Capítulo 3
Una vez que terminan de cenar, Clara toma su celular y marca, recargando el mismo en el centro de mesa. Luego de algunos segundos, logro escuchar la voz de Julián y de lejos puedo distinguir su rostro en la pantalla del aparato.
—¿Cómo está mi hermosa familia? —pregunta con alegría.
Abdiel y Odalis se colocan junto a su madre.
—¡Papá! —exclama el niño, que levanta la mano para saludar con una gran sonrisa.
—¿Cómo te va, campeón? Dime que sí has cuidado de tu hermana y de mamá como te lo encargué hace tiempo —dice el hombre.
—Lo hago todos los días, recuerda que hice una promesa —responde el pequeño con mucha seguridad.
—Así se habla, campeón —expresa el padre con orgullo—. ¿Y qué me cuenta mi doncella? ¿Cómo te trata la universidad, cariño? —se dirige ahora a Odalis.
—Apenas estaba adaptándome al ritmo, papá, cuando todo esto comenzó y suspendieron las clases —contesta la chica algo desanimada.
—Por supuesto, no es fácil asimilar el cambio de preparatoria a universidad. Es todo un proceso, cariño, te lo digo por experiencia. —Ríe un poco—. En cuanto a lo de la suspensión de clases, es una medida que debía tomarse por seguridad. No hay por qué mortificarse, pues no perderás el semestre. Supongo que seguirás tomando clases virtuales mientras se termina la contingencia, ¿no es así?
—Sí, eso mismo dijo el coordinador. Seguiremos tomando clases por internet —responde ella.
—Lo imaginé. Entonces, no hay nada de qué preocuparse, chicos, solo sigan las indicaciones y hagan caso a mamá. Nada de salir a la calle, recuérdenlo. —Hace énfasis en lo último.
De nuevo me dan ganas de saber hablar para soltarles la sopa a todos sobre los sucios planes de Odalis para que Julián escuche también, así que en un impulso salto sobre la mesa. El celular cae de su soporte.
—¡Chifus! ¡¿Qué haces?! ¿No ves que estamos hablando con papá? —Abdiel me baja de la mesa para así tomarme entre sus brazos.
—Este gato me sacará canas verdes un día —dice Clara entre risas y vuelve a acomodar el celular.
—No se preocupen, tal vez solo quería saludarme, después de todo, también es miembro de la familia y tiene derecho a hacerlo —responde el hombre para después soltar una breve carcajada, misma que siguen Clara y Abdiel.
No creo que se rieran igual si pudiera decirles lo que su hija planea.
Me frusta saber que lo único que sale de mis cuerdas vocales son maullidos.
—¿Cuándo vendrás, papá? —inquiere Abdiel aún conmigo en brazos mientras acaricia mi pelaje—. Prometiste que pasarías las vacaciones de Semana Santa con nosotros.
—Haré todo lo que esté en mis manos para cumplir mi promesa, campeón, eso tenlo por seguro —opina con una expresión de melancolía.
Parece contener el llanto.
—Chicos, será mejor que se despidan de papá, se laven los dientes y vayan a la cama, que ya es tarde —indica Clara—. Yo iré en un par de minutos también.
—Cuídate mucho, papá. Te quiero. —Abdiel levanta la mano ahora para despedirse.
—Yo más a ti, campeón. —Le guiña un ojo y se despide de la misma forma.
Tras esto, Abdiel me baja al suelo del comedor y corre hacia el baño.
—Te amo, papá. Te mando muchos besos.
—Le toca el turno a Odalis, que le manda un beso volado.
—Yo más, doncella. Cuídense mucho. —Le devuelve el beso.
Odalis camina hacia el baño. Al ver que está ocupado, hace una expresión de fastidio y entra a su habitación para esperar turno.
—Amor, tengo dos noticias que darte, una buena y una mala. ¿Cual quieres escuchar primero? —inquiere Julián en tono serio.
—La mala. Será mejor que me vaya a dormir habiendo escuchado la buena al final —contesta la mujer.
—De acuerdo, pues… Hoy me llamaron de la planta y me informaron que tras el paro de labores he salido en el recorte de personal, es decir, que para cuando se reanude todo ya no estaré contemplado en la plantilla —dice con una honda de desilusión.
Al escuchar sus palabras, Clara se lleva las manos a la cabeza, recarga los codos en la mesa y lanza un suspiro.
—Era de esperarse. ¿Ves que lo comentamos hace unos días? Prefieren conservar a sus empleados nacionales y no les importa que los extranjeros se queden sin trabajo aun sabiendo que cada uno tiene responsabilidades.
—En efecto, pero son decisiones que toman desde arriba. ¿Qué más se puede hacer? En la semana me enviarán el cheque con mi liquidación. Espero que nos alcance de aquí a que consiga otro empleo.
—Con tu preparación no faltará dónde te contraten, corazón, así que no te preocupes. De todos modos, mientras no se diga lo contrario, yo tengo seguro el trabajo en el supermercado. De hecho, esta semana doblaré turno. El gerente ha dicho que la tienda no cerrará mientras no reciban un comunicado que los obligue a hacerlo. —Trata de consolar a su esposo.
—Pero es peligroso que sigas yendo a trabajar ahí. Tienes contacto con mucha gente y…
—Descuida —lo interrumpe—, estamos tomando las medidas de sanidad posibles; uso de cubrebocas, guantes, ya sabes —dice tras una breve risita melancólica.
—De acuerdo, pero no te arriesgues mucho, ¿quieres? —pide seguido de un momentáneo silencio y cruce de miradas.
—No lo haré. Y a todo esto, ¿cual es la buena nueva? —curiosea.
—La buena es que estoy redactándole una carta a la Secretaria de Relaciones Exteriore. Un amigo me ayudará con los trámites de repatriación —comenta Julián ya en tono serio.
—¡Esa es una gran noticia! Pero ¿cuánto demorará el trámite? ¿No te han dicho?
—Aún no. Espero que sea rápido el papeleo. Necesito estar con ustedes lo más pronto posible. Mi estadía en este lugar ya no tiene razón de ser, los necesito. —Rompe en llanto.
—Tranquilo, pronto estaremos todos juntos y superaremos esta difícil prueba, ya lo verás.
Cuando me percato, Abdiel mira desde la puerta de su recámara. Una lágrima rueda por su mejilla. Corro y derribo el perchero de la entrada para alertarlo. Raudo, se mete a su habitación sin ser visto por su madre, que se despide de su esposo, finaliza la llamada y se pone de pie para levantar el perchero.
—No tienes remedio, Chifus. —Ríe y me da una caricia.
Camina hacia el baño y minutos después se dirige a su habitación.
Ha sido un día muy agitado y lleno de emociones que jamás en mi vida había sentido, así que me encamino a la sala y me recuesto en la alfombra. Rato después, quedo hundido en un sueño profundo.
El lunes por la mañana, después del desayuno, Clara se prepara para salir al trabajo. Según dijo, trabajará todo el día. Los chicos y yo nos quedaremos en casa.
—Se portan bien, muchachos. No quiero peleas ni desorden, pero sobre todo, por ningún motivo, salgan a la calle. Aquí tienen de todo para comer. En las noticias dijeron que se ha decretado la fase dos de contagio, así que nada de desobedecer. —Se coloca aquel pedazo de tela en el rostro.
—Descuida, mamá, todo estará bajo control —responde la cínica de Odalis.
Pienso que la advertencia fue especialmente para ella, pero quiso lucirse ante su madre.
—De acuerdo. Siendo así, puedo irme tranquila. Los quiero. —Les manda un beso y sale por fin de la casa.
—¡Yes! —exclama la chica de manera victoriosa y corre hacia su habitación.
Abdiel solo la mira un tanto confundido. Tras rascarse la cabeza, camina hacia la sala y saca un par de libretas de su mochila.
La expresión de la chica me hace volver a sospechar de ella, así que luego de un rato decido ir a su habitación a investigar qué es lo que trama para el día de hoy.
Al llegar a su puerta, noto que, para mi mala suerte, está cerrada. Lo único que puedo hacer es mirar a través del espacio que hay bajo la puerta. La vista es demasiado limitada, pero logro distinguir que guarda algunas cosas en su maleta, la cual lleva al gimnasio cada que sale por las tardes.
¿Acaso planea salir pese a que le prometió a su madre que no lo haría?
El resto de la mañana pasa demasiado rápido, en realidad.
Odalis ha puesto música a tan alto volumen que comienza a incomodarme, al igual que a Abdiel, que lo único que busca es concentrarse en sus tareas. Es entonces que mi humano deja a un lado sus libretas y camina hacia la habitación de su hermana. Toca la puerta.
Ella no responde hasta el segundo llamado, bajando el volumen por un momento.
—¿Se te perdió algo? —pregunta al abrir.
—Solo te quería pedir que le bajaras a la música, por favor. Necesito repasar mi libro de español —contesta Abdiel.
—Pues ya le bajé y aquí sigues parado solo viéndome —dice de manera burlona.
—Es que también te quería preguntar desde hace rato por qué te alegró tanto que mamá se fuera a trabajar —explica el niño con una expresión de tristeza.
—Bueno, pero tú sí que estás en todo. No es que me alegre que mamá salga de casa, solo me da gusto que después de lo que está pasando no le hayan quitado el trabajo, eso es todo. —Cambia un poco su actitud y se acuclilla a la altura de su hermano.
—¿Sabias que papá se quedó sin trabajo? —cuestiona mi humano.
—Estás loquito. No mencionó nada de eso el domingo que hablamos con él por videollamada —responde Odalis sin dar crédito a lo que su hermano dijo.
—Se lo dijo a mamá cuando se quedaron hablando solos. Lo escuché decir que en la semana le darán un cheque. Luego lloró y dijo que nos necesitaba.
—¿Ya lo ves? Puede ser una buena noticia. Tal vez ese cheque sea un premio o aumento, y pudo haber llorado de emoción. —Parece feliz.
En este momento no logro distinguir si finge para tranquilizar a su hermano menor o es lo suficientemente tonta para creer que se trata de algo bueno, mientras que todo parece ir de mal en peor.
—Odalis… —reprocha mi humano, queriendo llorar.
—Bueno, ya, tranquilo. ¿Por qué no mejor te olvidas de eso y nos hacemos unos sándwiches? Ya casi es la hora de la comida, chaparro. —Le alborota el cabello.
—Está bien —responde mi humano con una mueca al tiempo que Odalis cierra la puerta de su habitación y caminan juntos a la cocina.
Ella no podrá ser tan buena como para querer tranquilizar a su hermano, más bien su objetivo siempre es hacerlo sentir mal, así que le voy más a mi segunda teoría, después de todo, su falta de inteligencia es perceptible incluso para un pequeño felino como yo, que apenas intenta comprender el complejo y a la vez precario razonamiento humano.
Por enésima ocasión me han dejado encerrado en el cuarto de Odalis sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Vaya que son demasiado despistados. A final de cuentas, esa ha sido mi intención: entrar aquí y ver qué es lo que trama la hipócrita hermana de mi humano para hoy. Doy un brinco para subirme a su cama, sobre la cual ella ha dejado aquella maleta. Me acerco a esta y comienzo a revisar. En el interior veo una botella con agua, ropa deportiva y una toalla de baño, nada fuera de lo común, pero que me da a saber que se prepara para ir a ese lugar donde dice hacer ejercicio, desacatando la indicación de su madre. Justo voy a dar la media vuelta para bajar de aquí, cuando alcanzo a ver entre la ropa lo que parece ser un cigarrillo. Los conozco, pues la vez anterior que vino el padre de Abdiel accidentalmente tiró uno al suelo. Pensando que era comida, me acerqué con el afán de probarlo, pero en cuanto percibí su aroma me produjo asco. Luego el hombre lo levantó, se lo llevó a la boca y lo encendió, lo que generó humo, que igual me pareció espantoso. Me pregunto cómo los humanos pueden consumir esa cosa tan repulsiva.
Sin embargo, el cigarrillo que encuentro en la maleta de Odalis tiene un aroma un poco diferente al de aquella ocasión. Igual me causa asco, pero estoy seguro de que no son del todo igual, algo me lo dice. Empiezo a conocer las mañas de esa chiquilla, y todo indica que aquel hallazgo no podrá ser por nada algo bueno. Alguien debe saberlo a como dé lugar.
Sin meditarlo, empujo la maleta, por lo que cae al suelo. La ropa y la toalla caen justo frente a la cama, mientras el cigarrillo y la botella del agua ruedan bajo la misma.
—¡Condenado animal! ¿Qué haces en mi habitación? —grita histérica al abrir la puerta y verme sentado, cómodo, sobre su cama.
—¿Qué hiciste ahora, Chifus? —Mi humano entra detrás de ella y me toma entre sus brazos.
—Abdiel, ya te he dicho que no dejes entras a tu cochino gato a mi recámara. Solo hace desorden. Mira nada más, tendré que volver a lavar mi toalla —espeta enfadada y levanta lo que está a la vista.
—No sé en qué momento se metió. No me eches la culpa de todo —contesta mi humano con la voz entrecortada, como si quisiera llorar—. Además, Odalis, acuérdate que mamá dijo que no podemos salir a ningún lugar, y si no estoy mal, esas son tus cosas que llevas al gym. —Limpia con su ropa las lágrimas que empiezan a salir de sus ojos.
—Este… Solo lo preparaba para cuando pueda ir —tartamudea. Entretanto, vuelve a guardar todo en la maleta—. ¿Por qué tienes que meterte siempre en mis cosas? —Se pone a la defensiva otra vez.
—Porque tenemos que obedecer a lo que dice mamá. Además, papá me encargó que…
—Sí, ya sé. “Papá me encargó que cuidara de ti y de mamá”. ¿Sabes qué? Ya me tienes harta con esa cantaleta, mocoso. Si tanto te importara, no te meterías en mis cosas privadas. ¡Eres un fastidio! ¡Fuera de mi vista! —chilla Odalis, que arde en coraje.
Hace un ademán para que mi humano salga de su habitación.
Abdiel obedece y sale corriendo conmigo en brazos, pero bañado en llanto. Parece que no habrá forma de consolarlo. Me abraza, refugiándose en mí como si fuera el regazo de su madre. Mi plan parece haber fallado por primera vez, ¿y de qué forma? Solo resultó en una discusión sinsentido y el inevitable llanto de mi pequeño humano. En solo unos minutos vuelvo a tener esperanzas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top