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POV FEDERICO
Disimulaba ver atentamente la computadora, pero mis ojos desviaban la atención hacia aquella alumna, Helena, un tanto extraña que posee un aire de tonta, mojigata y hasta cierto punto ¿santa?
Como no excitarme viéndola, cabello negro azabache, estatura baja pero eso no importa ya que mi altura es considerable, 1.87m, piel trigueña que hace contraste con esos ojos cafés oscuros que me miran furiosos desde la parte trasera del salón, piernas cortas pero bien torneadas, ese tic nervioso extraño en sus piernas como si interpretara una danza que emana de su nerviosismo cuando le pronuncio alguna palabra, un culo moderadamente bonito con el que podría hacer muchas cosas y lo más obsesionante que me deleita hasta los confines de mi podrida alma, sus pequeñas tetas que me imagino recorriendo con las yemas de mis dedos y haciendo círculos con la punta de mi lengua hasta hacerla gritar mi nombre.
Era eso precisamente lo que me atraía de ella, era tan común y corriente físicamente con esa nariz con toque aguileño encajando como rompecabezas en su rostro un tanto redondo o ¿acaso se imaginaban a una rubia despampanante de ojos cristalinos con complejo de fea que al deshacerse de la coleta y los lentes es un ángel de pasarela? No, ese no es el caso.
Sin duda el punto de quiebre de mis emociones era lo prohibido, me alborotaba la testosterona que ella fuera mi alumna, pero esto no podía repetirse, no después de lo que pasó hace algunos años.
Pero mi principal problema era que yo tenía una mujer a quien amar, a quien creía mi corazón pertenecía. Sé que es estúpido y utópico decir que me he enamorado, están en lo correcto, no lo estoy ya que eso sería ridículo. De lo que estoy seguro es que soy un tipo caliente con deseos cada vez más alejados de mi querida y dulce prometida, Isabel. Esa pobre mujer que me esperaba en casa desde hace ya ocho años, a la que le había dado un anillo de compromiso con toda la sinceridad del mundo, pero me es imposible no flaquear, soy un mujeriego enamoradizo, eso creo y me duele tanto que mis pensamientos la traicionen, apesar que en la cama no es muy atrevida, vaya que la quiero.
Me apresuré a guardar mi computadora en mi maletín ya que otro profesor ocuparía el aula, y no pude evitar fijarme en un pequeño volante con el nombre Helena de Franco que al reverso tenía escrito lo siguiente:
"Es un placer para el bar La Ventana Rota invitarla a usted como miembro oficial al debut de nuestro grupo musical El Par de Abajo que tendrá lugar a las 9pm el día jueves. Esperamos su asistencia. "
¿La ventana rota? me cuestioné, saque el celular de mi bolsillo y busqué su ubicación.
¡Bingo! ese lugar quedaba a veinte minutos de mi apartamento, el problema estaba cómo escaparme de Isabel, después de lo que pasó le había costado mucho retomar la confianza en mi. Tengo que pensar en algo convincente.
Mientras conducía a casa no pude quitarme de la cabeza a la señorita De Franco.
¿Me permite hacerle el amor otra vez Señorita De Franco? repetía en mi mente mientras la exquisita escena se dibujaba en mis pensamientos, tan real que casí podía tocarla.
Finalmente llegué a mi apartamento y cuando abrí la puerta me encontré con una Isabel, capaz de contagiar alegría como solo ella sabía, lástima que no era suficiente.
Me sonrió y dió una vuelta con gracia para mostrarme el vestido color vino que había comprado recién, su cabello perfectamente rizado ondeaba al son de sus movimientos corporales y la luz de la estrella mayor que se colaba por la ventana destacaban su piel blanca con destellos rosa en las mejillas y un toque rojo en sus labios.
—¿Qué le parece mi vestido profesor?—
— Luces muy bien, pero me gusta más como te ves sin el. Me encantaría hacerle un exámen oral - dije seductoramente.
Ella se acercó a mi con una sonrisa tímida y posó sus brazos alrededor de mi cuello.
— Esa es una propuesta muy sucia de su parte profesor, pero tendré que aceptar si deseo pasar anatomía — me dió un beso corto.
Esas palabras habían despertado mi hombría y mi sonrisa ládina que dejaba al descubierto mis dientes de conejo, lo sé, no soy perfecto y no lo pretendo.
La cargué con mis brazos hasta nuestra habitación donde la cama sería el único testigo, sí, estos si eran perfectos a pesar de no ser un tipo musculoso, estaba en muy buena forma.
Nuestra rutina sexual siempre era la misma, calentamiento de besos y caricias, el sexo oral que era una de mis cosas preferidas tenía que ser ignorada porque a ella no le parecía algo correcto. Una vez me dijo que se sentía denigrada al hacerlo, me pareció la cosa más estúpida del mundo, pero no insistí más y aunque llego al orgasmo hay tantas fantasías ocultas que deseo sacar y poder sentir de una vez por todas.
Mi candidata para ese objetivo tenía nombre y apellido, Helena De Franco. En un principio me había fijado en su amiga Angelique, pero tiene un aire rudo que presiento que a la menor insinuación me va a romper la cara, eso si, era muy bella y el novio que la dejaba en la entrada del campus, un castaño que igualmente me daría mis putasos si me le acercaba, así que desistí.
— ¿En que tanto piensas amor? — preguntó recostada sobre mi pecho.
— Hoy tengo una cena de profesores, el director Ramírez está cumpliendo años y no puedo faltar — mentí, espero se lo crea.
— Ajá y ¿donde será? — sabía que mi mujer no era tonta.
— En el restaurante del Hotel Imperio a las 8pm — fijé mi mirada hacia la nada y traté de vaciar mis pensamientos.
— Perfecto, usaré mi vestido nuevo y te acompaño — sonrió.
— No puedes, es exclusivamente para el personal docente. Fueron bastante estrictos en ese punto —
- Lo estás haciendo otra vez ¿verdad? - afirmó furiosa y con los ojos cristalinos, me sentí descubierto.
— Isabel no sigas por favor, te estoy diciendo la verdad. Han pasado 3 años desde... —
— No me importa, sabía que en algún momento recaerías, ¿quien es la puta? — gritó y sentía hervir la sangre porque odiaba sentirme vulnerable.
— ¡No hay nadie! No sé que mierda te pasa, si quieres venir conmigo está bien, pero mañana cuando sea despedido, espero estes muy felíz — repliqué en un tono calmo pero agresivo.
Iba a ir a ese maldito bar sea como sea, si algo me había hecho fijarme en Helena aparte de su físico tan común y corriente, era la forma en que mordía el lápiz con esos dientes disparejos que la hacían tan bella para mi, imaginaba que ese lápiz era mi cuerpo y ella lo estaba marcando como suyo.
— Te conseguí ese trabajo que tienes ahora, ¿por qué no podría conseguirte otro donde no puedas ver a esas mini putas universitarias? - contestó sarcástica y despegandose de mi pecho para sentarse erguida junto a mi.
— Tú también fuiste una Isabel — no pensé lo que dije.
Mi prometida, rubia como el sol rompió en llanto y me dió la espalda, quizás creía que me quedaría ahí a pedirle perdón o al menos eso haría un tipo decente, pero yo estaba lejos de eso.
Repito, nada ni nadie me detendrá, nos veremos pronto señorita Helena, mi cuerpo lleno de testosterona la espera.
Salí de la cama, me vestí de modo sencillo, jeans negros, camisa blanca manga larga que combinaban perfecto con mi físico. Usé la loción que me había dado mi rubia de cumpleaños un año atrás y una sonrisa se dibujó nuevamente en mi rostro.
¿Está lista para derretirse Helena y saciar mis placeres ocultos?
Azoté la puerta y alcancé a escuchar la lámpara romperse junto con el llanto de Isabel en aumento.
Subí al carro y ni sentí el trayecto debido a las divagaciones de mi mente, la adrenalina corría por mi cuerpo. Me sentía como un chiquillo de quince años en su primera cita, estaba frenético y con el corazón pidiendo salir de mi cuerpo con cada latido.
Entré al dichoso bar, tenía un estilo bohemio con toques rojos y cafés, mesas con pequeños taburetes y los presentes con un estilo un tanto despreocupado en su mayoría mirando hacia una modesta tarima en el centro, donde varios chicos hacian pruebas de sonido.
Fue entonces cuando la vi y me alegré de haber llegado temprano, apenas eran las 7:30pm. De nuevo sentí una corriente que me recorría la espina dorsal por completo.
Decidí fingir que no la había visto, saqué mi libro del Marqués de Sade y simule leerlo mientras de reojo estudiaba sus movimientos.
Estaba tan sensual a su manera, un vestido negro informal pegado al cuerpo y unas botas del mismo color un poco extrañas que no sabría como describir, llevaba el cabello planchado, me intrigaba saber como era al natural, quería descubrirla por completo.
Su maquillaje era sencillo como ella, excepto por sus ojos, parecía un completo mapache. Nunca había conocido a una mujer tan peculiar, eso me volvía más loco.
Platicaba con un chico con el cabello teñido de celeste en la punta, jóven como ella, riendo de alguna estupidez seguramente. ¿Qué esperas para notarme pequeña tonta? Empezaba a impacientarme.
Pasados unos minutos, posó su mirada en mi y frunció el ceño con los brazos cruzados.
Le dijo algo a su amigo y empezó a caminar hacia mi, me vió un momento de reojo y siguió de largo a saludar a los otros chicos que arreglaban la tarima.
¿Qué mierda es esto? ¿A qué está jugando? Yo también sé jugar Señorita De Franco y mejor.
Haré que usted venga hacia esta mesa, me dirija la palabra primero y sin que yo mueva un solo dedo.
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¿Qué les pareció el capítulo desde la perspectiva de Federico?
Quiero agradecerles a todos lo que me leen, votan y comentan porque esta historia no sería nada sin ustedes ❤
También darle muchas gracias a mi amiga AnnStein5 por contribuir con ideas para este capítulo y por su valiosa amistad.
Lean su nueva historia ,Perdóneme Padre donde el diablo bajo un uniforme de colegiala seduce al sacerdote Tomás >>> AnnStein5
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