Cap. 22


El impulso de alcanzar la mano de Anan cuando volvemos al campus es un fastidio. Porque las mamadas y las pajas son una cosa. Esto... esto es... más.

Estoy dispuesto a ello, en más de un sentido. Mi polla ya está dura detrás de mis vaqueros, lo que hace que caminar desde el aparcamiento hasta nuestros dormitorios sea ligeramente molesto, pero no tanto como no poder hacer el simple acto de sostener su mano en caso de que alguien lo vea.

En cuanto entramos en el ascensor y se cierra la puerta, aprovecho la oportunidad. Nuestros dedos se entrelazan.

—¿Nervioso? —pregunta Anan.

—¿Parece que estoy nervioso? —llevo nuestras manos unidas hacia mi entrepierna. Porque tengo mucha clase.

Es difícil explicar por qué no estoy nervioso. Debería estarlo. Por más razones que una polla en mi culo suene dolorosa.

Debería estar nervioso por si los chicos se enteran.

Debería estar nervioso por las repercusiones mayores de lo que Anan y yo hemos estado haciendo: definir mi sexualidad y salir... ¿del armario?

Salir del armario suena como el término equivocado. No es que sea Off Jumpol. No es que mi atracción por los chicos —o por los hombres, si queremos ser específicos— sea algo que siempre haya sabido o incluso sospechado. No soy un defensor de la comunidad LGBTQ, y mierda, antes de conocer a Jumpol, era un idiota ignorante.

No me parece bien decir que un interruptor se activó cuando Anan me besó porque sigo siendo exactamente la misma persona que era antes de empezar a ver a Anan bajo una luz diferente.

Si alguien me dijera que lo etiquetara ahora mismo, diría: "Estoy saliendo con un chico, y me gusta".

¿Es Tophersexual una identidad? Porque me apuntaría a eso.

—¿War?

El brazo de Anan mantiene la puerta del ascensor abierta, y yo salgo de mi distracción de intentar averiguar qué es esto. Porque la verdad es que no necesito saber todas las respuestas en este momento.

—¿Seguro que no estás nervioso?

Paso junto a él.

—No por esto.

Me meto las manos en los bolsillos para no tener la tentación de pegarme a él hasta que volvamos a estar a puerta cerrada.

Por suerte, Leo sale de su habitación cuando llegamos a la de Anan. Anan se pone rígido.

Leo nos mira con una expresión extraña, como si no pudiera comprender por qué estoy con Anan, pero no lo cuestiona.

—Estamos de camino al bar de McIntyre, por si les interesa.

Asiento con la cabeza.

—Tal vez más tarde.

—Genial. Nos vemos.

En cuanto Leo se va, me vuelvo hacia Anan. Espero que se asuste, pero no lo hace.

Me agarra de la camisa y me lleva a su habitación.

—Rápido, antes de que vengan más.

Me río mientras cierra la puerta y me golpea contra ella.

—Así es como va a ir esto, ¿No? —gruñó.

Me tira hacia delante sólo para girar y empujarme con fuerza contra la pared esta vez.

—Sí.

Sonrío.

—¿Crees que no voy a intentar al menos darle la vuelta a esto? —Nos hago girar para que sea él quien quede inmovilizado.

—No serías War si no lo hicieras.

—Maldita sea, sí.

Aprieto mi boca contra la suya, caliente y exigente. Quiero que me domine y se defienda, y no me decepciona.

Luchamos hacia su cama, perdiendo la ropa por el camino. Cuando Anan consigue ponerme debajo de él, ambos nos retorcemos y respiramos con dificultad.

—¡Carajo! —sisea y se apoya en sus rodillas entre mis muslos abiertos.

Me acerco a su polla, que está más dura que el granito, con el presemen goteando de la punta. Quiero sentarme y lamérsela, pero Anan no me deja.

Me empuja el pecho.

—Quédate ahí.

—Pero... —Lo acaricio.

Se estremece y detiene mi mano.

—Sé que suelo tener más de un asalto dentro, pero quiero tu culo ahora, y si sigues haciendo eso, me voy a correr encima de ti.

Maldita sea, quiero eso. Pero lo quiero más en mi culo. Voy a girar, pero él me detiene de nuevo.

—Quédate ahí. Te tengo —Anan se inclina sobre la cama y saca lubricante y un condón del cajón de su escritorio.

Arrastrando los pies por el colchón, me mira fijamente mientras me lame la polla y luego me la engulle toda de una vez.

Mi espalda se arquea.

—Mierda.

Me acaricia con la boca y ni siquiera oigo cómo abre el frasco de lubricante, pero entonces su dedo está ahí, llenándome de la forma a la que estoy cada vez más acostumbrado.

Agradezco la intrusión. Agradezco el ardor. Pero esta vez, introduce un segundo dedo.

Es más apretado, más grande, y un mínimo de miedo a que su polla encaje ahí dentro me hace reflexionar.

Él lo nota y levanta la cabeza.

—¿Estás bien?

Sus dedos entran y salen de mí, y yo me adapto lentamente. Asiento con la cabeza.

Los ojos grises de Anan permanecen en los míos mientras me estira. La intensidad de su mirada debería cohibirme, pero hace que todo sea más excitante. Su atención a mi placer, asegurándose de que estoy cómodo, se suma a lo que tenemos, aunque todavía no pueda etiquetarlo ni empezar a definirlo.

Sé que el sexo nunca había sido así. Tan cercano. Tan... íntimo.

Soy consciente de cada uno de sus movimientos, de cada una de sus respiraciones. Su tacto es tierno y atento, pero su confianza me rodea y me llena de confianza.

Confianza en él. Confianza en nosotros.

Anan me masturba con su mano libre mientras sus dedos dentro de mí trabajan al ritmo de sus bombeos.

Cada golpe de mi próstata me afloja un poco más hasta que no estoy seguro de poder aguantar mucho más.

—Estoy listo —digo.

—¿Estás seguro? —Me golpea de nuevo la próstata y casi me corro.

—¡Sí! Si sigues así, voy a explotar.

Sonríe y se sienta, buscando el condón.

Sus dedos me abandonan, y ya los echo de menos, pero me da la oportunidad de recomponerme. Aunque quizá no sea algo bueno, porque mientras alinea su polla y la cabeza empuja más allá de ese apretado músculo, estoy demasiado concentrado. Demasiado consciente.

Mierda, esto va a doler. Cierro los ojos.

—Hey, be... eww, espera no.

Mis ojos se abren de golpe.

—¿Eh?

Empieza a reírse con su polla todavía pinchando en mi agujero, lo que lo empuja un poco más dentro, y vuelvo a hacer una mueca de dolor.

—Estaba a punto de llamarte bebé hasta que recordé que ese es el nombre real de tu hermana y, qué asco.

—Y ahí va mi erección. Gracias.

Anan se inclina sobre mí.

—Confía en mí, la recuperaré. Sólo tienes que respirar y relajarte, ¿Ok?

Lo miro con desconfianza porque ahora mismo apenas tiene la punta dentro y estoy pensando oh, mierda, no.

Su mano se interpone entre nosotros y me acaricia la polla, que ahora está medio dura.

Muévete, Wanarat. Tienes que vencer a Anan en algo. Él domina las mamadas. Conviértete en uno de los mejores pasivos. Sé despreocupado, al diablo con las consecuencias y toma la polla como un campeón.

—Teddy, mírame.

Hago lo que me dice y me clavo en su mirada.

—Respira.

Cuando lo hago, siento más de él moverse dentro de mí. Sólo que esta vez, no me resisto.

—Así. Sigue mirándome.

Su cara es tan reveladora, y creo que he encontrado una nueva expresión favorita: una llena de lujuria. Lo he visto fruncir el ceño, lo he visto sonreír. Diablos, incluso he visto su cara excitada varias veces, pero esto de aquí... hay una fuerza controlada detrás de sus ojos entrecerrados.

Una fuerza que he visto en el hielo.

Anan me penetra con facilidad y se detiene cuando está enterrado hasta el fondo. Se cierne sobre mí, y no puedo resistirme a tomar su cabeza y acercar su boca a la mía. Sus besos son exactamente el tipo de distracción que necesito.

Nuestras lenguas se enredan y, cuando gime, mis caderas responden levantándose del colchón y haciendo que se mueva dentro de mí.

—Te sientes increíble —murmura, meciéndose contra mi cuerpo con pequeños empujones.

—Claro —Intentó sonar seguro, pero mi voz se quiebra al final. Ni siquiera un graznido sexy, sino un sonido muy agudo e inseguro.

Presiono a través de él.

—Te dije que sería un éxito en esto de ser pasivo.

—¿Ya puedo moverme bien? Maldito.

—No se te permite llamarme la atención cuando estás dentro de mí. Es como, la ley.

Anan se ríe con fuerza.

—Y ahora te estás riendo. El mejor sexo de la historia, ¿Tengo razón?

—Tal vez si te callas y te concentras, podríamos poner esto en marcha.

Entonces podremos decidir si es el mejor sexo de la historia.

—¿Yo? ¿Callarme? Creo que te estás olvidando...

Anan ataca mi boca, su lengua se abre paso dentro y me obliga a callar. La mejor manera de hacerme callar.

Somos todo gemidos y gruñidos, cuerpo duro contra cuerpo duro, y cuando Anan vuelve a moverse, por fin soy capaz de relajarme lo suficiente para que él vaya a un ritmo más rápido.

Mi culo responde a cada empuje, contrayéndose y soltándose, dejándole entrar más y más profundamente. Y cuando su gran mano me agarra el muslo y me levanta la pierna para rodear su cintura, me golpea la próstata.

—Oh, mierda —susurro.

Y vuelve a golpearla.

Me hormiguean los pies. De repente no puedo recuperar el aliento y Anan acelera el ritmo.

Quiero apartarlo y pedirle más al mismo tiempo. La sensación es diferente, pero increíble, y empiezo a sudar tratando de asimilarlo todo.

Me arde la cara.

Anan me pasa el dedo por la cara.

—Eres caliente cuando estás todo sonrojado.

—Siempre soy caliente.

Anan se ríe, enviando una onda a través de mí. Necesito más. O menos.

No sé lo que necesito. Sólo sé que quiero que Anan siga.

Echo la cabeza hacia atrás y Anan baja la boca para chuparme el cuello. Se estremece sobre mí. Su gran cuerpo es sudoroso y pesado, y su pelo húmedo me hace cosquillas en la piel.

—Más —Jadeo por el aire.

—¿Más qué?

—No tengo ni puta idea.

Se ríe.

—Creo que sé lo que podrías necesitar.

Sentándose e inclinándose hacia atrás, Anan me agarra de las caderas y me empuja hacia delante con esa fuerza sobrehumana que tiene, introduciendo su polla dentro de mí de un solo empujón.

Se me corta la respiración y suelto un gemido forzado.

—Eso es sólo la mitad —dice Anan, sonando más seguro de sí mismo que nunca.

Creo que se le está contagiando mi arrogancia.

Y hablando de contagio, Anan se acerca a mi polla, y sí, eso es lo que necesito.

En el momento en que sus dedos rodean mi polla, todo cambia. Ya no estoy perdido entre el placer y la frustración. He encontrado un mundo de mierda que se siente bien, y no quiero dejarlo nunca.

La polla de Anan en mi culo, llenándome completamente. Su mano en mi polla, acariciándome en serio.

Esta es la experiencia más intensa de mi vida.

El semen golpea mi estómago antes de que me dé cuenta de que he llegado al límite. Y entonces mi orgasmo me golpea con tanta fuerza que mi visión se nubla y tengo que cerrar los ojos para que la habitación no dé vueltas.

Aprieto los dientes y los sonidos que salen de mí son prácticamente pornográficos.

Los empujones de Anan aumentan, sin dejarme recuperar el aliento, pero cuando se queda quieto dentro de mí y gruñe su liberación, se me corta la respiración por otra razón.

Es tan jodidamente hermoso cuando se corre.

Su cuerpo se ralentiza y su polla pasa por mi próstata hipersensible dos veces más antes de caer completamente sobre mí.

Nos quedamos así durante quién sabe cuánto tiempo, sudando y respirando el uno sobre el otro. Cuando finalmente se separa, doy un respingo, a la vez que echo de menos la sensación de que esté dentro de mí y agradezco el descanso.

Se dirige a trompicones al baño para deshacerse del condón, pero vuelve enseguida.

Vuelve a meterse en la cama y se acurruca junto a mí.

—Podrías haberme traído una toalla —refunfuño.

Levanta la sábana que se ha acumulado a nuestros pies y me limpia el semen del estómago.

—Ya está. Arreglado.

Resoplo.

—Y tú ganas —Anan todavía no ha recuperado el aliento—. El gran pasivo del año es para ti.

—Me gustaría agradecer a la academia y a mi agente este premio —Trago, con la boca seca—. Pero, ya sabes, ese título aún está en juego.

Me pongo de lado y paso mi mano por el muslo de Anan hasta llegar a su culo y le doy un fuerte apretón en la mejilla.

—Claro, aunque tendré suerte si la vuelvo a levantar en una semana —Su pecho se agita—. Mierda, creo que nunca me he corrido tan duro.

—Deberías estar en el extremo receptor.

Sus ojos se encuentran con los míos.

—No puedo esperar.

🔥 𝕭𝖑-𝖋𝖎𝖈𝖘

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