Capítulo 6

Contra lo esperado, este miércoles al parecer pasará como un día más. Clara se va a trabajar por la mañana y los muchachos estarán recluidos cada uno en sus habitaciones hasta poco antes del mediodía, y solo han salido por su desayuno. Abdiel sirve mi alimento y luego ambos vuelven a su encierro.
Por mi parte, me pregunto si Odalis ha desistido de su plan. Me hace pensar que la plática que tuvo con su madre la noche anterior donde hablaron de su relación con ese chico la hizo reflexionar y alejarse por un tiempo de él, incluyendo el hecho de dejar de participar en el suceso que acontecerá esta tarde.

Me agrada la idea de poder estar en paz, sin peleas, discusiones ni alboroto en la comodidad del sofá al menos por algunas horas. El viejo reloj de la sala marca más de las cinco de la tarde cuando escucho ruido en el pasillo. Bajo del sillón y puedo ver que Odalis entra al baño e instantes después oigo la caída del agua, lo cual me dice que tomará una ducha. Si no fuera porque ella no acostumbra a tomar la ducha a media tarde, habría vuelto a mi reposo, pero ese mínimo detalle ha levantado mis sospechas de nuevo.

Camino en dirección a su recámara. Por fortuna, hallo la puerta abierta, así que me meto sin pensarlo. Subo al brazo de la silla en que se sienta ante la computadora y miro la pantalla. En ella hay una conversación, que, para mi mala fortuna, no logro entender. Agarro el mouse y lo deslizo con mi pata para ver si hay algo más abajo, logrando encontrar un mapa, el cual señala con un punto rojo un logo que se me hace familiar. Después de algunos segundos, recuerdo que es el mismo que porta Clara en su uniforme de trabajo. Sigo bajando y veo fotos del estacionamiento del súper al que he ido en varias ocasiones con mi humano y su hermana para traer a su madre de vuelta a casa.

La última imagen es la que más me deja intrigado. Se trata de la foto de un tipo joven, pero ya algo mayor, que porta gorra de visera, gafas de sol y chamarra de cuero. El sujeto tiene una expresión de odio y luce muy sospechoso, pero, en definitiva, no se trata del tal Damián. El de la foto es de piel blanca, mientras el enamorado de Odalis, al cual he visto ya por la pantalla de la computadora, es más bien moreno.
Definitivamente, hay gato encerrado, y no se trataba de mí. Es la oportunidad para que Abdiel lo sepa si aprovecho el «error» que cometió Odalis al dejar la puerta de su habitación abierta mientras toma la ducha.

Bajo de la silla y corro para alertar a mi humano, que, caso contrario a su hermana, tiene su puerta cerrada. La rasguño en decenas de ocasiones, tratando de hacer que Abdiel me escuche. Todas son en vano. Maúllo con todas mis fuerzas, casi queriendo esta vez rugir como un león, pero aun así no hay respuesta. Tras varios minutos de intentos fallidos, el tiempo se me termina. Odalis sale envuelta en su bata de baño, se mete a su recámara y cierra la puerta. Caí exhausto y muy desanimado, estoy solo en esto, pues al parecer Abdiel está dormido o con sus dichosos audífonos, que no hacen nada más que desconectarlo del mundo. ¿Cómo puedo ayudarles si ellos no me permiten hacerlo?

Me dirijo a la sala. Trato de idear un nuevo plan en vista de que no podré contar con Abdiel. La televisión está encendida, lo ha estado desde la partida de Clara. Observo un avance noticioso en el que proyectan un vídeo donde varias personas se manifiestan y golpean con piedras y palos a otras exigiendo qué sé yo. No sé siquiera de qué lugar se trata, pero con eso solo puedo plantearme una interrogante.

¿Los humanos siempre resuelven sus problemas a gritos y golpes? Al parecer, la respuesta es afirmativa, y se dicen una especie civilizada. Esto me da una idea revolucionaria. Si tratando las cosas con cautela no existe solución a lo que está por venir, tal vez si uso un poco de mi instinto salvaje logro cambiar el rumbo de los hechos, tal como un humano lo haría. Odalis pagará todas las que nos ha hecho a mí y a Abdiel. Estoy dispuesto a afrontar las consecuencias.

Faltan solo algunos minutos para las seis cuando la chica por fin salió de su habitación. Noto que ya está arreglada para salir, justo como lo sospeché. En ningún momento desechó su macabro plan, y si lo hizo, alguno de esos sujetos ya volvió a sonsacarla.

Odalis porta un pantalón de mezclilla negro y una blusa un tanto escotada color gris oscuro. Se coloca una vieja chamarra que se le ajusta al cuerpo. Cuando vuelve a entrar a su habitación, camino con sigilo y me paro junto a su puerta. Aún desde afuera veo cómo guarda un paliacate en su maleta para después voltear hacia su computadora y enviar un mensaje.

En ese momento gruño para hacerme notar.
Ella voltea.
—¡Fuera de aquí, pulgoso! —Golpea el suelo con un pie para auyentarme.
Doy un paso atrás, pero no le aparto la mirada.

—¿No me vas a hacer caso, bichito? —pregunta con su típica y grotesca ironía. Agarra un gancho de madera y me amenaza con él.
Esto ya es personal.

La chica camina hacia mí sin bajar la guardia. Por un momento dudo, y ella aprovecha para hacerme retroceder hasta salir ambos de su recámara.
Luego de algunos instantes, me armo de valor y salta sobre ella; araño su rostro en un par de ocasiones. Ella da un grito ahogado y avienta el gancho de madera sin que al menos alcanzara a golpearme con él. Odalis camina hacia atrás, sin poder librarse de mi agarre, pues me aferro a su cabello con firmeza.

El combate cuerpo a cuerpo llega hasta el comedor. La chica hace esfuerzos sobrehumanos y lloriquea pidiendo clemencia. Por un momento quiero apiadarme y dejarla en paz, pero justo cuando voy a hacerlo ella resbala con el famoso gancho y cae de espaldas, derribando las sillas, lo que después gira la mesa. El centro de mesa cae, haciéndose añicos sobre su cabeza.
Aturdida, intenta levantarse —tiene el cabello alborotado— mientras se agarra la cabeza. Por mi parte, corro hasta ocultarme bajo la alacena. En ese instante se escucha ruido en la recámara de Abdiel.

—¿Qué es todo ese escándalo, Chifus? —escucho la voz de mi humano aún desde su cuarto.

Al escucharlo, Odalis se levanta como puede y mira su reloj de pulso. Se medio acomoda el cabello y corre, saliendo despavorida de la casa. Quise evitarlo, pero el desastre del comedor obstaculizó mi camino. Abdiel sale al fin de su habitación con sus audífonos colgando en el cuello. Como lo imaginé, ese estúpido aparato lo desconectó de la realidad.

—¿Qué rayos pasó aquí, Chifus? —inquiere al mirar el desastre en el comedor—. ¿Eres el responsable de todo esto? ¡Ahora sí mamá nos echará a la calle a ambos! —exclama alterado y levanta las sillas.
Sé que no hay tiempo que perder. En definitiva, existe algo más importante que el desorden que provocó la pelea entre Odalis y yo, así que corro hacia la habitación de la susodicha y me paro en el exterior de la misma para después erizar mi pelaje; extiendo mis patas delanteras al frente y levanto la cola.

—¿Qué está pasando, Chifus? No te entiendo. —Camina hacia donde me encuentro y me toma en sus brazos. Al hacerlo, miro hacia el interior de la recámara de su hermana, la cual se quedó abierta.

Noto que contempla la maleta con atención para luego bajarme al suelo y agarrar en sus manos el paliacate que ella había guardado.

—¿Odalis? ¿Dónde estás, hermanita? —Corre para buscarla por toda la casa.
Después de un minuto, vuelve y se acerca a la computadora. Toma el mouse, abre la conversación y comienza a leer lo ahí escrito.

Damián, 5:56 p. m.
Odalis, vi que me bloqueaste de la red de videollamadas y no contestas tu celular, creo que puedo comprender que no quieres saber de mí, aún así si todavía te interesa dar el golpe, te espero donde habíamos quedado hoy a las seis y media.

Odalis, 5:58 p. m.
Que bueno que me comprendas porque en cuanto a eso necesito tiempo, no puedo darte alas ahora mismo, pero me comprometí a acompañarte al asunto y ahí estaré puntual.

Damián, 5:59 p. m.
Te entiendo, y me da gusto que no te hayas retractado, el Jimmy y sus chicos nos esperan al cuarto para las siete en el estacionamiento del supermercado, no olvides llevar un paliacate para cubrir tu rostro y que no te identifiquen.

Con cada párrafo que lee, Abdiel se nota más asustado.

Odalis, 6:02 p. m.
De acuerdo, no lo olvidaré.

Damián, 6:03 p. m.
Perfecto, mira esta es la sucursal que vamos a saquear, y justo en ese sitio del estacionamiento nos reuniremos con ellos.

Lee mi humano para después observar el mapa y las imágenes que vi yo apenas unos minutos atrás.

Odalis, 6:03 p. m.
Pero esa es la sucursal en que trabaja mi madre, ¡me meteré en problemas si ella me ve!¡Justo ahora ella está de turno!

Damián, 6:04 p. m.
Relájate un chingo, por eso llevarás el rostro cubierto, nadie te va a reconocer. Mira, él es el Jimmy, para que lo reconozcas cuando lleguemos al punto de encuentro y no desconfíes.

Sigue leyendo para después visualizar la foto del malencarado sujeto.

Odalis, 6:20 p. m.
Está bien, con eso me basta, disculpa que no te había respondido, es que me metí a bañar.

Es lo último que mi humano lee. Al parecer, la conversación termina ahí.
El pequeño se queda en shock por algunos segundos. Estoy igual o peor, y lo demuestro al correr hacia todas partes.

—¡Debemos avisarle de esto a mamá pronto! —Abdiel sale por fin de su trance y corre hacia la sala para tomar el teléfono de la casa.

El niño hace la marcación pese a su evidente nerviosismo.

—El número que usted marcó se encuentra apagado o fuera del área de servicio —es la respuesta de la contestadora.

—¡No puede ser! ¡Mamá no contesta! —exclama. Luego hace un nuevo intento también sin éxito—. ¿Qué hacemos, Chifus? ¡Esto es demasiado! ¿Sabes lo que puede pasar? —Da vueltas por toda la sala.
Si pudiera hablar, le diría que sí lo sé y que todo el tiempo intenté alertarlo de que esto iba a ocurrir. Yo lo supe desde antes, pero claro, ¿quién va a tomar en cuenta las inquietudes de un pequeño felino como yo? No queda otra que ir detrás de ellos. Una regla se romperá, pero será por una buena causa. En fin, si nos va a llevar, que nos lleve en limusina.

Corro hacia la puerta de entrada y la araño sin cesar. Espero que Abdiel entienda mi mensaje.

—¿Qué intentas decir, Chifus? ¿Que vayamos a avisarle personalmente a mamá? Pero eso no es posible, no puedo salir de casa… —Lo medita por unos instantes—. Rayos, solo espero no meterme en más problemas de los de que ya tenemos. —Se coloca en el rostro el paliacate, que hasta este momento aún porta.

Decidido, corre a la cocina y se coloca unos guantes. Después vacía su mochila y se la cuelga, no sin antes meterme en el interior de esta para así dirigirse a la bodega y sacar su bicicleta.

—¿Estás listo, Chifus? —cuestiona para luego lanzar un suspiro y sacar la llave de repuesto que Clara guarda bajo el tapete de la entrada.
Abre la puerta y saca la bicicleta sin perder un instante.

—Llegó la hora —dice al cerrar la casa y abordar su vehículo; comienza a pedalear con todas sus fuerzas.

El viento golpea su rostro y en momentos parece sofocarlo pese a traer colocado el paliacate, pero Abdiel no se detiene. Esta vez parece decidido a delatar a su hermana, después de todo, es algo grave en lo que ella está por participar, aunque el hecho de que un niño de siete años salga a la calle a bordo de su bicicleta entre la oscuridad de la noche tampoco parece una buena idea.

Al cabo de unos minutos, arribamos al estacionamiento del súper.
Raudo, baja de la bicicleta y busca al grupillo de ladrones. Abdiel camina entre los autos, mientras yo miro sacando la cabeza de la mochila. Al final mi humano y yo logramos reconocerlos. Son más de diez personas las que están reunidas, en su mayoría jóvenes.

—Chifus, ahí está Odalis —susurra mi humano.

—Mira, niño, aquí no estamos para juegos. Tú y tu noviecita quedaron en entrarle al baile y ahora le entran o se atienen a las consecuencias —espeta un tipo, que amenaza con pistola en mano a quien parece ser el tal Damián.

—Déjalo, Jimmy, no le hagas daño —clama Odalis, que intenta acercarse, mas este solo la empuja, y ella cae al suelo.
En ese momento Abdiel quiere hacerse notar, así que no tengo de otra que rasguñar un poco su brazo para que no haga una tontería.

—¿Qué te ocurre, Chifus? —Se soba con una expresión de dolor—. Eso dolió, pero creo saber por qué lo hiciste. Es mejor ir a avisarle de esto pronto a mamá. —Se escabulle entre los autos.

Mientras mi humano corre hacia el acceso del centro comercial, puedo ver que llegan dos motos más y el tal Jimmy jalonea a Odalis, haciéndola caminar. Damián le hace una señal, y esta deja de resistirse, después todo, ya no tienen otra opción. Es vivir o morir.

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