FINAL
Las mentiras son un placer culposo, te dan esa sensación de bienestar y escape por un momento, pero luego se convierten en un verdugo porque dependes cada vez más de ellas para sostener a flote una situación o como en el caso de Helena retener a una persona que no la quería, que le daba todo lo que su dependencia emocional anhelaba un momento a cambio de convertir sus días en un infierno.
No le quedaba más remedio que confesar el delito que había cometido a sabiendas que podría perder al objeto de su locura.
- Es que yo no estoy embarazada, la prueba era falsa - susurró apenas, el miedo de perder al castaño era tanto que no le importaba el dolor que le estaba provacando a su nuevamente ex novio.
Emmanuel ni siquiera derramó una lágrima, el dolor tan profundo que sentía en el pecho le impedía llorar e incluso respirar, vivir ya era demasiado pesado, asfixiante.
Lo único que pudo hacer fue darle una cachetada a la arpía que por desgracia seguía siendo la dueña de su corazón, esa que quizás no podría olvidar ni aunque la muerte viniera por él.
Cosa que a ella tampoco le importó, lo vio alejarse por última vez y el remordimiento no fue parte de su sentir, la liberación hacía presencia fuerte en su espíritu, libre para quedarse con Federico que solo la miraba serio, no parecía impresionado por la mentira de ella.
- ¿Me vas a dejar? - preguntó afligida.
- No, ya sabía que tu embarazo era mentira - contestó seco.
- ¿Cómo lo supiste?
- Intuición -
Ella le creyó presa de la indealización, nunca se enteró que él la seguía a todas partes, escuchaba sus conversaciones y revisaba su celular, todo mientras dormía, incluso esas cartas amenazantes que firmaba bajo el seudónimo de A eran acciones de su mente enferma y obsesiva para que ella sospechara y se alejara de todos viéndolo a él como su único refugio.
- Renuncié a la facultad, quiero irme lejos. ¿Vendría conmigo? - preguntó él, sabía que su prometida tenía a alguien más y vio en Helena una segunda opción muy buena, la quería dentro de todo y le excitaba saber que ella lo idealizaba tanto, que sería capaz de cualquier cosa por él, hasta inventar un embarazo para retenerlo.
- Si, pero tengo que hablar con mi mamá, está deprimida y debo tener mucho tacto. ¿Cuándo nos vamos y por cuánto tiempo sería? -
- Llegaré a su casa en una hora -
Ella asintió, se dieron un beso cálido y apasionado, muy raro en él que solo le había dado besos cargados de lujuria y deseo, pero esta vez había algo diferente, una obsesión desmedida que ella interpretaba como amor en su máxima expresión.
La morena iba extasiada camino a su casa, con la cara roja y su corazón a punto de ebullición como si fuera un volcán pero toda esa felicidad que recorría su cuerpo estaba a punto de desaparecer cuando una mano de tez blanca perteneciente a una chica muy joven tocó su hombro.
- ¿Helena verdad? - habló la chica de mediana estatura, cabello rubio cenizo y piel pálida.
- ¿Quién eres y qué quieres con ella? - respondió asustada tratando de ocultar su identidad.
- Advertirte sobre Federico Rivelles -
Helena arqueó una ceja harta de que todo el mundo quisiera arruinar su relación con el profesor, no iba a dejar que nada ni nadie impidiera que se fuera con él ese día.
- No me interesa - empezó a caminar rápido tratando a perder de vista a la rubia, pero esta no se rindió y le siguió el paso.
- ¿No te interesa saber que está comprometido y espera un hijo? ¿Tampoco te interesa que él también haya sido mi profesor y abusó de mi cuando era adolescente? -
Una lágrima cayó por el rostro de Helena de forma inevitable, ¿por qué la vida se ensañaba así con ella? , ¿acaso ese era su castigo por lo que le hizo a Emmanuel?
- Mientes, ¿tienes pruebas? si es así, muéstrame.
- Si - le extendió un viejo periódico donde estaba la noticia del profesor que abusaba de una alumna menor de edad y unas fotos del mismo con su prometida embarazada, aquella misma mujer que había hecho pasar por su hermana ante los ojos de Helena.
Ella ya no tuvo ninguna duda, su corazón y su alma se rompieron en tantos pedazos que era imposible repararlos, no podía pensar en nada que fuera en el papel de tonta que hizo todo este tiempo y que había cambiado un amor sincero por uno de papel a base de mentiras.
No pudo pronunciar palabra, siguió caminando a casa con lágrimas en su rostro e ignoró a la chica dejandola atrás, no quería hablar con nadie y ya ni siquiera se sentía parte de la realidad.
Cuando llegó a casa no había nadie en la sala, subió las escaleras y escuchó la ducha encendida, su madre tomaba un baño.
- ¿Hija quieres salir a comer más tarde? , ¿Helena? - pero no hubo respuesta de su hija.
La morena entró a su cuarto, se sentó un rato sobre la cama a derramar las últimas lágrimas que le quedaban.
¿Por qué Federico se aprovechó así de ella?
¿Por qué ella fue tan tonta y no se dio cuenta?
De pronto ella supo lo que tenía que ser, estaba decidida y en ese momento oscuro fue la mejor decisión que su cerebro le permitió pensar.
Tomó una cuerda, la puso a un punto alto de su habitación, se aseguró que no se fuera a soltar y se la colocó en su cuello, la apretó con toda su fuerza y comenzó a sentir un hormigueo incesante que recorría todo su cuerpo, sus ojos casi estallar, su cabeza caliente con un liquido hirviendo que la recorría y finalmente una sensación de paz donde las mentiras de Federico ya no podían dañarla.
La verdad había salido a la luz y se llevó consigo todo rastro de Helena De Franco.
La madre salió unos minutos después de su ducha y se dirigió al cuarto de su hija para asegurarse que estaba bien, había escuchado sus pasos en la escalera pero no su voz saludarla como siempre.
Lo que encontró en la habitación fue escalofriante, el cuerpo de su hija colgando con los ojos mas abiertos que nunca, su lengua morada y su rostro como si fueran a estallar.
Gritó como nunca lo que alertó a Emmanuel que iba pasando junto a la casa con sus maletas hechas para no volver nunca más.
Federico también escuchó ese gritó que terminaría de hacerlo pedazos, su prometida se había ido de manera abrupta del apartamento que compartían sin haberle dado ninguna explicación, no le dolía tanto la ausencia de ella sino que no conocería a su bebé, eso lo destrozaba.
Ambos a pesar de su rivalidad corrieron hasta la casa de Helena, tenían llave y pudieron entrar sin problema.
La escena era desgarradora, tanto que Emmanuel sintió punzadas en el pecho y corrió junto a la madre de ella que aún no había podido bajar el cuerpo que yacía aún colgando.
Federico por su parte no emitió sonido ni palabra alguna, solo no podía creer lo que estaba ante sus ojos.
¿Por qué ella había hecho tal cosa?
¿Por qué no lo espero una hora cómo habían acordado?
¿Qué fue lo que les impedía estar juntos esta vez y ahora para siempre?
Ahora que ya no había obstaculos, ahora que estaba decidido a contarle ese secreto que tanto lo atormentaba desde su infancia. La muerte de Helena lo había hecho sentir tan mal como cuando tenía ocho años y su padre alcohólico y un sacerdote hacían tríos sexuales con él dejandolo tirado en el piso como un juguete inservible bañado en sus propias lágrimas y entre fluidos asquerosos, con aquel dolor y punzadas terribles en su ano.
Sí, se sentía tan muerto como en aquel entonces.
Emmanuel lo culpaba y soltaba un montón de palabras obsenas en su contra, pero él no quería escuchar nada, ya no le importaba.
- No te quiero en el funeral de mi hija, escuchaste desgraciado - soltó la señora en medio de su dolor.
Escuchó el sonido de la ambulancia que recogería el cuerpo de su querida alumna y supo que tenía que salir de ahí, de todos modos la única persona que lo quería cerca ya no estaba ni estará nunca más.
Vio su funeral oculto entre los árboles del cementerio, usando lentes de sol, una gorra y se había teñido el cabello de negro porque el Federico castaño se murió con Helena y ninguna otra mujer lo iba a tener nunca más, sería solo de ella para siempre.
Dicen que el tiempo todo lo cura, pero díez años aún no habían curado el dolor de aquel profesor ex castaño de haber perdido a aquella alumna que lo idealizaba y cada mes visitaba su tumba dejándole bonitas flores para recordarse a si mismo que todo había sido real, que realmente existió una persona que lo había amado tanto.
Él no era el único que visitaba la tumba, también Emmanuel quien a pesar de haber formado una familia con una mujer que lo valoraba y seis hijos que eran su orgullo, la chica muerta siempre iba a ocupar un lugar muy grande en su corazón.
Federico llegó a una vieja cabaña en el bosque a la que llamaba su hogar, no tenía intención de calificar exámenes ya que seguía ejerciendo como profesor en una universidad no tan reconocida y muy pequeña.
Se sentó sobre el sofá y la vio salir con una toalla enrollada en el cuerpo a esa chica morena de cabello azabache que le encantaba tomar asiento en sus piernas y susurrarle te amo.
- Yo también te amo Helena - suspiró y la abrazó para nunca soltarla y hacerle el amor cada noche de la manera más apasionada, salvaje y romántica.
Y así es como algunas personas alcanzan la felicidad disfrazando su obsesión con amor, mentiras con verdad y pasión con el mismo infiermo sin saber que tarde o temprano serán destruidos.
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Mil gracias a las pocas personas que llegaron hasta aquí <3 💜
Perdón por tardar cinco años en terminar la historia :(
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