Plandemia
Sodoma y Gomorra, las siete plagas de Egipto, la peste en tiempos de Justiniano, la gripe "española", las bubas del Medievo, etcétera. Los virus y bacterias son entes biológicos y seres vivos que han poblado el planeta mucho antes de que se configurara el primer batracio que dio lugar a la cadena evolutiva que culminó, por ahora y afortunadamente, en la humanidad que también desgraciadamente logró experimentar con esas mismas enfermedades. Aunque no olvidemos que la vida en la tierra es una permanente lucha por la pervivencia, marcada por la inveterada costumbre de trascender.
La reproducción, multiplicación o replicación son instintos que abarcan a todos los reinos; hasta en el reino mineral se aprecian impresionantes acreciones cristalográficas en una simple gota de agua salina. La dinámica evolutiva, aunque es progresiva, parece ser regresiva en ciertos sectores de la colectividad. Basta mirar las reacciones de algunos dirigentes ante la gestión de una crisis para albergar pocas esperanzas de racionalidad. Es ocioso percutir en la facundia de la oratoria épica, solidaria y ejemplar. En algunos dirigentes es sencillamente insultante, y en otros, es de obligada corrección institucional.
Ya sabemos que la sociedad se anticipa y se protege ante los felones gobernantes, pero es su ineptitud la que frustra y entorpece sobremanera cuando se descubren las miserias de una clase política que, en los momentos más delicados, se torna repugnante. Dicen que esto nos ha sobrepasado por inesperado. Es falso en varios casos. Existen protocolos para contagios, contaminación radiactiva, crisis informática, terrorismo, polvo financiero y hasta para un holocausto nuclear que nos devuelva al Paleolítico o el impacto catastrófico de un asteroide.
Sin embargo, siempre nos sorprende con las defensas bajas una gota fría o una fuerte nevada, y se elogia como inédita heroicidad la llegada del panadero a las aldeas aisladas o el intrincado acceso para el cartero, veterinario o médico hasta que continúen las inundaciones y el aislamiento, y en los mismos sitios. Siempre tropezamos en la misma piedra con irracional despropósito y reincidente desmemoria. Y eso no es óbice para aplaudir a rabiar la responsabilidad de nuestros profesionales en todas las actividades que se redoblan durante las crisis.
Existen planes específicos, medios humanos especializados y medios técnicos adecuados. El fallo está en la dirección y administración de esos protocolos. La miserable actuación de los gobernantes llegó a anteponer sus intereses sectarios a la caución, anunciada y recomendada por los expertos para evitar masivas concentraciones que han dirimido en miles de contagios; los conocidos y los que están por aflorar. Esta caterva, adornada de su impericia, nos ha hecho exponernos al riesgo cierto y a la pérdida de un tiempo precioso.
Uno de los efectos producidos por la indecisión condujo a la apresurada salida de multitudes hacia la costa. La consecuencia fue la indignación de alcaldes y propios del lugar por esta "invasión". Y es que ya hay que ser irresponsables para anunciar el estado de alarma en diferido con una antelación de bastantes horas, otorgando plena capacidad de movimiento ante la previsión inminente de confinamiento. El día de ayer llegaron en patera muchos ilegales. No se sabe en qué condiciones sanitarias arribaron, pero que a nadie se le ocurra criticar esas continuadas llegadas interceptadas y no de unas personas indocumentadas y descontroladas.
Otra cosa es que un madrileño, propietario de una vivienda en la costa, que pagó sus impuestos de adquisición, agua, luz, teléfono, basura. Come en restaurantes, bares y compra en los supermercados del pueblo sea tratado como un "invasor" porque ha resuelto trasladarse con su familia a la vivienda que posee en pleno derecho y con todas las contribuciones satisfechas. Otra cosa es que vengan con o sin el virus, sintomáticos o asintomáticos; la mayoría seguro que no lo sabía y lo único que les movía era la responsabilidad de protección familiar migrando a lugares más seguros. Criticarlos por ser españoles es gratuito. En otros casos sería la perfecta candidatura para la acreditarse racismo, xenofobia y facherío.
El problema no está en la reacción de la gente, sino en las diligentes medidas del poder. Si se hubiese decretado el estado de alarma esa misma tarde no habrían dado lugar a la dispersión; además, se evitaría colapsar lugares con menos capacidad y recursos para afrontar una crisis que sí poseen metrópolis más dotadas. En cualquier caso, los "invasores", estén donde estén, han de aplicarse idénticas medidas de confinamiento que los autóctonos. Por tanto, no veo las críticas alarmistas, salvo las que se merecen estos ineptos gobernantes.
Si algo están demostrando en la gestión de esta pandemia es una capacidad innata para generar nuevos problemas allá donde pretende resolver los ya existentes, y su capacidad para convertir en un conflicto decisiones fruto de la descoordinación y el oscurantismo. A ellos les basta con la supervivencia del día a día, y por eso han sido siempre capaces de decir una cosa y hacer la contraria, sin despeinarse, porque su objetivo vital no es ser un buen estado de gobierno, solo ser partes del ingreso masivo, como no lo era ser el secretario general que recuperara la hegemonía electoral que el obrero tuvo con uno, o incluso con un zapatero.
A estos les bastaba con ser secretarios generales, y si con ello trituran otros partidos, pues triturados quedarán, y si para eso tienden a tambalearse el poderío, pues que se tambalee hasta caer. El presidente consiguió convertir la buena noticia del desconfinamiento a medias de los niños, que era un clamor social y político, en un lío en su propio sector, entre los socios de gobierno, y en una sociedad sobre la rectificación rectificada. Y ahora, lo ha vuelto a hacer con el cambio de fases en esto que llaman desescalada, que es una palabra que no existe en el idioma castellano, lo que también refleja el nivel de quienes nos gobiernan y de quienes les asesoran en la toma de decisiones.
La falta de criterios concretos, claros y transparentes, utilizados para autorizar el cambio de fase ha enfadado a muchos dirigentes políticos, entre ellos socialistas, es decir, de los suyos, que sin entrar a hablar de agravios, o de castigo, sí que expresan su absoluta sorpresa porque no lo entienden, porque con datos a todas luces iguales o peores a los suyos, otros territorios han dado el paso. En la capital, con un gobierno de popularidad y ciudadanos, su gobernante, afirmaba que "Los civiles han sido condenados a la asimetría por una decisión que no ha sido objetiva, sino que más bien parece que ha sido discrecional", y es que la administración solicitaba que en ellas se aceptara el cambio atendiendo a los distritos sanitarios, pasando una parte de ellas y otras no.
Esa petición negada, era admitida en otros territorios, pero no ha sido algo solo motivo de queja aquí, en la comunidad política, varios están igualmente indignados porque no lo entienden, y el amarillismo, está en las mismas. Todo se resume al final en que el responsable de coordinación, el doctor de salud nacional admite que los cambios se han autorizado tras "discusiones intensas", y eso solo se produce cuando no hay criterios objetivos u objetivables, porque en ese caso estaría tasado, sería matemático en vez de médico.
El problema es que las reseñas solo se han expuesto ante la opinión pública al final de la semana en que los grupos debían hacer llegar su propuesta propia, pero sin una guía ajustada a lo que los expertos iban a requerir, y luego está eso, que los estudiosos siguen siendo desconocidos oficialmente. Añadan a esto las filtraciones de lo que iba a pasar con el centro biológico, anticipado por la portavoz de la gente, y por el vicepresidente.
Es decir, algo que podría haber sido una noticia positiva para muchas provincias y gente unida que daban el paso, una opción que debería haberse empleado para animar a las demás a que siguieran en el empeño viendo que avanzar en el desconfinamiento es posible, un momento bueno que podría haber servido bandeja de vidrio a la colmena para reivindicarse como buen gestor de la crisis, ha acabado volviéndose contra él.
Fin
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