué demonios estarán pensando los de arriba al liberar a un loco como tú?

     Kimblee solo amplió su sonrisa al tiempo que dos guardias abrían las puertas principales de la prisión. El sol golpeó contra su rostro, provocando que Rivera que cubrirse los ojos con el sombrero que llevaba en la mano. No podía creer que lo hayan liberado, aunque también sabía ser eso solo podía significar una cosa. Había problemas.

   —Señor carcelero, gracias por haber cuidado de mi todo este tiempo —El pelilargo se giró y le extendió la mano, esperando que aquel hombre imitará su acción.

   —No vuelvas de nuevo —El oficial estrechó su mano con la de aquel delgado hombre.

     De pronto, de la mano de Kimblee salieron varios rayos de color rojo, los cuales activaron las manecillas del reloj que tenía el oficial en su muñeca.

   —Considera eso como un regalo de despedida —Dijo Kimblee con voz agradable.

   — ¡¿Qué demonios hiciste?! —Exclamó el oficial con voz preocupada mientras pintaba arrancarse el reloj de su mano. Sus dos compañeros se acercaron para tratar de ayudarlo— ¡Detente! ¡Quítamelo, por favor! ¡KIMBLEE!

     El reloj llegó a cero y el hombre cayó al suelo y cerró los ojos con fuerza, esperando un corrientoso que detuviera su corazón. Sin embargo, no sucedió nada.

     Aquel hombre abrió los ojos con temor y de encontró con un pequeño pajarito que estaba unido a un resorte, el cual hacía un sonido similar al de un pollito. El oficial tragó con fuerza y alzó su cristalina mirada hacia el pelinegro que tenía enfrente.

   —Es un viejo y aburrido juguete, te recomiendo que se lo des a un niño —Se colocó el sombrero y empezó a caminar hacia la salida—. Bueno, adiós.

      Una vez afuera, Kimblee soltó un pequeño suspiro cuando sintió un bocinazo que lo sacó de su ensoñación. Se acercó al auto que estaba aparcado cerca del portón y se metió en los asientos traseros al ver que lo buscaban a él.

    —Ha pasado mucho tiempo, Kimblee —Comentó aquel joven rubio que, al girar el rostro en dirección al pelinegro, se transformó para dejar ver a Envidia, quien le sonreía de manee perversa—. Felicidades por tu liberación.

   —Así que fueron ustedes los que me dejaron salir —Dijo el ojinegro mientras observaba al peliverde retomar su anterior apariencia.

   —Si. Estamos escasos de fuerza de trabajo —Le explicó con seriedad.

   — ¿Eso quiere decir que tienen trabajo para mí? —Preguntó para luego sonreír de lado. Envidia arrancó el auto y empezó a manejar por las calles de Central.

   — ¿Recuerdas al Dr. Marcoh?

   —El científico que nos ayudó a fabricar la piedra filosofal, ¿Cómo olvidar a semejante hombre? —Le respondió Kimblee con voz divertida 

   —Pues es posible que.. haya escapado —Le contó el joven con seriedad.

   — ¿Es posible? —Repitió mientras borraba la sonrisa de su rostro.

   —Aún no lo tenemos claro —Le respondió—. Desapareció una de las quimeras que pusimos como guardianes. Marcoh es un alquimista especializado en transmutación orgánica, es muy posible que el cuerpo sea un sustituto…y para hacerlo todavía peor, es posible que se haya escapado con Scar —Soltó un suspiro y volvió a sonreír—. Así que… ¿Qué me dice el Alquimista Carmesí, que participo en la Guerra de Ishval?

   —Veamos… —Se apoyó sobre su mano, la cual estaba en la ventanilla del auto—. Si es el Ishvalino que se las arregló para escapar de mis manos, no lo perdonaré tan fácilmente.

   —Si encuentras a Scar, puedes matarlo. Solo trae a Marcoh con vida —Le dijo Envidia.

   — ¿Y me liberaron por algo como esto?

   —Una vez que capturamos a Marcoh, borraremos el pueblo del mapa para que sepa con quién se esta metiendo —Le contestó mientras sonreía de manera sádica— ¿No es un trabajo genial?

   —Eres una persona bastante desagradable, ¿No es así? —Kimblee sonrió de lado. Se llevó una mano a su abdomen y apretó la zona con fuerza, logrando sacar una piedra filosofal por la boca—. Por fin podré usar luego de tanto tiempo.



   — ¡Que día de mierda que tuve! —Exclamó Rose para luego lanzarse contra la cama, cerrando los ojos—. El Führer me tuvo todo el maldito día trabajando.

   —Ya me di cuenta de eso, te dormiste durante el camino de regreso a casa—Comentó el pelinegro mientras salía del baño con una toalla en la cintura y otra sobre su cabeza.

   —Y gracias a esa pequeña siesta es que me siento más despabilada para poder salir esta noche —Dijo la menor para luego quitarse la toalla que rodeaba su cuerpo y empezar a vestirse—. Hemos pospuesto esta salida desde hace días, seguramente tu tía debe pensar que ya me mataron y que por eso no fui. 

   —No te preocupes por eso, ya hablé con ella y le avisé que la visita riamos tarde en la noche —Le contó para luego acercarse a su ropero y sacar algo de ropa, imitando la acción de la menor—. Primero iremos a cenar.

   —Me parece una buena idea, hace mucho que no salimos a cenar —Se acercó al pelinegro para que le ayudara a cerrarle el vestido—. Creo que es lo único malo que tiene una relación secreta.

   —Bueno, una de las cosas que haré cuando sea el Führer de este país será abolir esa estúpida regla —Le aseguró el pelinegro para luego depositar un pequeño beso sobre el hombro desnudo de la más baja—. Y cuando eso suceda, te pediré que seas mi esposa.

    Rose dejó de acomodarse el vestido al escuchar aquello y se giró rápidamente, mirándolo con sorpresa. No pudo evitar sonreír de manera nerviosa, sintiendo como los latidos de su corazón se aceleraban poco a poco.

   — ¿Es idea mía o me estás proponiendo matrimonio? —Le preguntó la ojiceleste con picardía.

   —Si te soy sincero, nunca me ha gustado pensar en el futuro. Con nuestro trabajo exponemos nuestras vidas a todas clase de riesgos, un día podemos estar sobre la tierra…y al otro no —Empezó a hablar el pelinegro mientras tomaba uno de los rizos de la joven—. También pienso lo mismo sobre mis relaciones, ya que uno no sabe lo que puede suceder —Rose soltó un suave risita—. Pero, si no morimos en el intento y no nos separamos, me encantaría verte vestida de blanco…para mi.

     Rose amplió su sonrisa al tiempo que sujetaba las mejillas del mayor con delicadeza, acortando toda distancia entre ellos, besando sus labios con alegría. Roy correspondió el gesto y rodeó la cintura de la menor con sus brazos, acercándola más a su cuerpo para luego intensificar más el beso. La llevó nuevamente hasta la cama, donde la recostó con delicadeza, y se acomodó sobre ella cuidando de no estirar su cabello.

   —No sabes como me muero por tenerte de nuevo entre mis brazos, pero seria una verdadera pena ver este hermoso vestido siendo desperdiciado —Le dijo para luego alejarse de su cuerpo, no sin antes besar sus labios. Se levantó de la cama y se acercó a la mesa de luz, sacando del interior del cajón una pequeña caja de terciopelo rojo—. Y tengo algo que te hará ver mucho más bonita.

    La ojiceleste lo miró con interés y se sentó sobre la cama, tomando mi caja que le había entregado el pelinegro. Lo miró por unos segundos hasta que finalmente abrió la caja, dejando ver un hermoso collar con perlas y flores hechas de diamantes, el cual tenía dos aretes que tenían los mismos detalles que el collar.

   — ¡Es hermoso, Roy, me encanta! ¡Muchas gracias! —Exclamó para luego levantarse y darle un fugaz beso, acercándose al espejo para poder probárselo—. No debiste gastar en esto.

   —El dinero es para eso, Rose, para darse los gustos en vida —Comentó el ojinegro mientras se acercaba a ella, quedando detrás suyo—. Además, volvería a comprarlo si con eso puedo ver tu rostro lleno de felicidad —La ayudó a abrocharse el collar—. Te queda precioso, serás la mujer más admirada de todo la ciudad.

   —Ya, deja de decir tonterías y vístete rápido —Roy empezó a reírse al tiempo que era empujado por la menor.



   —Llegamos —Dijo Roy mientras apartaba el auto frente al bar de su tía—. Parece que no hay muchas personas.

   —Mucho mejor para nosotros —El pelinegro soltó una carcajada al entender el doble sentido de esas palabras y se bajó rápidamente y rodeó el auto, abriéndole la puerta con amabilidad—. Gracias amable caballero.

   —De nada, hermosa dama —La rubia se empezó a reír y tomó el brazo del pelinegro, caminando hacia la entrada del bar.

     Ni bien abrieron la puerta, la sonrisa de Rose se borró abruptamente al ver una jovencita bastante hermosa exclamar con alegría el nombre del Coronel y empezar a caminar de manera seductora hacia donde estaba el mayor, entiendo sus brazos para abrazarlo. Sin embargo se puso frente al pelinegro y detuvo a la jovencita colocando su mano sobre su pecho, frunciendo el ceño con molestia.

   —Alto ahí, niña, no voy a permitir que le pongas un solo dedo encima —Exclamó la ojiceleste con voz seria.

   —Usted no es nadie para impedirme saludar al Coronel Mustang, es nuestro mejor cliente —Dijo la joven con algo de confusión.

   —Pues tendrás que buscar una forma de saludar en la que no deba tocarlo de más, porque ya no es un hombre soltero —Le dijo a lo que la joven miró con sorpresa al más alto, quien solo sonreía ante la situación.

   —Tiene razón, ya no soy un hombre soltero —Le confirmó para luego encogerse de hombros—. Mi corazón ya tiene dueña.

   —Lo siento, no lo sabía —La joven se disculpó y se apresuró en salir rapidmamate.

   —Tienes amiguitas demasiado mano suelta —Siseó la rubia con molestia mientras empezaba a caminar hacia la barra.

   —Pues nunca pensé que te vería celosa —Dijo el pelinegro mientras acariciaba uno de los rizos que caían libremente del arreglo, pero Rosalyn solo desvió el rostro hacia otro punto, claramente molesta—. Te vez muy hermosa cuando te pones molesta.

   —Pues espera nomas, que pronto me volveré la mujer más preciosa de la ciudad —Le aseguró la rubia para luego sentarse sobre una de las sillas.

   —Veo que ya te metiste en problemas, Roy-boy —La pareja giraron el rostro para ver que la dueña de aquel bar—. Hacer enojar a una niña tan bonita y tan amable, realmente no aprendiste nada de todo lo que te enseñé.

   —Aprendí todo lo que me enseñaste, madre mía —Le aseguró el pelinegro para luego apoyar su mejilla sobre su mano, admirando a la rubia—. A veces no puedo creer que una mujer tan bonita como ella se haya fijado en un tonto como yo.

   —Bueno ya, que me harás brotar la sangre por las mejillas de la vergüenza —Comentó la rubia para luego sonreír—. Es imposible estar molesta contigo.

      Madame Christmas observaba a la joven pareja discutir por esa tontería con una sonrisa en los labios. Por un momento se le ocurrió que frente a ella se encontraba su querido hermano, discutiendo con su amada esposa por las razones más disparatadas y tontas que se podría imaginar. Ese mismo cariño y alegría que le había reflejado una vez, lo volvía ver en su querido niño y en la mujer que lo acompañaba esa noche. Como le gustaría que su padre pudiera verlo.

     Cuando regresó a la realidad, la discusión ya se había terminado y estaban tomados de la mano con toda naturalidad. Los dos sabían que estarían a salvo en aquel lugar y que su secreto no saldría de esas paredes.

   — ¿Desean algo de beber? —Les preguntó la mayor.

   —Todavía sigo convaleciente, así que por el momento no quiero —Giró el rostro para ver a Rose— ¿Tu quieres algo?

   —Por el momento no, gracias —Le sonrío a la pelinegra con amabilidad—. Lamentamos no haber venido antes a verla, hemos tenido unas semanas difíciles en el trabajo.

   —Lo imagino querida, y por eso mismo he tenido Guardado el informe que me pediste —Sacó del interior de la barra una carpeta con el título “confidencial”—. Encontré información básica de King Bradley, fecha de nacimiento, entrenamiento militar, subida al poder, matrimonio, pero eso no quita que haya vacíos informativos en sus registros.

   —La vida de King Bradley es un vacío informativo —Murmuró la rubia mientras pasaba las páginas mientras que el pelinegro leía—. No sabe de su familia porque fue abandonado o vendido al gobierno del país, no se sabe de su educación porque nunca supimos quién lo educó. No sabemos nada de él, y a la vez lo sabemos todo.

   —Creo que su información es la mejor resguardada, alguien mucho más poderoso que él no quiere que lo sepa —Comentó Madame Christmas con voz seria. Rose desvío su mirada hacia su sombra, sintiéndose observada.

   —Puede ser, pero creo que nunca lo sabremos con exactitud —Dijo la Comandante para luego suspirar—. O tal vez es como yo, que decide que quiere que sepa sobre su vida y que no.

   —Lo que si logré encontrar, fueron fotografías suyas —Le entregó el sobre a la menor, quien lo abrió rápidamente y sacó su contenido del interior.

   —Es más diferente a lo que me imaginé —Murmuró la ojiceleste mientras observaba las fotografías en la que aparecía un joven bastante atractivo, de piel canela y ojos color aceituna—. No sé puede negar que era muy atractivo de joven.

   —Rose —Dijo el ojinegro con molestia, casi parecía celoso.

   —Solo soy sincera —Enfocó su mirada sobre la del mayor—. Hasta podría decir que se parecen un poco, en el aspecto físico por supuesto.

   —Por favor, no me compares con ese psicópata genocida —Rose se echó a reír, a lo que Roy no pudo esbozar una pequeña sonrisa. Soltó un suave suspiro y continuó—Creo que todo lo que descubrimos más este documento cierra muchos cabos sueltos, ¿No crees?

   —Tal vez, al menos ya sabemos un poco más de su vida —Murmuró para luego suspirar—. Ahora hay que ver si esto nos sirve o no. Gracias de todos modos por su esfuerzo con todo esto.

   —De nada niña, siempre te ayudaré cuando lo necesites.

   —Eso no te salvará de mi —Sacó un papel de su chaleco y se lo entregó a su madre. Madame Christmas abrió el papel y sonrió de lado.

   —Esta bien, me pondré en marcha para conseguir lo buscas —Le dijo la mayor—. Ahora, si me permiten, debo ir a atender otros temas.

     Los dos asintieron con la cabeza y observaron en silencio como se retiraba la dueña del bar, quien les había dejado dos vasos de agua sobre la mesa. Apenas estuvieron solos, Rose soltó otro suspiro y apoyó la frente contra la carpeta que había sobre la mesa.

   — ¿Por qué no le dijiste la verdad sobre Bradley? —Le preguntó en voz baja, acercándose a su oído.

   —Por la misma razón que tu tampoco lo hiciste. Para cuidarla —Giró el rostro para luego suspirar—. Nos vigilan, Roy, hablar de más seria condenar a tu tía a muerte. Sé que comprendes eso mejor que nadie.

   —Si, lo sé —Sonrió levemente para luego acariciar su mejilla—. Gracias por cuidar de ella.

   —Es tu familia, haría lo que sea por mantenerla a salvo —Le aseguró la joven—. Y ya dejemos de hablar de esto, me causa dolor de cabeza —Se enderezó nuevamente y soltó un suspiro.

   —Estoy de acuerdo en eso, disfrutemos de nuestra noche juntos —Se acercó al rostro de la rubia y besó su cien con suavidad, acercando su mano hacia su pierna, acariciando la zona por sobre el vestido—. Tal vez…podría darte un recorrido por la casa de arriba.

   —Andamos ansiosos… —Murmuró la joven para luego morderse el labio, sintiendo como esa mano se colaba bajo su vestido.

   —Es imposible que no se me acelere el pulso cuando llevas ese vestido —Le susurró para luego besar su cuello con delicadeza—. Aunque pienso que te verías mejor sin él.

   —Tal vez podría suceder, si hay un lugar donde me lo puedas quitar —Roy sonrió al tener la aprobación que tanto había estado deseando desde hace tiempo.

   —Claro que lo hay.

     Se levantó de su asiento y ágilmente la cargó ente sus brazos, aprovechando para que no había nadie además de ello en el bar, y comenzó a caminar hacia una puerta que estaba cerca de los baños. Rose solo soltó una suave carcajada al tiempo que rodeaba el cuello de su pareja con sus brazos, dejándose llevar por el mayor hacia la parte superior de aquel edificio.

     Siempre había pensado que las hormonas se aplicaban con la edad. Ahora se convencía de que eso era una mentira.

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Hola gente hermosa, como están?


Espero que estén pasando una mañana/tarde/noche genial

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Aquí regreso con un nuevo capítulo y realmente lamento la demora.

He tenido un semana difícil a causa de la universidad.


¿Que les pareció el capitulo de hoy?


¡¡El Mustang le pidió matrimonio a Rosalyn!! De una manera indirecta pero lo hizo!!


Y ahora ese el momento donde todo se irá a la mierda.



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Si les gustó el capítulo, dejen estrellita y comenten, se los agradecería de corazón.

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Sin más que decir....








Bye Bye










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